Después de 45 años de existencia, el partido de ultraderecha francés Front National (FN) podría alcanzar la presidencia. En las últimas encuestas, Marine le Pen, presidenta del FN y candidata a la presidencia, se ha mantenido en el primer lugar de la intención de voto para la primera vuelta con el 25%.
¿Qué concretamente ha sucedido para que la ultraderecha, que solía obtener alrededor del 15% de los votos en las elecciones presidenciales desde 1988 hasta 2012, hoy se encuentre con grandes posibilidades de pasar a segunda vuelta y, eventualmente, alcanzar la presidencia?
Muchas son las causas que durante los últimos años han contribuido a conformar este escenario, pero una es la principal: La misma Marine le Pen, que desde 2011 desplazó a su padre, Jean-Marie le Pen, en la dirigencia del FN y se ha encargado de modernizar la fachada del viejo FN para venderlo mejor a sus electores. Lo que ha logrado es que el FN deje de ser identificado con la extrema derecha para ser visto más como un partido que representa un patriotismo pragmático. En el fondo, solo se trata de un ligero maquillaje, pues poco ha cambiado realmente en el FN.
Bajo la dirección de le Pen padre, que durante toda su vida política ha presumido de sus posiciones guerrerista, racista y difamatorias, el FN cautivó principalmente a un electorado masculino, seducido por sus promesas xenófobas y patrioteras. La hija ha querido modificar esta imagen, por lo que ha apostado por una apertura del FN a un nuevo electorado.
La depuración del FN inició desde el 2011, cuando Marine le Pen comenzó a distanciarse de discursivamente de su padre. Así, aunque mantiene un proyecto político populista y de extrema derecha, ha intentado refinar el modo en que lo presenta. Por ejemplo, se ha concentrado, sobre todo, en cautivar al electorado femenino, antes muy reacio a votar por el padre, misógino declarado. Hoy le Pen, que es la única candidata mujer a las elecciones presidenciales, parece haber logrado consolidar la falacia de que ese hecho la hace representante de una política más inclusiva, una política que quiere romper con el machismo de los candidatos tradicionales de los otros partidos.
Además, mucho más pragmática que su padre, Marine le Pen no ha temido adaptar su discurso para alejarse del explícito extremismo del FN tradicional. Sin lugar a dudas, eso ha generado una escisión al interior del partido, pues algunos líderes ven en esa adaptación una traición a las ideas centrales del FN. Pero, por otra parte, esa adaptación le ha hecho ganar nuevos electores. Ha ampliado su base obrera, como lo constatan las últimas elecciones regionales en Francia: aproximadamente el 50% de electores en las zonas de mayor población de trabajadores obreros votaron por el FN.
Durante esta campaña electoral, Marine le Pen ha intentado disociar la idea del FN como un partido de extrema derecha. Y aunque según los criterios comúnmente utilizados lo sigue siendo, sobre todo por su raigambre patriotista incluso hoy más acentuada, Le Pen dice situarse más allá de la rígida división entre izquierda y derecha de la política francesa. Esta última estrategia no sólo le ha resultado muy favorable al FN; también Emmanuel Macron, el candidato que sigue a le Pen en intención de voto, ha recurrido a la misma maniobra de eludir un posicionamiento en el espectro izquierda/derecha.
El último factor que ha contribuido a posicionar al FN en el lugar que hoy ocupa ya no es producto de las maniobras de maquillaje que lleva realizando du dirigencia durante los últimos 6 años. Se trata más bien de la crisis de los otros dos grandes partidos del Francia: el partido socialista francés, hasta hace poco uno de los más sólidos bastiones de la socialdemocracia europea, fracasó en el cumplimento de sus promesas durante la presidencia de François Hollande y actualmente se encuentra en medio de un enfrentamiento entre facciones que van desde la izquierda blanda de Hamon (candidato oficial del partido) a una posición liberal como la que defiende Macron (quien fue ministro durante la presidencia de Hollande). Esta crisis, que indirectamente fortalece al FN, posiblemente llevará al partido a su propia disolución, una fractura en la vida política francesa.
El otro caso es el del partido Les Republicains. Partido en donde confluye la derecha tradicional francesa, que vive una fractura desde 2015, cuando las luchas entre las facciones del expresidente Nicolas Sarkozy y las del ex ministro François Fillon (hoy candidato de los Republicains) condujeron a la disolución de la derecha unida bajo las banderas de la UMP. Aun hoy subsiste la confrontación, aunque formalmente Sarkozy y Juppé apoyan la candidatura controversial de Fillon, quien está siendo investigado por fraude.
Así las cosas, las posibilidades de Marine le Pen para alcanzar la presidencia francesa no son no son inverosímiles. El factor decisivo está en los votantes jóvenes. Un arma de doble filo, pues es el grupo población que más se abstiene de salir a votar en Francia y el que más se ha acercado en los últimos años al FN.
Por, Juan Sebastián Granada-Cardona.
Estudiante de doctorado en Ciencias políticas de la UNAM. Magíster en Antropología social e histórica del Ecole de Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS).
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