Cincuenta y cinco años después de la incursión anticastrista en Bahía de Cochinos, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, culmina con una visita a Cuba su política de parsimonia hacia América Latina, y sigue viaje a Argentina donde, en el cuadragésimo aniversario del golpe militar, un gobierno proempresarial retorna el país al redil financiero.
En el mensaje inaugural de su presidencia, en enero de 2009, Barack Obama resumió el motivo central de su política exterior: “Tendemos la mano abierta si estás dispuesto a aflojar tu puño”. Y ésa ha sido la línea de su política hacia América Latina, junto con una evaluación acertada de las crisis, las supuestas amenazas a la seguridad nacional de Estados Unidos y la conveniencia de dejar que los vecinos arreglen a su manera sus disputas domésticas.
Cuando Obama llegó a la Casa Blanca la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, o Alba, nacida cuatro años antes, estaba en su auge con un enfoque de mini guerra fría (casi dos décadas después de terminada la Guerra Fría), según el cual en las Américas había dos bandos irreconciliables: los lacayos del imperialismo yanqui y los adalides de una nueva independencia.
“Cuando asumí la presidencia, en la primera Cumbre de las Américas a la cual asistí Hugo Chávez era todavía la figura dominante en la conversación”, recordó Obama en una extensa entrevista con la revista The Atlantic. “Y temprano tomamos la decisión muy estratégica de que, en lugar de inflar a Chávez como un adversario gigante de tres metros de altura, le daríamos la dimensión adecuada. Nos dijimos: ‘No nos gusta lo que pasa en Venezuela, pero no es una amenaza para Estados Unidos’.”
Siete años más tarde, Chávez es un ícono y su sucesor Nicolás Maduro sigue alertando regularmente sobre los planes imperialistas para invadir Venezuela o derrocar su gobierno por otros medios. No obstante lo cual, Venezuela necesita de Estados Unidos, donde coloca alrededor del 40 por ciento de sus depreciadas exportaciones petroleras, y de donde proviene casi el 40 por ciento de las importaciones, incluidos alimentos, que consumen los venezolanos. Visto desde Estados Unidos, Venezuela ha bajado a cuarto o quinto proveedor de petróleo, de unos 60 mil barriles diarios en 1990 a menos de 35 mil, o menos del 10 por ciento del petróleo que importa.
La parsimonia de Obama en su política hacia América Latina incluyó el aguantarse las diatribas, enfocándose en cambio en las relaciones reales de comercio, tráfico de drogas, migraciones y lucha contra el terrorismo. “Cuando vi a Chávez, le estreché la mano y él me dio una crítica marxista de la relación de Estados Unidos con América Latina”, recordó refiriéndose al ejemplar de Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, que el entonces presidente venezolano le regaló en abril de 2009 en Trinidad y Tobago. “Y yo tuve que sentarme allí y escuchar la arenga de hora y media de Ortega contra Estados Unidos”, continuó, esta vez en referencia al presidente de Nicaragua, quien de guerrillero ha pasado a ser presidente por tres lustros. “Pero el estar allí, sin tomar todo eso demasiado en serio, porque realmente no era una amenaza para nosotros, ayudó a neutralizar el sentimiento antiestadounidense en la región.”
Refiriéndose a acciones militares emprendidas por el ex presidente Ronald Reagan, como por ejemplo la invasión de Granada en 1989, dijo que “es difícil argumentar que nos ayudaron a moldear los acontecimientos mundiales, aunque sirvieran para ganar puntos políticos dentro de Estados Unidos. O en el caso Irán-Contras en el cual apoyamos paramilitares derechistas y en nada contribuyó a realzar nuestra imagen en América Central y, en definitiva, tampoco tuvo éxito”, añadió, apuntando a que el gran enemigo de Reagan, Daniel Ortega, sigue siendo presidente en Nicaragua.
En resumen, la política del presidente Obama hacia América Latina ha sido, y es, la de que si un conflicto interno en Bolivia o en Venezuela o en Honduras no representa una amenaza directa y grave a la seguridad nacional, ¿para qué vas a meterte? Dejalos que se las arreglen entre ellos a su manera, y sigamos haciendo negocios.
AL COSTADO.
Durante su presidencia, hasta ahora, Obama ha visitado Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Jamaica, Panamá, Trinidad y Tobago una vez cada uno, y cinco veces ha viajado a México. En el conjunto de la política internacional de Estados Unidos, la región ha seguido en el segundo plano que ha tenido históricamente. Si uno busca referencias a América Latina en los debates de los actuales candidatos presidenciales, la escasez induce con certeza a apostar que América Latina y el Caribe seguirán al costado. El giro fundamental, y de mayores consecuencias históricas, en la política internacional de Obama ha sido el reconocimiento de que el conflicto de Oriente Medio ya no es la prioridad mayor, y que el futuro económico que interesa a Washington emerge en Asia, con avances prometedores en África y América Latina. El Oriente Medio, en la visión obamiana, es una región de la cual es mejor mantenerse alejado y que, gracias a la pujanza del sector energético de Estados Unidos, pronto tendrá un peso ínfimo en la economía de este país.
Obama llegó a la presidencia con la promesa de que terminaría la intervención militar en Irak y haría todo lo posible por concluirla en Afganistán. Las dos han probado que, tras el gasto de miles de millones de dólares y la pérdida de miles de vidas de soldados estadounidenses, los conflictos no se resuelven y quizá se agravan por la presencia washingtoniana. Ambas aventuras han probado, asimismo, que tras la retirada estadounidense son los locatarios los que tienen que resolver sus disputas.
Aunque ha sido prolífico en el uso de drones (aviones robot) para liquidar terroristas desde el aire, el presidente es reacio a enviar tropas de Estados Unidos a nuevas intervenciones militares. De ahí que las alertas de invasión que suenan en Caracas resulten ridículas en Washington.
En cambio, Obama, que nació en el año en que un mini ejército instruido, armado, financiado y transportado por la Agencia Central de Inteligencia intentó derrocar a Fidel Castro, gana esta semana muchos puntos entre los latinoamericanos con su visita a Cuba. El cuco castrista también se ha evaluado en su dimensión real, y al tiempo que empresarios estadounidenses y empresarios cubanos atropellan en la búsqueda de negocios, un presidente de Estados Unidos pisa la isla por primera vez en casi noventa años. La misma isla donde las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el grupo guerrillero más grande y más antiguo de América Latina, negocian con auspicio cubano la paz con el gobierno de Colombia.
“Nadie podría calificarla como una gran política exterior, pero al menos la diplomacia regional de Obama merece elogio, y bien podría ganarse el respeto de una América Latina antes desencantada”, dijo a Brecha Larry Birns, director del Consejo de Asuntos Hemisféricos. “Se requirió bastante coraje político para que la Casa Blanca iniciara lo que ha resultado ser un cambio sustancial: la creación de una auténtica política hacia Cuba en remplazo de lo que había sido una política muy rígida, mantenida durante décadas.” De todos modos, recordó, Obama “sigue exhibiendo un grado de persistencia mientras desencuaderna las rigideces de su política contra La Habana. Como si quisiera aplacar a los cubanos anticastristas de Miami, Obama ha reforzado lo que ya ha sido una rígida política de Washington en materia de derechos humanos”.
Peter Hakim, presidente emérito del Diálogo Interamericano, opinó que las visitas de Obama a Cuba y Argentina son,“superficialmente, similares. Quiere reconstruir las relaciones después de un considerable período de hostilidad y Cuba representa un vuelco histórico para Estados Unidos destinado a eliminar el último retazo de su política de Guerra Fría, a menudo tenebrosa, hacia América Latina”, señaló.
Pero la continuidad de esos cambios, según Hakim, requerirá que Estados Unidos “finalmente levante su despreciado embargo comercial, y que el gobierno cubano haga más para abrir su política y economía, incluida la aceptación de las normas internacionales de derechos humanos, libertad de prensa e imperio de la ley”.
AFINIDADES
La visita a Argentina es “un asunto más sencillo”, continuó Hakim. “Obama quiere mostrar que, después de años de ignorar a Argentina, Estados Unidos puede restablecer una relación productiva con un gobierno menos belicoso, que maneje su economía de forma más responsable y que sea más predecible.”
Aunque un viaje de este tipo se planifica durante meses, sin duda la decisión reciente del gobierno del presidente Mauricio Macri de aceptar un arreglo con los llamados “fondos buitre” añade buenos aires a la visita de Obama.
Amnistía Internacional, por su parte, apuntó que “la visita histórica del presidente Obama a Cuba y Argentina brinda una oportunidad de oro para enfocar algunos de los problemas mayores que los tres países tienen en materia de derechos humanos”. En resumen, según AI, esos problemas son: en Estados Unidos el maltrato de los inmigrantes, en Cuba la falta de libertad de expresión y en Argentina la represión contra dirigentes sociales. “Si los presidentes Obama, Castro y Macri no discuten los asuntos cuestionables de derechos humanos en sus países, y no se ponen de acuerdo para dar pasos significativos que lleven a mejoras sustanciales, pasarán a la historia como gobernantes que eligieron ignorar el sufrimiento de millones de personas en lugar de ser los catalizadores del cambio”, dijo Erika Guevara Rosas, directora de AI para las Américas.
Decenas de académicos y activistas de los derechos humanos han pedido al gobierno de Estados Unidos la apertura de los archivos donde se guardan documentos relacionados con la “guerra sucia” durante la cual decenas de miles de personas fueron torturadas, desaparecidas o asesinadas.
El viaje de Obama “ocurre en momentos decisivos para la región”, señaló Cecilia Nahón, ex embajadora de Argentina en Estados Unidos. “Después de una década de exitosas políticas de crecimiento inclusivo que sacaron a millones de latinoamericanos de la pobreza, el panorama económico global desfavorable y las políticas de ajuste en la región ponen esos logros, conquistados con esfuerzo, en serio riesgo.”
“El viaje es el último paso en la estrategia del gobierno de Obama para fortalecer la influencia de Estados Unidos en la región después de una década de debilitamiento de su liderazgo”, añadió Nahón. “El apuro de Macri por aplicar una agenda fuertemente alineada con Estados Unidos, que ya ha debilitado la relación de Argentina con la región y otros países emergentes, ha proporcionado a Obama la plataforma que buscaba para ir al Sur.”
Para Adam Isacson, experto en política de seguridad regional en la Oficina de Washington para América Latina, o Wola, la gira de Obama “nos dice mucho acerca de su agenda para la región en lo que resta de su mandato”.
“Una visita es un paso histórico para descongelar las relaciones con un adversario de larga data”, dijo Isacson. “La otra es un abrazo rápido a un nuevo gobierno pro empresarial y pro Estados Unidos.”
“El subtexto es: ‘preferimos el modelo económico y político de Mauricio Macri, pero estamos dispuestos a dialogar con todos’”, añadió. “El gobierno de Obama propone que el diálogo, los contactos, más que el aislamiento y las admoniciones, pueden espolear gradualmente a los regímenes para que den más espacio a la democracia. Cuba es una prueba de esta hipótesis pero, dado que los cambios que se esperan son graduales, el debate no acabará cuando Obama deje la Casa Blanca en 11 meses.”
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