En los últimos días Turquía ha arreciado sus bombardeos a las bases kurdas, el pueblo que con más ahínco y convicción está luchando contra el Estado Islámico en la región.
En octubre de 2014 el gobierno de Recip Tayeb Erdogan condicionaba su lucha contra el Estado Islámico (EI) y que Estados Unidos pudiera utilizar la base militar de Incirlik a que la Otan acabara con Bashar al Asad. Y ahora, de repente, bombardea las supuestas posiciones del EI y “de paso” las de la guerrilla kurda del Pkk en Irak, mientras autoriza a Washington a que ataque Siria desde Incirlik.
¿Esto significa que Barack Obama cumplirá su parte? ¿Va a crear para ello una zona de exclusión aérea en el norte de Siria, como el inicio de la desintegración de Siria, igual que hizo con Irak en 1991? ¿Es una coincidencia que estas operaciones hayan tenido lugar días después de que Obama consiguiera de Irán –aliado de Damasco– el acuerdo nuclear de contenido secreto? ¿Y lo es también que el 12 de julio Ankara acogiese una reunión de la oposición derechista de Siria con el plan de formar un gobierno en el exilio? Y ¿qué cosa más valiosa espera recibir Erdogan a cambio de destrozar las negociaciones de paz con el Pkk? ¿Qué problema tenía con la guerrilla que no podía resolverse por la vía del diálogo?
Los kurdos afirman que Erdogan había lanzado bombas sobre los refugios abandonados de los yihadistas y que los objetivos reales de los artefactos han sido el Pkk y los kurdos sirios.
En realidad estamos ante un giro radical en la situación política turca, y el atentado del 20 de julio en el campamento de la Federación de Entidades Socialistas en la ciudad de Suruç, que dejó 32 muertos y un centenar de heridos –cuando recogían ayuda humanitaria para la población de la ciudad siria kurda de Kobani–, sólo ha acelerado este proceso. Mientras Erdogan responsabilizaba al EI de la masacre, los kurdos lo acusaron a él y a Hakan Fidan, el jefe de los servicios de inteligencia turca, de estar implicados, utilizando la “bandera falsa”. Preguntaban “por qué estas acciones siempre están dirigidas a la población civil y a los kurdos y nunca al gobierno”. Horas después, en una gran redada organizada por el régimen, cientos de activistas de formaciones progresistas fueron detenidos y el mundo volvió a ponerse al revés: un atentado contra la izquierda ha servido para agredir a la izquierda. Algo ya casi clásico.
¿UN COMPLOT?
Dos prioridades han encabezado la agenda de Erdogan: contener a las fuerzas kurdas y derrocar a Asad. Incluir al EI en este escenario es puro teatro, simplemente para evitar más críticas por patrocinar el terrorismo yihadista. China denuncia que los aeropuertos turcos permiten la entrada de miles de uigures con pasaportes turcos falsos, quienes luego son enviados a Siria.
En realidad, Erdogan está corrigiendo su “error” al negociar con los kurdos y permitir que entren en el juego democrático. Nunca se imaginó que bajo la bandera del Partido de la Democracia del Pueblo (Pdp) las fuerzas progresistas kurdas y turcas se reunieran para asestarle un duro golpe en los comicios parlamentarias del pasado junio, en los que el Pdp ganó 80 escaños, 32 destinados a las mujeres candidatas; Deilak Ojalan, sobrina del líder del Pkk, es una de ellas.
LOS OBJETIVOS DE ERDOGAN
1. Imponer a los kurdos una guerra y forzarlos a esconderse en los montes para volver a ser el único gran protagonista de la política turca. Cierto, un grupo guerrillero en la montaña es menos peligroso que un partido capaz de organizar huelgas generales con millones de trabajadores. Ya dijimos en 2013 que Erdogan no buscaba la paz con el Pkk, le estaba tendiendo una trampa.
2. Evitar la unión entre las dos comarcas kurdas sirias, Kobani y Yazira, a lo largo de sus fronteras. Sus victorias militares coincidieron con las conquistas políticas de sus hermanos en Turquía. La “cuestión kurda de Siria” ha sido el gran regalo envenenado de Asad a su homólogo turco. Tayyeb cree estar a tiempo de destruirlos antes de que Obama aplique el modelo iraquí a Siria, formando una autonomía kurda o logrando que los kurdos sean invitados a las conferencias sobre el futuro de Siria.
3. El presidente turco, molesto por el suministro de armas por Estados Unidos a los kurdos de Kobani, pretende involucrar a Occidente en su batalla personal, mientras éstos e Israel apuestan por un Estado kurdo, rompiendo los países grandes de la región.
4. Exhibiendo una postura antikurda, Erdogan puede atraer al Partido Republicano del Pueblo, kemalista, para formar un gobierno de coalición y no convocar nuevas elecciones. Pero Erdogan no es antikurdo. Se lleva de maravilla con los colegas de la oligarquía kurda que gobiernan la Autonomía del Kurdistán iraquí. Su problema es la lucha de clases: ha tenido mala suerte porque los principales partidos kurdos de Turquía y de Siria son representantes de los trabajadores.
5. Ha aumentado de forma progresiva las políticas de reislamización de las instituciones y centros académicos, como retén del avance de la izquierda: pero, mire usted, hizo lo mismo el sha de Irán en la década de 1970 y ya sabemos lo que le pasó.
6. Lanzándoles bombas a diestra y siniestra se presentará como el hombre de hierro, el campeón de la “lucha antiterrorista”, neutralizando las críticas del poderoso movimiento secreto Gülen, que ve cómo Turquía ha ido perdiendo peso y prestigio en la región durante el mandato de Erdogan.
7. Correr una cortina de humo sobre el proceso judicial contra su hijo Balal y varios ministros por la corrupción.
Erdogan seguirá utilizando a los yihadistas contra Damasco y también contra los kurdos, a pesar de la “turquización” del Estado Islámico wahabita y de su imparable crecimiento en las regiones más subdesarrolladas del país, convirtiéndose en un rival político para el “hermano musulmán” Tayyeb Erdogan, representante de la burguesía “liberal”.
Turquía entra de lleno en una guerra contra Siria en la que lo único que va a ganar es una crisis económica (para empezar, espantando al turismo) y millones de refugiados que se convertirán en otro foco de tensión, desestabilizando su propio régimen. Se oyen voces de amenaza de grandes atentados en los mercados o en el metro: se convertiría en un Pakistán para una Siria afganizada.
¿Está Washington empujando a su aliado turco hacia el suicidio? Al único país que le beneficiará esta situación es a Israel, que después de la desaparición programada de Irak, Siria y Libia (y un agónico Egipto y un acosado Irán) se librará de otro gran competidor regional.
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