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Ni Ni

Ni Ni

No hubo ola demócrata ni tornado de Trump. En un país dividido como pocas veces en su historia, la narrativa periodística tiende a quedarse con Trump sí o Trump no y quién controla la Cámara de representantes en el Capitolio, donde los republicanos arrancaron con veintitrés bancas de ventaja, cuestión que al cierre de esta edición aún no había sido dirimida. 

El resultado de esa gran contienda mediática mantuvo al país del norte despierto hasta la madrugada y cuando terminen de conocerse los resultados alentará o deprimirá a oficialistas u opositores, según el caso, pero no mucho más. Con el Senado fuera del alcance de los demócratas, Trump tiene asegurada su inmunidad a un juicio político y la certeza de que le seguirán aprobando jueces que sean de su agrado, esto es, conservadores y antiabortistas. Y para aprobar leyes, si no retiene su mayoría de diputados, a lo sumo tendrá que arrancarle algún voto al grupito de demócratas conservadores con la reelección amenazada.

Los republicanos están con Trump, de eso no hay dudas. Podrá gustarles más o menos su xenofobia, sus mentiras y sus provocaciones, pero hace rato que no se animan a desafiarlo. Después de los insultos en los debates partidarios de dos años atrás, después de que se le plantaran los popes partidarios en Washington, después de golpear y negociar con Wall Street y la comunidad de inteligencia, Trump ya tiene a la tropa propia bajo control y encima entusiasmada. Él mismo ha retribuido semejante lealtad con un raid proselitista que lo llevó de Montana a Georgia. La economía funciona, al punto que no fue tema de debate en esta elección. Trump hizo eje en fortalecer las fronteras y eligió como rival a la caravana de cinco mil inmigrantes centroamericanos pobres o indigentes que avanzan desesperados a través de México buscando su salvación en las puertas de Estados Unidos. No pasarán, gritó Trump en cada acto de campaña, como si se enfrentara a un ejército invasor.

Del otro lado de la vereda, tal como explica la CNN, Trump enfrentó “la antipatía intensa de gente joven y minorías y una resistencia amplia entre blancos con títulos universitarios, especialmente mujeres”. Todo esto le ha costado al presidente votos y bancas en los suburbios multiétnicos y de alto nivel educativo que rodean a las grandes ciudades, y también en el cordón del sudeste, donde el voto latino, tradicionalmente demócrata, crece exponencialmente.

Pero nada es tan blanco o negro o tan definitivo. Esta elección es también el tropiezo de carreras políticas prometedoras, como la de Stacey Abrams en Georgia, y la confirmación de otras figuras como la de Alexandria Ocasio Cortez en el Bronx. Es la vigencia del mensaje clasista de Bernie Sanders, que fue reelecto, en un pequeño pero creciente grupo de rebeldes demócratas. Es el clásico mano a mano en la Florida de los Bush, donde casi siempre las elecciones se dirimen por pocos votos. Es el crecimiento de Trump en el círculo del óxido, la región industrial que rodea a los Grandes Lagos, la que más se benefició con sus políticas comerciales proteccionistas. Es la elección con más candidatas mujeres de la historia, 53 al senado y 476 a diputados, reflejo del movimiento #MeToo. La mayoría de ellas pertenecen al partido opositor y no de casualidad. Según un sondeo de Post-NBC citado por el diario El País de España, un 66 por ciento de las mujeres estadounidenses no aprueba la presidencia de Trump, contra solo el 54 por ciento de los hombres. Es la elección de mitad de término que más votantes atrajo en las últimas décadas. Y es, sobre todo, una elección que no es una sino muchas, abarcando desde consejos deliberantes hasta gobernaciones, pasando por legislaturas estatales y nacionales, donde las personalidades juegan tanto como la orientación política, donde los temas locales se cruzan con los provinciales y nacionales.

Todas esas elecciones grandes y chicas están atravesadas por el plebiscito de la gestión de un presidente que ha sabido generar grandes amores y odios con un discurso violento y divisorio, pero también reivindicativo de una cuasi mayoría silenciosa blanca, evangélica, conservadora y machista. O sea, una mitad del país que se identifica con un cambio de ciclo después de medio siglo de avances sociales, legales y políticos de minorías raciales, sexuales y religiosas a través de programas de gobierno como la Acción Afirmativa, de fallos históricos como Rowe vs. Wade y Brown vs. Board of Education, culminando con la presidencia de un afroamericano con nombre islámico nacido fuera del continente americano, Barack Hussein Obama. Y como frutilla del postre, en la última elección presidencial aparece la primera candidata mujer del partido Demócrata, la ex canciller y primera dama Hillary Clinton. Para ellos la aparición fue providencial.
El debate cultural entre estos dos países que conviven en uno continúa. Al final del día ni siquiera hizo falta contar los votos. Después de una jornada política intensa, Estados Unidos se fue a dormir tan crispado y polarizado como cuando se despertó.
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 Mientras los republicanos de Trump consolidan su mayoría en el Senado estadounidense

Avance demócrata en la Cámara de Representantes

En la elección estadounidense de mitad de término más concurrida y disputada de los últimos años, los opositores al presidente Trump sumaban triunfos en diputados y, al cierre de esta edición, quedaban cerca de la mayoría.

El Partido Demócrata arrebató ayer los primeros escaños a los republicanos en la Cámara de Representantes en los estados de Virginia y en Florida. El puesto de la congresista republicana por la península de Florida, Ileana Ros-Lehtinen, no logró ser renovado por su partido. En su lugar, la demócrata Donna Shalala se impuso y se consagró como la primera cubana-estadounidense elegida al Congreso. La ex secretaria de salud de la administración de Bill Clinton, obtuvo el 51,72 por ciento de los votos frente al 45,96 por ciento de su principal oponente, la candidata republicana María Elvira Salazar, una conocida periodista de medios hispanos. En tanto, la demócrata Jennifer Wexton se impuso en Virginia a la republicana Bárbara Comstock, que salía a defender el escaño, por 57 por ciento de los apoyos, frente a un 43. Los demócratas recuperaron también la Gobernación de Illinois con triunfo de Jay Robert Pritzker. El político de 53 años de edad derrotó de manera contundente al actual mandatario estatal, el republicano Bruce Rauner, con 64,2 por ciento de los votos. El triunfo del multimillonario Pritzker permite recuperar la gobernación para los demócratas en el quinto estado del país, con 12,8 millones de habitantes, después que el republicano Rauner ganase las pasadas elecciones. Rauner concedió la derrota cuando se habían escrutado 2.164 mil de los 10.114 precintos abiertos en todo el estado, y el republicano solamente había logrado el 31 por ciento. Pritzker, heredero de la cadena de hoteles Hyatt, de 53 años, que gastó más de 150 millones de dólares de su propio bolsillo en la campaña, no reaccionó de inmediato, aunque en su cuartel general ubicado en un hotel céntrico sus seguidores recibieron con vítores la declaración de Rauner admitiendo la derrota. Pritzker, prometió prometido rescatar a Illinois de su difícil situación financiera, y “plantar cara” al presidente Donald Trump y su “agenda destructiva”, según declaró en una entrevista. Hasta el cierre de esta edición, 15 senadores demócratas revalidaron su escaño en el Senado en las elecciones legislativas de medio mandato. Entre ellos se encuentran los senadores Ben Cardin, por Maryland; Elizabeth Warren, por Massachusetts; Sheldon Whitehouse, por Rhode Island; Bob Casey, por Pensilvania; Thomas Carper, por Delaware; y Bob Menéndez, por Nueva Jersey; que se impusieron a sus rivales republicanos. También lo hicieron los demócratas Chris Murphy, por Connecticut; Sherrod Brown, por Ohio; Joe Manchin, en Virginia Occidental; Kirsten Gillibrand, por Nueva York; Amy Klobuchar, por Minesota; Martin Heinrich, de Nuevo México; Tammy Baldwin, de Wisconsin; y Tim Kaine, por Virginia. A ellos se suma el senador independiente Bernie Sanders, que forma parte de la bancada demócrata por Vermont y que fue candidato a las primarias del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales de 2016, y que revalidó su puesto.

En tanto el Partido Republicano consiguió arrebatar a los demócratas el primer escaño en el Senado de EE.UU., con su candidato por Indiana, Mike Braun, que se hizo con el puesto de senador por este estado que hasta ahora ostentaba el progresista Joe Donnelly. Braun se convirtió así en el primer conservador que se hace con un escaño que hasta ahora pertenecía a un progresista. En Misisipi, logró la reelección el también senador republicano Roger Wicker.

Los sondeos dibujan un panorama favorable para los demócratas en la Cámara de Representantes, donde necesitan ganar 23 escaños para recuperar una mayoría que los republicanos han ostentado desde 2011. En el Senado, por el contrario, el mapa es mucho menos propicio para los progresistas, donde tienen que defender más asientos que los republicanos, y en estados especialmente conservadores. Actualmente, los republicanos tiene una mayoría de 51 a 49 en la Cámara Alta, y hasta el cierre de la edición, los sondeos apuntaban a que la mantendrían.

Información adicional

Opinión
Autor/a: Santiago O’Donnell
País: Estados Unidos
Región: Norteamérica
Fuente: Página12

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