Después de Laudato Si, que no solo denunció la crisis ecológica, sino que también puso al trabajador en el centro del debate como víctima principal de un sistema económico que mata, no puede armarse una agenda mundial seria sobre el desarrollo humano integral sin pensar el futuro del trabajo, y sin establecer con carácter de urgencia un programa de transición hacia las nuevas tecnologías digitales y los nuevos modelos económicos sustentables. La OIT levantó el reto; el proyecto está en marcha.
El 22 de enero, en el marco del centésimo aniversario de la Organización Mundial del Trabajo, se hizo público el documento de la Comisión Mundial de la OIT para El Futuro del Trabajo que muestra crudamente la realidad del trabajador en el siglo XXI. La cifra de 300 millones de personas desempleadas confirma la denuncia del papa Francisco cuando dice que el trabajador pasó de ser explotado a ser desechado. No obstante, el informe es esperanzador. Con la transformación tecnológica y ecológica se perderán tantos puestos de trabajo como los que se crearán. Se trata de centrar la economía en la persona humana, invertir en capacitación y organización para los más vulnerables, y redefinir trabajo y educación. El plan busca organizar la transición hacia un nuevo modelo de trabajo donde la tecnología sea la herramienta liberadora del cuerpo y del tiempo de los trabajadores. La transición tiene como clave la inversión en capacitación, y como condición el acuerdo social tripartito –entre empleados, empleadores y gobierno. Todo en línea con el principio de Trabajo Decente establecido por la OIT en 1999, y con los 17 puntos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sustentable de la ONU.
Cruda realidad: La cuestión del trabajo es tan “calamitosa y urgente” como lo era a fines del siglo XIX –así comenzaba la primera encíclica social Rerum Novarum de León XIII en 1891–. Según el documento de la OIT: 190 millones de personas están desempleadas; 2000 millones sobreviven por la economía informal –que en algunos casos es economía social y en otros crimen organizado–; 300 millones viven en la pobreza; y casi 3 millones mueren anualmente por enfermedades de trabajo. De acuerdo con estas cifras, la comisión establece que deben crearse 344 millones de empleos de acá al 2030 para terminar con el desempleo.
Análisis de la situación: Según la Comisión Mundial “nuevas fuerzas están transformando el mundo del trabajo” y causan desocupación estructural, pero también nuevas oportunidades. Los cambios políticos significativos a lo largo de la historia responden a nuevos sistemas económicos determinados por saltos cualitativos tecnológicos. La llegada de la pólvora a occidente, por ejemplo, fue la causa del pasaje del feudalismo al Estado moderno con su modelo de centralización y administración de bienes y cuerpos. Si el avance de la tecnología hacia lo digital y robótico es realmente un salto cualitativo significativo que habilita otro modo de producción, entonces el modelo económico y político actual estaría en proceso de cambio. Algunos interpretan la situación presente como desvío de la lógica imperante hasta el siglo XX, al cual creen que hay que corregir y, por falta de nombre, le han dado el de populismo. Otros, como la Comisión Mundial de la OIT –conscientes de que ante el cambio tecnológico de la Revolución Industrial fueron los mismos trabajadores los que dejaron de pelear contra las máquinas rompiendo telares, y comenzaron a organizarse sindical y partidariamente hacia estilos democráticos–, no ven en la tecnología una competencia desleal sino un factor de liberación del tiempo y el cuerpo del trabajador: “tenemos que aprovechar las posibilidades que nos brindan estas transformaciones profundas”.
Plan estratégico: El plan está enfocado en la persona del trabajador excluido y consta de tres ejes: 1) invertir en las capacidades de las personas –pobres–; 2) invertir en las instituciones del trabajo –sindicatos y movimientos sociales–; 3) invertir en el trabajo decente y sostenible –economía verde y del cuidado–. La inversion en capacitación de las personas debe garantizar: aprendizaje para todos y de manera permanente generando un “ecosistema de aprendizaje”; apoyo a las personas trabajadoras en el periodo de transición; transformación para igualdad de género; y fortalecimiento de la protección social. Por su parte, la inversión en las instituciones del trabajo deben restablecer: la garantía laboral universal; la soberanía sobre el tiempo del trabajador; la representación colectiva; y la tecnología en función del trabajo decente. Por último, la inversión en trabajo decente y sostenible debe poder transformar las economías reorientando los incentivos hacia un modelo empresarial centrado en la persona del trabajador, antes que en el trabajo.
Redefinición del trabajo: Se parte del supuesto de que todo aquel que para vivir depende de un salario es trabajador, incluso los desempleados. Pero no se lo percibe así. La aplicabilidad del proyecto depende de una redefinición social del trabajo. Aunque el informe señala que “el trabajo no es mercancía”, la idea de que los trabajadores realicen una actividad creativa remunerada sin que esta sea empleo asalariado en condiciones indignas, está lejos de identificarse socialmente como trabajo. Según la propuesta, el trabajo continuaría, lo que desaparece es el empleo asalariado en condiciones inhumanas. Se trata de volver socialmente aceptable la idea de que mientras la tecnología hace el trabajo forzado, los trabajadores se forman. Se propone la creación de dos fondos, de Garantía Laboral Universal y de Protección Social Universal, para asegurar a los trabajadores más vulnerables, desde el nacimiento hasta la vejez, lo básico, independientemente de su situación laboral. El dinero está, lo que falta es sensibilidad social, ya que –según el informe– han “reducido la proporción de los ingresos nacionales consagrados a los trabajadores”.
Redefinición de educación: La solución al desempleo finalmente depende de una “conversión cultural” como propone Laudato Si. Aun cuando las inversiones en formación lograsen ser “una prioridad básica de la política económica”, se requiere de una redefinición de la educación. El programa sugiere la creación de un “ecosistema eficaz de aprendizaje permanente” que engloba el aprendizaje formal e informal: “El aprendizaje permanente no abarca solamente las competencias necesarias para trabajar, sino que también comprende el desarrollo de las aptitudes necesarias para participar en una sociedad democrática”. Propone que sea supervisado de manera tripartita de acuerdo a un sistema universal de derecho a la formación. El cambio permitiría a los trabajadores tiempo libre y remunerado, y sería independiente del tipo de trabajo que hagan ya que estaría destinada a “apoyar a los trabajadores más vulnerables”.
La organización: El Futuro del Trabajo depende de los trabajadores organizados, son ellos “los que deben diseñar una nueva concepción de trabajo que aplique la tecnología en función de su bienestar”. Sin embargo, la concentración del poder económico debilitó a las organizaciones de trabajadores en la negociación colectiva, y además “el cambio climático va a perturbar aún más los mercados laborales”, ya que “la degradación del medioambiente afecta de manera desproporcionada a las poblaciones vulnerables y a los países de bajos ingresos”, tal como lo denuncia también Laudato Si. La Comisión Mundial es consciente de que los cambios jurídicos –como la derogación de derechos laborales en Brasil–, y la dificultad de conectar trabajadores por la falta de empleo, hace más difícil la posibilidad de organizarse. Sugiere a los trabajadores organizados “adoptar estrategias de organización inclusivas, posibilitando la afiliación a los trabajadores informales”. Los movimientos sociales son una alternativa que surge en el escenario de desempleo estructural. No obstante, los Convenios Colectivos de Trabajo son la realidad efectiva del diálogo social y la cultura del encuentro, del cual hoy 330 millones de personas desempleadas quedan excluidas.
* Miembro del equipo internacional del Programa OIT-ICMC: The Future of Work, Labour After Laudato Si, a cargo de Pierre Martinot-Lagarde, con sede en Ginebra. Asesora de Uitec (Unión Iberoamericana de Trabajadores de Edificios y Condominios).
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