Una de las alegrías profundas que me ha deparado la pandemia, pese a todos los dolores, es haber conocido a nuevas organizaciones, siempre abajo y a la izquierda, en diversos países de nuestra América. Teia dos Povos (Red de Pueblos) es una de ellas, que reúne comunidades indígenas, negras y campesinos sin tierra. Realiza la séptima jornada de agroecología en Bahía (Brasil) a fines de enero (https://teiadospovos.org/).
Al calor de la revuelta colombiana “descubrimos” Canal 2 de Cali (canal2.co), televisora comprometida con la calle, y Radio Contagio de Bogotá (contagioradio.com), con las que emprendimos el camino de coordinar medios independientes, alianza que esperamos ampliar a todo el continente.
Otra organización que desconocía es el colectivo Mujeres de Frente, que nació en la cárcel de Quito en 2004, “conformado por mujeres presas y no presas, embarcadas en un proceso de investigación-acción feminista antipenitenciaria”.
En su página se definen como “una comunidad de cooperación y cuidado entre comerciantes autónomas de las calles, recicladoras, trabajadoras del hogar, estudiantes universitarias, profesoras, artistas, mujeres excarceladas, familiares de personas en prisión, niños, niñas y adolescentes” (https://mujeresdefrente.org/).
Las decenas de compañeras de abajo que integran Mujeres de Frente (como comprobamos en un taller sobre autonomías) se dicen “sexualmente diversas” y casi todas son del color de la tierra: indígenas, afrodescendientes, mestizas y “cholas blanquedas”, como se nombran, lo que las diferencia de los feminismos de clases medias, blancas y académicas.
Eligieron trabajar en los espacios donde conviven, a partes iguales, los dolores y las resistencias. Nacieron en la cárcel, pero arraigaron “donde el tejido social es cotidianamente desgarrado por las dinámicas de acumulación de capital y del Estado penal”, que las condena a la exclusión.
Como son mujeres de abajo, trabajan la autonomía material para no depender ni de políticos ni de patrones. En el centro de Quito crearon la Casa de las Mujeres, espacio de encuentros donde circulan personas y saberes, abierto a diversos colectivos y donde funcionan la Escuela de Formación Política Feminista y Popular, el Espacio de Wawas (para niños y niñas), la cocina y el comedor popular, un ambiente para talleres y reuniones, el Taller de Costura y La Canasta Comunitaria de Alimentos.
Con otros colectivos han creado la Alianza contra las Prisiones, porque consideran que la inmensa mayoría de las mujeres y varones presos en América Latina están en la cárcel por “delitos de pobreza”, o sea robos de celulares, animales de crianza y el narcomenudeo. Denuncian la creciente criminalización de la migración, “delito” que afecta siempre a las personas más pobres.
El Taller de Costura es un espacio productivo y de aprendizaje, donde las máquinas y los saberes se comparten, así como el producto de las ventas. La Canasta Comunitaria de Alimentos, que también funciona en la casa, es “una solución colectiva al problema del hambre” y un emprendimiento productivo de un grupo de mujeres. Hacen compras colectivas al por mayor abaratando precios al negociar directamente con los pequeños campesinos que producen alimentos orgánicos.
Casi todas las integrantes de Mujeres de Frente son jefas y cabezas de hogar que no pudieron trabajar durante los primeros meses de la pandemia, ya que sufren persecución policial y estatal si salen a las calles a reciclar, a vender o a desarrollar cualquier otra actividad. Crearon una red de 70 mujeres para acompañarse y enfrentar juntas los momentos críticos.
Se inspiran en la educación popular y en la investigación-acción participativa, publican un periódico al que titularon Sitiadas, que es como se sienten las mujeres de abajo, con un lema que reza: “Reflexiones sobre el Estado punitivo y el sostenimiento de la vida sin Estado”.
El tercer número, que puede encontrarse en su página, refleja testimonios de vendedoras ambulantes, trabajadoras domésticas y mujeres que, no teniendo empleo fijo, deben hacer de la calle su espacio primordial para sostener la vida. Todas denuncian el racismo imperante, la represión policial y lo que definen como “la guerra de los ricos contra nosotras, en la que la estrategia es despojarnos, herirnos, confundirnos, matar nuestra confianza, debilitar nuestra capacidad de lucha”.
Tienen claro que es el Estado el que hace la guerra, que aprovechó la pandemia para intentar “una limpieza de nosotras comerciantes”, destruyendo sus carpas y productos para erradicarlas de la calle, llevándolas al borde de la sobrevivencia porque comen de lo que venden cada día.
Hasta hoy se mantienen firmes, porque no tienen otra vía que luchar para que coman sus hijos. Pero, sobre todo, porque todas sus vidas han sido dolor y resistencia, porque no conocen otra vida que no sea tejerse con otras como ellas; ese modo de vida de los de abajo que llamamos dignidad.
Economía moral
¿Salvará China al planeta?
Julio Boltvinik
Haris Golemis (HG), miembro del comité editorial del periódico griego Epoch, entrevistó en diciembre de 2020 al destacado ecologista marxista y editor de Monthly Review Press, John Bellamy Foster (JBF). La entrevista se publicó en noviembre de 2021 en esta revista. Una de las preguntas que HG le hizo a JBF fue: “El nuevo virus se originó en China, que es tanto la segunda superpotencia mundial como el mayor contaminador del planeta. ¿Podemos esperar que el gobernante Partido Comunista de China haya aprendido las lecciones de la pandemia y cambie sus políticas en el futuro?” JBF centra su respuesta en el tema de la contaminación:
“Decir que China es el mayor contaminador del planeta es verdadero en un aspecto, pero desorientador en otros. China es el mayor emisor de CO₂, pero está muy por debajo de EU y de otros países ricos en sus emisiones por persona. Aún más, en términos del CO₂ acumulado en el ambiente como resultado de las emisiones históricas (la cifra verdaderamente importante), el grueso ha venido de Europa y Norteamérica. Finalmente, una gran proporción de las emisiones de China está asociada con producción para las grandes corporaciones multinacionales del centro del sistema capitalista, que importan esos productos a sus propios países. Esencialmente, producción que habría ocurrido en el centro capitalista está ocurriendo ahora en la periferia, pero todavía para el centro capitalista… En términos de las respuestas ecológicas globales, China, si bien es un epicentro de la destrucción ecológica, es también un epicentro del ecomodernismo y la reforma ambiental. Ha convertido la ‘civilización ecológica’ en propósito oficial, a diferencia de los países de occidente. Cómo entendamos esto es importante. Hay indicaciones que China está dando pasos ambientales decisivos (aunque todavía no la revolución ecológica requerida). China es ahora el puntero mundial en tecnología energética limpia. Acabo de leer un libro muy interesante de Barbara Finamore (BF), publicado por Polity, titulado Will China Save the Planet? (2018). Tenemos muchas razones para ser escépticos. Sin embargo, dado todo lo que China está actualmente haciendo para enfrentar seriamente su crisis ecológica y la del mundo, la pregunta se sostiene… China, con todas sus contradicciones, puede aún tener un potencial escondido para moverse en la dirección de propósito oficial de una civilización ecológica.”
Compré y devoré el libro de Barbara Finamore (BF) cuyo título en español adopté para mi columna de hoy. Es un libro pequeño de 145 páginas. BF es la directora para Asia de la ONG internacional Natural Resources Defense Council (NDRC) y ha trabajado en materia energética y ambiental sobre China, donde ha vivido también, por 30 años. Escribe con pleno conocimiento de causa. La introducción se titula “China, ¿La portadora de la antorcha del Nuevo Ambiente?” y el epílogo, “China en el asiento del piloto”. Tiene 5 capítulos: 1. La diplomacia ambiental de China; 2. Destronando al viejo Rey Carbón. 3. Catalizando la revolución de la energía limpia. 4. Salto inicial de la industria de vehículos eléctricos. 5. Volviendo verde el sistema financiero de China. En la introducción señala: “Hace pocos años China parecía el menos probable portador de la antorcha de la acción climática. Después de décadas de crecimiento rápido, el país sostuvo la distinción de ser responsable de más de una cuarta parte de todas las emisiones de carbono, más que Estados Unidos y la Unión Europea juntos… Pero las dramáticas medidas adoptadas por China en años recientes para reducir las emisiones, reducir su dependencia del carbón ( coal en inglés, que se podría traducir como hulla) e invertir en energías renovables le ha dado la vuelta a esta visión… Ahora parece que China, si bien aún líder del consumo de hulla y emisiones de CO₂, también encabeza el camino hacia un futuro de energías limpias.
¿Cómo, se pregunta la autora, ocurrió esta evolución de país negacionista del cambio climático a defensor enérgico de la gobernanza del cambio climático?” En el epílogo la autora retoma los cálculos de un experto chino y señala: “Para que China cumpla su parte en mantener el aumento de la temperatura bien por debajo de 2 °C tiene que impulsar e intensificar sus esfuerzos de descarbonización. El consumo de hulla debe permanecer debajo de su pico de 2013, representando 16.7 por ciento de su mezcla energética. El consumo de petróleo y de energía fósil total deben llegar a sus puntos máximos en 2030 y 2040, respectivamente. Estas estimaciones suponen que China llegue a un estado posindustrial en 2020, y que para 2050 su tasa de crecimiento del PIB haya bajado a 2.6 por ciento; la eficiencia energética haya mejorado en 300 por ciento respecto a 2015, y que el país ponga en marcha fuertes medidas de protección ambiental y de reducción de contaminación del aire. Las buenas noticias, continúa BF, es que China está profundamente comprometida a lograr su transición a bajo CO₂ y ha alcanzado ya progresos mayores.
Como resultado, a pesar de que China es todavía el más grande emisor de GEI (gases de efecto invernadero), se puede sostener que está haciendo hoy más que cualquier otro país para reducir sus emisiones de CO₂. Pero China no puede salvar el planeta por sí misma”. Habiendo dado respuesta así a la pregunta que titula su libro, lo concluye señalando: “Hay espacio (y necesidad) de sobra para que todos los países aceleren sus esfuerzos en la lucha contra el cambio climático. Estados, provincias, ciudades, negocios, inversionistas e individuos en todo el mundo están también intensificando sus esfuerzos para alcanzar nuestros objetivos compartidos. Los retos por delante no requieren nada menos”.
El papel puntero de China también ha sido destacado, como vimos arriba, por John Bellamy Foster. Por su parte, Jeremy Rifkin señala: “China ha entrado al campo de la energía renovable y hoy encabeza el mundo en la manufactura e instalación de tecnologías solares y eólicas. En 2017, China llevó a cabo 45 por ciento de la inversión global en energías renovables” ( The Green New Deal, p.65). “Los gobiernos están estableciendo estándares de economía de combustibles más estrictos y al mismo tiempo están extendiendo generosos incentivos para la compra de automóviles eléctricos. China usó este enfoque de zanahoria y garrote exitosamente, asegurando 21 por ciento de todas las ventas globales de vehículos eléctricos en 2017 en sólo seis ciudades chinas” (Ibid. p.81). Naomi Klein dice que “sólo unos pocos países (sobre todo Alemania y China) han hecho suficientes inversiones en el sector renovable para ver un despliegue a una velocidad como la requerida” ( On fire. The Burning Case for a Green New Deal, 2019, p. 37). Citando al Center on Global Energy Policy de la Universidad de Columbia, Klein señala que China es ahora el puntero mundial en energías solar, eólica e hidráulica. Cierro volviendo con Barbara Finamore, quien relata que, para la energía solar China formuló un plan especial de 5 años (2011-2015) que establece una estrategia detallada para fortalecer la industria fotovoltaica (FV), reducir los costos, mejorar la calidad, promover la innovación tecnológica y expandir los mercados solares externos. Los resultados, dice, han sido extraordinarios, después de revisar las metas de 2 a 10 y a 35 gigawatts (GW), China rebasó todas y llegó a 43GW en 2015. Dio otro salto en 2016 y llegó a 77GW aportando más de 50 por ciento del aumento en la capacidad FV global en ese año. En 2017 instaló 53GW adicionales, cifra mayor (en un año) a la total, acumulada de ningún otro país hasta finales de 2016. Cada hora, China instala una turbina eólica e instala suficientes paneles solares para cubrir un campo de futbol. (pp. 67-69). China no salvará sola al planeta, pero vaya que está haciendo mucho y rápido.
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