Cada 20 de julio es ocasión para revisar las circunstancias vividas hace dos siglos largos y que permitieron cuajar nuestra independencia de la corona española. En esta ocasión colocamos la lupa en el papel jugado por el Papel Periódico en sus siete años de publicación. Una referencia al estallido social de reciente acontecer, es oportuna y queda abierta para la reflexión colectiva.
A 1810 se llega como resultado de diversas acciones y procesos con los cuales cierra el siglo XVIII y las abre el siglo XIX. Una de ellas, el fenómeno conocido como los comuneros, la más significativa, y con ellos las Capitulaciones1.
Levantamiento comunero
Se podría decir que la esencia de las Capitulaciones2 fue desintegrar el modelo monárquico implementado en la Nueva Granada, es por esto que las demandas estaban relacionadas con una serie de medidas económicas y gubernamentales, las cuales hacían énfasis en la propiedad de la tierra, el control territorial y la imperiosa necesidad de que la población criolla –indígena– negra de la Nueva Granada no dependiera de la península ibérica.
Esto respondiendo a la búsqueda de la dignidad como principio, reconociendo a los comuneros como sujetos capaces de gobernarse a sí mismos, bajo unas relaciones horizontales y de participación directa en la toma de las decisiones, las cuales, conciernen a un futuro común. Fueron otra parte fundamental de las aspiraciones y prácticas colectivas al interior de este movimiento. Un ejemplo claro de ello se dio con la designación de generales y mandos militares comuneros, quiénes fueron elegidos en ejercicios asamblearios; también devolvían las tierras a indígenas y negros después de haber sido liberado por la ola comunera que pasaba por sus territorios.
Esta especie de proyecto de nación comunera, refleja una combinación conflictiva y armónica de los valores e intereses que cada sector empobrecido aportaba desde su condición social y política particular en el régimen monárquico, así como desde su composición histórica y cultural. Esta experiencia es similar a la de un sancocho para el cual cada quien aporta desde su gusto y sazón sus propios ingredientes, obteniendo fruto de ello un delicioso plato, que alcanza para quienes cocinan, para el vecindario y también para quien se acerque con hambre.
Nuestra América duró 400 años bajo el yugo de los invasores-conquistadores, en el caso colombiano, bajo el yugo español. Durante este tiempo, la corona española intentó destruir cualquier principio de comunidad anterior a la Invasión-Conquista. Propiciando así la imposición de los principios culturales españoles, entre ellos el idioma español y la religión católica. El 20 de julio de 1810, un “grito de Independencia” concatena el proceso independentista que se gestó entre los criollos, en su mayoría hijos de españoles, nacidos en Nuestra América, algunos de los cuales habían ido a estudiar a Europa, mientras otros pernoctaron en nuestras tierras haciéndolas productivas para sus bolsillos.
Esta disparidad de educación y contexto produjo grandes contradicciones dentro del movimiento independentista. Mientras un grupo quería la emancipación de todas y todos los pobladores de Nuestra América, el otro buscaba la emancipación propia para ejercer el dominio sobre los otros. Es decir, aquellos que querían perpetuar el orden social establecido por la Corona española, argumentaban –cuando permitían la discusión–, que por derecho divino el poder les correspondía, ya que ellos eran hijos de los conquistadores, por lo tanto era un derecho inviolable la continuación de esa hegemonía. En las colonias españolas, muchos, sólo ejercían cargos públicos, lo cual conlleva a que los criollos apoyaran el proceso independentista con la oscura necesidad de ostentar ellos el poder, sin realizar cambios estructurales en el país. Esas contradicciones las podemos evidenciar en el semanario Papel Periódico.
El Papel Periódico de Santa fé de Bogotá
Este semanario, editado y distribuido desde la capital granadina, financiado por el virreinato y dirigido por el cubano Manuel del Socorro Rodríguez, puso su grano de arena en la propagación y debate de las ideas independentistas entre los sectores de la intelectualidad criolla, funcionarios públicos y militares principalmente, tanto de la capital como de algunas provincias, a las que llegaba a pesar de las largas distancias.
El ensayo escrito por Silva, Renán (1988) sobre Prensa y Revolución a finales del siglo XVIII3, identifica los siguientes principios como indispensables en las categorías del Papel Periódico: la búsqueda de la soberanía nacional, el amor a la patria, resaltando los bienes naturales de esta geografía en comparación con España, la búsqueda del “interés general” como sociedad granadina, el reconocimiento de ideas y métodos racionales de la Ilustración como la observación, la comparación de fuentes, la experimentación, la diversidad de fuentes de conocimiento, la lectura y el debate grupales.
El semanario fue muestra de la indeterminación que se vivía en esos momentos por parte de los criollos, pues a pesar de la ambigüedad creada por la fuente de financiación y apoyo real al Papel Periódico, este medio difundió ideas republicanas, se destacó por publicar artículos de intelectuales criollos que resaltaban ideas progresistas y revolucionarias para la época, con referencias prácticas sacados de las condiciones materiales del país, por ejemplo, la agricultura. Sobre este se resaltó el trabajo físico que requiere cultivar, reconociendo implícitamente el papel del campesinado en una sociedad (recordemos su papel en el levantamiento comunero), también se propusieron escenarios donde el comercio de la cosecha dentro y fuera del país sería un motor de crecimiento económico nacional.
Aquí se articula el comercio en sí, como otra idea-propuesta para forjar una sociedad “próspera”, capaz de ser autónoma frente a las otras colonias y potencias europeas. Esta idea, naturalmente burguesa pero revolucionaria para el contexto histórico, al igual que los otros aportes mencionados, fueron atizando durante siete años la intención de crear una república independiente de la monarquía entre un público que mantenía comunicación por correspondencia con el editor, opinando sobre los temas publicados y proponiendo otros contenidos al semanario.
Si con el levantamiento comunero tembló la tierra que pisoteaba la corona española, en los años de existencia del Papel Periódico se continuó cocinando las semillas comuneras, entre los círculos legales y clandestinos de sus lectores/as; muestra de ello fue el levantamiento popular que hizo eclosión con la pantomima conocida como el Florero de Llorente.
Puntos en común
Mientras los sectores populares del movimiento comunero hicieron en la práctica el tipo de sociedad republicana acorde a sus historias, valores e intereses, en el caso del Papel Periódico se caldearon aquellas ideas de independencia y soberanía nacional. La práctica y las ideas se juntan en estas dos experiencias para cultivar entre las comunidades la necesidad de desprenderse del yugo español.
Los valores fundantes4 (Damián, 2013) estuvieron presentes entre la muchedumbre protagonista y receptora de ambos acontecimientos, pues a pesar del terror impuesto por la corona, con las ejecuciones, el exilio y el encarcelamiento de los liderazgos comuneros, pervivió la esencia de las Capitulaciones. Así mismo, de 1791 a 1797 fue el debate y los análisis colectivos los que ayudarían a madurar aquel legado de dignidad popular, pero entre un sector de la sociedad que no protagonizó fundamentalmente el levantamiento comunero, como lo fueron los criollos santafereños.
Lo anterior nos permite pensar que es curioso cómo en ese sector urbano elitista y con privilegios materiales y culturales se caldearon muchas de las ideas revolucionarias que llevaron a la independencia a nuestro país. Pues es contradictorio que muchos de ellos pusieran en riesgo sus privilegios personales para hacer un cambio. Sin embargo, como se expuso antes, muchos de ellos lo único que buscaban era la independencia de la Península Ibérica para ellos asumir el mando sin hacer cambios estructurales que beneficiarán a la población en general.
Otro aspecto para resaltar fueron las “fuerzas espirituales” o aquel “interés general” como un eje en común, plantado en Papel Periódico. La independencia y/o la idea de una república fue ese pegante que estuvo latente, que se buscó a partir de solucionar las necesidades de las comunidades cada vez más asfixiadas por los impuestos y su relacionamiento de la corona. Aquel “proyecto de nación” tuvo también dos distinciones por el origen de su planteamiento e intentos de materialización.
La distinción yace en el sector social que lo apropia, para este caso, los sectores empobrecidos y esclavizados son el actor principal. Con un tipo de conexión, en el plano político con el sector intelectual criollo que logró confluir en puntos de encuentro, como el caso de la población agricultora que es reconocida por su labor de cultivar la comida por parte de columnistas del Papel Periódico y por su actuación directa en el levantamiento comunero. Una conexión lograda a pesar de no ser el campesinado el público, objetivo del semanario, el cual, por el contrario, tuvo un trato despectivo al abordarlo como sector supuestamente incapaz de autogobernarse y, por tanto, necesitado de actores que lo lleven de la mano por el rumbo adecuado de la historia. Como puede deducirse, un proceder típico de sectores intelectuales, como lo fueron los criollos.
Conclusiones que abran ventanas
En las notas anteriores podemos encontrar una bifurcación de los intereses a la hora de emprender el camino a la construcción de una nación. Cada uno de los actores imperantes en el país –en el caso particular los comuneros y el semanario Papel Periódico–, han luchado por unos ideales y unas libertades particulares. Sin embargo, este camino por la independencia y la democracia siempre ha estado lleno de confrontación; las cuales se han basado, principalmente en las diferentes formas de construir una nación y de las personas que deberían asumir las riendas de esa nación, lo cual ha generado diversas confrontaciones.
Son estas confrontaciones las que han impedido la consolidación de alguno de los proyectos de Nación. Por lo tanto, continuamos sin ser Nación en el sentido que lo proponen Renán (2000) y Anderson (1993)3. Colombia ha sido un territorio de confrontaciones donde no se deja ser al otro, dónde lo establecido es regla única, la cual se hace valer por la fuerza y si es necesario por las armas. Paciencia, persistencia y determinación enseñan los antecedentes de la Independencia granadina de la corona española. Incluso podríamos pensar que es una utopía aquella de poder construir una nación juntos.
Sin querer comparar ni reducir, el gobierno del Pacto Histórico es el fruto del estallido social del 2021, que a su vez sintetiza los periodos de movilización de inicio del siglo XXI. Sin embargo, este primer gobierno progresista no es el punto de llegada del tejido social popular y rebelde colombiano, al contrario, es una victoria de una batalla dentro de una guerra histórica.
Ahora bien, abrimos acá preguntas inspiradas en el tema de este escrito, como por ejemplo ¿cuál podría ser ese interés general de los protagonistas del estallido social? ¿Cómo evitar que un posible proyecto de nación popular no termine usurpado y manoseado por los ricos? ¿Cómo evitar que la fuerza social del estallido social se limite a la democracia representativa y a un gobierno nacional? ¿Cuáles son las fuerzas espirituales que todavía sobreviven tres años después del estallido social?
La discusión colectiva, además de la práctica social, seguramente irá resolviendo todos y cada uno de estos interrogantes.
1 Nos referimos a la población que vivía en la Nueva Granada.
2 Las Capitulaciones fueron una especie de pliego de reformas construido por el movimiento comunero. Fueron 35 puntos, de los cuales del punto 1 al 16, 19, 22, del 27 al 31 fueron reformas económicas. Las reformas eclesiásticas constituyeron los puntos 23 y 24. Así mismo no podrían faltar las reformas políticas y administrativas que se distribuyeron entre los puntos 17, 18, 20, 21, 25, 26, 30 y 33. De esta forma, las primeras cambiaban el sistema de impuestos retomado por el Visitador-regente Juan Fráncisco Gutiérrez de Piñerez (impuesto para sostener la Armada de Barlovento entre otros) y las últimas reemplazaban el poder de la corona. También se redactó que los comuneros conservarían su organización militar, desaparecía la figura del Visitador-regente, se estipulaba que los empleos públicos debían ser para los criollos nacidos en esta tierra y se exigía la creación de un gobierno criollo en el Socorro (Briceño, 2010). Este pliego surgió en respuesta a los impuestos de la corona junto a otra serie de exigencias frente a los cargos públicos, el gobierno local, la propiedad de la tierra, entre otras.
3 Silva, Renán (1988). Prensa y revolución a finales del siglo XVIII. Contribución a un análisis de la formación de la ideología de independencia nacional. Banco de la República, Bogotá.
4 Pachón, Damián (2013). Orlando Fals Borda. Socialismo raizal y el ordenamiento territorial. Ediciones Desde Abajo, Bogotá.
3 La “Nación” es “una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana” (Anderson, 1993, p. 23), concepto que se debe complementar con lo propuesto por Renán en “¿Qué es una nación?” (2000): “una nación es, pues, una gran solidaridad constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de los que aún se está dispuesto a hacer” (p. 63); es decir, la voluntad de construir juntos (Ayala, 2016, p. 23).
Referencias bibliográficas:
Anderson, B. (1993). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del Nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica
Ayala Osorio, M. (2015). Análisis sociocrítico del proyecto de nación en la novela la Ubre de la loba, de José María Vargas Vila. Ibagué : Universidad del Tolima, 2015.
Briceño, Manuel (2010). Los Comuneros. Panamericana Editorial, Bogotá.
Renán, E. (2000). ¿Qué es una nación? En Á. Fernandez, La invención de la Nación (págs. 53-66). Buenos Aires: Ediciones Manantial.
Suscríbase
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