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Colombia. Elecciones presidenciales. Escenarios y posibilidades

Colombia. Elecciones presidenciales. Escenarios y posibilidades
Posiblemente, nunca unas elecciones en Colombia habían estado rodeadas de tanta incertidumbre. Convocan, por tanto, a la especulación. Este pudiera ser un ejercicio ocioso pero, si se mira con cuidado, comienza a cobrar utilidad. 
 
Ante el análisis, lo primero que es necesario enfatizar, es lo absurdo de tener un solo plan: las fuerzas sociales y políticas debieran estar siempre preparadas para cualquier desenlace. No se trata de adivinar sino de explorar unos cuantos escenarios posibles; examinar de qué factores dependen y qué puede pasar en consecuencia. 
 
La exploración no se limita a cálculos aritmético-electorales. Esto es sólo una parte del análisis; el verdadero objetivo es indagar en las diversas combinaciones de fuerzas sociales y políticas. Según los intereses en juego, pero sin descartar la dimensión cultural. Esta última, por cierto, influye en las intenciones de voto y puede contribuir a configurar relaciones de fuerza. Un ejemplo se encuentra en la primera y evidente disyuntiva: ¿Uribe se queda o se va? No estuviéramos contemplándola si no fuera porque Uribe añade a su fuerza y su capacidad inescrupulosas una indiscutible popularidad. No tanta como dicen las encuestas pero suficiente para preocuparse. 
 
En ese sentido, para la cúpula del poder no hay mejor candidato: es él quien, con mayor certeza, garantiza un triunfo; tiene votos, además de maquinaria. Entre otras cosas porque él mismo ha definido los términos del debate electoral. Impuso cierta idea de política –la seguridad– y embrujó con ella. No se discuten opciones, cambios o continuidad; de ninguna manera: se discute solamente la persona que mejor puede asegurar la continuidad. Pero es una idea que está estrechamente ligada con la figura del padre autoritario, todopoderoso y sin miedo que él encarna. Para esa política, sólo existe él; no hay heredero, sólo caricaturas. Tal es la trampa. Porque, al mismo tiempo, una parte de la cúpula del poder (incluido el de Estados Unidos y Europa) abriga serias dudas. En contra de la fracción mafiosa –narcoparaterrateniente– que fue encumbrada y puesta en el escenario político en la última década, fracción que, a la vez, no se caracteriza propiamente por sus lazos de fraternidad y solidaridad sino por el oportunismo individual, la desconfianza y el ajuste de cuentas.
 
Es desde esta disyuntiva desde donde tenemos que trazar el árbol de los escenarios alternativos.
 
1. Pasa el referendo y gana elecciones
 
Si todo el bloque de poder aceptó acondicionar descaradamente las normas (porque sin ese respaldo no se hubiera podido), quiere decir que no vio mejor opción, aun en contra de cierta clase media escolarizada (jóvenes universitarios) y de no pocos desencantados, seguramente por temor a una posible ingobernabilidad con cualquiera de los sucesores. El triunfo debió ser bastante apretado. La llamada “comunidad internacional” habrá lamentado el hecho pero no pondrá el grito en el cielo. Desde la posesión, comenzará el desgaste. Afloran las contradicciones. Especialmente entre el neoliberalismo más corrupto de Uribe y el neoliberalismo de los tecnócratas. En tiempos de economía recesiva, no es una buena circunstancia. La burguesía tratará de controlar a Uribe imponiéndole un gabinete ministerial, y sobre todo un equipo económico de confianza. El éxito no es seguro: dependerá de la reacción mafiosa. Además, Uribe no es personaje que se deje ‘aconductar’. Se agudizan las contradicciones. El movimiento popular enfrentará una feroz represión pero tendrá un mejor clima ideológico para ejercer la protesta: Uribe, progresivamente, caerá en el desprestigio. En la fase final, lo importante ya no será la oposición sino la disputa por las alternativas.
 
1A. Pierde referendo o elecciones
 
Una variante de este escenario fuera que Uribe no logre ganar el referendo o pierda en las elecciones. En realidad, su popularidad se ha ido concentrando en ciertos sectores populares (algunos clientelizados con la asistencia social) y, aunque la cultura colombiana sigue girando en torno a los valores del traqueto, ya no cuenta con la fuerza de hace dos años. El fraccionamiento de la burguesía empieza a notarse en los medios masivos de comunicación, lo cual es un indicio infalible. La abstención puede amenazar el referendo y ni siquiera, quizá, llegue a las elecciones (Sin duda, es el temor a este riesgo lo que terminará por animar a la cúpula a prescindir de Uribe). En cualquier caso, nos remite al otro brazo de la disyuntiva principal. 
 
2. Golpe cívico-militar
 
Desde luego, a Uribe y su corte poco les importa pasar por encima de la Constitución y no faltarán argucias jurídicas para justificar el salto. Pero tampoco es simplemente cosa suya. Significaría que el bloque de poder se ha fraccionado definitivamente, lo mismo que la comunidad internacional; no hay razón alguna para pensar que todo el bloque se la juega por Uribe, como en el golpe de Rojas Pinilla; por lo demás, el ‘peligro’ de un triunfo de ‘izquierda’ es más que remoto. Todo depende del papel de las Fuerzas Armadas. Se sabe que éstas tampoco tienen escrúpulos; de hecho, son inseparables de sus parahermanos. Pero la opinión del gringo cuenta. Querría decir, por tanto, que al mismo tiempo los ‘halcones’ habrían impuesto una táctica de incendiar la región andina. En este escenario, las contradicciones serían más profundas y desde el comienzo; no hablaríamos de desgaste sino de confrontación. Aparecerá una oposición ‘burguesa’. El Gobierno asumirá formas abiertamente dictatoriales y corruptas. La violencia contra el movimiento popular será aún peor. Pero habrá finalizado el embrujo. Nacional e internacionalmente.
 
Comentario: En ambos casos estaríamos en presencia de un modelo Fujimori. Sin embargo, en Colombia muy pocas veces se ‘caen’ los gobiernos antes de cumplir su período. No es nuestro estilo. Preferimos guardar las apariencias. Esperar que se hunda. Una variante excepcional pudiera ser que, dependiendo del nivel de agresividad y corrupción, se intente derrocarlo y se forme un ‘frente civil’ con apoyo de ciertas corrientes en Estados Unidos y Europa. Uribe renunciaría entonces en favor de su Vicepresidente. Lo peligroso es que, ante el riesgo de convertirse, en el exterior, en un paria, le dé por resistir militarmente. Paradójicamente, dados los dolorosos antecedentes del conflicto en Colombia, no sería posible una guerra civil. El ‘frente’ aceptaría –sin decirlo– dejar que termine su período. Un lapso con sabor a derrota en el que ni siquiera se discutirán opciones. Pero es un horizonte altamente improbable.
 
3. Elecciones presidenciales
 
Lógicamente, si Uribe no está, se vuelve importante –en el plano puramente electoral– la definición de los lugares primero y segundo de la primera vuelta, contando con un incremento de la abstención. Aunque pudieran participar todos los candidatos actuales, el escenario más interesante sería el de las posibles coaliciones. A los uribistas les preocupa que pueda colarse alguien de la oposición. Ya Santos ha anunciado su intención de atraer al Partido Conservador en cabeza de Uribito, aunque también pudiera hacerlo con Noemí, según lo que pase con la consulta. Se haría realidad la ilusión de Petro: renunciar a favor de Pardo o de Fajardo, a cambio de alguna cuota en el posible nuevo gobierno. Pero Pardo pudiera hacer lo mismo con Vargas Lleras. Y el que resulte de los trillizos con Fajardo. Todo depende del capital en votos que logre mostrar cada uno, es decir, de un acontecimiento precedente: las elecciones para el Congreso, donde hay menos incertidumbre. Como la abstención aquí es enorme, será una pugna de maquinarias en la cual el partido de la U y sus amigos del PIN llevan las de ganar. La evaporación del voto de opinión afectará sobre todo al Polo, cuya debacle ya está anunciada. Sus pequeñas maquinarias, responsables en buena parte de tal evaporación, posiblemente no alcancen ni siquiera a darle a Petro lo suficiente para que negocie su renuncia; y si en la primera vuelta no llega al medio millón de votos, tampoco sacará nada a cambio de su actitud en la segunda vuelta. Así las cosas, es posible que tengamos en competencia por los dos primeros puestos a J. M. Santos, Vargas Lleras y Fajardo. La única variante consiste en que Pardo no negocie, contando con que, estando divididos los otros, hay opción para el Partido Liberal.
 
4.  Análisis combinatorio
 
Las combinaciones anteriores se desprenden, pues, de un puro cálculo electoral. Cualquiera de ellas, sin embargo, significa que la cúpula de la burguesía – seguramente con presión internacional, sobre todo gringa– se ha decidido por el cambio. Ya sea porque busca una mejor imagen o porque le preocupa tan descarada corrupción o porque considera terminada la tarea contra las farc o por todas estas razones a la vez. De ella depende, en todo caso, quien sea el personaje que resulte victorioso. Desde el punto de vista electoral, todo parece favorecer a Santos. Pero no es tan obvio que cuente con el respaldo de todos los grupos de poder; por el contrario, no son pocos los que desconfían de su estilo personalista, inescrupuloso, aventurero e irresponsable. Además, son conscientes de que se necesita una imagen, ‘vendible’ entre los tecnócratas y las clases medias (e internacionalmente), que en lo inmediato asegure la gobernabilidad. En ese sentido, es probable que opten por su competidor en la segunda vuelta. Desde ya lo estarían fabricando. Hasta hace un tiempo se pensaba que Vargas Lleras –de rancia estirpe oligárquica– era el candidato ideal; sin embargo, las cosas parecen haber cambiado. En esta lucha de pigmeos ha surgido la figura desleída de Fajardo. Se dice que tiene el apoyo del grupo antioqueño. Bastaría asegurar su posición en primera vuelta, gracias a la abstención y mediante un esfuerzo adicional que, después de las elecciones de Congreso, haga migrar una parte del electorado. Ya hemos visto que existe una franja, sobre todo de clase media, incluida la polista-trilliza, que puede simpatizar con él. Esa misma franja, con una buena operación de marketing, garantizaría su triunfo en la segunda.
 
5. Conclusión
 
En abstracto puede decirse que, en relación con la elección de presidente, hay tantos escenarios como candidatos. Por lo menos cuatro. No obstante, si el conjunto de la burguesía ha terminado inclinándose por el cambio, es hasta cierto punto irrelevante quien sea el mandatario. El mandato es uno solo. Encarrilar el proyecto neoliberal para la crisis. Aparte de ciertas medidas de urgencia, adelantar por fin el gran proyecto de infraestructura que permita exportar recursos naturales. Todo con inversión extranjera. Saben perfectamente que la ‘confianza’ de lo que menos depende es de la figura de Uribe. Este escenario significa, de todas maneras, que ha puesto en su sitio a la fracción mafiosa, tranquilizando a las Fuerzas Armadas. En el imaginario social, sin embargo, se pueden esperar dos impactos: para unos, la satisfacción de que se logró un ‘cambio’; para otros, la rabia de no haberle permitido a su ídolo la continuación de su obra. En una primera etapa, disminuida sensiblemente la oposición política, se asegurará la gobernabilidad. Pero con el tiempo, visto el fracaso neoliberal, dadas las escasas posibilidades de asistencialismo, nuevamente estallarán las contradicciones. Se multiplicarán las manifestaciones de protesta social. El problema consiste en que no se ajustaron cuentas con la herencia uribista; permanece en el imaginario popular como algo que ha debido continuar. Se levanta como un obstáculo. Todo depende de lo que suceda con la fracción mafiosa militarista y su apoyo, los llamados parapolíticos. Con el riesgo de que la nostalgia de Uribe se convierta en fuerza electoral. Aunque es posible también que, ya destronado el rey, se destape la olla podrida y violenta. En todo caso, ésta sería la batalla del próximo futuro.
 

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