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“La crítica es la cortesía del filósofo”

Adolfo Sánchez Vázquez nació en Algeciras, provincia de Cádiz (España), en 1915, y murió el 8 de julio de 2011 en la ciudad de México, D.F. Desde joven, su familia se trasladó a Málaga por trabajo, y allí comenzó su conocimiento del marxismo y su militancia política.

Participó en varias revistas literarias, como Línea del PCE, Sur de Málaga, Mundo Obrero. En esos años 30 se volvió un activista político, aprendiendo de la mano de la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios, con su revista Octubre, dirigida por Rafael Alberti, impulsor del realismo socialista, con Nuestro Cinema el Cine-Club Comunista, y el teatro proletario. Lo mismo que participando en la Asociación de Amigos de la Unión Soviética y en los comités contra la guerra y el fascismo.

Sobre este período escribió: “Mi actividad política la inicié muy precozmente en Málaga, fue difícil sustraerse al clima de entusiasmo que suscitó el nacimiento de la Segunda República”. Militó en el Bloque Estudiantil Revolucionario y luego en la Juco. En ese entonces, ingresa a la Universidad Central de Madrid a estudiar filosofía, pero el trabajo político le absorbe la mayoría del tiempo y porque en ella “me sentí extraño ideológicamente, pues no había nada que se abriera al marxismo”. El estudio del marxismo se desarrolló “casi que exclusivamente fuera de la universidad, en un plano político militante”.

La guerra civil, que se inició en 1936, lo hace pasar de la lucha política a la lucha armada revolucionaria, primero como miembro de la JSU (Juventud Socialista Unida), pues se había logrado unificar las juventudes socialistas y comunistas. En 1937 se incorpora a la II División del Ejército Republicano, participando en la batalla de Teruel; luego ingresa al V Cuerpo de Ejercito en Cataluña, participando en la batalla del Ebro, ya iniciando el repliegue y la retirada hacia Francia por Persignan, hacia París y luego por Séte hacia México, en 1939, al exilio más largo y definitivo, esto gracias a que el presidente de ese país, Lázaro Cárdenas, acogió a los exiliados de la derrotada posición republicana.

Así terminaron los años de acción revolucionaria en España de Adolfo Sánchez Vázquez, muy ricos en experiencia. Por eso anotó: “Los años de la guerra civil fueron de vital importancia”. Cuándo llega a México, se dedica a estudiar filosofía pero también entra en un estado de desmoralización por la derrota sufrida y por el triunfo del fascismo, y por su condición de exiliado, lo que lo lleva a moderar su militancia política. Esto fue de 1939 a 1943. A propósito del tema del exiliado, escribió un texto muy interesante, titulado “Cuando el exilio permanece y dura”, en el cual expresa de una manera poética y profunda los sentimientos y la conciencia del exiliado.

Se dedicó a estudiar filosofía porque quería entender qué había pasado en España, por qué la derrota y por qué ciertas posiciones del PCE en el que militaba. Quería “hallar repuestas teóricas a cuestiones prácticas”. Sánchez Vázquez, cargado con la experiencia política de su participación en la lucha política y la guerra civil, cuando estudió a Marx, Lenin, Stalin y los documentos de la Internacional Comunista, amén de los textos oficiales del PCE, comenzó un proceso de cuestionamientos a las posiciones oficiales de la URSS.

Su interés principal era entonces repensar la cultura política de la mayoría de los resistentes y de los militantes; su interés era repensar los contenidos filosóficos del marxismo. Más claramente, su blanco teórico eran el Diamat y el Himat soviéticos, es decir, el materialismo dialéctico y el materialismo histórico de origen soviético. Al respecto, escribió: “En la medida en que mi formación se enriquecía, aquel marco me resultaba cada vez más estrecho e insatisfactorio, fue así como se fue operando en mí un proceso de alejamiento primero, de ruptura después y de superación más tarde con respecto a ese marxismo institucionalizado”. Sánchez Vázquez estaba en debates con él mismo, con el PCE y el marxismo mismos. Igual proceso siguieron intelectuales europeos como Umberto Cerroni, Enrico Colleti, A. Schmith y otros muchos intelectuales que, decepcionados del marxismo y del socialismo de la URSS de la década de 1950, deciden iniciar la revisión de sus posiciones ideológicas y políticas.

Su ruptura con la militancia y el marxismo-leninismo fue todo un proceso de lucha ideológica: “De la práctica vendrían el estímulo y las exigencias de llevar esos intentos antidogmáticos hasta sus consecuencias más profundas. En 1954, nuestra organización del PCE en México se pronunció contra los métodos autoritarios y antidemocráticos del representante del CC, conflicto que desembocó en reuniones en México y España con el BP. En 1957, en una reunión de alto nivel del partido, adonde asistimos Claudin y yo, se nos aplicó el centralismo democrático: sometimiento incondicional de la organización inferior al centro. Ya estaban presentes todos los problemas de dogmatismo, el centralismo, la exclusión de la lucha interna que reclamaban nuevas soluciones. La vieja solución dada a nuestro conflicto afectó seriamente mi actividad política militante, decidiendo que desde entonces no sería más que un militante de filas”.

En 1956 sucede el XX Congreso del PCUS, donde Kruschov presenta el “informe secreto” en denuncia de los así llamados crímenes de Stalin, llamando a la “desestalinizacion de la URSS y el PCUS”. Esa ola de liberalización dio impulso a intelectuales como Sánchez Vázquez a fundamentar aún más las críticas al marxismo soviético.

En tanto que Sánchez Vázquez era experto en estética y estaba interesado en estudiar las raíces de la estética marxista con el objetivo de hacer una crítica al realismo socialista, tesis oficial en arte de la URSS y de otros países socialistas, escribe ese primer trabajo, titulado Ideas estéticas en los manuscritos económico-filosóficos de Marx, publicado en Cuba en 1961, poco después del triunfo de la Revolución, como dijo su autor, que fue asiduo colaborador de la revista Casa de las Américas: “El joven Marx presentaba el arte como una forma de praxis o trabajo creador. Esta concepción de la naturaleza del arte permitía reconocer, frente a todo reduccionismo, el amplio abanico de formas artísticas contemporáneas, que se manifestaban también en la nueva Cuba, y que una estética sedicentemente marxista “ortodoxa” rechazaba y condenaba. Tal era la teoría del arte como reflejo que elevaba una forma de práctica –supuestamente realista– a la condición de arte por excelencia. Se trataba asimismo de una teoría que, deducida del Diamat soviético, pretendía pasar por la estética marxista-leninista, cuando en verdad sólo era una ideología (en el sentido peyorativo de conciencia falsa) que justificaba determinada práctica cultural y artística: la que imponían –regimentándola– el partido y el Estado centralizado, omnipotente. Esta estética, sierva de una ideología política, así como el arte correspondiente, sólo podían conducir –como efectivamente condujeron en la Unión Soviética– a la asfixia de la creación artística y a la esclerosis del pensamiento estético”.

Este punto de vista de Sánchez Vázquez, repetido varias veces en un aspecto, fue una acertada denuncia de la URSS capitalista, pero desde otro aspecto es la posición de no distinguir lo que trataba de criticar. En 1965 publica su importante trabajo Las ideas estéticas de Marx, en que, además de criticar al realismo socialista tipo soviético, se deslinda de la concepción de Lukács, para quien todo arte es socialista, y de Gadoury para quien el arte o es realista o no es arte, “el arte sin riberas”, proponiendo una definición de realismo más incluyente y abarcadora, libro que generó un debate que no ha terminado, referido a ¿es el capitalismo hostil al arte?

En 1967 se enfrenta a la filosofia del Diamat en su libro Sobre la filosofía de la praxis, donde se enfrenta a cuestionar la tesis antológica de ¿Qué es lo primero? El espíritu o la materia, proponiendo a cambio el concepto de praxis, en tanto que es el papel del hombre transformador y que a su vez transforma. Trabajó el concepto de praxis para criticar la tesis de la relación entre el pensar y el ser, por considerarla reduccionista en el sentido de que sólo daba cabida a dos escuelas filosóficas básicas, el idealismo y el materialismo. Su posición es praxiológica. También criticó las tesis de Lenin en filosofía y sobre el concepto de partido.

Y en 1968 a las concepciones soviéticas sobre ética en su libro Ética. “Trabajó para dar respuesta a las necesidades del movimiento estudiantil necesitado de una concepción ética más acorde con los tiempos, que aportara a la transformación social y política y de los mismos individuos, también fue una crítica a la concepción soviética sobre la moral, que subordinaba a la política: “política y moral son dos formas de comportamiento que no se pueden identificar. Ni la política puede absorber a la moral ni ésta puede reducirse a la política”.

Posteriormente, en sus trabajos Del socialismo científico al socialismo utópico, de 1971, e Ideal socialista y socialismo real, y otros propiamente políticos, se enfrenta a discutir si la URSS fue socialista o no, concluyendo que nunca hubo socialismo porque no existió la propiedad social de los medios de producción sino sólo la propiedad estatal de esos medios; que había surgido una nueva clase social que identificó con la burocracia; que esos países de Europa Oriental y la URSS ni eran socialistas ni capitalistas sino poscapitalistas, o sea, “bloqueados en su transición al socialismo” por falta de democracia en todos los terrenos. Para Sánchez Vázquez ese era “el socialismo real” desde 1917 hasta su derrumbe en 1991, y por ello no entendió que la historia de la URSS de debía periodizar: el período socialista hasta 1956, y el período capitalista, monopolista de Estado, dirigido por una clase burguesa burocrática monopolista o imperialista hasta 1991. Fue Brezhnev quien definió el pretendido socialismo en la URSS con el nombre de “socialismo realmente existente”, para decir que no existía ningún otro socialismo.

Sánchez Vázquez se acercó bastante a entender el carácter de la URSS, pero, cuando denunció el período revisionista y capitalista, lo hizo pasar como estalinismo y así abarcó toda la historia de la URSS y del campo socialista. Vivió irónicamente todo el tiempo encadenado a las posiciones oficiales que tanto critico. Por eso, pensó que el fracasado golpe de estado contra Gorbachov en 1991 era para impedir que se construyera el socialismo y más bien se volviera al odiado estalinismo, cuando en realidad la facción fascista –y que los medios presentaron como “estalinista”– le dio golpe al socialdemócrata prooccidental de Gorbachov; y la facción de Yeltsin, de carácter liberal, prooccidental y defensor de la economía de mercado, dio el contragolpe triunfante. La forma incorrecta de valorar ese momento lo llevó a la total desilusión, cuando lo que se impuso en la URSS fue la economía de mercado. Sin embargo, “nuestra meta sigue siendo ese otro mundo que desde nuestra juventud y como socialismo hemos concebido, soñado y deseado”.

En fin, en estas cortas líneas y en apretada síntesis, de Sánchez Vázquez hay que rescatar su espíritu crítico, su actitud de análisis y su convicción de que el mundo puede cambiar hacia el socialismo; también sus aportes a la estética marxista y asimismo a la filosofía de la praxis. Se equivocó en su valoración del marxismo-leninismo, del socialismo y de los partidos comunistas, y el significado de los militantes y los programas. Murió a los 96 años, bien vividos, en la lucha práctica y de las ideas.

Notas

Las citas sobre su vida de “Post-scriptum político filosófico” a “Mi obra filosófica”, en: Praxis y filosofía. Ensayos en homenaje a Sánchez Vázquez., Grijalbo, 1985.
Las citas sobre estética en “Trayectoria de mi pensamiento estético” en Cuestiones estéticas y artísticas contemporáneas, EFE, 2003.

Información adicional

Adolfo Sánchez Vázquez (1915-2011)
Autor/a: Pedro Miguel Tapia
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