Entre el 24 y el 26 de septiembre, en la caribeña Santa Marta, sesionó el VI Congreso de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). El magno evento de la mayor central laboral del país pasó sin pena ni gloria, permitiendo ver la languidez del movimiento sindical ante los retos del mundo del trabajo y las dinámicas y retos abiertos para los trabajadores por parte de la sociedad contemporánea.
Las arenas que en 1525 presenciaron la fundación de la primera ciudad en el territorio que hoy ocupa Colombia fueron de nuevo espectadoras de un lánguido evento: el VI Congreso de la Central Unitaria de Trabajadores, realizado en su entorno entre el 24 y el 26 de septiembre.
La central sindical con mayor afiliación en el país efectuó su máximo evento sin que éste le permitiera afrontar los imprescindibles cambios que demanda la transición económica y política que el país y el sistema mundo requieren. El congreso, con sus 1.200 delegados fue instalado en la última morada del Libertador Bolívar y, al parecer, también padeció de las fiebres y enfermedades crónicas que terminaron con la vida del prócer.
Realidad y paradoja. Desde la convocatoria a magno evento, en la CUT se desató una polémica que cifra sin disimulo la disputa dentro del movimiento sindical.
La preparación
La central precedió su congreso del impulso de un cuadernillo con las tesis de los tres sectores que agrupan a los miembros de su ejecutivo nacional: el sector sindical del PDA, liderado por el Moir –el partido del senador Jorge Robledo–; el llamado sector democrático, que agrupa a fuerzas liberales y del sector hoy reunido bajo la tolda del movimiento Progresistas; y la corriente sindical clasista, que agrupa al Partido Comunista, la Corriente Sindical Guillermo Marín –del Movimiento por la Constituyente Popular–, y los comités Ignacio Torres Giraldo que pertenecen al Movimiento por la Defensa de los Derechos del Pueblo –Modep–.
Otros sectores sindicales y políticos, menores pero reales, quedaron excluidos del debate, pintando un contundente corolario de la ausencia de escenarios de conexión entre las organizaciones de fábrica y unidad productiva con las directivas sindicales, que solamente representan facciones de los agremiados.
De las llamadas tesis, y de la correlación dentro del ejecutivo nacional, se impulsaron tres temas como las piedras de toque de este congreso:
- – la afiliación internacional, es decir si continuar en la Central Sindical Internacional (CSI) y su filial de las Américas –Uniaméricas–, que representa una corriente global afincada en posiciones socialdemócratas y que han apoyado el pacto mundial con los patronos, a través del ex secretario general de la CSI y hoy presidente de la OIT Guy Ryder , o sí giraban hacia la Federación Sindical Mundial, que en los años de la cortina de hierro representó con fidelidad al decadente estalinismo y que al día de hoy está liderada por el eurocomunismo del sur tal, y como definen al partido comunista griego;
- – la posición frente al segundo gobierno de Juan Manuel Santos, ya que las pasadas elecciones presidenciales generaron el escollo de que una importante fracción de la dirigencia sindical, ante la amenaza de la posible reasunción al poder del uribismo, apoyó al reelecto mandatario y, la reestructuración de la Central, que significa reabrir el debate a la propuesta de construcción de sindicatos de rama de industria, como respuesta a la disgregación de sus afiliados en micro estructuras sindicales de primer y segundo nivel (es decir, de fábrica y de industria) que solo agrupan –según la Escuela Nacional Sindical– a un promedio de 45 trabajadores por sindicato, restándoles poder de negociación.
Sin embargo, estos tres temas no disimularon el desprecio por dilemas estructurales y estructurantes que, al parecer de muchos otros sectores sindicales y de expertos en asuntos laborales, deberían aparecer en la agenda de la central, tales como: la desindustrialización y qué hacer frente a ella, cómo transformar la estructura sindical para que tenga rango de acción territorial, la modificación de la misma CUT para disputar la afiliación y las confrontaciones de los trabajadores tercerizados, la estructura del mercado laboral en el país, la reconstrucción de las variables que permiten planear el salario y luchar por vida digna, la respuesta frente a la caduca realidad del salario mínimo, las propuestas frente al neoextractivismo y el aprendizaje de corrientes sindicales internacionales frente a la disputa con empresas transnacionales, democracia y democratización de la vida cotidiana.
La composición de la Central
Este VI Congreso evidenció la sub-representación de sindicatos minoritarios, pues solo aquellas organizaciones que poseían más de 500 afiliados contaron con derecho para estar presentes, lo que permitió que de nuevo Fecode, la USO y los trabajadores estales fueron mayoritarios frente a las pequeñas estructuras sindicales de empresas privadas y transnacionales, las que dificultosamente realizan su labor, encontrándose disminuidos ante la arremetida patronal. De esta manera, la composición del congreso ahonda el poder de los asalariados de viejo cuño, que han estructurado sus convenciones y acuerdos con respecto al Estado, mientras los nuevos sujetos precarios de la clase quedaron excluidos de todo tipo de decisión.
De manera adicional, este congreso no cambió un ápice la correlación de fuerzas dentro del ejecutivo nacional de la Central, elegido un año antes de este evento, lo que impidió que las definiciones allí tomadas pudieran renovar los organismos de la conducción de la misma.
Del congreso a sus resultados en el mundo laboral
Solo 7 de cada 200 colombianos están sindicalizados, de estos menos de la mitad –aproximadamente 3– pertenecen a la CUT, dentro de los cuales algo más del 60% son trabajadores estatales. Si comparamos esto con la estructura laboral del país, la situación comienza a ser más que penosa.
Las conclusiones del congreso de la Cut, y su declaración política, inscrita bajo el lema “Por paz, soberanía, democracia y derechos laborales” toman postura sobre asuntos genéricos del panorama político y económico, mundial, regional y nacional –de las que valga decir se destacan las lecturas poco elaboradas de las disputa internacional, la crisis del capitalismo neoliberal y la geopolítica– pero no emana una lectura nueva, renovada, frente al mundo de la producción, la gestión y control del proceso trabajo, factores que colocan al movimiento sindical y los trabajadores muy por debajo de los gurús económicos que en gremios como la Anif y la decadente Andi que vienen proyectando y reordenando el mundo laboral .
No salir de la CSI, propiciar pero no orientar con resolución la construcción de sindicatos de rama, y asistir al fortalecimiento del sindicalismo democrático o amarillo liderado por la corriente del Progresismo, son resultados que no tienen mucho que ver con el amplio sujeto que padece y vive el trabajo. Con el anómalo resultado de colocarse en una posición que lee a Santos tanto como artífice de la paz, así como un mero continuador del clásico neoliberalismo.
A esto deben sumarse importantes petitorias referidas estrictamente al movimiento sindical “Reparación colectiva al movimiento sindical y construcción de la Mesa de Alto Nivel para la reparación y elaboración e impulso por la movilización de una propuesta de Estatuto del Trabajo”*, que los hacen converger en el reclamo por la continuidad de la mesa de La Habana, y el inicio de un proceso de paz que no solo incluya al resto de las organizaciones insurgentes, sino que obligue a la reparación de los sectores subalternos de la sociedad a través del posconflicto.
Con su congreso la Cut punza los dolores crónicos de su propia historia, sin resolver asuntos determinantes y sin darle voz a los jóvenes trabajadores y a las mayorías precarizadas que componen el mundo laboral del país. Es imposible renovar una organización que palidece ante los retos de la transformación social, en un neoliberalismo y un sistema capitalista en crisis, ante las dudas que generan las opciones de gobiernos alternativos en el continente y ante la sordera frente al renacer de sectores del movimiento obrero que en naciones como Argentina, con las corrientes sindicales de base, o Brasil, impulsan una renovación teórica de las luchas de los trabajadores.
* Declaración política VI Congreso Cut: por paz, soberanía, democracia y derechos laborales
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