El año 2015 desgaja sus últimas hojas. Cuando terminen de caer, quedará en el ambiente de los actores sociales y políticos, el interrogante por lo hecho y lo dejado de hacer pero, sobre todo, por los retos que deparará el nuevo calendario. Los desafíos y lances que trae el 2016.
De lo hecho y dejado de hacer, con perspectiva regional, sobresale con fuerza: El desgaste, por no decir crisis, en que han entrado las ideas de cambio, enlodazadas en un institucionalismo que les impide romper con el modelo social, político y económico que pretenden superar. El “progresismo” entró en una etapa defensiva. En política oficial y común esto significa que cada día concede reivindicaciones a su contrario, realiza marañas para sostenerse, y ya no tiene capacidad para conservar la iniciativa ni desestructurar.
Ante este resultado, vale la pena retomar un aspecto que cada día es más evidente: los cambios que se pretendan llevar a cabo en cualquier país, deben tomar en cuenta la inmensa transformación sufrida por las estructuras políticas globales, ahora dominadas y determinadas por la lógica y el poder del sistema financiero, a la par que, por la entramada maraña urdida por los organismos multilaterales. Organismos tras los cuales, las soberanías nacionales son un formalismo desueto. Desconectarse de unas y otras, para permitir que otro sueño de sociedad sea factible, no es cuestión de una sola sociedad ni de algunos decretos.
Ahora, como antes, es evidente que el cambio no es posible sin ruptura, menos con acomodo. Y ruptura es la que no se ve por lado alguno. Están en curso reformas que alivian la vida de los menos favorecidos, todas ellas inscritas en la lógica de reproducción social heredada y vigente, pero no destaca, por lado alguno, un intento real de cambio. El poder aún continúa depositado en los Estados y el protagonismo social no va más allá de llenar plazas y gritar arengas. La integración regional, rompiendo fronteras, uniendo pueblos e integrando recursos de todo tipo, dando cuerpo a nuevas matrices de producción y reproducción, vía indispensable para poder llevar a cabo cualquier pretensión de cambio, aún es un sueño, que está sin alas grandes.
Dentro de este cuadro regional, con coletazos negativos para las banderas que tratan de levantar otros actores de base, de proyectarlos por un modelo social más allá del hoy dominante, destacan Venezuela, Brasil y Nicaragua. La realidad de estas experiencias políticas, económicas y sociales alternativas, proyectan imágenes que, tal vez potenciadas por los poderes mediáticos globales o, tal vez, simplemente como reflejo, de cosechar fundamentalmente modelos maniatados, en las lógicas del poder global, trasladan al conjunto social de la región todo aquello que no puede ser referente de cambio: reproducción de las lógicas del poder, prolongación indefinida de las relaciones de producción heredadas, sometimiento de las organizaciones de base a las partidarias y, en esta forma tradicional, levantan diques.
Diques a la explosión de imaginación, participación decisiva, cambio, en la vida cotidiana de esas mismas sociedades; concentración del poder; persistencia del dominio cultural de las iglesias, defensa y profundización del modelo extractivista y con éste, sometimiento del dilema ambiental ante la matriz económica tradicional: pueblos originarios, campesinos y naturaleza prolongados como sujetos de segunda ante la imposición y el afán de obtener divisas.
En los logros regionales sobresale el triunfo cubano frente al mayor poder mundial. Asimismo, el zapatismo, no solo conservado sino ampliado en su base social local, regional, nacional e internacional, con una lógica de ruptura, afectando la matriz cultural que rodea su territorio original. Su modelo de confrontación, recuerda la clásica estrategia de aproximación indirecta, que es recomendada por Liddell Hart, con la cual se evita atacar de frente al contrario y si envolverlo, buscando e identificando su flanco más débil, y lugar por donde debe rompérsele. Con paciencia, buscar debilitar su resistencia antes que intentar quebrarla, todo lo cual puede demandar más tiempo pero con seguridad brindará mejores resultados.
En el escenario nacional el 2015 deja unos procesos avanzados en la búsqueda de paz, tanto de la Mesa instalada en La Habana, como de la que está en vísperas de instalación, de manera pública, con la otra insurgencia. Su límite: estar negociando en el terreno impuesto por el Estado (modelo económico, poder militar, estructura de la propiedad, nada de esto es negociable, dice quien habita ahora la Casa de Nariño), en un esquema que implica, que las reformas acordadas en el diálogo, no afecten de manera profunda al conjunto social. Realidad que descarga un reto inmenso a las organizaciones sociales y políticas de todo carácter, pero sobre todo, a las radicadas en las ciudades: abrir la demanda nacional sobre la real democratización de la sociedad colombiana.
Marco y objetivo sustancial en cuanto pueda significar, que debe ser discutido por todas las organizaciones que lideren tal iniciativa. Pero, si no hay superación del actuar y significado para las mayorías sociales, de la democracia que vemos, no avanzará un proceso de cambio y transformación nacional, que tenga además, ecos prolongados en el contexto internacional.
En este escenario, el plebiscito que impondrá el establecimiento, creará un ambiente de paz nacional que no corresponde necesariamente con los aspectos avanzados y acordados con la insurgencia. La firma de la paz con las farc, posibilidad latente para el 2016, aun depende de la discusión y aceptación entre las partes, de una variedad de temáticas no fáciles de superar. El tiempo de seis meses para su firma, que tanto recuerda Santos, según el grupo guerrillero, aún no ha empezado a correr.
Deja también este 15, una izquierda mal situada. Mal dentro de su lógica de disputa institucional-electoral para 2018, que con seguridad instalará con toda fuerza, como agenda política, 2017. Múltiples opciones son previsibles desde ya, en la disputa entre ellos del nombre que encabezará tal reto: uno, quien figure por el Polo Democrático Alternativo (PDA); dos, Gustavo Petro –si sobrevive a las demandas de la Procuraduría– y, tres, de haber firma de la paz, la figura que ponga las farc (¿Álvaro Leyva?), y cuatro, el perfil que derive desde el eln.
Como reto que surge del resultado electoral octubre 2015, y del propio perfil del PDA –organización amarrada y sometida por su matriz electoral, obstáculo para transformarse en alternativa social con tamaño nacional y desde cada municipio–, emana el que resulta desafío inmenso, para quienes no compartan tal sendero ni perfil de acción para el presente. Diferente, con latencia de un sujeto decidido, es el mediano y el largo plazo, que encare y propicie el surgimiento de un proceso colectivo-alternativo. Encuentro, suma y siembra, reconstruir tejido, con vocación de disputa de las simpatías sociales.
Esperanza realidanza* que sin negar el escenario electoral, arriesgue, opte desde una lectura dinámica del momento concreto, determine la calidad de su hervor expectativo, con imaginación; por la disputa ágil del escenario nacional. Empeño cuyo eje deberá estar marcado en el mediano plazo, por buscar y propiciar en el país: un poder con raíz y cotidianidad de gente, que dado el poder institucional con achaques de legitimidad, plantee ante la conciencia y la noticia una dualidad de poderes. La calle debe ser su cuna. Y sus padrinos, un robustecido sistema nacional de comunicación alternativo.
Plataforma que vaya abriendo y permita la disputa de la opinión pública. Asimismo, que prodigue una marcada intervención en la cotidianidad de las mayorías, a través y al conducto, de una agenda cultural que implique usos y consumos, formas de ver y percibir, transformación de los territorios y el manejo de los recursos naturales.
Está claro, que la crisis económica que se adentra en el país y, por tanto, las medidas tributarias que afectarán a las mayorías, con las cuales los de siempre, tratarán de remediarla (socializar perdidas –privatizar ganancias), así como, hacer recortes de inversión social, que potenciarán el descontento social, circunstancia a favor de una coyuntura que desde ya se muestra propicia para cualquier proyecto de cambio que quiera calar a fondo en el cerebro y corazón de las mayorías nacionales.
Estas son partes del legado que arroja el pequeño ciclo que termina el 31 de diciembre. Son algunos retos, que toman forma para el nuevo calendario que arranca con enero. Ni unos ni otros son menores. Exigen que identifiquemos con toda nitidez las valoraciones e intereses que unos y otros proyectos, abordan con rutina o desafío sobre este tiempo. Son las lecciones y dinámicas serenas por el largo plazo, pero alertas a todos los momentos. Algunas indican de manera reiterada que vivimos uno de los mayores cambios de la historia. Producto, en esta ocasión, de la profunda e intensa revolución tecnico-científica que está removiendo toda la estructura económica, política y social vigente.
Comprender esos cambios es indispensable. Necesario para encarar cualquier intento en levantar alternativas al sistema hasta hoy dominante.
Leave a Reply