Home » Los campesinos: la espina dorsal de la revolución

Los campesinos: la espina dorsal de la revolución

Los campesinos: la espina dorsal de la revolución

En las famosas “tesis de abril”, con las que Lenin, en plena revolución, buscaba corregir la política bolchevique, además de la tesis fundamental, referente a la consigna de “todo el poder a los soviets”, hay otra, menos conocida hoy en día, de crucial importancia1. Se trata de la declaración anticipada y explícita de la que debía ser un objetivo inmediato y fundamental de la revolución: la confiscación de todas las tierras de los terratenientes. Importante era esta declaración pues el gobierno provisional, cuyo Ministro de Agricultura era nadie menos que el intelectual y dirigente del Partido socialista revolucionario, V. Tchernov, continuaba difiriendo las decisiones en esta materia a la futura Asamblea Constituyente. Lenin era consciente, naturalmente, del carácter fundamental de la cuestión agraria. Nada más por el simple hecho de que el campesinado era más o menos el 85% de la población rusa, repartido en las diferentes regiones del enorme Imperio. Pero también porque, en la lógica de los socialdemócratas, la solución de la cuestión agraria era la esencia de cualquier revolución democrático-burguesa y pese al admitido carácter proletario de la rusa, de todas maneras seguía siendo una tarea pendiente.

 

La razón más importante, sin embargo, era que la revolución o mejor la sublevación campesina, ya estaba en marcha. Y seguiría su camino hasta octubre y después. Con la particularidad de que no iba en pos de una reforma (jurídica) sino que ésta se iba adelantando por la vía de los hechos. Al principio declararon su voluntad de permanecer en calma hasta la Asamblea Constituyente, pese a que los terratenientes habían dejado enormes extensiones de tierra sin sembrar agravando la situación de escasez de alimentos. Sin embargo, su paciencia tenía un límite. Se presentaba otra amenaza más inmediata. Los terratenientes, previendo que la futura reforma excluiría las propiedades privadas por debajo de cierta extensión, se dedicaron a parcelar de manera ficticia sus haciendas creando propietarios de “papel”. Los campesinos exigían inútilmente que se pusiera fin a estas compraventas ficticias y la especulación que de allí se derivaba. Se comienzan entonces a ocupar, sin indemnización, las tierras de la iglesia y de los conventos, pero también las de la nobleza y los terratenientes. La confrontación adquiere rasgos cada vez más violentos. Se detienen muchos de los terratenientes y se saquean las mansiones señoriales; en no pocas ocasiones las incendian.

 

La inacabada caracterización del campesinado

 

Cautivados como solemos estar por las imágenes de las insurrecciones urbanas de febrero y octubre, a veces dejamos de lado esta porción de la historia. “La intrepidez revolucionaria del proletariado ruso no tenía su raíz exclusivamente en su seno –escribía Totski–. Ya su misma situación de minoría dentro del país indica que no hubiera podido dar a su movimiento tales proporciones, ni mucho menos ponerse al frente del Estado, si no hubiera encontrado un poderoso punto de apoyo en lo hondo del pueblo. Este punto de apoyo se lo daba la cuestión agraria”2.

 

Este era además un asunto de tratamiento delicado desde el punto de vista social y político. Trotski añadía que a falta de burguesía el campesinado necesitaba la dirección del proletariado. Lo que nunca pudo entender fue la tragedia que iba a significar la sustitución de semejante dirección puramente conceptual por el férreo control de un partido; tragedia que tendría su primera manifestación durante la guerra civil que se extendería luego hasta 1922. En el fondo no dejaba de abrigarse cierta desconfianza. Lenin, en sus tesis, advertía sobre el peligro de que el campesinado pudiera colocarse al lado de la burguesía. La solución, conforme a la ortodoxia, consistía en impulsar, aprovechando su diferenciación interna, la independencia política y organizativa de los más cercanos al proletariado, esto es los jornaleros (braceros), y de los campesinos parcelarios más pobres. Es por eso que en su tesis, a la propuesta de dejar las decisiones de reforma agraria a los soviets, con lo cual de manera certera se prescindía del gobierno provisional, añadía que debían ser primordialmente los soviets diferenciados de campesinos pobres y de braceros.

 

La caracterización socialdemócrata tenía mucho de económica y estadística, pese a que no desconocían sus orígenes históricos. En términos generales: los campesinos pobres, sin tierra o con tan poca que no podían garantizar con ella su subsistencia; los medianos que disponen de una porción suficiente para obtener, con trabajo familiar, algún excedente comercializable, y los ricos o Kulaks que emplean mano de obra asalariada y llegan hasta arrendar alguna parte de sus tierras. Obviamente, dentro de esta complejidad, en la que son difusas las fronteras, se podían contabilizar entre los medianos y los kulaks, diferentes tipos de campesinos “acomodados”, y como categoría aparte los hacendados o burguesía agraria propiamente dicha. Todos ellos con diferentes tipos de relación y de contradicción con los señores de la tierra. Fue precisamente la coyuntura política revolucionaria la que condensó y articuló esas contradicciones; era el mundo rural heredado del pasado feudal, en su conjunto, el que se desplomaba frente a la posibilidad de un cambio radical.

 

Esta última consideración es fundamental para entender la realidad y el comportamiento histórico concreto del campesinado ruso. La clave de todo estaba, más bien, en la destrucción de la comunidad aldeana. El “Myr” que se puede traducir al castellano –y esto es bastante significativo– como “comuna” y a la vez como “mundo”3. Concepto que implica no solamente colectivo social, relación con la tierra y formas de propiedad sino un conjunto de “bienes comunes” que resultaban básicos para la producción y la reproducción de la vida material. Pues bien, todas las reformas que apuntaban a liquidar la servidumbre como las de 1861 y sobre todo las de Stolipin en 1906, no lograron cabalmente el desarrollo del capitalismo en la agricultura pero sí liquidaron los bienes comunes y fracturaron la vida en comunidad. Es por eso que si alguna diferenciación significativa del campesinado se había producido era la que existía entre los campesinos parcelarios que permanecían atados a la comunidad y aquellos “libres” que aspiraban a defenderse en el mercado. Y esto era fundamental desde el punto de vista no sólo social sino también político.

 

Las formas organizativas y de expresión política

 

A los socialdemócratas les costaba trabajo entender esta realidad. Lenin había dedicado buena parte de su esfuerzo intelectual desde su obra inicial “El desarrollo del capitalismo en Rusia” a demostrar, sobre la base de que el capitalismo ya había avanzado lo suficiente, que las tareas de los socialdemócratas debían apuntar no sólo a destruir el latifundio sino a eliminar todos los vestigios de la sociedad rural de origen medieval4. Y por ello subestimaba el peso social y político de la comuna, acusando a los socialrevolucionarios (populistas) y anarquistas, de simples nostálgicos, románticos y por lo tanto utopistas. Sin embargo eran éstos quienes contaban –y contarían hasta 1922– con la mayor simpatía y popularidad entre los campesinos. De hecho Lenin –a quien se le debe abonar su extraordinaria visión política– en la elaboración de la Ley de tierras que siguió a la revolución de Octubre, y contra la opinión de su partido, acogió la línea de los socialrevolucionarios y puso un mayor énfasis en el reparto que en la nacionalización (estatización).

 

Una vez más, en la realidad las cosas se daban de otra manera. Los soviets de campesinos nunca se desarrollaron de manera apreciable. En cambio, los comités agrarios, organismos creados por el gobierno provisional, es decir como instituciones de gobierno, poco a poco fueron tomando en sus manos las decisiones de reforma agraria, siguiendo la marcha de los acontecimientos y en contra del propio gobierno que inútilmente trataba de “conservar el orden” y de obligar a los campesinos a esperar el espejismo de la Asamblea. Hay que tener en cuenta que dichos comités estaban estructurados de manera territorial y jerárquica; había uno central pero debajo de éste los distritales, los cantonales y los locales y eran éstos últimos los verdaderamente efectivos. Tanto los terratenientes como los funcionarios territoriales se quejaban una y otra vez de que estos comités autorizaban “y estimulaban” de manera ilegal las expropiaciones de hecho. Y de que cohonestaban las múltiples manifestaciones de violencia. A su juicio seguían las conclusiones del Congreso campesino de toda Rusia que se había llevado a cabo en mayo el cual había dejado en la ambigüedad el deber de esperar las decisiones de la Asamblea Constituyente.

 

Quiere decir, en consecuencia, que el campesinado se estaba enfrentando, en la práctica, al gobierno y que los comités se habían convertido en organismos propios y habían dejado de ser instituciones de gobierno. El poder local contra el central; los de abajo contra los de arriba. Esto tiene que ver con las formas de expresión política. La contradicción palpable consistía en que ese gobierno era parcialmente socialrevolucionario comenzando por el Ministro de Agricultura, es decir del partido que en buena parte decía representar sus intereses. Poco a poco se comienza a entender que, en el fondo, lo que aspiraban a hacer sus dirigentes, aplazando todo hasta la Asamblea, era lograr en ese escenario un entendimiento con los partidos de la burguesía liberal, especialmente los Kadetes, para una reforma “ordenada”, respetando derechos adquiridos y con indemnizaciones, posiblemente del gusto de los kulaks. No obstante, pese a la heterogeneidad del campesinado las contradicciones internas no se colocaron entonces en un primer plano y la revolución agraria seguía el camino de los hechos. Lo que ocurrió, contrariamente a las previsiones de los socialdemócratas, no fue el paso a las huestes de la burguesía, y así los socialrevolucionarios se dividieron dando lugar a lo que se llamó el grupo, abrumadoramente mayoritario, de “izquierda”, y otro, más pequeño, de “maximalistas”, circunstancia que favoreció la alianza en la base con los bolcheviques cuya presencia se volvía más importante en el campo.

 

Como se sabe, siempre ha sido objeto de discusión e incomprensiones el asunto de la expresión política propia del campesinado y de sus formas de “conciencia”, siendo que por definición no constituyen una clase. El problema conceptual se resuelve, sin embargo, en la práctica, en las condiciones históricas concretas. Tiene que ver con aspectos de orden cultural donde juegan un papel específico elementos religiosos y étnicos y sobre todo con circunstancias de la coyuntura política como en este caso de Rusia. Cabe aquí un elemento adicional: los soldados, en realidad campesinos que regresaban de los frentes de la guerra a sus aldeas de origen y que habían pasado por experiencias, a pesar de todo, de vida colectiva y organización. Los destacamentos militares en cuanto agrupamientos organizados representaban una forma de expresión política -Recuérdese que también se habían formado soviets de soldados- Ellos, junto con los obreros licenciados por la parálisis de la producción y que venían de las ciudades, habían tenido además la oportunidad de escuchar toda la propaganda revolucionaria. La paz era una de las consignas más importantes de la revolución.

 

No obstante, el hecho más importante y significativo consiste en que si bien las decisiones eran formalizadas por los comités mencionados, en realidad se tomaban en asambleas comunales. La vieja forma del sjod. Y así lo reconoce Trotski, pese a sus prejuicios socialdemócratas: “Ante la gran transformación agraria, ante el reparto de tierras que se avecina, los campesinos quieren actuar como un bloque. Las barreras interiores pueden constituir un obstáculo. Es necesario que el Myr obre como un solo hombre”5. De ahí los conflictos que se daban en contra de los campesinos individualistas. Las decisiones se aplicaban partiendo de un globo de tierra común que luego se repartía. Era así como entendían los campesinos la consigna aparentemente absurda de “socialización de la tierra” que esgrimían los socialrevolucionarios y anarquistas.

 

La revuelta campesina tuvo varios momentos. Entre junio y julio está en auge, después de los acontecimientos relacionados con la guerra, el intento de golpe de Estado y la represión llevada a cabo por el gobierno provisional un momento de descenso, pero hacia septiembre ya ha retomado su impulso y gana en profundidad. El movimiento se extiende a todas las regiones, arrastra en las aldeas a todas las capas de la población; abandonadas todas las reticencias legales se hace más violento, utiliza armas elementales y el fuego, expulsa a los propietarios. Es entonces cuando el campesinado entiende que su destino y el de la revolución agraria están ligados a la consigna de todo el poder a los soviets. Y en esa medida empuja al proletariado para que asuma definitivamente el poder.

 


 

1 Ver “La hora de las rectificaciones” Desde Abajo. Nº. 234 Mayo 20 de 2017
2 L. Trotski. “Historia de la revolución rusa” Tomo I. Ed. Sarpe, Madrid, 1985.
3 Andrés Nin en la traducción de la mencionada obra de Trotski
4 V.I. Lenin “El programa agrario de la socialdemocracia en la primera revolución rusa de 1905-1907” Ed Progreso, Moscú. Sin fecha.
5 L. Trotski, Ibídem.

Información adicional

Autor/a: HÉCTOR-LEÓN MONCAYO S.
País:
Región:
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.