La contundencia del paro magisterial sorprendió a propios y extraños. Por todo el país, día a día, desde el pasado 12 de mayo –un día después de la declaración del cese de actividades–, calles y avenidas de distintas ciudades son ocupadas por miles de quienes tienen por trabajo formar a las nuevas generaciones.
En todas y cada una de esas actividades, masivas por demás, resalta el entusiasmo y la disposición de todas las personas allí reunidas: mujeres y hombres, adultos y jóvenes, agitando sus propósitos, denunciando al gobierno, entonando sus consignas con energía, en no pocas ocasiones cantando, brincando, hablando con la gente para explicar las razones de su lucha, cubriendo extensos recorridos para garantizar con sus cuerpos, voz e imagen, un testimonio fiel de su decisión de conmover a todo el país ante un reto que es nacional: garantizar la financiación plena y oportuna de una educación de calidad.
La continuidad de sus acciones, la decisión de estar en la calle, resume un mensaje nítido: para enfrentar al gobierno no son suficientes razones –el poder es sordo–, hay que imponerlas.
Han salido, entonces, miles a dar lo mejor de sí, a dictar su mejor clase, en una aula abierta a la cual concurre todo el país. Ejemplo y testimonio también para sus educandos, para sus familias: ningún derecho lo conceden y garantizan sin lucha, sin resistencia. O lo que es igual: todo problema público tiene solución siempre y cuando lo enfrentemos como un solo cuerpo.
Al tablero
Decidirse por un aula abierta no es fácil, como no lo es sostenerla, pero las circunstancias así lo obligan: la crisis financiera del sector, la precariedad del servicio de salud, el estrés y el acoso laboral, la jornada única, la insuficiencia alimentaria ofrecida a quienes estudian, entre otras razones, son parte del conjunto de razones que, acumuladas y sin resolución efectiva por el ente oficial, obligaron al magisterio colombiano a escribir con letra mayúscula: ¡YA NO MÁS!
Circunstancias de precariedad laboral y educativa, que para el caso de Bogotá ya habían llevado a la Asociación Distrital de Educadores (ADE) a marcar el 17 de mayo como el día cero para iniciar el cese de labores. Otros sindicatos seccionales, como la Asociación de Institutores de Antioquia (Adida) y la Asociación de educadores de Cundinamarca (Adec), también habían tomado la irrevocable decisión de un paro, aunque aún no le habían marcado fecha.
En otras seccionales también estaba la inquietud sembrada, circunstancia que llevan a Fecode, la Federación que agrupa al gremio magisterial, a convocar para el 8 de mayo con carácter urgente su Junta Nacional, la misma que reúne las 32 filiales que la integran, y en la cual toman la determinación de un paro indefinido del sector a partir del 11 del mismo mes. Las banderas del mismo, ya enunciadas, tienen sus razones y alternativas de solución:
Las materias
Financiación de la educación
Como se recordará, a partir del Acto Legislativo 01 de 2001 fue creado el Sistema General de Participaciones (por el cual se giran los recursos para educación, salud, saneamiento básico y agua potable), reemplazando al Situado Fiscal que era la fuente de recursos para la educación.
Esta medida, creada con criterio transitorio, dura hasta este año, dejando en el limbo no solamente la educación, sino también la salud, el saneamiento básico y el agua potable. Ante ello el magisterio exige, como solución, la aprobación de un nuevo Acto Legislativo que resuelva de manera definitiva la financiación de la educación, con recursos suficientes.
Las condiciones en el puesto de trabajo
El trabajo formativo de las nuevas generaciones no es tarea sencilla, es exigente. El trabajo no se reduce a la presencia en el salón de clase, a repetir saberes y propiciar repeticiones como loros. No. La labor formativa implica un esfuerzo preparativo extraclase, pensar qué se construye, cómo y con quién se construye, cómo motivar, etcétera, pero también un esfuerzo posclase, de evaluación, para estimular que los procesos de formación tengan consecuencia lógica con la realidad de la nación.
Esto es lo más evidente, pero también están todas las tensiones desprendidas de la convivencia, de las necesidades de todo tipo que portan las personas jóvenes, las que en no pocas ocasiones llevan a contradicciones y tensiones intensas entre quien forma y quien es objeto de este proceso. Tensiones que también se desprenden de las difíciles situaciones económicas (pobreza) en que viven quienes estudian, pues las problemáticas familiares también llegan a los colegios.
Entonces, no es raro que quien forma, tras 5, 10 o más años de labor, soportando situaciones extremas, atendiendo día a día 40 y más estudiantes, llegue a situaciones de estrés.
De esta dinámica, asociada a los tiempos cambiantes que vivimos, cada vez más complejos y exigentes, se deriva un estrés profesional –laboral–, endémico. Los cuadros depresivos y de angustia cubren a centenares de mujeres y hombres dedicados a la docencia. El cuadro de salud es tal que en medicina laboral les incapacitan hasta por seis meses, y sin planes de rehabilitación ni de recuperación de la salud les decretan su pensión por invalidez. ¿Qué hacer con esta realidad, que no le sirve al país ni a quien padece el problema? La verdad es que el magisterio requiere encontrarle solución a la problemática que origina esta situación.
Una vía preventiva para ello, para impedir llegar al extremo, es la aprobación de un modelo de año sabático para quien cumpla cinco o diez años de labor constante, por medio del cual no sólo toma aire quien trabaja en la docencia sino que también se adentra en procesos de formación constante, oxigenación que sin duda redundará en mejores capacidades formativas para sus educandos.
Acoso laboral
Esta es una realidad poco denunciada pero real, propiciada en parte por la expedición de normas, lineamientos y de política educativa, que de ninguna manera favorecen la labor educativa.
Salud
Este tema resume con toda claridad la precariedad que a todo nivel vive la educación en nuestro país. Lo que debiera concretar un derecho humano fundamental quedó reducido a la suplica permanente ante la entidad contratada para que atienda al paciente.
A pesar de que la salud tiene que estar vigilada y garantizada desde el gobierno nacional a través del Fondo Nacional de Prestaciones Sociales del Magisterio, con dineros aportados por el patrón y el magisterio, administrados a través de un contrato de fiducia, los afanes económicos del gobierno terminan por someter a crisis este derecho al desviar los recursos reunidos para cubrir con ellos otras obligaciones como cesantías y pensiones; de igual manera, el interés de ganancia de quienes son contratados para prestar el servicio, con su afán de lucro, terminan por privilegiar una mayor ganancia a prestar un buen servicio.
Las soluciones se han planteado de muchas formas y el gobierno a través de sus tres representantes en el Consejo Directivo del Fondo, no resuelve. La salida definitiva, es asumir en forma directa el servicio médico asistencial para el magisterio y sus familias, eliminando los contratos. En las regiones son los secretarios y secretarias de educación, quienes deben vigilar que estos servicios se presten con oportunidad y efectividad, para que haya prevención de las enfermedades y se cumpla con lo establecido en salud laboral.
Jornada única
Debe aclararse, ante todo, que Fecode no se opone a esta Jornada, mal podría hacerlo pues la misma surge de un acuerdo alcanzado en el año 1993, cuando se firmaron los aspectos centrales de la Ley General de Educación –luego convertida en la Ley 115/94–, en la cual queda consagrada esta Jornada.
Pero la Jornada única no puede decretarse sin garantizar condiciones básicas para que docentes y estudiantes la aprovechen en las mejores condiciones: edificaciones y dotación adecuada, espacios físicos ajustados a la demanda de centenares de estudiantes que requieren alimentación balanceada para lo cual las autoridades correspondientes deben destinar los recursos necesarios para construir y dotar restaurantes dentro de los colegios, y así garantizar desayuno y almuerzo balanceados, además de los refrigerios; áreas amplias, bien dotadas, con acompañamiento permanente, para que no terminen saturados por la extensa permanencia en un solo lugar; pero también salario profesional, para que el magisterio ejerza su labor con pleno reconocimiento del esfuerzo que realiza.
Sin así garantizarlo, este reto no es factible de ser concretado. Pero, además, es necesario resaltar que a esta Jornada no puede llegarse por la vía de los estímulos que las Secretarías de Educación ofrecen a las rectorías, bien sea por la valoración de calidad o de eficiencia, u otro tipo de reconocimientos, ni a través de imposiciones procedentes desde el Ministerio de Educación, pues ello no resuelve el problema ya planteado; lo que hacen las autoridades educativas al así actuar es reducir el hecho educativo a una simple concentración de estudiantes en un espacio físico, lo cual no promete como resultado final nada más que desastres.
Algunas lecciones
- 1. Asiste el magisterio colombiano a un cambio generacional que propicia la potenciación energética que ahora se ve. Si bien este cambio no es total, sí es evidente que una generación de docentes está cerrando su ciclo y el relevo ya está tomando sus banderas. Llevar a cabo este proceso de manera armoniosa es condición fundamental para que el gremio gane en fortaleza así como en la concreción de una nueva visión sobre el hecho educativo.
- El magisterio se reafirma en la concepción de que si no es luchando, peleando, haciendo un cese de actividades, no se logra conquista alguna.
- En el proceso vivido hasta ahora logramos una mayor unidad en el gremio, la cual podrá ahondarse si el acuerdo final está a la altura de las demandas levantadas por la base magisterial.
- Un talón de Aquiles. Aún no logra el magisterio reconstruir redes organizativas y solidarias con el conjunto de la comunidad educativa, hacerlo sería la condición para ahondar una labor formativa que supere el salón de clase y toque las condciones de vida de nuestras sociedades.
Esta precariedad tiene expresión en el formalismo que hoy comportan los consejos estudiantiles y otras instancias de participación de estudiantes. Hay que estimular su constitución y existencia, pero también hay que garantizar su autonomía, actividad permanente y, con ello, su politización.
Al terminar de escribir esta nota, en una fase de la negociación que ha llevado a la delegación de Fecode a concentrarse durante varios días con el Ministerio del ramo, sin que éste ceda en sus política económicas y de otros órdenes; acompañada la delegación magisterial desde las calles por marchas y mítines por todo el país, una realidad brilla por su nitidez: El Magisterio colombiano no se rinde… ¡carajo!
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