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Setenta años de la Revolución China: pertenece al pueblo y no a los imperialistas

Setenta años de la Revolución China: pertenece al pueblo y no a los imperialistas

La prensa internacional y nacional no ha dejado de repicar: “70 años de régimen dictatorial”, “Del maoísmo al neocapitalismo”, “La larga sombra del dragón”, “70 años la historia de un modelo totalitario” y así, otros calificativos despectivos, hasta la saciedad, todo un repertorio de anticomunismo disfrazado de democracia. Pero si bien es verdad que los pueblos del mundo sufrieron dos derrotas profundas con las pérdidas de la URSS y China socialista, y del conjunto del campo socialista, no es verdad que no haya salidas para los pueblos en sus luchas contra los poderosos, y tampoco es cierto que no se puedan encontrar lecciones positivas respecto a lo sucedido. Para ello, un semblante de lo sucedido en China socialista.

El maoísmo considera que el principal aporte de Mao a la revolución fue la tesis de continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado, tesis relacionada al hecho histórico y político-ideológico de trascendencia de la restauración del capitalismo en la URSS en 1957, después del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (Pcus) y del golpe de Estado liderado por Jruscov.

Restauración del capitalismo que tenía varias explicaciones, según la posición ideológica desde donde se lea tal suceso: los maoístas sostienen la tesis anteriormente enunciada; los guevaristas, siguiendo las reflexiones del Che de 1964, ubicaban tal derrota en el momento de poner en marcha la Nueva Política Económica (NEP); otros marxistas consideraron que tal restauración capitalista había tomado forma en 1990 al desintegrarse la URSS, como sostienen los cubanos; por su parte los trotskistas sostienen que la URSS y China fueron desde siempre “Estados obreros burocratizados”. En fin, más allá de una u otra lectura de tal realidad, lo evidente es que hoy nadie niega el hecho de la restauración capitalista como categoría de análisis, como sucedía en las décadas del 70 y 80 del siglo pasado.

Mao vio con claridad cómo había degenerado el socialismo en Rusia, a diferencia de Stalin que se equivocó en el análisis del problema; y porque lo entendía lanzó la Gran Revolución Cultural Proletaria (Grcp), lucha que duró diez años intentando que China no cambiara de color, es decir, no terminara en lo que es hoy, lo que por supuesto muchos celebran pues al fin de cuentas “el capitalismo es la única solución”.

Lenin llamó la atención de que durante la construcción del socialismo se presentaban los peligros del burocratismo y llamó a que el pueblo se vinculara a la construcción de los organismos soviéticos: “el bajo nivel cultural hace que los soviets, que son por su programa órganos de gobierno a través de los trabajadores, actúan en la realidad como órganos de gobierno para los trabajadores, a través de la capa avanzada del proletariado, pero no a través de las masas laboriosas”.

Esta reflexión y llamado de atención la comprendió Mao no en el sentido de que los partidos no son necesarios, ni de la negación de las organizaciones de masas, sino en la necesidad de preguntarse si China podría llegar a esa condición de los rusos, de si en el seno de los partidos comunistas de los países socialistas habían personas más interesadas en sostener el regreso del país hacia el capitalismo que avanzar hacia el socialismo. Entre los que sostuvieron el camino capitalista resaltó Deng Xioping, dirigente del Partido Comunista Chino.
Estas cuestiones de la manera cómo debe avanzarse en el desarrollo de las relaciones de producción y de todo el modelo de organización social, tienen que ver con las condiciones concretas de cada país. Para el caso particular chino, este país pasó por una revolución de Nueva Democracia, de luchar contra el feudalismo, en contra del capitalismo burocrático, así como contra el imperialismo, proceso alargado durante 24 años de guerra revolucionaria –1924 hasta 1949–. El 1 de octubre de 1949, al llegar Mao a Pekín triunfador, dijo: “China se ha puesto en pie”.

Pero no todos los que participaron en la revolución democrática, incluso de manera consecuente, estaban interesados en dar el paso a la construcción del socialismo. Pensaban que pasar de un país atrasado, con feudalismo, a tomar formas burguesas y avanzar con el capitalismo era suficiente. Que lograr la independencia nacional, al derrotar a los imperialistas, así como a los terratenientes más atrasados, y que la economía fuese controlada por el Estado era suficiente. Esas posiciones incluían elementos psicológicos y emocionales: no querían más guerra, no querían más confrontaciones, mucho menos con países extranjeros, léase con los EE.UU. Y por eso claudicaron.

Desde 1949 y hasta 1976, año en que murió Mao, esa construcción del socialismo estuvo atravesada por la lucha con los que no querían una sociedad socialista, lucha que a su vez tuvo que ver con el debate de los dos modelos de construcción del socialismo, en el sentido de los que defendían el modelo soviético de construcción de la URSS y los maoístas, que a partir sobre todo de 1958, se lanzaron a construir con un modelo diferente que Mao llamó “Tomar la agricultura como base, desarrollar la industria ligera y la industria pesada como factor dirigente”.

Era una lucha dinámica que también llevó a Mao a concluir que el núcleo de la restauración anidaba en la superestructura ideológica, a la que consideró como una relación social y por lo tanto muy vinculada a las relaciones sociales de producción, de ahí que los administradores, ejecutivos, técnicos, etcétera, fueran considerados básicos para la construcción del socialismo, y con ellos había que actuar con todo énfasis pues podían torcer el camino.

Valoración de la superestructura ideológica que, siguiendo a Lenin, también lo llevó a valorar la fuerza de la costumbre, para volver al capitalismo

Como consecuencia de todo ello, Mao impulsó derrumbar barreras en sectores por lo general considerados sacrosantos, como la cultura, el arte, el periodismo, la ciencia, la educación y la filosofía.

Una lucha de contrarios en la cual las masas populares tenían derecho a participar en esas esferas de la sociedad y el conocimiento, en cuanto eran las dueñas de la nueva sociedad. Por eso dijo Mao “la revolución socialista en la esfera económica solamente (en lo que respecta a la propiedad de los medios de producción) no es suficiente, y, además no asegura la estabilidad”. Por lo tanto “debe producirse también la revolución socialista completa en las esferas políticas e ideológicas”.

Así como no es muy cierto que en los debates en la URSS de la década de 1920 no participaron las masas de trabajadores e intelectuales, tampoco lo es en el caso de la revolución cultural china donde millones de mujeres y hombres de todas las edades, dirigentes y no dirigentes, participaron de los debates en torno al rumbo qué debería tomar la sociedad.
Pese a ello, es verdad, los revolucionarios chinos fueron derrotados por los defensores del camino capitalista. Fueron derrotas que llevaron a muchos al escepticismo y la desmoralización, pero a otros, en cambio, los llevó al estudio, reflexión, y la búsqueda de caminos hacia una salida a las condiciones de explotación y opresión capitalistas. Y vale decir que el camino de la transformación de la sociedad es sinuoso pero el futuro es luminoso.

Información adicional

Autor/a: Pedro Miguel Tapia
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