Llegó el momento de que todas, todes y todos podamos degustar la palabra ajena, masticarla, rumiarla hasta hacer posible un gran entendimiento, un horizonte compartido de país, con igual libertad, democracia plena y paz completa.
Tiempos para reflexionar y dar rodeos
Quienes se dedican al filosofar, son para mí, una suerte de frutas humanas: es grato verles, provoca olfatear sus entresijos y complejidades, resulta maravilloso escucharles, asimilar sus pensamientos, degustar y digerir sus palabras. Y si me dejase llevar por algo de glotonería, hasta podría imaginarles con un sabor especial, como de melocotón (aunque entendería que otras personas les atribuyan sabor a guayaba, pera, manzana, banano, o quiwi, según su gusto).
Algo así nos pasó a quienes estudiamos el Seminario de Metafísica en la Facultad de Filosofía de la U. Javeriana en la década de los 90, bajo la dirección de Jaime Hoyos Vásquez S.J. (Q.E.D). Con maestría, nos conducía por las distintas traducciones por las cuales había transitado una palabra, por decir algo, la palabra amor: empezaba en el origen griego, pasaba al latín, al alemán, al inglés, al francés, hasta llegar al castellano. Nos mostraba la evolución y los distintos giros de sentido. De esta forma, comprendíamos el proceso mediante el cual se asentó o consensuó el significado vigente del vocablo.
Era un goce ver a este sacerdote prodigioso, juguetón a sus más de 70 años, esconderse en un armario o meterse debajo de la mesa para demostrarnos que “la nada que nadea, se oculta”. Bajo su hechizo, intentábamos seguir al “búho de Minerva que solo levanta el vuelo en el crepúsculo” (al decir de Hegel). Degustábamos cada gesto y palabra, como quien bebe el elixir mágico de la vida eterna, porque solo al alcanzar este estado de gracia del alma, lográbamos entender a Kant. En estas sesiones transitábamos desde el suspenso (los altos niveles de tensión producidos por la posible pena de fallarle al profesor) hasta culminar en el feliz desenlace: entender un párrafo de Kant! Y todo ese tiempo que invertía nuestro querido Jaime Hoyos, al parecer dando muchos rodeos, era una suerte de calistenia del espíritu para poder disponernos al oficio complejo del trabajo filosófico.
Ese “acariciar” cada concepto, tomarse tiempo para darle vueltas, permite ver las distintas tonalidades y significados, elegir un determinado camino para entender la realidad, el mundo, lo social e inclusive, lo personal. Siguiendo este mismo proceso, según sus ritualidades y saberes, alrededor de un fogón, en una olla comunitaria, a la orilla del río, o en una maloka, desde tiempos inmemoriales, palabrean los pueblos ancestrales, del Pacífico, del Cauca, de las profundidades de las selvas patrias y de otras latitudes. Combinar las preguntas que se construyen en la vida académica con las indagaciones y saberes del palabreo colectivo, hacer esos rodeos creativos, nos seguirá allanando el horizonte, el sentido, epistémico – fundamento de verdad– para el nuevo hacer, ser, soñar y sentir, para caminar hacia el gran cambio que necesita y está iniciando el país.
Tiempos para la ensoñación, escucha y el palabreo
Antes de que se nos impusiera el reclutamiento de menores y su posterior genocidio, quienes actualmente estamos en la adultez, tuvimos infancia, esto es, tiempo para el juego y la ensoñación, para volvernos seres reflexivos y pensantes. Pude, como tantas chiquillas y tantos chiquillos de esos tiempos ya lejanos, disfrutar ante la diversidad de colores en los charcos donde había caído una gota de petróleo o ante las gamas de luz que se proyectaban a través de las ventanas de mi casa, cuando el sol atravesaba una gota de agua.
Tiempos de goce que personas nacidas luego de los 90 o iniciando el siglo XXI ya no pudieron disfrutar. Sin que casi se notara, gran parte de las nuevas generaciones, perdieron su infancia por las múltiples violencias, quedaron atrapados en las lógicas belicistas de los militarismos de distintas estructuras legales e ilegales, criminales o insurgentes. Ahora son jóvenes del tik tok, del like, crecieron privadas y privados de educación y de las expresiones necesarias para nombrar sus penas y alegrías, sus esperanzas, para hacerse a una subjetividad polémica, para ingresar a los ámbitos de la cultura y del arte, de la ciencia, para ser plenamente humanas y humanos. La educación les ha fallado, porque ha caído a niveles irrisorios, empobrecedores, que les limitan las capacidades fundamentales para vivir dignamente sus vidas.
En esta nueva Colombia, la que empieza ya a gobernar Petro y Francia, necesitamos transformar tantas formas de empobrecimiento, especialmente, el autoritarismo que ha impreso en el alma nacional estos 200 años de exclusión, represión y belicismo, visible ahora en las relaciones familiares, laborales, en la interacción comunitaria. Por ejemplo, en algunos ámbitos académicos, en las dinámicas de la planeación participativa local departamental y nacional, -nicho favorito de quienes buscan hacer más democráticas las decisiones sobre los planes de desarrollo –se usan métodos y lenguajes tecnocráticos, inmediatistas–. Más que acuerdos y consensos, se busca la toma rápida y eficiente de decisiones, con afán, sin consentir ni animar al palabreo, sin dar lugar al debate de las ideas. Rápidamente se desechan discursos, aparentemente desordenados, que podría ser las intuiciones cognitivas de quienes quizás están empezando a desarrollar una idea y aún no logran expresarla con brevedad, como le ocurre casi siempre a las poblaciones con menos recursos discursivos y argumentativos, o que no alcanzan a traducirlas a las estrategias discursivas hegemónicas.
En la Colombia dolida y fracturada del presente, necesitamos propiciar la escucha, construir un ritmo compartido, ese entendimiento que logra una pareja o un grupo o un país cuando decide danzar con armonía. Claro que necesitamos caminos certeros, técnicas, proyectos y metodologías para pactar el cambio económico, político, emocional, sexual y cultural que requiere el país. Y empezamos a andar ya por muy buen camino, porque la propuesta del Pacto Histórico recoge muchas de las iniciativas presentadas por las y los subalternos, desde los inicios de nuestra vida republicana –como sabe quién haya querido oír y entender la historia de las y los “plebeyos” del país–. En esta nueva melodía nacional, resuenan con toda claridad los puntos centrales del Pliego de Emergencia presentado por el Comité Nacional de Paro en el 2021, en especial, el punto No. 5 del Pliego, para proteger a las mujeres, las etnias y diversidades sexuales en materia económica y frente a todas las violencias y al feminicidio, incrementado durante la pandemia producida por el Sars-CoV-2.
Prácticas que nos van conduciendo al vivir sabroso
“Para aligerar, para descartar, para analizar y considerar solo me hace falta que estés aquí, con tus ojos claros” cantaba en el siglo pasado Víctor Heredia. Y siguiendo su “Sonata de amor y vida”, toda clase de organizaciones movimientos y sectores alternativos en las últimas cinco décadas en el país hemos estado en el conversar, discernir, acordar, concordar, discrepar.
En una síntesis, un poco arbitraria, podríamos señalar como grandes hitos de esta gran conversa discontinua, el acuerdo colectivo de los años 70 que permitió realizar el Paro cívico del 77. Luego, en décadas de desencuentros y acercamientos parciales, de luchas rurales y estudiantiles, protagonizadas por las y los asalariados, por personas desempleadas, por las víctimas del despojo de vivienda realizado por las hipotecas bancarias, por transportistas y taxistas, por población Lgbtiq+, por un sinfín de organizaciones, grupos y colectivas de mujeres, nos hemos movido bajo el mismo libreto de lucha contra los abusos del Estado, la pobreza y la desigualdad y para alcanzar la paz. Así fue como construimos los diálogos que culminaron en acuerdos entre el gobierno y las insurgencias y también hicimos posible el gran giro hacia la democracia que fue la elección de la Asamblea Nacional Constituyente de 1990. Entre muchas colectivas y organizaciones, inclusive algunas que nos autonombrábamos como sin pertenencia organizativa, escribimos la Constitución Política de Las mujeres, y logramos incluir cuatro artículos fundamentales en la Constitución que hoy nos rige.
Posteriormente se avanzó hacia el Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, firmado entre las Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos en el 2016. De ahí en adelante, se acumularon muchas demandas y conversas, sueños y luchas, con los cuales fue posible paralizar, por más de 60 días, al país más desigual e injusto del planeta, en el año 2021. Se abrió así el camino para la victoria electoral del Pacto Histórico, la primera coalición electoral que resulta triunfante, siendo contraria a los intereses de las élites que han gobernado el país desde el movimiento juntista del 20 de Julio de 1810.
Como parte de esa gran oleada de insurgencia plebeya, las feministas emancipatorias, en estos últimos cuarenta años hemos persistido e insistido en la melodía de la Justicia y la Igualdad. Sabemos, sin embargo, que a toda la sociedad no le “suenan” bien los enfoques de derechos, oportunidades, realizaciones, de florecimiento de las capacidades humanas implícitos en estos dos conceptos: de ahí la necesidad del “palabreo” con quienes ni siquiera se dan cuenta que tienen privilegios, que son racistas y clasistas, como le ocurrió a Claudia Palacios de CMI en la entrevista del 21 de junio con la Vicepresidenta electa Francia Márquez. La forma como Francia respondió a varias preguntas provocadoras y a la última, la más humillante, nos enseña a todas y todos como vamos a lograr que “la dignidad se vuelva costumbre”.
Anteponer el cuidado de la vida a cualquier otro interés, hacer que le “suene bien” a más de 49 millones compatriotas, nos permitirá atravesar las barreras del miedo y la desesperanza, del odio aporafóbico (odio a la gente pobre), patriarcal y racista, para inundar al país con miles de colores, de sabores, esperanzas y proyectos, algunos ya puestos en marcha, otros por intentar. Desde el próximo 7 de agosto empezaremos la construcción de una melodía, un ritmo, para que muchas personas podamos danzar sabroso, no el baile de los que sobran sino el de quienes ahora por fin importamos, el baile de quienes ahora nos erigimos en sujetas y sujetos de la historia, para refundar al país en medio de un gran carnaval de la vida digna.
Grandes y complejos son los obstáculos a superar. La gente engañada por medios de comunicación tendenciosos, vio que las y los “nadies” no salimos a quitarles sus carros, sus casas, sus empresas como profetizaban algunas y algunos periodistas. Lenta y persuasivamente, estamos logrando que muchas familias y vecindarios nos reencontremos para conversar, con serenidad y respeto. Las feministas emancipatorias continuaremos agregando nuestras propuestas, nuestros logros, la política de la presencia y de la escucha atenta y amable en especial para avanzar en el uso público de la razón (Kant). Agregaremos esa nota de color-sabor-saber que es nuestro ideario emancipatorio, nuestra convicción y esfuerzo por avanzar en el palabreo, como seres de igual valor, de igual potencia, que nos merecemos la misma calidad de escucha.
Llegó el momento de que todas, todes y todos podamos degustar la palabra ajena, masticarla, rumiarla hasta hacer posible un gran entendimiento, un horizonte compartido de país, con igual libertad, democracia plena y paz completa. Son tiempos de laboriosa, amable y lúcida escucha, tiempos de solidaridad y tolerancia, tiempos de disfrutarnos y encontrarnos con la común humanidad de las, les y los otros, tiempos de cambiar la prisa por la sonrisa, el afán tecnocrático por la construcción pausada como aspectos fundamentales del gran cambio.
En el país están pasando cosas sorprendentes: el triunfo del Pacto Histórico luego de 200 años de control de las élites y, luego de 60 años, el viernes 24 de junio, cae nieve sobre el hermoso Páramo de Sumapaz en el sector de la Laguna de Chisacá, donde nace el río Tunjuelo. El planeta nos envía señales promisorias! Y aún también llegan señales de esperanza, desde el Informe Final que entregó este el martes 28 la Comisión de la Verdad ” Hay futuro si hay verdad “, fundamental en el logro de la tan anhelada Paz Grande!
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