Sólo quedó el cascarón

La mayoría de los comentaristas concluye que fue un error del presidente Petro el haber ordenado la transmisión en directo, por televisión, del Consejo de Ministros del día 4 de febrero, principalmente porque se le habría salido de las manos permitiendo poner en evidencia una grave fractura en su equipo de gobierno. Entre ellos se puede incluir hasta los del Pacto Histórico que llaman a exaltar, ante todo, este ejercicio sin precedentes de “transparencia democrática”, olvidando lo sucedido como algo secundario. ¡Un sainete!: exclaman otros. Sin embargo, lo acontecido no puede considerarse de segundo orden. Lo que ocurre en el escenario político no es la realidad de la disputa de poder en la sociedad, pero tampoco un simple reflejo que pudiera subestimarse; forma parte del arsenal de dicha disputa, tiene un contenido material y unos efectos concretos. El ya famoso Consejo de Ministros, por ejemplo, inaugura un nuevo período político. Lo más grave, en este caso, está en que la descripción que se hace, o mejor, el diagnóstico, es completamente equivocado.

El punto de partida

No hubo aquí ningún error sino una acción deliberada en ejercicio de la política presidencial. La pequeña historia es sencilla y no cuesta trabajo reconstruirla. La defensa a ultranza de Armando Benedetti y su antigua protegida Laura Sarabia, no fue, como creen algunos, un efecto colateral de algo que hubiera salido a la luz en este programado “reality”, sino la motivación principal de la jugada, por cierto muy común en la política tradicional. Esta defensa era una tarea difícil, dados los antecedentes del primero y la insignificancia (favoritismo, aparte) de la segunda, y sin embargo indispensable; la resistencia frente a este personaje venía desde tiempo atrás, casi desde el comienzo de la campaña electoral, y se había concretado luego del bochornoso episodio de los escatológicos audios; su nombramiento como Jefe del Despacho, sin ninguna muestra de consideración por la militancia del Pacto Histórico, era ya la gota que rebasaba la copa. Algunos de los Ministros y otros funcionarios ya habían manifestado su descontento en noviembre del año pasado y se aprestaban a reiterarlo precisamente en un Consejo de Ministros en la primera oportunidad que se presentara. ¡Había, entonces, que tomar el toro por los cuernos!

El Consejo se había propuesto para discutir, como era obvio, sobre la situación del Catatumbo, la declaratoria de la Conmoción Interior y la aplicación de los decretos que la desarrollan, en cuya elaboración habían participado algunos de los Ministros. Una sesión de trabajo del gabinete, sobre éste y otros temas, a la que no asistió el Presidente, se realizó el lunes. Finalmente se convocó para el martes al final de la tarde, de manera apresurada y con algunas “innovaciones”: se descartaba el tema del Catatumbo y se destinaba, en cambio, a un ejercicio de evaluación y rendición de cuentas por parte de los Ministros. Y lo más importante: se haría público a través de la televisión, a nivel nacional y con encadenamiento obligatorio de los canales privados.

Provisto de un documento, elaborado justamente en la oficina de la Jefatura del Despacho, en el que se mostraban “índices de cumplimiento” a partir de las promesas (¿195?) en los “encuentros con el pueblo”, Petro encaró, de manera autoritaria (¡el padre que castiga!) a sus Ministros, señalándole a cada uno sus “incumplimientos”. El estilo, aparentemente descomplicado, y hasta festivo, no alcanzaba a ocultar su despotismo y por ello se convertía en burla. Sus interlocutores que, bueno es subrayarlo, ignoraban el contenido del documento, apenas lograron balbucear una improvisada defensa, en medio de la pública humillación. Obsérvese que la evaluación no versaba sobre el “Plan de Desarrollo” ni sobre las políticas y programas sectoriales, sino sobre esos remedos de “consejos comunitarios” en donde el primer mandatario ofrece desde el puente, el camino vecinal, el acueducto comunitario, hasta la conexión vial entre el Pacífico y el Caribe o la Paz en el Cauca. Por supuesto, no era fácil en esas condiciones, reaccionar oportunamente ante semejante despropósito. Tan sólo la Ministra de Justicia se atrevió a poner en duda la metodología de la “medición” y sugirió que mejor sería, por ejemplo, evaluar la política de “Paz Total” que bien merecía un replanteamiento.

Se había logrado el cometido. Completamente debilitados, arrinconados, y habiendo perdido toda autoridad, los críticos, mal llamados rebeldes, se vieron obligados a expresar en público su descontento, a lo cual, por lo demás, los empujaba el propio Presidente. –Como se dice en el lenguaje popular: se trataba de estallarles el explosivo en la mano–. Algunas, como la Vicepresidenta y la ministra Susana Muhamad, se atrevieron, claramente y en voz alta, a poner el dedo en la llaga: los personajes cuestionados, en realidad no tienen que ver, para nada, con el proyecto político del cambio; además, Benedetti, acusado de maltratador de mujeres, es el típico representante del machismo que se dice combatir. Otros, tímidamente, se limitaron a expresar su acuerdo con la denuncia expresada por ellas; la mayoría prefirieron guardar silencio; algunos de ellos, después, con su renuncia irrevocable, fijaron su posición.

Quemando las naves

Quedaba así conjurado el peligro. No sólo se dejaba sentado “quién manda aquí”, sino que se habían consolidado las figuras cuestionadas. La inquietud salta a la vista: ¿Por qué Gustavo Petro se jugaba el todo por el todo en defensa de estos personajes? Es altamente significativo que la primera argumentación que intentó, en ese caso para explicar los incumplimientos de los funcionarios, fue la existencia en muchos de ellos de “agendas paralelas”, puramente personales, debidas al egoísmo y a oscuras aspiraciones, seguramente electorales; acusación enteramente injusta, sobre todo refiriéndose a personas claramente comprometidas con el proyecto y reconocidamente leales con Petro. Al parecer, todo valía si se trataba de llevar adelante su jugada maestra.

Ya en la defensa de Benedetti, incursiona en el campo de los imaginarios de la “izquierda” a la cual, por cierto, se enorgullece de no pertenecer. Es necesario, dice, evitar el sectarismo que tanto daño ha hecho a la izquierda: “nadie es puro”, todos nos equivocamos, nadie está libre de pecado. Si no, exclama en tono lapidario, ¡terminamos fusilando a nuestros propios compañeros! En la misma línea ataca al feminismo, sólo para concluir que es preciso dar “una segunda oportunidad”. ¡Escandaloso! por decir lo menos: Benedetti es el “compañero” que hay que saber entender, mientras que el título y la consideración se le escatima, por ejemplo, a los Ministros de Minas y de Educación, culpables de inaceptable incumplimiento, con quienes se dio el lujo de trapear el piso. O sea, pura sofistería barata, muy común en los partidos formados en el stalinismo, e indigna de alguien que ha mostrado, en muchas ocasiones, ilustración y profundidad. Al final, seguramente ya envanecido y henchido con su éxito, llega al colmo de identificar a Benedetti con Bateman, fundador y primer comandante del M-19, lo que en otro tiempo hubiera sido una ofensa.

Sacrifica entonces no sólo la estimación de sus colaboradores inmediatos sino de una parte de la bancada de congresistas del Pacto Histórico y de la militancia progresista, particularmente aquellos que provienen del M-19. Claro está que hay fanáticos, de aquellos para quienes si lo dice o lo hace su caudillo, por definición está bien –otra cosa es ponerse del lado de la derecha– y ya se han apresurado a exaltar su genialidad y a despotricar de los Ministros. Pero no son muchos. La actitud más generalizada parece ser la de la mayoría de los propios ministros y altos funcionarios descontentos –hasta ahora– que han decidido agachar la cabeza y permanecer en su cargo, supuestamente para salvar el proyecto del cambio. Eso si el Presidente los confirma, pues él mismo les exigió una renuncia protocolaria, restándole significación a las renuncias irrevocables que ya se presentaron y fuerza a las que pudieran presentarse.

Pone en riesgo además el apoyo de la llamada izquierda. No es, sin embargo, probable, pues ella está acostumbrada, desde la Guerra Fría, a razonar en términos de conveniencias, según el “enemigo principal”, para identificar aliados. Hasta ahora ha preferido callar frente a lo que ha estado en juego, es decir, la apuesta por Benedetti y lo que representa. Por ejemplo, en reciente Declaración (7 de febrero) el Partido Comunista se limita a reiterar su “respaldo al Presidente Petro” y al mismo tiempo “al equipo ministerial que lo acompaña”. –Sin mencionar para nada el famoso Consejo Ministerial, después de advertir que “el macartismo hacia la izquierda no es un buen consejero”, desliza, a manera de indirecta, una suave amonestación: “Los obstáculos interpuestos por la derecha […] no son una excusa frente a las fallas, limitaciones y negligencias que autocríticamente debemos reconocer y corregir”. Otro tanto puede esperarse del Polo, a menos que estalle una vez más su heterogeneidad. Lo más importante en esta dirección, sin embargo, será la actitud del activismo popular, rural y urbano, del suroccidente del país.

El sacrificio mayor, de todas maneras, es el del sector que fue decisivo en su llegada a la presidencia y fundamental para que se haya mantenido la significativa aprobación del gobierno. En primer lugar el feminismo. Y luego, aquel conjunto social que se compone, principal aunque no exclusivamente, de jóvenes de clase media y que reúne las llamadas “nuevas sensibilidades”: ambientalistas, veganos, animalistas, pacifistas, de diversidad sexual, etcétera que, constituyéndose en grupos “de identidad”, suelen presentarse como los “nuevos movimientos sociales”. Es el sector que mejor puede caracterizar y definir este gobierno, en la medida en que retrata su imagen de “cambio”; mucho más que el énfasis en el reformismo económico, a la manera del resto de los gobiernos progresistas de Latinoamérica, y que nunca tuvo, o que la Paz, tan proclamada como extraviada.

Es por eso que bien podemos afirmar que este gobierno ha comenzado su mutación. En adelante se concentrará en garantizar su continuidad por la vía electoral, así sea al precio de desnaturalizarse. Un interrogante tiene que ver con la actitud que habrán de tomar ahora los pueblos indígenas y afrodescendientes. Quedará de todas maneras la patética admonición de Francia Márquez quien permanecerá siempre como el símbolo de que “otro gobierno es posible”.

Un bonapartismo ilusorio

Como se dijo, los cruces de espadas en el escenario político no agotan la realidad de la disputa de poder pero nos llevan a la comprensión de su naturaleza. Se trata del final anticipado del “gobierno del cambio” y con él, la consumación de una etapa de crisis política que había comenzado alrededor de 2016. La firma del Acuerdo de Paz con las Farc había abierto simultáneamente un período de inestabilidad dentro del bloque de poder; diversas contradicciones que se complementaban con una pérdida de su hegemonía sobre el conjunto del pueblo-nación. En pocas palabras: luego de un prolongado e indiscutible señorío por parte de la fracción narco-para-terrateniente, ninguna otra fracción de las clases dominantes se mostraba capaz de asumir el relevo político, pese a que en el plano económico era evidente el papel determinante del capital financiero. Al mismo tiempo, en el conjunto de los sectores populares crecía el descontento, especialmente en la juventud sin futuro de las barriadas urbanas y de la periferia rural. Toma fuerza una tendencia de levantamiento popular una de cuyas manifestaciones, la más significativa, fue la de 2021, denominada “estallido social” por los politólogos.

Fue esta crisis la que posibilitó que el escenario electoral adquiriera una significación que nunca antes había tenido en Colombia. Así, en el 2018 como en el 2022. En la primera ocasión, para evitar un riesgo de cambio, se impuso un títere que no hizo más que profundizar la crisis; en la segunda, buscando evitar un riesgo de colapso, logra colarse un líder que promete el cambio. Era de esperarse un nuevo arreglo de las variables sociales y políticas que recuperara la estabilidad mediante un reformismo. Pero la crisis nunca se resolvió, en la medida en que las simples cifras electorales no estaban representando el surgimiento de un histórico nuevo bloque social sino, tan sólo, una necesidad y una aspiración. Es por ello que no podía hablarse de una situación de equilibrio que hubiera dado lugar a una suerte de Bonapartismo con su típico reforzamiento de la autonomía estatal. Desde luego, es lo que le hubiera gustado a Petro; pero la burguesía, en su conjunto, no estaba dispuesta ni veía la necesidad de hacer concesiones. La crisis se prolongó entonces en la forma de una crónica inestablilidad, caracterizada por una inagotable pugna jurídica. El sabotaje económico se volvió moneda corriente. Entre tanto, la economía avanzaba a los trompicones y el aparato de Estado, chantajeado por la enorme deuda pública, se deshacía ante la falta de financiación.

Otra solución de la crisis es posible

La alianza con otras opciones parece sellada y al abrigo de las críticas. La renuncia del Ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, no representa una ruptura; por el contrario, siendo un posible candidato de las corrientes liberales “centristas” puede convertirse en el comodín de un futuro arreglo sociopolítico y a eso aspira. Pero el personaje es hasta cierto punto lo de menos, lo cierto es que este gobierno, una vez reestructurado el gabinete y ya consolidado el binomio Petro-Benedetti, se propone convertirse, desde ahora, en la cuota inicial de la nueva conformación política.

Es curioso, casi todo el mundo está de acuerdo en que Benedetti es un gran “operador político”. Lo que no se precisa es si su capacidad –que según se dice fue lo que puso al servicio de la campaña de Petro– se deriva de una cauda electoral propia o de su habilidad como “recaudador de fondos”. Todo parece indicar que es lo segundo. Sea como sea, queda resuelto el enigma: no son pocos en el Pacto Histórico que, haciendo gala de realismo político, traen a cuento la sabiduría de Deng Siao Ping: “Qué importa que el gato sea blanco o sea negro, lo que importa es que cace ratones”.

Se dice que es este Fouché costeño el que puede garantizar que ahora sí pasen en el Congreso las aplazadas reformas. No es seguro; en cambio sí puede pavimentar el camino de la reconstrucción de las relaciones con los clanes políticos regionales, ya iniciada con la reforma del Sistema General de Participación. Se aspira a una alianza con los partidos del establecimiento, salvo, naturalmente, el Centro Democrático y Cambio Radical. En todo caso, el objetivo de Petro y su renovado equipo será garantizar una “coexistencia pacífica” con todos ellos en el camino hacia las elecciones de 2026. Entre tanto, lo que se puede hacer es acelerar la ejecución de los proyectos pendientes y de los compromisos adquiridos, especialmente los de la política social. En verdad no es eso lo que levanta la mayor oposición, sobre todo si median los ya iniciados acuerdos con los empresarios nacionales y extranjeros.

Como se ve, va en el camino de una redefinición del “cambio”. Un nuevo contenido para el inasible Acuerdo Nacional que esta vez tendría otra dirección de clase. Existe una condición de posibilidad: sería una forma, dentro de la democracia representativa, para la solución de la crisis en el bloque de poder. Con un ingrediente que siempre le ha faltado: la reconquista del consentimiento por parte de los sectores populares. El Pacto Histórico le proporciona, por lo menos a nivel ideológico, un puente. Porque existe un argumento contundente: hay que evitar que se nos imponga, como en otros países, la ultraderecha. Quiere decir que, a cambio, la burguesía estaría dispuesta a sacrificar definitivamente el Uribismo. El progresismo, por su parte, abandonaría las necias disquisiciones de principios y las majaderías de la pureza.

Es la oferta para el 2026. Se desconoce por ahora la coalición precisa que la encarnará. Vamos por el “cambio”, no el que se sueña sino el posible. Aquí cabe recordar el viejo refrán español: “Es lo que hay: ¡lentejas! Las tomas o las dejas”.

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Información adicional

El gobierno del cambio
Autor/a: Héctor-León Moncayo S.
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo N°321, 20 de febrero - 20 de marzo de 2025

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