Dos cosas quedaron en evidencia con el terremoto político del Paro que vivió en Colombia entre el 19 de agosto y el 6 de septiembre: la primera, que una porción del pueblo colombiano se come, literalmente hablando, a la mayoría empobrecida del pueblo. Nombremos técnicamente las cosas: el paro nos mostró una vez más de qué forma y con qué dimensiones, un “poder hegemónico” que representa a una “burguesía hegemónica” exprime “pueblo históricamente oprimido”; y la más importante para nosotros, que el país popular, en grande, convocado por el país agrario, prendió sus motores de resistencia política.
Para mantener ese perverso ordenamiento del mundo, el poder hegemónico tiene como sostén cuatro omnipotentes soportes: los medios de comunicación que, mintiendo y manipulando la información y la lectura de los hechos, emboban al pueblo y ablandan su unidad y sus luchas; el aparato de represión armada del estado que afina su puntería y refina sus armas contra el pueblo, cuando éste se junta y alza su en grito, en paro, en marcha y en rebelión; las religiones formales con sus bobaliconas promesas de paraísos a ultranza y la predicación de hipotéticas furias de dioses falaces; y la escuela domesticadora que prohíbe para sí mismo y prohíbe las lecturas críticas de la historia y de los hechos.
Cuando Jesús, en el llamado Sermón del monte1, anunció las bienaventuranzas, puso toda su fuerza en dos momentos claves: la bendición a los pobres y la maldición a los ricos. Bendijo a los pobres porque les pertenecen las luchas y la esperanza que en ellas alcanzan su dinámica porque suyo es el reino. Maldijo a los ricos, en cambio, porque están hartos a fuerza de arrebatar y gozar los bienes que pertenecen al pueblo empobrecido; les anuncia que van a llorar y a dar alaridos cuando el plan de Dios –el plan de los pobres– se cumpla y sus arcas queden vacías porque tendrán aflicción y llanto.
El Evangelio subversivo
A la teología que ha tomado estos textos y muchos otros de los profetas del Antiguo Testamento, y con ellos ha hecho una reflexión desde el que podríamos llamar el quehacer esperanzado de los oprimidos, los centros de poder la han maldecido y han tratado de prohibirla y de desintegrarla.
La iglesia de Roma fue particularmente brutal y beligerante contra esta corriente que conocemos como teología de la liberación2, la dupla Wojtyla-Ratzinger en los últimos 30 años (Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI). La acusación que le endilgaron de mayor gravedad, fue la de ser una teología idiota útil al servicio del marxismo científico y del comunismo internacional, y servida por ambos a la vez.
Si tenemos en cuenta algo tan simple como la definición que el Diccionario de la Lengua Española de la RAE aporta sobre subvertir (trastornar, revolver, destruir), encontramos que el Evangelio, mil novecientos años antes de Karl Marx, ya habló en lenguaje típica y lingüísticamente subversivo. Cuando María supo que también su prima Isabel esperaba un bebé que, al igual que el suyo, se anunciaba como un liderazgo esperanzador (mesiánico) para el pueblo oprimido, celebró en voz alta con un viejo cántico bíblico: …Dios va a desplegar la fuerza de su brazo para dispersar a los soberbios, para derribar a los poderosos, para despedir vacíos a los ricos, para levantar de la postración a los humillados3. Todo indica que Jesús bebió gustoso de esa leche subversiva de su madre; en efecto, cuando estuvo listo para empezar su ministerio por la Palestina de su tiempo, concretamente en Galilea, treinta años después, entró un sábado en la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde creció, y anunció su ministerio: Dios me escogió para anunciar buenas noticias a los pobres, para proclamar la liberación de los oprimidos4. Jesús fue siempre consciente del corazón de piedra de los ricos, porque sólo piensan en acaparar, jamás en compartir. Y por eso los fustigó. Y los maldijo.
La religión de Jesús
Aunque la historia de Jesús esté inserta en las tradiciones judaicas, él nunca perteneció a una religión formal. Y, al revés de como predican y se cree sin fundamento alguno, Jesús no fundó religión alguna. Al revés, sintiendo que las religiones de su tiempo se habían prostituido y que esa prostitución se veía en su capacidad de silenciarse ante el oprobio de los ricos y de aliarse con ellos a cambio de sus limosnas, Jesús se sumó a la denuncia que los profetas habían hecho contra la “falsa religión” que tolera la injusticia, que tiene centro en los ritos y las plegarias, en los ayunos y el boato de los templos. Si algo re-ligó a Jesús con creyentes y activistas políticos, con comunidades y colectivos de su tiempo, fue la lucha por otro mundo urgente y posible; y la certeza de que el advenimiento de ese mundo implicaba el derribamiento, el “trastorno”, la “destrucción” del mundo de los ricos. Por eso, con todo el fuego de su palabra y con toda la unción de su espiritualidad, maldijo a los ricos y en esa maldición quedaron incluidas sus estrategias de acumulación y de poder, de daño y muerte.
La religión de los primeros creyentes
Herederos de ese espíritu bíblico-profético que se hizo carne en Jesús, los animadores de las comunidades cristianas de los tres primeros siglos asumieron sintonía con la teología de la maldición de los ricos y la bendición de los pobres. Citemos a algunos: Dice san Basilio: “El que despoja a un hombre de su vestimenta es un ladrón. El que no viste la desnudez del indigente cuando puede hacerlo ¿merecerá otro nombre? El pan que guardas pertenece al hambriento. Al desnudo, el abrigo que escondes en tus cofres. Al descalzo, el zapato que se pudre en tu casa. Al mísero, la plata que escondes”5. San Ambrosio: “No es tu bien el que distribuyes al pobre. Le devuelves parte de lo que le pertenece porque usurpas para ti sólo lo que fue dado a todos, para el uso de todos. La tierra a todos pertenece, no sólo a los ricos”6. San Agustín: “lo que se da al pobre es una deuda en nombre de la justicia. La intención primera de Dios fue destinar todo a todos”. San Juan Crisóstomo afirma: “Dios nunca hizo a unos ricos y a otros pobres. Dio la misma tierra para todos. La tierra toda es del Señor y los frutos de la tierra deben ser comunes a todos”.
Jesús en paro
Al pueblo colombiano, creyente o no, víctima sí, todo él, de un sistema de oprobio y muerte, de negación y de expoliación, en pie de paro y protesta, de organización y lucha, de rebeldía e insubordinación, el espíritu de Jesús le acompaña y sus palabras lo alientan en el largo y difícil camino que queda todavía. Invita a no mirar ni lo luchado ni las muchas contradicciones, sino las conquistas que están por venir: “mira el horizonte; veo señales en el cielo que anuncian tormenta; ten los ojos abiertos y verás; ten los oídos atentos y oirás”, dijo Jesús.
La Estrella, Antioquia, octubre 10 de 2013
* Los autores de “Otro Dios es posible 100 entrevistas con Jesucristo en su segunda venida a la tierra” son los hermanos María y José Ignacio López Vigil, que creen en el mensaje de Jesús de Nazaret y que son conocidos en toda América Latina y en otros países del mundo, por su anterior producción radiofónica Un tal Jesús. “Otro dios es posible” es una producción del año 2008, está disponible en texto y en grabación para radio y puede encontrarse en www.emisoraslatinas.net La entrevista 26 titula “Benditos los pobres” y la 27, “¿Malditos los ricos?”.
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1 Ver: Lucas 6, 20-26
2 Recomiendo para quienes inician la lectura de estos temas el libro de Gustavo Gutiérrez
3 Ver: Lucas 1, 46-55
4 Ver: Lucas 4, 14-19
5 San Basilio: Homilía contra la riqueza.
6 San Ambrosio: Homilía “Naboth el pobre”
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