
Un debate necesario, urgente: que entre todos los sectores sociales y políticos que proyectan un porvenir diferente para la sociedad que somos, asuman el debate de el qué, cómo, con quiénes, del país por construir.
Invitación a tal debate, reposa en la invitación a participar en el Foro: La reconstrucción social y sus sujetos, ¿unidad de la izquierda?, que el 20-21 de noviembre toma cuerpo en Bogotá.
En el marco de su preparación en Bogotá y Cali se efectuaron sendos pre-foros. A continuación una de las intervenciones presentadas en la sesión capitalina.
Al leer la convocatoria del Foro del 20 y 21 de noviembre, encontramos que se habla de la reconstrucción social y sus sujetos y enseguida de la unidad de la izquierda, por lo cual, al preguntarnos por los movimientos sociales y sus articulaciones, uno tendría que entender que los organizadores tienen en mente la posibilidad de que a partir de la articulación de esos movimientos se construya una propuesta política que los lleve a ser gobierno y a ser poder en Colombia.
Tengo una inquietud al respecto: esto supone que existen los movimientos sociales, pero yo creo que el supuesto no es tan evidente. Ese será mi punto de partida. Y algo más: lo que acabamos de escuchar a propósito de Bogotá nos ilustra sobre un aspecto muy particular de la realidad colombiana que también debemos tener en cuenta ahora: la distancia entre lo rural y lo urbano.
Desde un punto de vista meramente estadístico, uno se haría la pregunta: ¿Cuántas personas movilizan eso que acostumbramos llamar “movimientos sociales”? Evidentemente, si acaso suman centenares de miles, pero este es un país en el cual, para no aludir a que somos 47 millones de habitantes, digamos que la población económicamente activa estaría entre 20 y 25 millones de habitantes. Entonces, debemos reconocer que, desde ese punto de vista cuantitativo, eso es muy poco. Ustedes me dirían que, desde de una mirada sociológica, eso está mal planteado porque la dinámica de los movimientos sociales no es importante por lo cuantitativo sino por lo cualitativo y por la capacidad que tienen de introducir en el conjunto social una dinámica de transformación. Correcto, hay que admitir que se han ganado una presencia, incluso en el imaginario nacional. Pero ¿Y el resto de la población? En cuanto a la capacidad de inducir transformaciones, la cosa no es tan clara. Eso nos lleva al tema de la política.
Cuando pienso en la relación entre movimientos sociales y la política, inevitablemente, en Colombia, tengo que asomarme, desafortunadamente, al fenómeno electoral. Colombia, a pesar de las cosas que se han querido ver después de la Constitución del 91, sigue siendo una democracia representativa, por no decir “delegativa”. Y cuando uno mira los resultados electorales resulta que Santos ganó con 8 millones de votos y el siguiente llegó a 3.5 ó 4. En cambio, la vez que un movimiento político progresista (en el sentido amplio de la palabra), tuvo sus mejores resultados (con Carlos Gaviria) apenas llegó a 2 millones 600 mil. Los datos electorales, entonces, también nos dejan muchas dudas. Y es como pasar de los movimientos sociales a lo político; en los datos electorales como que se ve ese “resto” de la población. Curiosamente nosotros siempre hablamos mal de las encuestas. Como se sabe, le dan a Uribe un porcentaje altísimo de popularidad, casi 80%; a Clara le dan alrededor del 20% y más o menos lo mismo a Navarro. Decimos entonces que son amañadas. Sin embargo, los resultados electorales se parecen mucho a las encuestas; eso es lo que a uno lo deja, como diría un bogotano, “rabón”. La “rabonería” consiste en que, desde hace años, hablamos mal de las encuestas y luego miramos los resultados electorales y tenemos que reconocer que la encuesta tenía razón.
En términos políticos no ve uno tampoco grandes masas acaudilladas por los movimientos sociales y ahí es donde cabe la reflexión inicial: la brecha entre lo rural y lo urbano. Si uno mira los movimientos sociales en Colombia y en el continente, los movimientos sociales fundamentales tienen base territorial. En cierta forma, rural. Además, como todo movimiento social están circunscritos a unos objetivos muy particulares y suelen ser episódicos, es decir, tienen problemas para garantizar continuidad. El gran paro nacional agrario y popular que acaba de verificarse, y que con mucha razón algunos decimos: en realidad fue más importante que el mítico paro cívico nacional del 77, ese paro agrario nacional fue ante todo una movilización que resultó de la composición y la confluencia de numerosos movimientos locales, no solo de los campesinos, que por definición están relacionados con la tierra y la producción agropecuaria, sino también de los movimientos más significativos de los últimos años originados en la resistencia en contra de los megaproyectos: la minería, las hidroeléctricas, etc.,
Aquí hay que mencionar otro movimiento muy importante que es el de los pueblos indígenas, particularmente los del Cauca, que en realidad no participaron sino muy marginalmente en el paro nacional agrario, pero, en cambio, recuperando la consigna de la minga, recientemente hicieron otra movilización, propia, exclusiva. El movimiento indígena, cuya reivindicación fundamental es territorio y autonomía en el territorio, también podría definirse como un movimiento territorial y hasta local, aunque es más político en el sentido de que reclama un estatus de ejercicio de soberanía propia dentro del conjunto de la nación colombiana. Es decir, reclamarían una configuración política plurinacional como la que se planteó en la constitución boliviana. En ese sentido sería el movimiento más político de todos, con la particularidad de que es político porque, se asumen como poder y reclaman una definición política para sí mismos como si fueran un proyecto de Estado. Pero no dialogan con el conjunto de movimiento popular. Y ese déficit no lo resuelve que se añadan diez mil apelativos (todos lo hacen, especialmente en el contexto del Congreso de los Pueblos), “Minga, indígena, social, popular, comunitaria”. Con buena intención le pueden agregar a lo indígena 10 adjetivos pero nunca superarán la reducción del movimiento indígena a lo indígena.
Lo urbano parecería ser el escenario de lo sectorial y económico (no territorial), y de la continuidad de los movimientos sociales estructurados; sin embargo, de todos ellos sólo queda el movimiento sindical, como organización permanente y como movimiento que garantiza continuidad. Pero, la organización sindical está reducida a su mínima expresión, la tasa de afiliación no llega al 4%, y si se miran las centrales sindicales, el panorama no es alentador. La espina dorsal de la Cut son los trabajadores del Estado y en éstos el Magisterio, Fecode. Si en Colombia se hiciera una ecuación, ésta sería: Movimiento Sindical Colombiano = Fecode.
Cuando uno examina eso, descubre que la relación que tiene con la política es lo menos político del mundo. ¿Por qué? Porque si se plantea en relación con el legislativo y con propuestas de ley, hay política, pero estrictamente circunscrita a defender, por ejemplo, el régimen especial de salud, a defender el régimen especial de los maestros en materia de pensiones, a defender las primas, etc., Muy justo todo, pero tampoco dialoga, en términos políticos con el conjunto del movimiento popular. Prácticamente ninguno de los fragmentos del sindicalismo colombiano dialoga con el conjunto sindical y menos con el movimiento popular en términos de la política.
Intentemos una explicación, volviendo a las estadísticas. En Colombia cuando se mira la población empleada, (una fracción de la población económicamente activa), los porcentajes de “trabajo por cuenta propia”, o del que llaman informal, y del subempleo son altísimos. El porcentaje global es considerable, pero es todavía más alto cuando le sumamos los empleados de los servicios en general, incluyendo los financieros, en las actividades de comercio y en entidades de servicio del gobierno, el porcentaje es abrumador. En la industria manufacturera (o mejor obreros fabriles) hoy por hoy ya no superamos los 400.000 en todo el país, (el resto, digamos un millón y medio, están en minúsculas “empresas” o por cuenta propia). En el campo, pequeños propietarios, entre 800 mil y 1 millón. El hecho es que este es un país, en lenguaje de los economistas, de trabajadores por cuenta propia y en lenguaje más común un país de rebusque. En esas condiciones, ¿cómo podrían surgir los movimientos sociales? Ahí está la brecha entre lo rural y lo urbano. Lo rural es el escenario de los movimientos de base local, territorial; lo urbano es el reino de la individualización, no construye movimiento social. En cuanto a los movimientos cívicos, éstos desaparecieron en medio de la represión, entre la violencia y la cooptación y el soborno. No hay movimiento urbano equivalente al rural, porque podría haber movimiento de base local o territorial también en las ciudades, pero no lo hay.
Ahora bien, se ha visto en América latina que cuando predomina la individualización los fenómenos sociales y políticos no nacen desde abajo sino desde arriba, porque el referente del individuo no es su prójimo inmediato sino hacia arriba. Se configura de esa manera el fenómeno del caudillismo. Y entonces la idea que a uno se le podría ocurrir es: propongamos un movimiento político basado en la unidad del sector popular en torno a una idea, un programa y un caudillo. Es decir, la gente no se estructura socialmente alrededor de su reivindicación sino que se estructura alrededor de una idea y de la posibilidad de la asistencia social a partir de los instrumentos del Estado. Esta descripción está, por ejemplo, en la historia del Peronismo, claro que el peronismo tuvo una base importante sindical, la Confederación General de Trabajadores de Argentina que todavía es peronista en sus muchas fracciones, pero que fue la base de los históricos y legendarios gobiernos de Perón en los años 50.
Tenemos el mismo fenómeno en Venezuela que tiene una población trabajadora y un pueblo en condiciones parecidas a las de Colombia, así, individualizado, con un peso enorme en las ciudades, con un consumismo enfermizo. Se fue reuniendo en torno a un descontento, a una idea, –hubo un golpe que se intentó dar y que fracasó, pero alimentó la ilusión– y avanza políticamente un caudillo que es Chávez. Luego llega el gobierno de Chávez y se cierra el círculo porque, desde el Estado, ese gobierno empieza a otorgar una serie de beneficios sociales lo cual refuerza la ideología.
En casi todos esos procesos el Partido Político se construye a posteriori, desde arriba, desde el caudillo y desde el Estado, y se construye así con una suma de ingredientes de corrientes antiguas pero sobre todo con el enorme apoyo popular. Se construye ese partido alrededor de Chávez, lo mismo que sucede en Ecuador con Correa –Alianza País– que se construye a posteriori desde arriba, o en Bolivia con Morales que impulsa y construye el Mas.
Es decir el partido el movimiento político nace desde arriba, desde el caudillo. La explicación sociológica es que no hay lazos dentro del pueblo que permitan construir movimientos sociales, sino que hay una masa formada por individuos que espontáneamente tienden a seguir a un caudillo y a un programa.
Esa podría ser la búsqueda en Colombia. Habría que pensar una idea fuerza y habría que pensar en un caudillo, habría que pensar en llegar al gobierno, habría que pensar en desarrollar unas políticas sociales para reforzar esa fuerza. Claro que ha sido un misterio ese surgimiento de los caudillos: ¿qué es lo que le llega al pueblo y los convierte en tales? Es como en los programas de TV llamados “Factor x”. Por ejemplo, en realidad el verdadero líder indígena de Bolivia no era Evo, era Felipe Quispe a quien llamaban el Mallku que en aymara quiere decir el Cóndor, o sea lo máximo; él era el hombre radical, el hombre reconocido por todo el mundo, pero se fue eclipsando y surge en su reemplazo un hombre que no era tan indígena; tenía origen indígena como muchos, pero en realidad venía del movimiento sindical campesino cocalero. Y con todo el proceso electoral va creciendo y Evo Morales se convierte en el gran caudillo.
Es un misterio cómo se construye el caudillo o cómo se identifica ese caudillo. Por ejemplo Gaitán, cómo nació, cómo creció, cómo se convirtió en ese hombre que movilizaba miles y miles. Cuando pronuncia la oración por la paz reúne en Bogotá en la Plaza de Bolívar creo que a 50.000 personas, en 1948 cuando Bogotá tendría tal vez 400.000 habitantes. Y nosotros, hoy en día, con dificultad reunimos 20.000. No tenemos movilización de masas, no tenemos la idea fuerza, no tenemos el caudillo, pero esa podría ser la propuesta para responder a la necesidad que se está enunciando en este Foro.
La pregunta que les hago ahora tiene como base lo que está pasando en América Latina: ¿Vale la pena ese riesgo? Miremos la experiencia de Venezuela; miremos las otras experiencias. ¿No sería un error garrafal? Pero si esa es su apuesta, si es así, busquemos el “factor x”!!.
Gracias.
* Transcripción de la ponencia presentada en el Pre-Foro del 6 de noviembre.
Leave a Reply