Ave Fénix

El pasado 5 de febrero concluyó el sexto ciclo de diálogos entre el gobierno nacional y el Eln, el cual debió finalizar el día 4. Pero ante la falta de afinidad respecto a la prórroga del cese al fuego, las partes optaron por tomarse unas horas más para aclarar discrepancias que aún prevalecían. El 29 de enero, cuando se cumplían los seis meses de cese al fuego antes acordado, ya habían optado por extenderlo por otros siete días: al filo de concluir los mismos, la Mesa vio humo blanco.

Al parecer, las tensiones en esta ronda han sido varias, entre ellas lo relativo al secuestro o retenciones –como lo denomina la agrupación insurgente; al paramilitarismo como actor protegido del Ejército oficial y en constante acción provocadora sobre el Eln, así como acciones de inteligencia oficial para lograr la desmovilización de estructuras insurgentes, según lo comentó Pablo Beltrán, jefe de la delegación insurrecta en declaraciones radiales. El proceder lo deja entrever Antonio García en entrevista concedida al periodista Ómar Roberto Rodríguez y que se puede leer en las páginas 10-13 de esta edición: “[…] Hoy la guerra contra nosotros es más subterránea, silenciosa y letal. Muy pronto hablaremos de este tema”.

Pese a las contradicciones que prevalecen, lo mismo que a las prioridades que una y otra parte mantienen, las dos siguen privilegiando el diálogo y el séptimo ciclo abrirá sesiones en abril próximo. Pero también prosigue una sorda disputa que desconoce en este caso las denuncias sobre el paramilitarismo como avanzada del ejército oficial, maniobra que por estos días ha detonado un nuevo paro armado en el Alto San Juan chocoano. El pronunciamiento de Otty Patiño sobre lo que allí está sucediendo parece ponerse de espaldas a lo denunciado y discutido en el sexto ciclo, y ayuda a crear un ambiente de estigmatización sobre su contraparte. El proceder, con toda seguridad, obligará a las debidas aclaraciones antes de iniciar el ciclo programado y por celebrarse en Venezuela.

Nueva Marquetalia

Pocos días después, el pasado 9 de febrero –aunque la declaración conjunta tiene el 1º de febrero como día del acuerdo–, se conoció una declaración firmada por Otty Patiño, como jefe negociador por parte del gobierno colombiano, e Iván Márquez, en nombre de la Dirección Nacional de la Segunda Marquetalia (Segunda Marquetalia – Coordinadora Guerrillera del Pacífico – Comandos de Frontera). Reaparece así Iván Márquez, negociador de las Farc-ep en el proceso que llevó a la desmovilización de los guerrilleros “hijos de Manuel…”, como se autocalificaban, y quien, luego de una conspiración que seguramente terminaría con su extradición a Estados Unidos, optó por volver al monte y reagrupar fuerzas, las mismas que comanda. La acción conspirativa contra él y otros históricos farianos concluyó con el asesinato de varios de ellos: incluso, de él mismo se aseguró, pues en agosto de 2022 se informó de su deceso.

Dos novedades trae el comunicado conjunto: 1. Firma el vocero guerrillero a nombre de la Dirección Nacional de la Nueva Marquetalia. Detállese que, a pesar de aparecer como “comandante” no lo hace a nombre de una comandancia ni Estado Mayor sino a disposición de una instancia política –Dirección Nacional–, lo que puede suponer un distanciamiento con el militarismo que primó en las dos últimas décadas de vida de las Farc (¿autocrítica?), y que la llevó a su derrota política y militar. De ser así, reafirmaría el sentido mismo dado a la agrupación guerrillera –Nueva Marquetalia–, alusión al territorio origen de las Farc, pero también remembranza y reivindicación de lo político sobre lo militar, toda vez que el levantamiento en armas corresponde a una respuesta de autodefensa de un conglomerado campesino ante el ataque que reciben de parte de las fuerzas armadas oficiales.

2. La firma también reivindica otras dos instancias guerrilleras: Comandos de Frontera, que por su mismo nombre parece ser una agrupación en armas localizada en territorio específico, y Coordinadora Guerrillera del Pacífico, que, hasta donde ellos mismos lo dieron a conocer semanas atrás, es una alianza de la agrupación comandada por Márquez y un frente del Eln. Pero el nombre reivindica, no tanto la otrora Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar como sí la importancia de la unidad entre agrupaciones afines, un mensaje de que renuncian a vanguardismos y optan por explorar caminos comjuntos. ¿Implicará este acuerdo una potencial alianza/unidad entre la Nueva Marquetalia y todo el Eln?

Resalta en la declaración conjunta, además; a) Iniciar formalmente un proceso de diálogos sociopolíticos; b) […] puesta en marcha de transformaciones para la construcción social y ambiental; c) [hacer todo lo posible por] contribuir a resolver los problemas que afectan las condiciones de existencia del ser humano, incluyendo los asociados con los impactos del cambio climático y del modo de producción imperante sobre la vida y la naturaleza en el planeta; d) “[…] interés en impulsar la conformación de zonas fronterizas de paz, en las que se estimulen nuevas economías, relacionamientos no depredadores de la naturaleza y del medio ambiente, se respeten y garanticen los derechos de la población en general y de los pueblos étnicos en particular: e) decisión en adelantar un proceso de paz, entre otras cualidades, ágil –¿qué puede entenderse por ello? Aunque hay otros aspectos que son fruto de la experiencia vivida por Iván Márquez con el acuerdo de La Habana, resaltamos estos, pues en ellos destacan aspectos que evidencian la prioridad política del mismo, como el énfasis dado a lo ambiental, aspecto que coincide con la agenda del gobierno que encabeza Gustavo Petro.

EMC-Farc

Días antes, el 18 de enero, fue público el comunicado que certifica la ruta por seguir en esta negociación de paz. Resaltan allí: la prórroga del cese al fuego por seis meses, y a la par de ello una agenda centrada en las transformaciones territoriales y una perspectiva de participación de la sociedad civil en unos diálogos que deben propiciar la mejoría –si no cambio– de sus condiciones de vida. La particularidad de este ítem es que se establecen instancias de participación étnica, y de organizaciones sociales y de servidores públicos. Un interrogante surge acá: ¿Implementará el gobierno unos diálogos paralelos de la sociedad civil, uno por organización armada en diálogo, incluso en territorios con presencia simultánea de unos y otros actores armados? Se trata de un nudo gordiano y difícil de desatar, dadas las diferencias radicales que mantienen entre los actores armados en negociación simultánea con el Gobierno, y que de seguro complicarán la agenda de negociación.

Aunque en su presencia ante el país el EMC-Farc ha construido un imaginario más militarista, con un protagonismo característico de las Farc-ep –mando totalmente centralizado, casi unipersonal–, en la agenda acordada retoman una esencia y un énfasis sociales: transformaciones territoriales, ambientales, sociales, económicas.

Como en lo acordado con la Nueva Marquetalia, resalta lo ambiental, en este caso con foco en la cuenca amazónica, en la cual tienen presencia histórica. Pero lo pretendido va mucho más allá, dejando sobre la Mesa una amplia y pretenciosa agenda, que incluye, entre otros aspectos: territorio, territorialidades étnicas y campesinas, tierras, seguridad, educación, despojo, desarrollo sostenible, poder local, modelos de gobernanza, víctimas del conflicto armado y social, economías ilícitas, garantías para las partes durante y después del acuerdo, protección de la población civil y otros ítem más.

La inquietud vuelve y surge, en tanto que las variadas agendas negociadoras en curso se yuxtaponen: ¿Cómo procederá el Gobierno para: 1. lograr que se articulen o, 2. impedir que, a pesar de temas, territorios, énfasis, comunes, una prevalezca sobre las otras?

Un nuevo aire

Con altas y bajas avanza el propósito de Paz Total, que por el lado de las bandas urbanas no logra estabilidad alguna, y con otros sectores sigue en exploración. Con más de 40 años a cuestas, la negociación del conflicto armado nacional gana aire por momentos y por momentos lo pierde. En los años 80 del siglo pasado, dubitando entre la apertura democrática y el terror de Estado, la paz negociada con la insurgencia armada de origen urbano se abre paso, suceso favorecido por factores internacionales como la crisis del “socialismo real”, simbolizado en la caída del Muro de Berlín.

Esa circunstancia, que significó el ahogo de la vigencia histórica de la lucha armada rebelde, llamó al realismo político a quienes firmaron la paz con gobiernos como el de Virgilio Barco y César Gaviria. Para la dirigencia de aquellas organizaciones, entre ellas el M-19, el Ejército Popular de Liberalización –Epl– y otras, su ideario revolucionario había quedado sin fuelle, lo que les obligaba a priorizar la lucha política legal, en pos del gobierno y no del poder. Las reformas pasaban al mando y la revolución al congelador.

Posteriormente a ello, en la década de los años 90 el autoritarismo toma el mando de la política oficial y complementaria de la agenda económica neoliberal. Lo hace como concreción de una doctrina contrainsurgente que potencia hasta su máxima expresión al paramilitarismo, en cuya instancia delegan la más cruda represión, sin miramiento alguno con la carta de Derechos Humanos, El país será testigo del padecimiento de cientos de miles de desplazados, despojados, humillados, asesinados de la manera más vil, y solo imaginable en sus prácticas por lo hecho bajo el imperio de regímenes fascistas; cientos de miles que alcanzarían a ser millones con el paso de los años.

Es aquella una estrategia desplegada como contrarrevolución agrario-terrateniente para someter u obligar a negociar a las guerrillas que no habían sido parte de los acuerdos ya mencionados. Es durante los gobiernos de Andrés Pastrana –que abre puertas al redireccionamiento del aparato militar criollo bajo la orientación del ejército de los Estados Unidos– y Álvaro Uribe que más realce gana tal política, sin quedar al margen el de Juan Manuel Santos, como se puede deducir de los ahora reconocidos y mal llamados falsos positivos, o de toda esa estrategia de sembrar un clima psicológico de avance y triunfo militar oficial y de derrota insurgente.

Ese despliegue militar dio sus frutos con la derrota política y militar de las Farc-ep, guerrilla que, enfundada en un militarismo a ultranza, termina por firmar un acuerdo de paz en 2016. Sus resultados en las urnas, en todas las campañas electorales sucedidas a su desmovilización, evidencia su desprestigio en la mayoría de los territorios donde operó, dando razón a teóricos de todo tipo que una y otra vez sustentaron que el fusil está supeditado a la política. Solo una corrección en su accionar, respetuosa de este axioma, puede explicar que derrotas militares, como la padecida por el M-19 tras la toma del Palacio de Justicia, puedan transformarse en logros políticos materializados en el triunfo electoral que le permitió jugar un papel protagónico en la Constituyente de 1991.

Más de tres décadas después de este suceso, y con plena conciencia del papel subordinado por jugar de parte del aparato armado, Antonio García, comandante del Eln, en la ya mencionada entrevista, recalca una y otra vez que esa guerrilla está al servicio del pueblo (“El principal acierto –del Eln– ha sido mantenerse en armas para seguir acompañando las luchas del pueblo. Ahora el reto es estar más cerca de ellas. Acompañarlas con más decisión”). Como se podrá recordar, Carlos Castaño, quien fungió como comandante paramilitar con reforzada protección oficial, tras intensa y prolongada ofensiva contra esta guerrilla, llegó a afirmar que ya la había liquidado.

Los hechos demuestran que aquella afirmación no correspondió con la realidad. Pero, más allá de su carencia de veracidad, corresponde una pregunta: ¿Es la política al mando del fusil lo que le permite al Eln estar hoy de nuevo negociando la paz ansiada y reclamada por el país nacional? Además, ¿será que las diversas fuerzas alzadas en armas y en negociación reconocen este protagonismo y le otorgan ahora el lugar que le corresponde? De así ser, ¿estaremos ante la hora de la política, intuida en su rol protagónico por las guerrillas urbanas que se desmovilizaron a finales del siglo XX? 

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Información adicional

Autor/a: Equipo desdeabajo
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo N°310, 18 de febrero - 18 de marzo de 2024

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