La socióloga, con maestría en problemas rurales, Carolina Martínez, terminó recientemente su tesis doctoral en la Universidad Federal do Rio Grande do Sul en Brasil. Su investigación versa sobre los problemas públicos de Bogotá alrededor de las basuras. Un trabajo metodológico que compara dos administraciones distritales. Aquí la entrevista sobre el trabajo adelantado, en el que destaca la consolidación de ocho núcleos problemáticos en cuestión.
Para Carolina Martínez, las trayectorias de los problemas públicos no deben ser entendidos desde el paradigma constructivista, los problemas públicos se viven. La diferencia es que los constructivistas, según argumentan, son narraciones que van cogiendo forma sin que medie la experiencia material, es decir se privilegian unas narrativas desde una realidad imaginada. Pero toda experiencia de quien vive el problema modela la narrativa, el problema mismo, le da forma a una materialidad en el día a día. Es decir, algo que se dinamiza todo el tiempo. El problema constituye a los actores, pero también los actores constituyen el problema. Es importante por la transformación paulatina en mejorar o soluciones, siempre a partir de la experiencia de los involucrados.
Su investigación aporta al debate sobre la definición de lo público, ya no como el reino del consenso de lo mejores argumentos –como dice algún teórico–, sino la construcción de lo común que se hace público. Se evalúa precisamente por la divergencia, la cantidad de propuestas, visiones sobre el problema, que es enriquecido por está construcción de lo común y colectivo que permite la crítica, la emergencia de diferencias en visiones y narrativas. Así un espacio público sale fortalecido más allá de los consensos.
Una reflexión, sobre lo público ahora entendido en un mejor y más profundo sentido como común, de plena actualidad en un país como el nuestro, en disputa por el cambio efectivo. Pensando en todo ello, conversamos con la recién doctorada, y le preguntamos:
EG.: Carolina, ¿Cuál es el principal problema que tienen las ciudades con las basuras?
CM.: El principal es la conciliación entre las prácticas domésticas, localizadas sobre los residuos que salen de las casas, las fábricas e industrias. En todas parece que se nos olvidara que siguen siendo nuestro problema. Cuando sacamos la basura a la puerta, creemos que ya no es nuestra responsabilidad. Consideramos que eso le compete a otro y que ya no es mi problema, pero resulta que sí. La gestión de eso que botas en una bolsa de basura, se convierte en un problema ya no sólo individual sino colectivo. Cómo nos hacemos responsables y contribuimos a la transformación de ese problema al que todos contribuimos un poco, es un reto por dilucidar.
EG.: En el caso particular de Bogotá tenemos el relleno sanitario conocido como Doña Juana. ¿Cuál es tu opinión de ese problema común para la ciudad?
CM.: Doña Juana debería estar cerrado (ver Entrevista con Óscar Varón). El modelo de gestión es absolutamente obsoleto, ya no corresponde al espectro de tecnologías limpias disponibles que tenemos en el siglo XXI. El modelo Doña Juana es caduco, estamos muy atrasados de todas las alternativas de gestión. Adicionalmente, existen unos intereses políticos que generan fallas en gestión administrativa y que nos impiden pensar salidas para la gestión de la basura de manera distinta. Alternativas viables y posibles existen, pero tenemos un estancamiento administrativo y político que no nos ha permitido cerrar ese relleno.
EG.: ¿Qué pasará con Doña Juana?
CM.: De los problemas públicos que tiene la ciudad, Doña Juana hace parte de los más graves y dramáticas. La ciudad y el Estado le dan la espalda. Existe una naturalización de la existencia de Doña Juana. Hasta este momento no hay planes alternativos, ni proyectos para cerrarla. El año pasado me invitaron a una caminata con una organización de recicladores que trabaja en Ciudad Bolívar Sineambore, no hay intención de cambiar. Doña Juana impacta directamente a la localidad de Sumapaz, Ciudad Bolívar y Usme, pero especialmente es la población rural de Ciudad Bolívar, como Mochuelo, Pasquilla y San Joaquín, la que sufre el olor, los gases, la degradación de su territorio.
La socióloga Erica Ortiz en su libro “Relatos del sufrimiento ambiental”, enfocado exclusivamente en Doña Juana, señala esta categoría pertinente que cito en mi investigación. Sufrimiento ambiental, denominado como una condición de vida que afrontas permanentemente por estar sometidos a ese problema. Mochuelo estaba mucho antes que llegara Doña Juana. Una vecina incómoda que llegó después que los campesinos. Doña Juana es un capítulo especial del problema de contaminación de la ciudad que no todos conocen. Bogotá está de espaldas a Doña Juana. Solo la sufren los vecinos locales, pero la ciudad es indiferente al gran problema que causa. Las comunidades locales han planteado muchas propuestas, no han sido pasivas desde el punto de vista de organización y hasta técnico.

EG.: En tu tesis doctoral trabajas comparativamente dos administraciones, la del entonces alcalde Gustavo Petro y la posterior de Enrique Peñalosa, ¿cuáles son tus observaciones sobre las dos?
CM.: Mi interés por comparar los problemas públicos alrededor de las basuras en estas dos administraciones era mirar cómo se dinamizaron en cada época. Se cree que el tema de las basuras no le interesa a nadie, pero resulta que sí hay muchos intereses económicos y políticos en su manejo. Por ejemplo, la participación de los recicladores de oficio no se ha podido integrar, ni siquiera en la misma alcaldía del hoy presidente. Sin duda existió la intención de darle cumplimiento a la Sentencia de la Corte Constitucional, que en ese momento era inminente, pero no se logró. Mucho menos en la segunda administración de Peñaloza. Ante la no vinculación de los recicladores de oficio, tampoco se implementaron prácticas de reciclaje integradas en la ciudad.
EG.: Entonces, ¿el anuncio del gobierno nacional, con su intención de aplicar el programa de Basuras Cero, está lejos de implementación?
CM.: Sí. ¿Cuáles son las variables que hacen que el modelo de Basuras Cero no pueda realizarse? Primero, siempre existirá un nivel de residuos, luego Basuras Cero es utópico. Insisto en que a los recicladores de oficio no los incluyeron como empresarios, sino que persiste una aptitud paternalista que, al contrario, acentúa una visión estigmatizante como ‘pobrecitos habitantes de calle’. La oportunidad que tuvo en ese momento el Distrito de vincularlos como empresarios dentro de la cadena del sistema de aseo no se cumplió. A ellos les dieron subsidios y mejoras, pero el hecho es que no quedaron vinculados al sistema de aseo. La adjudicación de rutas favoreció a las empresas grandes, mientras estos sectores siguieron como subsidiarios de lo que puedan recoger en las calles.
EG.: Pero las relaciones de la alcaldía Petro con el sector privado estaban marcadas por el sabotaje por crear Aguas de Bogotá.
CM.: Por supuesto, el modelo de Petro pretendía estatizar la prestación del servicio, pero técnicamente Aguas de Bogotá no estaba preparada. Tanto que Petro tuvo que recular sus decisiones. Peñaloza después liquidaría la empresa, devolviendo el negocio a las empresas privadas. Pero ninguno tenía en la cabeza cómo lograr alianzas público-privadas para integrar efectivamente el reciclaje, hacer una gestión más eficiente y justa del servicio de aseo en la ciudad. Cada pequeño logro de los recicladores de oficio, les ha costado muchos años de lucha. Se lo han rebuscado, nada les ha sido regalado.
EG.: Entonces, ¿quiénes son los que se benefician con el modelo de recolección?
CM.: Aquí tenemos que señalar que con Petro sí se logra romper ese monopolio que traía la ciudad, no se hacían licitaciones públicas y abiertas. Petro termina con esas asignaciones a dedo de contratos ya pactados con ciertas familias. Por eso le cobran esa decisión con el intento de destitución. A partir de Gustavo Petro ese modelo de contratación cambia y hoy en día se hacen licitaciones públicas abiertas, incluso participan empresas de fuera de Bogotá. Continúan siendo asignadas a favor de quienes tienen la capacidad de infraestructura y capital; los recicladores de oficio están fuera de alcance.
EG.: En su investigación, entiendo, logra identificar ocho problemáticas que clasifica en tres grupos, ¿podría por favor explicarnos en qué consisten?
CM.: Al comienzo, cuando revisaba la prensa sobre el problema de las basuras, apareció con mucha recurrencia que somos cochinos, que no existe una cultura ciudadana. Me cuestionaba si esas eran las razones, entonces exploré otras narrativas sobre la problemática y encontré ocho problemas públicos. Según lo expresa el sociólogo norteamericano Joseph Gusfield en su libro “La cultura de los problemas públicos”, la denominación de problemas sociales o colectivos es hoy entendida conceptualmente como problemas públicos.
En mis hallazgos veo un primer grupo de problemas referido a la participación de los actores en la ciudad, y en ello como primer aspecto la débil integración del reciclador de oficio al sistema de aseo. Como segundo aspecto está lo que denomino falta de apropiación de lo público frente al problema de las basuras, vivimos lo que podría entenderse como cultura ciudadana. Un tercer aspecto radica en la falta de capacidad institucional para leer esos problemas y pensar propuestas para la gestión de residuos. Un segundo grupo de problemas están ligados a las problemáticas urbanas ambientales, y en ello, como cuarto aspecto el referido a la contaminación de agua, suelo y aire. El quinto está relacionado con las prácticas cotidianas de reciclaje. El sexto es el referido al desborde que significa Doña Juana. Por último, dos problemas que están vinculados desde el punto de vista económico: la monopolización del mercado de residuos sólidos y las dificultades de las alianzas público privadas.
EG.: Finalmente, ¿qué consejo entrega pensando en quien lea esta entrevista?
CM.: La basura es un problema de todos. Procurar tener los residuos clasificados, limpios y secos. Pensar en la seguridad de quienes reciclan y, por ello, tratarlos con dignidad. Entender que la basura sigue siendo nuestro asunto como ciudad, independiente del estrato. A todos nos compete el tema de los residuos sólidos.
Entrevista a Óscar Varón, activista líder de Asamblea Sur
¿Qué hacer con las basuras?
Doña Juana, “una vecina incomoda” que se instaló en la Localidad de Ciudad Bolívar, vereda el Mochuelo, sin consultarle al campesinado allí residente, no reguló su dieta y desde hace varios años excedió su capacidad de ingerir más desechos, afectando de distinta manera e intensidad a miles de personas. Parece ser que en esta problemática, como en otras que afectan a quienes habitan el sur de la capital del país, la administración de la metropolí le da la espalda a su población.
La bomba de tiempo prosigue con su tic-tic. Bomba de lixiviados y otros desechos con efectos nocivos para quienes viven cerca de ella o para las aguas a donde van a parar parte de sus desechos.
Bomba de tiempo, armada de basura procedente de toda Bogotá, y más allá. Sucede con el mal llamado Relleno Doña Juana –en realidad un depósito de residuos sin ningún control– que crece y ensancha su relojería que amenaza con causar de nuevo, como lo hizo en 1997, inmensos y nocivos efectos con su potencfial explosivo sobre millones de pobladores, producto de la acumulación diaria de 6.500 toneladas de basura.
Mientras esta relojería prosigue con su tic-tic permanente, asustador, la ciudad vive el culebrón en un tribunal de arbitramiento entre la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos de Bogotá –Uaeps– y el consorcio CGR, operador del relleno, derivado de su desconocimiento de los incumplimientos que le imputa la Alcaldía Mayor y anuncia contrademanda por $1,3 billones. Alegan que tuvieron que enfrentar dificultades en los pagos que no les correspondían y que los recursos que han recibido fueron insuficientes. Razones que suenan a excusas para no afrontar la inoperancia de la gestión en el tratamiento de las basuras.
Mientras lo judicial surte su ciclo ceremonioso, surgen nuevos escándalos relacionados con el tratamiento de residuos sólidos. A la par de lo cual la Fiscalía imputa cargos a la exdirectora de la entidad de la UAESP Luz Amanda Camacho Sánchez por su responsabilidad en la disposición de una zona de protección ambiental para un nuevo relleno en Ciudad Bolívar, en el sector conocido como Buenos Aires. Se le acusa por invasión de área ecológica y daños en los recursos naturales.
Como si fuera poco, la disputa por el fallo que reconoce a los afectados por el derrumbe de Doña Juana en 1997 y que ordena que los indemnicen, está embolatado pues se presentaron 600.000 solicitudes de habitantes de las localidades de Ciudad Bolívar, Usme, Rafael Uribe Uribe y San Cristóbal, pero apenas se acreditaron 174.709 y a la fecha solo han reparado a un pequeño porcentaje. Y la espera parece no tener límite, pues no es extraño que los funcionarios públicos piensen que esas personas puenden esperar, pues ‘están acostumbradas a vivir entre la suciedad, ser pobres y vivir lejos del corazón de la ciudad’.
Culebrón y noticias, unas y otras, que esconden el gran problema que tiene la ciudad con sus residuos sólidos y que evidencia que no somos conscientes de nuestras dificultades de convivencia con la naturaleza, la que da soporte a los millones de metros cuadrados construidos y a los miles de kilómetros asfaltados, así como a la misma naturaleza artíficial construido sobre la hoy conocida como Sabana de Bogotá, y olvidamos los problemas que generamos con el consumo, en muchas ocasiones excesivo.
Para acercanos a esta problemática, publicamos dos entrevistas, entre la academia y el activismo, cada una de las cuales aporta reflexiones y propuestas ante un problema colectivo.
“Quieren que las basuras estén donde los pobres”
Edwin Guzmán –EG–. Doña Juana es un real y pesado problema para la comunidad, ¿cómo responden ellas al problema que le genera esta ‘señora’?
Óscar Varón –OV–. Sin duda debe proseguirse el trabajo con las comunidades afectadas. Recuerdo que en una ocasión una habitante me dijo: “Pero usted no vive acá don Oscar”. En ese entonces era el presidente de la asociación comunal, pero me pareció muy honesto de su parte. Atendimos con sentido educativo lo que estaba sucediendo, nos apoyamos en educadores, arquitectos, planificadores y geólogos –como Orlando Navas Camacho, muy comprometido–, así como el sindicato del acueducto, motivamos a la comunidad para procesar y lograr asimilar la gravedad de lo que estaba sucediendo. Y no solo con respecto a Doña Juana, también con la explotación del Parque Minero por parte de Holcim y Cemex, el Rio Tunjuelito, La Sevillana y el frigorífico.
Lideramos un proceso educativo intenso para entregar elementos que le permitieran a la comunidad comprender de manera integral lo que estaba ocurriendo pues no siempre quienes viven y padecen una problemática, por ejemplo como la de basuras, o la explotación minera, logra comprenderla en todas sus implicaciones.
EG. Entonces, ¿cómo es la historia de lucha contra Doña Juana?
ÓV. El basurero lo imponen en el año 1989, cuando entra la primera volqueta con basura. Y la mayoría de habitantes de Ciudad Bolívar, en especial los campesinos mochuelunos, no se expresan. Solo hasta 1997 –con el derrumbe– se movilizan, después de estar conviviendo con el basurero por años. Para esa época ya habíamos realizado los paros cívicos del 93 y 95.
Con el derrumbe de 1997 sale el olor, que a su vez genera rabia e indignación. Entonces comenzaron movilizaciones desde Ciudad Bolívar y Usme, gracias a gente con formación académica y compromiso político y rose social amplio, que son las que lideran la movilización –como Nelsón Velazco y Cruz en Usme y en Ciudad Bolívar Leónidas Ospina, Arquímides Poveda o Edilberto Flor–. Con el derrumbe y todo lo que generó en la vida diaria de la comunidad aparece la ilusión de la indemnización y se potencia la movilización, es decir, el dinero movilizó todo el sur. No es por el daño del basurero sino por la ilusión de la indemnización que la movilización gana cuerpo.
Con la indemnización aparece Guillermo Asprilla, que tenía dos razones para ello: 1. como miembro del M-19, que contaba con un sector ambientalista, buscaban ganar presencia en la localidad, y 2. Las elecciones, que es la cuenta que hacen los candidatos.
Le propusimos a él y a la asamblea comunitaria impulsar una bolsa común en vez de una indemnización individual: a nadie le llega el monto total pues un porcentaje va para un proyecto colectivo para mitigar el impacto del desastre ambiental. Guillermo se opuso porque legalmente las indemnizaciones son individuales. Al final nadie jaló porque la gente lo que quiere es el billete, cientos de personas de izquierda que conocía pedían era el billete. Eso no generó ningún salto de conciencia de una problemática que todavía muchos ignoran: el derrumbe de cientos de toneladas de basura corrió la rivera del Río Tunjuelito.
EG. Entonces, ¿cómo lo abordó Asamblea Sur para impulsar la lucha?
ÓV. Para nosotros es un fenómeno manifestado de dos maneras: basura arriba que lleva a un desbordamiento del río abajo. Eso posibilitó juntarnos más con la gente, conectar las problemáticas. Al interior de la comunidad los procesos organizativos eran pocos, con bloqueos desde la Acción Comunal, filtrados por la Policía con el discurso contrainsurgente. A pesar del impulso que le dimos a esta realidad no quedó mucho pues sin cohesión sólo se expresaban individualidades. Nosotros, más motivados por las mineras, quisimos juntar fuerzas. Le metimos estudio, encontramos intereses detrás de todo esto, y eso indignaba más. Contribuimos a despertar un poco de rebeldía. Es y sigue siendo una labor que tiene que ver con la manera como se hace, entre el discurso y la documentación, para despertar lo que está dormido.
EG. ¿Cómo llega Doña Juana?
ÓV. Con la alcaldía de Andrés Pastrana, es él quien ve la necesidad de ubicar un botadero grande para la ciudad –hasta entonces habían varios–. Lo que hace es copiar unos diseños traídos de un poblado del sur de Estados Unidos, donde incineraban las basuras, proceso elemental y destructor del medio ambiente que calificaban de “tecnología”. Un basurero ubicado, además, donde vivían comunidades negras, además de pobres.
Para tomar la decisión del sitio donde ubicarían el basurero seleccionan 21 posibles lugares, que pasaron a 9, hasta elegir a Doña Juana por criterios de espacio, vías y población cercana, son parámetros comunes para decidir.
Además venia con toda velocidad la necesidad de privatizar los servicios públicos, en proceso de repartija por el clientelismo. Aparece Gustavo Rodríguez Vargas del Partido Conservador, quien andaba detrás del negocio de las basuras. Los godos permean la empresa Empresa Distrital de Servicios Públicos –EDIS– y se la toman. Vinculan personal con el solo propósito de acabarla, que sabotean la maquinaria y dañan las herramienta, a la par de golpear el sindicato, se dedican a romper las máquinas y herramientas.
EG. ¿Quién da la estocada final a las Edis?
ÓV. Aparece la ley de servicios públicos 142 y 143 de 1994 con el exalcalde Jaime Castro, un convencido neoliberal. Allí se contempla la participación de capital privado en la prestación de servicios públicos domiciliarios, la primera opción debería apostarle a una organización solidaría de trabajadores, así presentada para facilitar la privatización. La gente estuvo de acuerdo con acabar la Edis
Para entonces aparece un alcalde local del Partido Comunista, Orlando González Payares, quien realmente militaba con los liberales. Llega con la idea de crear la empresa de aseo de Ciudad Bolívar Corpoaseo, se monta en una asamblea con toda la estructura, es decir tenían todo el guión. En la participación accionaria tenían puesto un delegado de Mochuelo y uno de los recicladores. La empresa duró menos de dos años. Con su liquidación quedaba resuelto el punto para que aparecieran las empresas que hoy dominan la recolección de basuras en Bogotá, Ciudad Capital, Lime, unos años después entra Proactiva.
EG. ¿No se puede hacer reciclaje con Doña Juana?
ÓV. Dentro del basurero no se puede hacer reciclaje, pues el riesgo para quienes hacen esta actividad es alto, por el metano de la basura orgánica. Además, como en la entrada del botadero los carros son pesados en una báscula, comenzaron a llevar escombros que pesan más, pero es prohibido mezclarlos con la basura. En el programa Basuras Cero, el reciclador quedaba afuera del botadero, en el proceso de recuperación en la fuente. La labor de los recicladores es clave porque evita que lleguen residuos aprovechables a Doña Juana. Con el reconocimiento de la Sentencia de la Corte Suprema que ordena la vinculación de los recicladores al sistema, estos se tornan enemigos de los operadores. Aún no se da cumplimiento efectivo a la Sentencia de la Corte.
EG. ¿Qué sucederá con Doña Juana?
ÓV. La vida útil ya terminó. Nosotros presentamos como propuestas las tecnologías de gasificación con varias adecuaciones. Es posible que hoy existan tecnologías más eficientes. La gasificación en esencial, es parecida a la termólisis, todo residuo entra a una planta industrial que por acción físicoquímica del calor generado se pulveriza. Esa transformación de los residuos produce gas, posible de acumular en reactores, también puede producirse energía eléctrica, y como residuo queda una arena que sirve para la producción de baldosas. También como subproducto puede extraerse agua. Hay otras más modernas que generan hidrógeno y etanol.
Cuando le presentamos al alcalde Lucho Garzón esta propuesta, con datos, en asambleas con cerca de 5.000 asistentes, ‘no se les movió la aguja’. La excusa en su momento fueron los derechos de autor, quiénes son los dueños de la planta. La inmensa mayoría de la clase política, incluso de izquierda de la época, fue permeada por el empresariado, por esos grandes cacaos como William Vélez, Gustavo Rodríguez Vanegas y hasta los mismos Lleras. Esa es la parte que no gustó, que los afectados tendrían participación en el montaje, manejo y ganancia de la empresa.
Lucho nos dijo que no había claridad jurídica, con eso nos frenaron. Después supimos que los cacaos del negocio hicieron lobby. Más que las basuras, que de por sí ya son rentables para estos cacaos, ahora pueden estar pensando en el negocio que vendrá con la producción de energía.
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