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Sin recreo no hay mañana

Sin recreo no hay mañana

Me ha asegurado un americano muy entendido que conozco en Londres, que un tierno niño sano y bien criado constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado,
asado, al horno o hervido;
y no dudo que servirá igualmente
en un fricasé o un ragú.
Jonathan Swift

 

En su famosa sátira de 1729, Una modesta proposición: Para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, Jonathan Swift ironizaba con la canibalización de los infantes de la clase trabajadora en beneficio del buen paladar de los ricos. La previsión de Swift vislumbraba la suerte de los hijos de los desposeídos en las incipientes fábricas que inauguraban el capitalismo industrial, y que literalmente devorarían varias generaciones de niños. Como lo reseña Marx en el primer volumen de El capital, a principios de la segunda mitad del siglo XIX, en el distrito londinense de Bhetnal Green, los lunes y martes celebraban un mercado público de niños de nueve años en adelante para la industria de la seda. Las restricciones al trabajo infantil comienzan tan sólo en 1833 cuando prohíben contratar a menores de nueve años, limitando la jornada a doce horas para los infantes que superen esa edad, debiéndose esperar hasta 1878 para que dictaminen que los niños no pueden trabajar más de media jornada.

 

El capital surge, entonces, devorando niños y continúa haciéndolo, pues según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en la actualidad el 16,7 por ciento de la población infantil, cerca de 265 millones de menores, hacen parte del ejército laboral, de los cuales 168 millones se encuentran hundidos en la subcategoría trabajo infantil –aquel realizado por niños en edad inferior a la aceptada legalmente y sin ninguna garantía social– de los que, a su vez, 85 millones trabajan en condición de altísimo riesgo para su salud física o en ambientes que atentan contra la moralidad de sus culturas.

 

El problema no es, como podría pensarse a la ligera, un asunto exclusivo de los países más pobres, pues si bien en las zonas de más bajos ingresos el porcentaje de niños explotados es del 23 por ciento, contra 9 en las regiones de ingresos medios bajos y 6 en las de ingresos medios altos, las cifras absolutas, según la OIT, nos dicen que en el conjunto de los grupos medios existen 93,6 millones de niños en condición de trabajo infantil, mientras que en los de bajos ingresos 74,4 millones están en esa situación.

 

Por eso, cuando el 10 de diciembre reciban el Premio Nobel de Paz la adolescente pakistaní Malala Yousafzai, quien sufriera un atentado de los talibanes por reclamar el derecho de las niñas a ir a la escuela, y el hindú Kailash Satyarthi, director de la fundación Marcha Global Contra el Trabajo infantil, cuyo lema es “La pobreza no es excusa para el trabajo infantil”, los medios masivos de comunicación no cejaran en su empeño de mostrar el maltrato infantil como producto de los fanatismos religiosos o la inconsciencia de unos pocos empresarios “inescrupulosos” que abusan de la desventajosa condición de los infantes de las clases subordinadas cuando, en realidad, el problema es de los principios básicos de una sociedad que está fundamentada en aprovechar la condición de vulnerabilidad de las personas para su instrumentalización. Basta con observar los efectos de la crisis sobre la infancia en los países del centro capitalista, para entender que el supuesto trato prioritario de la infancia nunca fue un principio trascendente del imaginario civilizatorio de la modernidad sino una función de las necesidades del proceso de acumulación, desdibujada rápidamente cuando las necesidades del capital perciben excesos en la fuerza de trabajo.

 

Los niños pobres de los países ricos

 

En octubre de 2014, El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), publicó el informe Los niños de la recesión. El impacto de la crisis económica en el bienestar infantil en los países ricos, mostrando como desde 2008 en los 41 países con mayores ingresos 2,6 millones de niños habían caído en la pobreza, elevando la cifra de infantes en esa condición a 76,5 millones en el llamado mundo desarrollado. El estudio estima que las familias griegas con hijos han retrocedido 14 años en su condición socioeconómica, mientras que en España, Irlanda y Luxemburgo el retroceso equivale a una década. Igualmente, el estudio sostiene que 619.000 niños en Italia, 444.000 en Francia y 2 millones en México han comprometido seriamente su futuro, por la precaria situación heredada de la crisis por sus familias. En 30 países europeos el número de niños con carencias materiales graves es 1,6 millones más alto que en 2008, elevando en la actualidad el número total a poco más de 11 millones.

 

La pobreza infantil en Estados Unidos es del 23 por ciento. Según datos de la Red de Bancos Alimentarios (Feeding America), 17 millones de niños carecen de seguridad alimentaria, sin ser un problema exclusivo de las minorías étnicas, pues si bien calculan que la pobreza entre los niños hispanos es del 37 por ciento, la cifra entre los blancos es del 30 y en los afrodescendientes del 26. El Instituto para Economía y Ciencias Sociales de la Fundación Hans Boeckler, estima que el 20 por ciento de niños alemanes es pobre, con un porcentaje mayor en el oriente de Alemania (26, 3 por ciento) que en el oeste del país (17,4). En Inglaterra, según la Comisión en Movilidad Social y Pobreza Infantil, uno de cada seis menores (el 16.6 por ciento) vive en pobreza relativa, mientras que la situación en las otras naciones de la Gran Bretaña es peor: Escocia, 19 por ciento y Gales 22. Y por si fuera poco, en Suecia, uno de los países campeones de la Economía del Bienestar, la organización no gubernamental, Salven a los Niños (más conocida por su nombre en inglés, Save The Children), con base en estadísticas oficiales calculó en 220 mil el número de niños pobres.

 

La situación de la pobreza infantil crece desde 2010, en una prueba más de que las políticas de ajuste, y los concomitantes desmontes de lo que aún queda de la seguridad social, son un atentado directo a los intereses de los grupos de trabajadores. Si el llamado mundo desarrollado pensó que los escenarios “dickensianos” eran cosa superada deben prepararse para su regreso en pleno, si es que las organizaciones populares no logran frenar la acelerada concentración del ingreso y la creciente precarización del mundo laboral.

 

Orfandad e inocencia mercantilizada

 

En julio de este año, se encontraron en la población de Tuam, condado de Galway, al oeste de Irlanda, los restos de 800 cuerpos de niños enterrados en fosa común, y que pertenecieron a menores recluidos en el orfanato de la localidad. Por ese reclusorio pasaron entre 1925 y 1961 miles de madres solteras y sus hijos, de los cuales muchos murieron allí. En el “hogar”, que era como se conocía al hospicio, regentado por monjas católicas, en 1944 se registró oficialmente evidencia de elevada desnutrición en los niños, pero, tan sólo a comienzos de la década de los sesenta la institución fue cerrada. Hoy existe sospecha que los niños pudieron ser utilizados también para experimentar vacunas. El hecho vino a sumarse a las conjeturas de tragedias similares en el hospicio de la isla de Jersey, jurisdicción inglesa, donde también encontraron restos humanos de niños en 2008, y pese a los fallos presentados en las investigaciones, la denuncia sirvió para que personas que habían estado allí recluidas denunciaran los malos tratos. La Comisión sobre Abusos a Menores, establecida en el 2000 en Irlanda, en su informe presentado en 2009, llegó a la conclusión que los abusos sexuales a los infantes y los maltratos físicos y emocionales entre 1930 y 1990 fueron crónicos en los orfanatos y reformatorios, calculándose entre 30 mil y 40 mil la población infantil que pasó por esos centros, lo que puede darnos una idea del drama si lo extrapolamos a las demás regiones y el resto de países.

 

Pero, eso no es cosa del pasado. En julio de éste año, en México fue cerrado el albergue que regentaba Rosa del Carmen Verduzco, más conocida como “Mama Rosa” –quien había dirigido la institución durante sesenta años– por las deplorables condiciones antihigiénicas del lugar y los graves abusos detectados contra los menores. Estos casos no son sucesos aislados, pues la historia nos habla de un comportamiento persistente, en el que el clasismo o el racismo, surgidos de la inferiorización de unos seres humanos por su condición económica o étnica, abre las puertas a la creencia que puede maltratarse sin límite a quien no se considera igual. Con el argumento disciplinar que los castigos físicos educan para evitar futuros comportamientos delictivos, y que la sociedad está tan sólo defendiéndose de sus futuros enemigos, los niños caídos en desgracia han sido abusados sistemáticamente.

 

En 2013 fue abierta en Inglaterra una investigación sobre casos de pedofilia sucedidos entre los últimos años de los setenta y primeros de los ochenta del siglo pasado, bajo el gobierno de Margaret Thatcher, atribuidos a miembros del parlamento y del gobierno ejecutivo. La investigación, denominada operación Fernbridge, surge a raíz de las denuncias del parlamentario laborista Tom Watson por la pérdida de los expedientes de las acusaciones de pederastia que en 1983 hiciera el congresista Geoffrey Dickens contra personajes de la política. Existe evidencia que, en esa misma época, el Ministerio del Interior inglés financió a la Organización Intercambio de Información de Pedofilia (conocida como PIE por su nombre en inglés) que a principios de los setenta promovió rebajar la edad del consentimiento sexual a los cuatro años. Los archiconocidos casos de pedofilia de los curas católicos, son otra muestra de la sistematicidad de los abusos con los menores presente en todos los ámbitos.

 

En los países de la periferia el llamado turismo sexual infantil adquiere una dimensión cada vez mayor. En octubre de este año, los medios de comunicación colombianos reseñaban la captura de una red de proxenetas que servían los intereses de la pederastia y cuya detención se debió a la infiltración en la red de miembros de la Ong Operation Underground Railroad, conformada por ex-agentes de cuerpos de seguridad norteamericanos y algunos voluntarios como la actriz Laurie Holden, también norteamericana, en una muestra de la incapacidad de las autoridades colombianas que parecen querer limitarse a legalizar las detenciones que realizan las fuerzas de otros países. Pero, independientemente de eso, lo que ya es completamente visible, es que los niños de los países marginales empiezan a ser considerados como un nuevo renglón de exportación, por lo que no sería extraño que nuestros economistas neoliberales, igual que con el comercio de órganos, reclamen su regularización con el argumento que de esa manera se pueden defender los derechos de los vendedores del cuerpo o de sus partes. Con lo que, además, verían materializado y sin cuestionamientos, su grotesco concepto de “capital humano”.

 

Ni alimentos ni letras

 

Según Unicef, la desnutrición infantil puede considerarse la casusa de muerte de 2,8 millones de infantes cada año, y estiman que alrededor de 300 millones de niños diariamente van a la cama sin comer. Unicef proporcionó alimento terapéutico contra la desnutrición aguda grave a 2,4 millones de niños en situaciones de emergencia en 2013 y advirtió que las consecuencias en la formación de estos menores los sitúa en desventaja total en la vida adulta.

 

Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en su reporte de monitoreo “Educación para todos”, informa que 250 millones de niños no aprenden los conocimientos básicos necesarios y que 57 millones se encuentran por fuera de la escuela. Y que al menos el 10 por ciento de lo invertido en el mundo en educación se pierde porque los menores no aprenden nada. La situación en los países periféricos es más dramática si tenemos en cuenta que alrededor de 175 millones de jóvenes, el equivalente al 25 por ciento de la población juvenil, son incapaces de leer una frase completa. Mientras tanto, la preocupación de los gobiernos se limita tan sólo a las estadísticas de la cobertura, permitiendo que la transmisión del conocimiento cualificado quede restringida a las instituciones privadas que preparan a los hijos de los más acomodados. En Inglaterra, la Comisión en Movilidad Social y Pobreza Infantil destacaba que El 70 por ciento de los funcionarios del gobierno, el 71 de los principales jueces del país, el 62 de los generales y comandantes y el 53 por ciento de los diplomáticos de alto rango provienen de la misma clase social y han tenido una educación privada de élite.

 

Además, la escuela no deja de ser un lugar desapacible en el que la estructura jerarquizada y violenta no sólo se forja en la relación adulto-menor, sino que afecta también las relaciones entre los menores en el llamado matoneo (conocido también como bullyng, por su nombre en inglés), donde algunos niños o adolescentes acosan y violentan a otros por su condición física, su preferencia sexual, la etnia o la situación económica. En las investigaciones realizadas puede observase un rango que oscila entre el 10 y el 20 por ciento de estudiantes que dice haber sido víctima de este tipo de agresión. En Colombia, según la encuesta realizada por el Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación (Icfes) en las pruebas del Estado de 2005, el 28 por ciento declaró haber sido víctima de matoneo y el 21 confesó haber victimizado a alguien. Los perpetradores se arrogan el derecho cuando sienten mayor capacidad física o que pertenecen a una condición económica más favorecida, replicando los fundamentos de una sociedad discriminante que basa el poder en la violencia y el clasismo, y que recita como ideal la competencia y el “éxito” a cualquier precio.

 

La condición de ni-ni, es decir que ni estudia ni trabaja, o la reclusión en los centros de detención privatizados son el único horizonte para un número cada vez mayor de jóvenes en el mundo. Las organizaciones de defensa de los derechos humanos estiman en 100 mil el número de niños encarcelados en los Estados Unidos, de los cuales el 40 por ciento está recluido en cárceles privadas –en estados como la Florida, la cifra es del ciento por ciento– en uno de los negocios más florecientes en la actualidad en ese país. Las denuncias hechas contra la empresa de detenciones Youth Services International por malos tratos a los recluidos, obligan a pensar que la historia de los hospicios no acaba aún y que el negocio de detener niños, maltratarlos y cobrarle al Estado jugosos dividendos, tiende a favorecerse con la crisis.

 

La instrumentalización de los infantes y el desprecio absoluto mostrado por el futuro de los infantes de las clases subordinadas es resultado de la fuerte desvalorización de la fuerza de trabajo en las últimas décadas. El descenso de la tasa global de participación de las personas en el mercado laboral indica que una población creciente se tornó innecesaria para el capital, y que en esa medida el gasto social es considerado superfluo por las élites, por lo que si los movimientos sociales no logran revertir la situación, no sería extraño que la sátira de Jonathan Swift, citada al comienzo, sea tomada literalmente y llevada como “modesta propuesta” a los diferentes centros de poder del mundo.

Información adicional

Niñez
Autor/a: ÁLVARO SANABRIA DUQUE
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