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En tu mierda

Santa Marta, su bahía y alrededores se ahogan en mierda. Lo que antes fue un rincón de belleza, placer y convivencia ahora se nos presenta como territorio hurtado por los comerciantes del turismo que no reparan sino en su bolsillo, sin importarles el destino de la ciudad.

A pesar de que te ahogas en tu mierda, aún te regodeas sin reconocer tu miseria. Hemos condenado nuestro entorno a soportar el detritos de nuestras desmedidas actividades, acciones, omisiones y ambiciones. Tanto nuestros humildes como también ostentosos pobladores se acostumbraron a sumergirse en el estiércol y a soñar con liderazgos impotentes e imposibles, por nuestra incapacidad de asumirnos colectivamente con una esperanza renovada nacida de la memoria no distante.

Sí, hace menos de 35 años, las bahías aún prístinas de Taganga, Santa Marta, Rodadero, Pleno Mar y Bello Horizonte, eran pobladas por caballitos y estrellas de mar, erizos blancos, negros, coloridos, toyos, peces sierra, tiburones inofensivos, medusas, aguamalas, farolitos, babosas que deambulaban entre lecheros, trompetas, cirujanos, sargentos, sardinas, arenques, picúas, carajuelos que poblaban las piedras del litoral y los pastos marinos que en gran extensión eran el sustento de nuestra verdadera y única riqueza.

Fue el carbón según muchos, fue la mierda, fue la draga, fue esto o aquello, bla, bla,… basta, ¡No! Más bien fueron solo nuestras decisiones, nuestras ambiciones, nuestra ignorancia e indolencia, nuestra avaricia y mezquindad, todo aquello que permitió a esta, nuestra generación, acumular riqueza sobre la destrucción de lo que fue bello y nuestro. Fue la costumbre de robar, del ser el “vivo”, de ser el “chacho”, de ser y hacernos día a día una cultura abyecta, cada vez más proclive a la delincuencia.

Sabemos que la ciencia nos indica que la mierda vertida sin tratar, satura los ríos y el mar… contamina, así como también sabemos que las emisiones de polvo de carbón –en general muchas otras, que fuera de control, además y cercanas a centros poblados– causan problemas de salud pública, pero ¿por qué culpar lo que permitimos?, ¿por qué buscamos fuera lo que nos corroe dentro?, ¿por qué creemos también que con cambiar los separadores de avenidas, cuyo concreto tiene más de 40 y 50 años, transformamos la ciudad?, ¿por qué, mejor, no concentramos los esfuerzos de toda nuestra población en trabajar, en cambiar, las entrañas de ésta?, ¿por qué no repensamos nuestras vidas?, ¿por qué, más bien, no asumimos el reto de elaborar entre todos/as un nuevo convenio social?, ¿por qué no más bien nos decimos, por vez primera y solo una vez, hagamos lo correcto?

¿Es tan difícil hacerlo o solo es necesario para ello pensar? ¿A dónde vierten las infraestructuras hoteleras de Taganga? ¿Será sostenible una hotelería que ofrezca baños de mierda en el litoral? ¿A dónde vierten en el Rodadero Sur, Pleno Mar y Bello Horizonte? ¿Será sostenible el sector de la construcción y la actividad portuaria sin infraestructura básica?

Si la respuesta a estos varios interrogantes es clara, sólo desde las entrañas lograremos cambiar lo que de hecho no hemos hecho más que cagar.

Información adicional

SANTA MARTA, SU BAHÍA Y ALREDEDORES
Autor/a: Jorge Escobar
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