“La democracia no es más
que una dictadura
elegida por el pueblo, no nos engañemos”.
(Bob Marley, cantante jamaiquino)
La democracia es una forma de gobierno en la que el poder es ejercido por el pueblo mediante mecanismos legítimos de participación en la toma de decisiones políticas. Etimológicamente, la palabra democracia proviene del griego “demos”, pueblo y “kratos”, gobierno, es decir, el pueblo es el soberano. Para la escuela colombiana la democracia sólo se palpa en el mes de marzo de cada año, cuando se participa en las elecciones de personería y contraloría escolares; previamente los profesores del área de Ciencias Sociales trabajan el tema en todos los grados, desde preescolar hasta undécimo.
Según la Secretaría de Educación del municipio de Medellín, el proceso de elección del Personero(a) y del Contralor(a) escolar debe garantizar el derecho al voto secreto y la organización de procedimientos electorales tales como instalación de mesas, constitución de jurados de votación, comité de veedores, votación y escrutinio; así, se supone, se generará conciencia de participación y responsabilidad en los participantes. Se presentan varios candidatos tanto a personería como a contraloría estudiantil, hacen campaña en todos los grados, prometen el cielo y la tierra, cual politiqueros de turno, plantean que ellos tienen la mejor Institución Educativa y sostienen que la van a mejorar.
Cuando llega el día soñado, la fiesta de la democracia, cada uno va votando con cara de felicidad y de compromiso con el cambio, sueñan con una Institución distinta. Pero, en realidad, todo sucede de otro modo: los de bachillerato plantean “voto por x porque es amiguito de mi primo, es muy bonito o bonita, vive cerca de mi casa, mi mamá es muy amiga de su mamá…. Con los de primaria poco es lo que cambia la situación, ellos votan porque el candidato ha ido a jugar con ellos, se ha vestido de payaso y eso les parece chévere.
Qué pasa después de las elecciones.
La Institución continúa igual, nada ha cambiado, tanto el Personero como el Contralor son citados por quien dirige la rectoría cuando los necesita; lo único que hacen es escuchar y votar a favor de las propuestas del(a) rector(a) como cabeza visible del establecimiento educativo, poco participan de las actividades escolares a pesar de que docentes y directivos tienen claridad acerca del tema, ya que con base en las orientaciones del Ministerio está claro que uno de los propósitos del sistema escolar es fortalecer la participación y la democracia en las escuelas. Se busca que las instituciones educativas le rindan cuentas a la comunidad para llegar a ser una sociedad más vigilante y participativa.
Todo intento de homogeneidad no es más que un intento de dominación.
En las escuelas, la democracia está muerta; se ejerce como algo que hay que cumplir con base en la ley 115 de 1994, los personeros no se comprometen con la defensa de los derechos y deberes de los estudiantes, no reciben quejas de sus pares, más bien tienen miedo a la autoridad que ejercen los directivos y docentes, el cargo se ha convertido en una representación más que obedece a todas las directrices institucionales. Poco se escucha a los estudiantes, el maestro entra a la institución, orienta la clase y nada más. Todos los estudiantes se miden con el mismo rasero, al parecer todos son iguales. La socialización y la autonomía deben ser pilares importantes de la educación democrática pero nunca se le pregunta al estudiante qué quiere, simplemente todo se basa en la obediencia. Algunos colegiales plantean a sus compañeros como discurso corriente “limítese a obedecer y así usted aprueba las diferentes áreas”.
Currículo y democracia
Según el Ministerio de Educación Nacional, el currículo es una apuesta interdisciplinar en la que convergen las distintas dimensiones del ser humano, cognoscitiva, artística, psicomotriz, actitudinal, ética, entre otras. En la práctica, la escuela en Antioquia trabaja a partir de un currículo que desarrolla un pensamiento conservador, cerrado, egocéntrico, sin tener en cuenta el contexto social, político, económico y cultural, y menos en aquellos sitios donde viven estudiantes en condiciones económicas desfavorables. Es una escuela excluyente, con rectores, maestros y coordinadores cuya única función es perseguir estudiantes, es la escuela del “no puedes”: no llevar aretes, piercings, tatuajes, maquillaje; tampoco zapatos tenis, camisetas, sudaderas distintas a lo establecido en el famoso manual de Convivencia y sus uniformes; el manual mismo se centra mucho en las restricciones y poco o nada en fundamentar la mejora de la coexistencia individual y colectiva; sirve, eso sí, para atacar, estigmatizar y perseguir a quienes quieren ser distintos, con pensamiento crítico, flexible y abierto.
Una escuela encerrada en sí misma
La escuela antioqueña es una escuela enclaustrada, anestesiada cuya la palabra mágica es la restricción: para poder ser candidato a la personería y a la contraloría, el estudiante tiene que llenar un sinnúmero de requisitos académicos y disciplinarios, no debió tener en el año inmediatamente anterior ninguna dificultad, tiene que ser casi perfecto; se les niega ese derecho a aquellos estudiantes que se equivocan, ni siquiera se les da la posibilidad de reivindicarse con la Institución Educativa, la escuela simplemente condena a quien no cumple con determinados requisitos que se inventan y que ni siquiera son de ley. En la escuela antioqueña encontramos estudiantes tristes, depresivos, drogadictos, con ideaciones y/o prácticas suicidas porque en sus ambientes escolares abundan las exigencias académicas desmedidas, el desplazamiento, el matoneo, el desinterés por su dura vida; en todo esto se destaca la ausencia de compromiso pedagógico, humano, social y político de las y los docentes.
Este es un proceso y una dinámica diaria que también tiene raíces extraterritoriales. Por la globalización del mercado neoliberal la escuela y la educación han devenido en un bien de consumo, un objeto de venta y una extensión más del mercado. Según esa reconceptualización de la escuela desde las perspectivas e intereses del mercado, las escuelas se meten en costosos, demandantes e inútiles sistemas de certificación o acreditación con modelos y sistemas de gestión reconocidos y las familias se convierten en clientes. Según el Ministerio de Educación y Edúcame –secretaría de educación de Antioquia–, la organización de los establecimientos es excelente a pesar de que la pedagogía y la calidad educativa estén en quiebra. Urgen en Antioquia los currículos diferenciados que integren las diversas identidades, las diversas búsquedas y necesidades, las diversas procedencias socio-culturales y que se orienten con definición e inteligencia política hacia la construcción de una nueva y auténtica democracia
Si la escuela en Antioquia fuera democrática
La escuela con vocación de democracia deberá generar debates, acuerdos y desacuerdos, respeto por el otro y la otra, igualdad de derechos y oportunidades, climas escolares sin violencia, plural y tolerante, normas consensuadas, pensamiento reflexivo y crítico, vivencia de la realidad a través del compromiso, la investigación y la adquisición de aprendizajes significativos, articulación de escuela y comunidad ya que son parte de un mismo entramado de relaciones, construcción colectiva el conocimiento, socialización e interiorización de normas consensuadas, favorecimiento de las autonomías, producción colectiva cooperativa del conocimiento. Esa escuela democrática deberá enseñar a niñas, niños y adolescentes la tarea política de luchar por una vida digna, equitativa y justa y de participar en la construcción de otro mundo posible, que hace parte constitutiva de otra democracia, que sí es posible.
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