Alerta por feminicidios en Colombia. S.O.S

Estimados/as lectores/as compartimos la serie de artículos más leídos durante el 2023. Una relectura necesaria de hechos y proyecciones de diferentes temas tanto nacionales como internacionales. Esperamos que su lectura sea de utilidad.

“La maté porque era mía,
la maté porque no era mía,
la maté porque no quería ser mía
y también porque quería ser mía”
Inma Lozano y Ángela Botero 2006

Los titulares hablan por sí solos y claman justicia y reparación ante las alarmantes cifras y los escalofriantes datos de los últimos feminicidios en Colombia. El 2022 cierra con más de 600 (1); y en el primer mes del 2023 deja 9 familias diezmadas por el aniquilamiento de mujeres cuyo delito es no ser hombres y estar en una relación heteropatriarcal basada en la dependencia.

“La mayoría de las víctimas tenía entre 21 y 28 años; pero también tenemos un caso de una niña que fue asesinada a sus 10 años en pleno ataque sexual por parte de un varón que acababa de salir de prisión. También aparecen en la fatídica lista una mujer migrante venezolana, entre otros procesos que siguen abiertos dado que se suelen dar casos en los que se intenta hacer pasar por homicidios lo que realmente son feminicidios, como es el caso de la profesora Erika Cuadros que se intenta camuflar como un ataque ‘en medio de un aparente robo’”.

Es la radiografía de una realidad que no es nueva, que acontece con reiterada frecuencia en distintas coordenadas del país, como claro reflejo de una sociedad impregnada hasta lo más profundo de su ser de un poder patriarcal que se resiste a dejar de ser. Constante que nos obliga a teorizarla, así sea de manera rápida por la brevedad que exigen los artículos de prensa.


El iceberg

La figura conocida con la que didácticamente pretendemos reflexionar sobre la violencia contra las mujeres y cuerpos feminizados se llama iceberg y aunque como metáfora es muy útil a estas alturas del análisis se queda corta dado que hemos reflexionado más profundo para dialogar e interseccionadamente, esto es conversar con las otras opresiones que ponen en riesgo la vida y la salud de las mujeres. Introducir condiciones de vulnerabilidad que van más allá del género y que tienen que ver con la edad, la clase social, el color de la piel, la procedencia y la disidencia que exprese su cuerpo, así como la condición migratoria, nos permite ampliar la comprehensión del problema. Darle la vuelta al triángulo para aluzar visibilizando su verdadera dimensión. Para poder prevenir, atender y reparar es indispensable reconocer que todas las violencias se hacen visibles cuando queremos ver y cuando ponemos un oído feminista.


Esta figura geométrica es una herramienta visual que nos quiere mostrar que debajo de lo que se ve hay algo más grande que lo sostiene. Nos alarma la muerte: estar en esa cúspide es no existir para comenzar a vivir en una lucha por la justicia y es ahí donde comenzamos a ver lo que está debajo, aparentemente invisible, estructurando las violencias hasta que estas se convierten en asesinatos donde por lo general es de un victimario varón quien asalta, viola y mata a una víctima feminizada. Esto es lo que hemos denominado feminicidio o femicidio como se suele llamar en Centro América.

El feminicidio es eso que está en la punta del triángulo y qué es el resumen de todo un circuito de violencias basadas en el patriarcado como fundamento de una cultura de hombres guerreros, agresivos y machistas y de unas mujeres hiperfeminizadas y criadas bajo el mandato del marianismo como modelo de la virgen María hecha para aguantar, tener hijos, ser sumisamente fiel y obedecer al hombre del cual tiende a depender económica, afectiva y sexualmente. Esta dependencia se hace más fuerte cuando se está en frontera, en tránsito sexo genérico, “no se tienen papeles” y se tienen hijas e hijos envueltos en la violencia vicaria que, como hemos visto, en muchos casos los maltratadores matan a su descendencia con el ánimo de hacerle daño extremo a la mujer/madre a través de la aniquilación de las y los hijos.

Para atajar el feminicidio hay que entender que debajo de cada muerte está solapada la permisividad y la complicidad social que termina sacrificando a la víctima en nombre del buen nombre del varón y de la institución. Por tanto, prevenir el feminicidio es trabajar por desmontar una cultura de la violencia acostumbrada a aceptar y a defender posturas patriarcales, machistas, misóginas, violentas y pornográficas aceptando con beneplácito a las teorías que desde el feminismo pretende concienciar sobre los derechos humanos de las mujeres y las diversidades a vivir una vida libre de violencias. En este corto artículo no vamos a desgranar cada uno de los ítems que contiene este diagrama que hace Amnistía Internacional y que para efectos de este análisis ponemos a navegar en un globo tóxico donde los cuerpos feminizados siguen siendo un territorio de guerra pues incluso en tiempos de paz se sostiene que hay una guerra contra las mujeres (Dijkstra 1986, Segato 2006, Botero y Lozano 2011).


Lo visible en lo invisible

Nos escandaliza la muerte, pero no la violencia que la sostiene. Nos damos cuenta de la vida cuando llega la muerte, sobre todo cuando llega de manos de varones que matan a sangre fría a las mujeres y con ello acaban con la poca humanidad que les distingue como seres humanos. Deshumanización y cosificación.

Así nos sentimos las mujeres y las personas cuya expresión de género está feminizada, por tanto, cosificada. Ser una cosa que le pertenece a un varón, a una cultura, a una familia, a una comunidad, a una religión, es de por sí inseguro. Podemos afirmar que no nos sentimos seguras ni en la calle, ni en la pareja, ni en la familia, ni en los espacios de trabajo y estudio. Ejemplo de ello es lo que hemos vivido en todo el año 2022 y continua para el 2023 la Universidad de Antioquia donde seguimos en alerta por violencias contra las mujeres y las personas disidentes sexuales y de géneros. Estas alertas nos dicen que se tiene que trabajar por y para la seguridad y garantizar debidos procesos en la recepción de casos de denuncias por violencias en el ámbito universitario que es desde donde se deben generar investigaciones dando ejemplos teoréticos y de buenas prácticas a la sociedad en general.

La violencia extrema contra una mujer es una advertencia para todas las que vivimos situaciones de extrema vulnerabilidad en la casa y en la calle. Todas estamos amenazadas, pues el tratamiento sociojurídico que se da en cada caso, así como los altos grados de impunidad son disuasores de la denuncia. “Denuncia: el camino más resistido. la institución se convierte en aquello que hay que enfrentar” Ahmed (2022). En este sentido y siguiendo la línea de análisis Interseccional entendemos por institución la pareja, la comunidad, la familia, la religión, la educación y los medios de comunicación. En este sentido, ser vulnerable ante un poderoso es reconocer que lo que tengo lo puedo perder en el momento en el que el otro lo decida.


¿Por qué se mata a las mujeres?La maté porque era mía, la maté porque no era mía, la maté porque no quería ser mía y también porque quería ser mía. En las formaciones qué, con mi compañera Inmaculada Lozano Caro de la Red Genera de Madrid, hemos insistido mucho en la prevención de las violencias y la atención al feminicidio en contextos migratorios, hemos llegado a la conclusión de la que también nos hablan antropólogas como Segato y Viveros, que se mata como una demostración de poder: tener algo sobre lo que decidir es parte del poder del pacto patriarcal que les ha dicho a los hombres que pueden hacer lo que quieran y les dé la gana y que es su deber y derecho castigar a las mujeres, domarlas, dominarlas. Ser botín de guerra es cambiar de dueño y permitir que ellos puedan tener descendencia por medio de violaciones permitidas y abortos castigados. ¿Cómo puede ocurrir esto en pleno siglo XXI? Pues porque viene ocurriendo desde siempre y apenas estamos reaccionando y exigiendo los plenos derechos de las mujeres, y gritando con performances callejeros que ni una menos, que vivas nos queremos, que no más violencias machistas, no más niñas, adolescentes y jóvenes mujeres y trans asesinadas a manos de los hijos sanos del patriarcado. Y cuando decimos sanos estamos diciendo que no admitimos la enfermedad, ni la pasión, ni la ira ni el intenso dolor como explicación de los feminicidios.

Feminicidios o femicidios cuerpos ejemplarizantes


Jane Caputi y Diana Russell introducen esta acepción en la epistemología feminista, apelando a la idea de continuum del terror, es decir, la descripción de una suerte de sistematicidad en las acciones violentas contra las mujeres con resultado de muerte o equivalente simbólico.

“El feminicidio representa el extremo de un continuum de terror anti-femenino e incluye una amplia variedad de abusos verbales y físicos, tales como violación, tortura, esclavitud sexual (particularmente por prostitución), abuso sexual infantil incestuoso o extra-familiar, golpizas físicas y emocionales, acoso sexual (por teléfono, en las calles, en la oficina, y en el aula), mutilación genital (clitoridectomías, escisión, infibulaciones), operaciones ginecológicas desnecesarias (histerectomías gratuitas), heterosexualidad forzada, esterilización forzada, maternidad forzada (por la criminalización de la contracepción y del aborto), psicocirugía, negación de comida para mujeres en algunas culturas, cirugía plástica, y otras mutilaciones en nombre del embellecimiento. Siempre que estas formas de terrorismo resultan en muerte, ellas se transforman en feminicidios” (Caputi, Russell, 1992) (Botero y Lozano 2011) Resaltado propio.

Cuando se confiere a los feminicidios una característica sistémica, se hace referencia a que se trata de crímenes de poder, de poder sobre el cuerpo y a través de él de otros órdenes de la vida. Los crímenes consumados o no, que buscan conservar el poder patriarcal, conservan un modus operandi: inscriben la autoridad masculina en el cuerpo femenino o feminizado y verifican la reproducción del poder mediante la violencia. Si nos preguntamos cuántos feminicidios y en que han estado basados nos encontramos con que la cifra es alarmante y si investigamos la fenomenología en la que se dan estos feminicidios comprobamos que muchas de las personas asesinadas han vivido el calvario que más que invisible está naturalizado y culturizado como se ve en el gráfico del iceberg con el que se busca evidenciar que en la estructura está el caldo de cultivo en el que se asienta la construcción de la víctima y el victimario.


Apuntes para recomendaciones

Naciones Unidas trabaja en torno a desarrollar un enfoque centrado en la persona sobreviviente (2) que tenga en cuenta la no discriminación, el respeto, la seguridad y la confidencialidad.

Reflexionar desde otros lugares, como por ejemplo poner el acento en el género del victimario que expresa que mata y viola por ser muy hombre. Reconocer el poder para hacer daño de muchos hombres educados bajo la estirpe patriarcal machista jerárquica radica en poder tomar la decisión de acabar con la vida de una mujer que siempre verá como una cosa, como un objeto que se puede desechar, cambiar, comprar, extorsionar, abusar, violar y poseer, hasta la muerte.

Si los crímenes son ejemplarizantes las respuestas desde la institucionalidad y lo social también deben serlo, atendiendo a la propuesta de seguridad feminista. (ICIP 2020). Estas muertes, como dice Segato, son ejemplarizantes dado que siguen cultivando el miedo que tenemos las mujeres a vivir, y sigue envalentonando a muchos varones que se sienten representados/vengados por las traicioneras y descorazonadoras mujeres. Estas narrativas son cotidianas y no en vano se tararea en canciones y se refuerza en telenovelas motivos validados por la cultura como justificantes de “violencia merecida”. “Mátala, mátala no tiene corazón mala mujer” y ¿Por qué mataron a Betty si era tan buena muchacha?”, nos habla de argumentos que se siguen imponiendo cada vez que algún asesino en un acto de patriarcado fanático y tanático destroza la vida de un ser a través de la violación, el acoso, la expulsión que, en el acto más extremo, termina con una persona descuartizada, envuelta en bolsas plásticas, en una maleta, enterrada en un basurero, o expuesta en cualquier cuneta como objetos de uso y desecho.

Desmachistar y despatriarcalizar el Estado: Ante la impunidad de los delitos que se cometen contra los cuerpos feminizados, inferiorizados y cosificados, podemos afirmar que las mismas estructuras del Estado son patriarcales, violentas, que al desestimar las denuncias dan cuenta de que con su oído patriarcal no serán capaces de escuchar los gritos de las víctimas; es por eso que invito a leer el último texto de Sara Ahmed sobre Denuncia y la necesidad de aguzar un oído feminista que sepa entender y atender con compasión la desbordante situación en torno a la violencia institucionalizada que nos hace corresponsables a todas, a todos, a todes, con el cambio social que buscamos y queremos.


1 Observatorio Colombiano de Feminicidios, https://www.infobae.com/colombia/2023/01/27/en-2022-se-presentaron-mas-de-600-feminicidios-en-colombia/. 27 de enero de 2023.

2 https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/67411/a77102_spa.pdf?sequence=1

Bibliografía
Ahamed, Sara (2022), Denuncia. El activismo de la queja frente a la violencia institucional, Editorial caja negra. Buenos Aires Argentina.
Botero Pulgarín, Á y Lozano Caro, I. (2011.). Tras el espejo del capitalismo global. Violencia sexual al otro lado: el cuerpo invisible, jaque a la reina negra, Madrid, ACSUR.
Dijkstra, Bram, (1986). Ídolos de perversidad. La imagen de la mujer de la cultura de fin de siglo. Debate. Círculo de lectores. Barcelona

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Información adicional

MÁS LEÍDO 2023 - El iceberg: arriba la muerte abajo la tortura
Autor/a: Ángela María Botero Pulgarín
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo Nº299, febrero 20 - marzo 20 de 2023

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