Territoriales en disputa

Proyectar resultados para las territoriales de este 29 de octubre puede ser un ejercicio estéril, en parte por lo complejo del contexto político y social del país. El siguiente ejercicio revisa el volumen de postulaciones, la composición actual, resultados anteriores y se vislumbran algunos escenarios y reflexiones de cara a una imbricada elección que será crucial para el gobierno de Gustavo Petro.

Estamos a días de una nueva jornada electoral en Colombia. Esta vez serán las elecciones regionales, en las que se escogerán 20.509 cargos entre gobernaciones (32), alcaldías (1.102), asambleas (418), consejos (12.072) y juntas administradoras locales (6.885). Tras tres votaciones de histórica favorabilidad para la izquierda, la que viene será la primera territorial bajo un gobierno progresista, gobierno que atraviesa su segundo año sumido en diversos desafíos que vuelven este evento un momento bisagra para las expectativas y posibilidades del proyecto liderado por Gustavo Petro y el Pacto Histórico.

Para la oposición, los comicios representan una especie de referendo sobre la actual administración. Sin embargo, Colombia está lejos de lo sucedido en España, donde la derrota oficialista en las elecciones locales llevó al adelanto de las generales para formar un nuevo gobierno. Lo que sí, el resultado impactará en las posibilidades de desplegar el proyecto a nivel territorial y por tanto en la percepción de las capacidades de la izquierda para gobernar, lo que en el horizonte medio es clave para la presidencial de 2026.

A su vez, la coyuntura política, en la que la dicotomía esperanza/barbarie se encuentra mediada por las acciones y posibilidades transformadoras y el despliegue de la hegemonía por parte de quienes siempre han manejado el poder, cierne un manto de duda sobre los resultados del 29 de octubre. En este sentido, el presente artículo no plantea un pronóstico sino una lectura del contexto en el que se circunscriben las elecciones regionales.

En primer lugar, se revisa el volumen de candidaturas respecto a años anteriores. Luego, se analiza la composición actual de las entidades, donde se evidencia la baja representación de la izquierda a nivel local. Esto se acompaña de un análisis de los resultados electorales recientes y posteriormente se repasan algunos escenarios y factores a considerar. Con todo, se cierra el texto con algunas reflexiones con base en la información expuesta.

Volumen de candidaturas

Según la Registraduría, en total se inscribieron 132.553 candidaturas para estos comicios, que luego quedaron en 128.208, lo que equivale a un 13,7 por ciento más respecto a las regionales de 2019. En el Gráfico 1 se observa el crecimiento de las postulaciones desde 2003, año en que hubo 77.306 para 18.176 cargos. Así, en 20 años, las personas que compiten crecieron un 71,4 por ciento, mientras que los cargos a proveer un 12,8.

En el Gráfico 2 se muestra el cociente de postulaciones sobre curules, donde se evidencia el crecimiento de la relación en todas las instancias, excepto para las JAL, que si bien aumentan respecto al ciclo anterior, las candidaturas son menos que en años anteriores. Como se observa, en 2007 competían cerca de 5 personas por cargo, mientras que en 2023 esta cifra se acerca a 7 postulaciones. Para gobernación, asamblea y concejo, hoy postulan 3 personas más por cargo que hace 16 años.

¿Qué implica este incremento? Más postulaciones suponen más disputa y mayor dispersión de la votación, logrando bancadas menos uniformes, en el caso de las corporaciones elegidas por cifra repartidora, o bien se fuerza la conformación de alianzas amplias para concentrar votantes en favor de una candidatura, en caso de los cargos uninominales.

Por ejemplo, en 2015, 47 de 137 candidaturas a gobernaciones compitieron en coalición y 14 de 32 departamentos quedaron en partidos en solitario. En 2019, las coaliciones subieron a 66 y los partidos individuales lograron 7 jefaturas departamentales. Para este año, 92 candidaturas van en coalición. Esto, por supuesto, desdibuja los márgenes ideológicos, dejando las disputas políticas en segundo plano con tal de mantener el poder.

Y sobre participación por género, se muestra un crecimiento de un 20 por ciento en las candidaturas femeninas en 2023 respecto de 2007, pasando de 19,6 a 39,4, pero solo 2 por ciento respecto a 2019. Esto mantiene los desafíos en la materia, primero, porque las mujeres están subrepresentadas en ciudades principales, y segundo, porque es necesario establecer reglas que permitan que las candidaturas femeninas lleguen al 50 por ciento. A su vez, el marco legal vigente en Colombia no apunta hacia la paridad real una vez que sean electas, por lo que también debe plantearse una reforma política en este sentido: hoy, las mujeres en el Congreso rondan el 30 por ciento; hacen presencia en 2 de 32 gobernaciones (6,25%) y apenas 132 municipios (12%) están en manos femeninas.

Composición actual y otros resultados recientes

A nivel territorial, las maquinarias pesan. En las gobernaciones, los partidos tradicionales están en 31 de 32 departamentos, escapando solo el Magdalena con Fuerza Ciudadana. Asimismo, solo 2 son aliadas al gobierno, la mencionada y la del Huila, que agrupa al Pacto Histórico y Liberales. De los partidos de gobierno, MAIS hace parte de cuatro gobernaciones en coalición, tres de ellas con partidos del establecimiento; y los Verdes también están en cuatro, todas con partidos tradicionales.

En las asambleas, de los 418 diputados y diputadas, según Registraduría, los partidos del Pacto en solitario suman 28 curules, es decir, 6,7 por ciento; los Verdes, con 38, representan el 9,1, por lo que el porcentaje restante llega al 84,2. Y si vemos cuál fue el partido o coalición más votada a nivel departamental, de los partidos de gobierno, solo MAIS en Amazonas fue el más votado. Sacando al Vichada y La Guajira, donde el más votado fue la ASI, y en Boyacá, cuyo primer lugar fue el Partido Verde; en los restantes 28 departamentos se impusieron partidos tradicionales u opositores.

Para las alcaldías, en 2019 los partidos tradicionales disminuyeron 36 por ciento su representación en solitario, pero 506 de 1.101 municipios quedaron en coalición, evidenciando cómo el establecimiento logró articularse para retener el poder. Los partidos del Pacto pasaron de 25 a 44 municipios, apenas 4 por ciento. Sin embargo, de las alcaldías de las grandes ciudades, la derecha solo logró Barranquilla. Del resto, Medellín, Cali, Villavicencio y Santa Marta fueron para cercanos al gobierno; en Bucaramanga, Cartagena y Cúcuta quedaron figuras neutrales. Y en Bogotá, Claudia López llegó apoyada por los Verdes y el Polo, pero con el tiempo se fue distanciando del gobierno central.

A nivel de consejos, si se suman las votaciones por departamento, los partidos tradicionales copan todo el país, excepto Amazonas, Bogotá y Boyacá, donde se impuso Alianza Verde, y en el Vichada, donde ganó la ASI. Un escenario similar se observa en las JAL, con la notable excepción de Nariño, donde la alianza Colombia Humana-UP fue la más votada.

Con lo señalado, se observa una baja representación del progresismo a nivel territorial: 2 de 32 gobernaciones, 6,5 por ciento de las diputaciones en solitario, 4 de las alcaldías y sin mayores figuraciones en concejos y JAL. Ahora, si junto a esto consideramos que las regionales de 2019 fueron mejores que las de 2015 y lo mismo respecto a las anteriores, y así sucesivamente, ¿puede el resultado de 2023 ser un retroceso para el gobierno?

Para reflexionar sobre esto, revisemos algunos resultados recientes para ver un poco mejor el panorama. Primero, las dos últimas presidenciales, luego la del Congreso.

En las cuatro rondas presidenciales, las dos de 2018 y las dos de 2022, hubo 14 departamentos en los que Petro siempre perdió: Antioquia, Arauca, Boyacá, Caldas, Caquetá, Casanare, Cundinamarca, Guaviare, Huila, Meta, Norte de Santander, Santander, Tolima y Vichada. 12 de estos son gobernados por coaliciones de tradicionales, una bajo un partido opositor y solo el Huila es oficialista. A su vez, en 11 de esos departamentos ganó el No a la Paz en 2016. Debe tenerse en cuenta, además, que la votación de Gustavo Petro fue la mayor que haya recibido un candidato presidencial, hecho que se produjo junto al porcentaje de participación más alto de los últimos 24 años.

La otra elección es la parlamentaria de 2022. El Pacto irrumpió en el Congreso como la lista más votada en Senado y la segunda en Cámara. Por su parte, los partidos tradicionales fueron castigados por la gestión del gobierno de Iván Duque y por los hechos de corrupción asociados a sus candidaturas. Esto propició la conformación más diversa que haya tenido el Congreso, corporación que sin embargo sigue teniendo a los partidos tradicionales como fuerza principal, lo que ha limitado el potencial transformador del gobierno.

Escenarios probables y comentarios finales

Con lo expuesto, ¿qué resultados se prevén para el 29 de octubre? Al revisar noticias y encuestas, presuntamente el país giraría a la derecha en las regionales. Según Invamer y La Silla Vacía, Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga pasarían a la oposición, y los presagios en otros municipios y gobernaciones tampoco son auspiciosos para el gobierno.

Entre los múltiples factores que empujan esto, se pueden enunciar al menos tres. Primero, la disputa por la hegemonía, encarnada en las palabras del Presidente cuando dice que llegar al gobierno no es llegar al poder. Actores y partidos que han tenido siempre el monopolio del país, despliegan estrategias para enlodar y entorpecer la labor del gobierno.

Así, vemos los grupos económicos usando medios de comunicación de su propiedad para tergiversar hechos de interés o fungiendo como tribuna de expertos que pronostican el acabose si se aprueban las reformas. También está la relación entre Fiscalía y Semana, que cada vez se parece más a lo que pasó en Brasil con el fiscal Moro y la revista Veja en contra de Lula da Silva. A esto se suman las vulneraciones al ejercicio de derechos políticos, con municipios en riesgo por hechos de violencia, así como por campañas de desinformación y manipulación de la opinión pública.

Segundo, están el clientelismo y las maquinarias para la retención y disputa electoral. Por poner un ejemplo, 40 clanes hacen presencia en el Senado de la República, lo que significa recursos para soportar candidaturas y aparatos electorales. Algo similar pasa con la cooptación de entidades territoriales, brindando a las fuerzas tradicionales más capacidad para heredar cargos, mientras conforman alianzas utilitaristas para mantener el poder.

Y tercero, las condiciones propias de la coalición de gobierno. Los problemas y disputas internas para conformar e inscribir listas, las dificultades para habitar el poder y abandonar el comportamiento opositor, avales y alianzas con partidos tradicionales, candidaturas débiles por falta de cuadros y la ausencia de una visión estratégico-electoral, entre otros, limitan su potencial. En este sentido, los partidos tradicionales tienen un comportamiento más disciplinado y se articulan de forma más pragmática para continuar en el poder.

No obstante, y a pesar de lo anterior, es necesario matizar el fatalismo respecto a las elecciones. ¿Por qué? Recapitulemos:

Estamos frente a las elecciones con mayor competencia de la historia, lo cual no garantiza resultados para ningún contendor.

La dispersión de candidaturas lleva a formar alianzas que obligan a matizar posiciones y el sistema de cifra repartidora implica bancadas más diversas.

Si bien la posibilidad de mostrar resultados del gobierno en los territorios está mediada por su relación con las autoridades locales, quienes ganen el 29 también ven su éxito cruzado por su relación con el gobierno, lo cual invita a los partidos a dialogar con el Ejecutivo.

La línea base sobre la que parte el gobierno es baja: 2 de 32 gobernaciones, 6,5 por ciento de las diputaciones en solitario, 4 de las alcaldías y sin mayor figuración a nivel de concejo y JAL. En este sentido, es probable que incremente la representación oficialista, siguiendo la tendencia electoral de los últimos años, aunque no en la dimensión que podría ser, hecho que será catalogado como un fracaso en los medios.

El comportamiento opositor de algunas figuras del Partido Verde puede afectar su apoyo por parte de votantes progresistas que buscarán apoyar otras candidaturas.

Recordemos, además, que Duque enfrentó la derrota en las locales de 2019 y el doble revés de 2022, a pesar de ser gobierno, gracias a su ineficiente gestión, la corrupción, y también como reflejo del hastío de la sociedad con los partidos tradicionales.

Sobre esto último es necesario detenerse con mayor detalle. Las elecciones recientes han mostrado cómo la población se ha distanciado de los partidos tradicionales en favor de otras alternativas, sean progresistas, de centro o incluso de nuevas derechas. Esto guarda relación con la superación de estigmas que cargaba la izquierda producto de la prevalencia del conflicto. Pero al tiempo, el desescalamiento del mismo ha visibilizado situaciones que antes se mantenían alejadas de la opinión pública.

Entre ellas está la corrupción, cuya mayor visibilidad ha permitido restringir el acceso de los clanes y maquinarias a sus fuentes de recursos, o al menos limitar sus posibilidades de corromper el Estado. Por lo mismo, los partidos tradicionales han buscado endilgar casos de corrupción al Pacto, en un desesperado intento para mermar su apoyo electoral.

Asimismo, los esfuerzos de instaurar un Estado de opinión también apuntan a afectar la popularidad del gobierno, polarizando el espectro político y fracturando el tejido social, en un juego de suma cero solo para mantener el statu quo y sus fincas de poder. Y cual lobo en piel de oveja, la oposición y los partidos tradicionales hoy se presentan como vulnerables defensores de la democracia, siendo que son en buena parte responsables de los desafíos y dificultades que atraviesa Colombia.

Hacen todo esto, y mucho más, porque son conscientes que la victoria de Gustavo Petro en 2022 es reflejo de una derrota cultural en un país que apuesta por abandonar la guerra y la violencia, y que echa su suerte a la paz y a la vida como proyecto de nación. Veremos este 29 de octubre si Colombia avanza hacia su segunda oportunidad en la tierra, o si bien el establecimiento sigue impidiendo la construcción de una nación próspera y poderosa.

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Información adicional

Autor/a: Simón Rubiños Cea
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo N°307, 18 de octubre - 18 de noviembre de 2023

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