Amazonia: ciudadanía, alternativas y transiciones cortas y largas

La Amazonia enfrente un colapso ecológico que inmediatamente tendrá consecuencias sociales y económicas. Ante ello existen múltiples voces ciudadanas, pero únicamente las que defienden alternativas al desarrollo muestran los cambios y transiciones necesarias para evitar esa crisis.

La Amazonia es una enorme región extendida en ocho países, y que enfrenta múltiples amenazas. Posiblemente la deforestación sea uno de los problemas más publicitados, y eso es comprensible ya que se estima que desde la llegada de los colonizadores se han perdido aproximadamente 85 millones de hectáreas de selva (el 13 % de la superficie original). Esa pérdida es especialmente grave en Brasil, en un enorme arco que recorre toda la zona sur de esa selva. En los demás países también hay enclaves de deforestación; en Colombia, por ejemplo, asola a los departamentos de Meta, Caquetá y Putumayo1.

Si persisten la deforestación y otros impactos ambientales, en un futuro muy cercano se cruzarán los llamados puntos o umbrales de inflexión, desencadenándose una transformación que será irreversible. Si eso ocurre, esa Amazonia que hoy conocemos, se perderá para siempre. Eso se debe a alteraciones tales como los que reciclan el agua y produce lluvia, por lo que la región será más árida, sus bosques serán reemplazados por sabanas, con paisajes de pasturas salpicados por árboles y arbustos.

Un colapso ecológico de esa magnitud no solamente resultará en la pérdida de biodiversidad y la afectación del clima continental, sino que además se sumarán impactos sociales, primero en las comunidades ribereñas y en los pueblos indígenas, para luego extenderse a toda la cuenca. Esas selvas, las que definen las esencias o culturas de muchos, podrían desaparecer.

Todo esto hace que la problemática amazónica imponga urgencias. Pero los modos de abordarlas son muy distintos, ya que los gobiernos y buena parte de la sociedad en esos países vive en otras regiones, y no advierten la inminencia y severidad de estos riesgos. En cambio, para la mayor parte de los habitantes amazónicos, y muy especialmente sus pueblos originarios, esta problemática exige alternativas inmediatas; cada día que se pierde se reducen las opciones de evitar esos cambios irreversibles.

Algunos aspectos sobresalientes en las posiciones gubernamentales sobre la problemática amazónica se exploraron en el primer artículo de esta serie (publicado en periódico Desde Abajo en marzo 20242. Es el turno en este artículo el abordar esta situación pero colocando el foco en ese amplio conjunto usualmente denominado sociedad civil, que vive en la Amazonia o se ocupa de lo que allí sucede.

Múltiples voces ciudadanas

Es indispensable comenzar por reconocer que en el seno de los movimientos y organizaciones ciudadanas afincadas en la Amazonia se encontrarán muy diversas posturas y razonamientos. Sería un error asumir que existe un consenso en asegurar la protección de esos ambientes y sus habitantes.

Es que en todos los países hay conglomerados que están alineados con la explotación de sus recursos, no les incomodan los impactos ambientales y desprecian los efectos sociales. Estos incluyen a los que arribaron a la Amazonia desde otras regiones, llamados “colonizadores” en algunos sitios, y que se dedican, por ejemplo, a la agricultura y ganadería, la minería, o incluso la explotación petrolera. Ese conjunto se organiza en asociaciones de pequeños y medianos agricultores, federaciones de latifundistas, cooperativas mineras, corporaciones como las mineras, petroleras o agropecuarias, o incluso sindicatos de esos sectores. Reclaman por lo que entienden como un desarrollo que pasa por la explotación convencional de recursos naturales, y desde allí, rechazan o marginan a otros actores, y en especial a los pueblos indígenas. Se cuelan distintas formas de racismos que tiñen sus posiciones, calificando a otros como atrasados, primitivos o ignorantes, y entre ellos hay varios que emplean la violencia.

También hay actores que promueven tanto ese tipo de desarrollo como la exclusión de los pueblos amazónicos, pero lo hacen desde redes y prácticas ilegales. Se cuentan los grupos organizados para la extracción de productos (maderas, animales, oro, coca, etc.), el aporte de insumos (como el mercurio, combustible, maquinarias, etc.), la toma de territorios para la minería ilegal, la apropiación fraudulenta y violenta de tierras (el llamado “grilagem” en Brasil), entre otros. Algunos actores del conjunto anterior mantienen relaciones con estos agrupamientos criminales, o entran y salen de ese mundo ilegal.

En el seno de las comunidades locales un observador atento también encontrará diversas posturas. Se encuentran grupos que, pongamos por caso, se declaran a favor de talar la selva para vender madera o para la agricultura convencional, y lo hacen desde una lógica empresarial enfocada en la rentabilidad económica; otros pueden estar a favor de la explotación petrolera simplemente porque reciben dineros de compensación u otros beneficios desde las empresas; y así sucesivamente. En algunos casos eso responde a sinceras posturas a favor de lo que consideran progreso o desarrollo; en otros es simplemente el egoísmo en asegurar ventajas tales como las que da el dinero. Tampoco puede desatenderse una brecha de género, ya que hay casos donde los liderazgos son ocupados por varones quienes repetidamente excluyen a las mujeres; aquellos frecuentemente insisten en los beneficios materiales y económicos, mientras ellas son las que advierten sobre los impactos en el ambiente y la salud, y los retrocesos en los modos de vida tradicionales.

Pero también existen potentes voces ciudadanas, en especial entre pueblos indígenas, que insisten en proteger esos ambientes, sus propias culturas y modos de vida. Son las voces que denuncian los impactos negativos de actividades como las de los madereros, cazadores furtivos, mineros, petroleros y el agronegocio. Rechazan la mercantilización de la Naturaleza y exigen asegurar sus vidas, con sus tradiciones, y con ello, proteger toda la vida dentro de la Amazonia.

Ejemplos de estos grupos son las organizaciones indígenas amazónicas dentro de cada país. En Colombia un conocido ejemplo es la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonia (Opiac). A nivel regional, las distintas federaciones nacionales se agrupan en la Coordinadora de la Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica), que cubre a más de quinientos pueblos indígenas (de los cuales 66 mantienen aislamiento voluntario).

En todo ese amplio conjunto existen, como es esperable, diferentes énfasis y prioridades, pero puede señalarse que la mayor parte de ellos han sabido mantener su independencia frente a los gobiernos, fuesen de una u otra orientación ideológica, e incluso ante aquellos actores políticos que se presentan a sí mismos como voceros de la indigeneidad.

Finalmente, hay grupos que abordan asuntos ecológicos, en derechos humanos, ruralidades y en otros asuntos, que trabajan desde o sobre la Amazonia, tanto a nivel nacional como internacional, que pueden ser organizaciones no gubernamentales, universidades u otras. Ellos hacen militancia a sus maneras y en muchas ocasiones apoyan y asesoran a grupos ciudadanos locales.

Adentro y afuera del desarrollo

Las distintas posiciones ciudadanas se pueden confrontar ante lo que se interpreta como el problema principal y básico que enfrenta la región: su subordinación global como proveedora de recursos naturales que impone una nueva territorialización de enclaves de extracción (tal como se explicó en el anterior artículo de esta serie).

El primer conjunto de actores ciudadanos que defienden los desarrollos convencionales, tales como los extractivismos, alientan el ingreso de empresas y capitales externos, y de ese modo, varios de ellos son extensiones de gobiernos o corporaciones. En algunos casos organizan sus propios canales de expresión político partidaria, como puede ser la Bancada Ruralista en el Congreso de Brasil, los legisladores, ministros o viceministros de minería que responden a la federación de cooperativas mineras en Bolivia, o los vínculos de congresistas peruanos con la minería ilegal de oro en Madre de Dios.

Una segunda posición acepta la apropiación y transformación amazónica, pero entiende que debe hacerse de otros modos. Estas son las opciones reformistas, y las más conocidas proponen un mayor papel estatal, como por ejemplo la explotación minera o petrolera en manos de empresas nacionales o estatales. Se entiende que esto permitiría reducir los impactos sociales, ambientales y territoriales, y que una mayor proporción de los beneficios económicos quedarían dentro del país y podría invertirse en emprendimientos amazónicos. La legitimación apela a alusiones nacionalistas y a las  compensaciones e indeminizaciones económicas, pero no están en cuestión esos extractivismos, sino que solamente cambian sus agentes.

La tercera postura rechaza cualquiera de las opciones convencionales del desarrollo, entendiendo que de una u otra manera acabarán destruyendo la Amazonia y sus pueblos. Plantean, por lo tanto, alternativas más allá del desarrollo; en el caso de muchas voces ciudadanas eso es inseparable de la defensa de sus culturas y la resistencia a que sean reducidas y subsumidas a los saberes y sentires occidentales. Sus aportes son fundamentales, al informar sobre lo que ocurre en esa región, al accionar movilizaciones que frenan el avance de la destrucción, y al ser contrapesos ante las posiciones de gobiernos, empresas e incluso otros grupos ciudadanos que apuestan por la apropiación intensiva de la Amazonia.

Este cuadro es por cierto esquemático, pero evidencia varias implicaciones que a veces pasan desapercibidas. Los defensores de estrategias de desarrollo, sean convencionales como reformadas, permiten que persista la reconfiguración de la territorialización amazónica que depende de los mercados globales, imponiendo los enclaves que perforan otras territorialidades, especialmente indígenas. A su vez, esto desencadena problemas como el avance de la minería de oro o la violencia contra las comunidades. Por lo tanto, ninguna de esas dos opciones resuelven esa problemática esencial. En cambio, las demandas ciudadanas de alternativas al desarrollo en cualquiera de sus variedades ofrece opciones para detener esa reterritorializacion extrovertida.

Las posiciones descritas no siempre son nítidas, ya que existen distintos solapamientos entre ellas. Es el caso de comunidades que por ejemplo rechazan la minería pero están a favor de programas de venta de bonos de carbono para frenar el cambio climático. Esto lleva a reconocer la complejidad de la cotidianidad en la Amazonia, ya que en muchas comunidades está en marcha una lenta pero persistente penetración de una lógica de mercantilización de las personas y la Naturaleza. Al incrementarse las presiones, algunas comunidades decidieron, por ejemplo, sumarse a la minería de oro aluvial (como ocurre por ejemplo en Bolivia o Ecuador), sea porque las familias no encuentran otras salidas a la pobreza, como intento de evitar la invasión de sus territorios por grupos violentos, o asumiendo que ese avance es inevitable y prefieren quedarse ellos con las posibles ganancias antes que otros se las apropien. Pueden existir estas y otras explicaciones, pero el punto es que a medida que esas prácticas se diseminan, naturalizan, justifican y producen ejemplos para que otros sigan los mismos caminos. Esto hace que las alternativas, más allá del desarrollo, se reduzcan.

Alternativas y transiciones

No está demás advertir que la construcción de alternativas al desarrollo en la Amazonia no debe ser ridiculizada como una postura anti tecnológica, una reivindicación del primitivismo o una negación de cualquier uso de los recursos naturales. Esto es necesario porque es típico de los defensores de los desarrollos depredadores que al quedarse sin argumentos se refugian en el slogan de que cualquier alternativa es un cataclismo económico o un regreso a la edad de piedra.

En cambio, las alternativas al desarrollo postulan aprovechar aquellas apropiaciones o procesos productivos que se enmarcan en los ciclos y ritmos de la reproducción de la vida amazónica. Sus propósitos están en asegurar la vida de las personas, erradicar la pobreza y, al mismo tiempo, conservar la riqueza ecológica de la región. Para avanzar en esa dirección, la prioridad debe estar en revertir la subordinación a la globalización, detener la fragmentación por los enclaves extractivos, y lograr una efectiva salvaguarda de los derechos de las personas y de la Naturaleza.

Las llamadas “transiciones”, en su sentido estricto, son los pasos a seguir para alcanzar esas metas. Inicialmente deben aplicarse medidas de urgencia para detener los impactos más severos, como puede ser la proliferación de la minería de oro aluvial o la persecución de líderes ciudadanos. Le siguen transformaciones estructurales que buscan modificar la estructura productiva reduciendo los sectores extractivistas y promoviendo otros que cumplan con exigencias en el consumo de energía, agua y materia (un buen ejemplo es la agroecología).

Este tipo de transiciones buscan ir más allá de los desarrollos convencionales y cubren varios sectores, por lo cual se las puede denominar “largas”. Se organizan teniendo en claro cuáles son las metas que se defienden. En cambio, hay muchas otras que son “cortas” ya que se enfocan en el pasaje desde una variedad de desarrollo a otra. Este es el caso de ejemplos indicados arriba, como los de reemplazar un extractivismo transnacionalizado por otro en manos de una empresa estatal. En las transiciones “cortas” no hay un debate explícito sobre el horizonte alternativo, ya que permanecen dentro de las concepciones del desarrollo occidental que dependen de una intensa apropiación de la Naturaleza.

En los actuales debates sobre transiciones, al usarse el término de forma poco rigurosa, se termina confundiendo tránsitos “cortos” y “largos”. Es más, en aquellos programas que son imitativos de las transiciones que se discuten en los países del norte, no siempre se indican hacia dónde se quiere transitar ni la secuencia de cambios involucrados, y por esas razones tienen poca utilidad para las circunstancias amazónicas.

Un ejemplo repetido es abordar las transiciones como un asunto esencialmente de energía y cambio climático, y en particular en las emisiones de gases de efecto invernadero por quemas combustibles fósiles (como en automóviles o fábricas). Sin embargo, en la Amazonia, las principales fuentes de esos gases son la deforestación y cambios en los usos del suelo, lo que inmediatamente remite a las estrategias del uso de la tierra y la agropecuaria. Es por ello que una alternativa enfocada en energía y cambio climático, y las transiciones hacia ella, son inseparables de retomar las discusiones sobre la tenencia y manejo de la tierra. Dicho de un modo muy esquemático, las transiciones que imitan a las del norte atienden las emisiones de gases en sí mismas, mientras que una mirada desde la Amazonia impone repensar, por ejemplo, la reforma agraria y salvaguardas sobre los territorios indígenas.

Las transiciones largas, basadas en demandas ciudadanas, han creado, analizado y defendido un instrumento resumible en la palabra “yasunizar”. Esto alude a una moratoria petrolera reclamada para la región del Parque Nacional Yasuní en la Amazonia ecuatoriana a inicios de los años 2000, cuyas implicancias ecológicas y económicas han sido repetidamente estudiadas, y que tras años de lucha triunfó en una consulta ciudadana. Un instrumento tal como “yasunizar” la Amazonia debe estar en cualquier transición al permitir lidiar con cuestiones en energía y cambio climático, detener los impactos sociales, económicos y ambientales locales y regionales, salvaguardar a los pueblos indígenas, y estar alineado con los derechos de la Naturaleza –otra innovación sudamericana. Es evidente que una transición de este tipo es muy diferente de aquellas que están repletas de referencias a lo que ocurre en Europa occidental o a nivel global.

Los sujetos de las alternativas

Los agrupamientos amazónicos que desean explotar y transformar la selva rechazan que se propongan y exijan alternativas; incluso las combaten al temer que ellas impidan esas actividades. Los reformistas se contentarán con transiciones “cortas”, y el peligro es que el uso apresurado de etiquetas como “transiciones justas” termine estancado en modificaciones que no alcancen los problemas de fondo. Dicho de otro modo, se vuelve sencillo hablar de transiciones, e incluso las corporaciones ahora lo hacen, cuando el horizonte de cambio son reformas instrumentales dentro del desarrollo convencional.

En cambio, bajo las circunstancias de muchas comunidades locales y en especial los pueblos indígenas amazónicos, se deben afrontar los impactos más severos y atacar las causas de fondo. Ese propósito, más radical, lleva a entender que la sobrevivencia de esas selvas y sus pueblos solo es posible bajo un orden distinto al del desarrollo contemporáneo, y eso obliga a transiciones largas.

Si desaparece la selva amazónica tal como la conocemos, ya que ese es el dramático riesgo que hoy se enfrenta, entonces también desaparecerán pueblos indígenas y comunidades locales. Ante esa gravedad, si se deja de lado el debate sobre los horizontes alternativos permaneceremos estancados en transiciones cortas que no evitarán ese colapso. En cambio, las alternativas al desarrollo son la respuesta para superarla, y desde allí ya se cuenta con medidas de urgencia tales como detener tanto la ola de violencia, sea aquella asociada a las invasiones territoriales como la persecución de los militantes, como la destrucción ecológica, como ocurre con la contaminación por mercurio, la tala o quema de bosques. Pero para esta o para cualquier otra opción, es indispensable asegurar que la ciudadanía sea realmente considerada y legitimada, ya que en todos los países persisten las actitudes y mecanismos por los cuales se desconoce a los amazónicos, y especialmente si son indígenas, como si no fueran ciudadanos o ni siquiera personas. La pluralidad de voces ciudadanas es indispensable para cualquier cambio.

1. Amazon tipping point – Where Are We?, M. Finer y N. Mamani, Monitoring Andean Amazon Project, MAAP, No 164, 2022.

2. Amazonia: imposición de territorios globalizados y coyuntura política, E. Gudynas, desdeabajo, No 311, marzo 2024.

El presente texto adelanta algunos resultados del autor sobre alternativas y transiciones como investigador del Centro de Información y Documentación de Bolivia (Cedib).

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Información adicional

Autor/a: Eduardo Gudynas
País:
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo N°312, 18 de abril - 18 de mayo de 2024

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