Las luchas estudiantiles universitarias en los EEUU han sido señaladas de “antisemitas” por exigir cese al fuego en Gaza y oponerse al genocidio del pueblo palestino perpetrado por Israel. Gustavo Petro, a nombre del Estado colombiano, rompe relaciones diplomáticas con Israel por considerar a Netanyahu genocida y de inmediato la embajada de Israel y la prensa hegemónica a su servicio expresa que es un “acto antisemita”. Entonces, resulta que toda crítica a Israel es antisemita, término que ya no tiene sentido gracias a Netanyahu y al genocidio en curso en suelo palestino.

Hay judíos que son sionistas y fascistas, y otros que aman profundamente su religión judaica y son antisionistas; los hay fascistas y colonialistas, como también hay judíos –como los ultraordooxos– que se oponen a la existencia del Estado de Israel. Existen judíos que apoyan y promueven el genocidio en Gaza, como también los hay que se oponen a esa barbaridad y a la banda criminal de Netanyahu.

El antisemitismo, dicen, existe hace más de dos mil años, es decir lo llevan a la “noche de los tiempos”, algo eterno e inalterable desde la destrucción del segundo templo de Jerusalén. Si el judío eterno es inalterable, de hecho entonces su contraparte el “antisemitismo” también lo es.

Se pregunta, si un ser humano debe sentirse horrorizado por los campos de exterminio nazi contra los judíos, ¿porque no debe sentirse igual por el genocidio que el Estado Israel lleva en Gaza, por parte de un gobierno que dice ser víctima de dichos eventos en la Segunda Guerra Mundial? Claramente, los judíos en el Estado de Israel no son los judíos exterminados.

Recordemos: durante la Segunda Guerra Mundial, del Pacto Haavara entre el régimen nazi y los sionistas en 1933, hasta 1939, entre la Agencia Judía y el Ministerio de Comercio nazi, que consistió en la colaboración con los nazis de la Asociación Sionista de Alemania, entregando revolucionarios judíos en los guetos, para ser deportados a cambio de la salida hacia Palestina de judíos con capacidad económica. Migraron algo así como 60.000. Ellos debían dejar parte de sus fortunas en Alemania, las mismas que fueron usadas por el régimen nazi, y lo que se llevaron terminaría invertido en insumos comprados en Alemania, un gran negocio. Los nazis prepararon militarmente a las bandas sionistas que se enfrentaron a los ingleses y a los árabes en Palestina, les imprimían la propaganda, y los barcos llegaban a Palestina bajo la bandera nazi.

Los sionistas de esta Asociación buscaron romper el boicot que los otros sionistas –como los de EEUU– hicieron porque dañaba la economía nazi. El principal socio de los sionistas fascistas fue Adolfo Eichman, después sometido a juicio en Jerusalén como el “gran enemigo del pueblo Judío”.

Lo ocurrido con los judíos en la Segunda Guerra Mundial tiene mucho que ver con la colaboración de los sionistas fascistas y terroristas para exterminarlos. Y sin embargo, en el relato oficial sionista se dice que en Alemania nazi hubo una gran ola de “antisemitismo”, irónicamente propalada por los mismos judios sionistas.

En este acercamiento a los hechos en curso, hay que regresar la mira mucho más atrás. El antisemitismo surgió antes del cristianismo, antes de la existencia de Alemania. Francia en el siglo XI y España en el siglo XVI, persiguieron a los judíos. Es curioso, pero la palabra gueto es veneciana y la palabra pogromo es rusa.

Los historiadores dicen que han existido tres tipos de antisemitismo: el “greco-romano”, el “anti judaísmo cristiano” y el “antisemitismo nacionalista”. Algunos dicen que el término “antisemita” fue formulado en 1879 en Alemania, para caracterizar las actividades panfletarias antijudías de Wilhelm Marr, sin embargo esa palabra es etimológicamente errónea, porque no solo los judíos son semitas y no todos los semitas son de religión judaica. Se llamó así, semitas, a los árabes, ya fueran judíos, cristianos o musulmanes. Pero el uso de este termino se impuso con el tiempo para designar lo antijudío.

Por esto es erróneo hablar de “antisemitismo”. Pero resulta que los judíos que llegaron a Palestina a colonizar no son semitas, son hazaros, y asquenazíes, es decir son judíos europeos, por lo tanto no tiene sentido hablar de antisemitismo cuando los criminales que gobiernan Israel no son semitas: Netanyahu es de origen polaco, pero lo hacen pasar como descendiente de la tribu de Benjamín.

Hablar de nacionalismo judío no tiene sentido, porque la diáspora es en sí misma la demostración de que los judíos no tenían sentido de nación o de pueblo, por eso eran integracionistas en los países donde vivían. El sentido de nación hace referencia a territorio y los judíos no tenían ese sentido. Solo en los siglos XIX y XX, con el sionismo, aparece dicho concepto y por tanto toda la carga fascista de lo que se llama Estado de Israel.

El historiador israelí de origen húngaro Shlomo Sand, en su libro La invención del pueblo judío, dice que los judíos asquenazíes no son semitas sino jazaros de origen mongol centro-asiático. Y después, en su libro La invención de la tierra de Israel, dice que en realidad la tierra que los sionistas reclaman como propia, es la fenicia tierra de Canaán, mientras como hemos sustentado en otros artículos Israel fue creado por los Rothschild, el austro-húngaro Teodoro Herzl, el ucraniano Jabotinski, el polaco Benzion Netanyahu –padre del actual primer ministro de Israel.

En esta mirada al pasado, para precisar lo acá abordado, hay que recordar que los asquenazíes vivieron en Alemania y Europa central y hablan el Yiddish; los sefarditas o judíos españoles y portugueses y su idioma el castellano ladino, y los Mizrahin o semitas ancestrales que nunca vivieron en Europa y sí en cercano y medio oriente y norte de África. A los dos últimos se los consideran semitas. Los asquenazíes son el 85 por ciento de los judíos.

Entonces, si es verdad que se ha usado el término “antisemita” para designar a lo antijudío, entonces debe hablarse claro. Porque las manifestaciones, campamentos universitarios, boicots a empresas israelíes y otras formas de protesta, denuncia y resistencia, no son una lucha contra los judíos sino contra los sionistas fascistas del Estado de Israel. Criticar el genocidio que padecen los habitantes de Gaza y llevada a cabo por parte de los criminales que gobiernan Israel, nada tiene que ver con el “antisemitismo”, ni con lo antijudío o judeofobia, es más bien una posición antisionista y antifascista. Por ello, debería decirse judeofobia a los que odian a los judíos y no “antisemita”, que ya ha dejado de ser el coco con el cual se marca al que critica a Israel. Desde el 7 de octubre de 2024 ese término perdió su sentido político.

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Información adicional

Autor/a: Pedro Miguel Tapia
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo N°313, 15 de mayo - 15 de junio de 2024

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