Capitalismo racializado
Protestas contra las políticas de inmigración del gobierno de Donald Trump, en Los Ángeles, California. AFP, The Yomiuri Shimbun, Kayo Goto.

Contrario a lo que puede pensarse, el despliegue de la violencia militarizada en las calles de Los Ángeles no es una muestra de poder, sino de debilidad del gobierno de Donald Trump.

La opción del presidente republicano por militarizar la ciudad más mexicana de su país, si bien alimenta el racismo de su electorado, atenta materialmente contra su promesa de sanear la economía nacional.

Según Jennifer Montoya Madrigal, del Observatorio Económico Latinoamericano (OBELA) de la Universidad Nacional Autónoma de México, la expulsión de 11 millones de trabajadores migrantes propuesta por Trump tendría consecuencias negativas en toda la región.

Uno de sus efectos ya visibles ha sido el descenso de las remesas, es decir, del envío de dinero que los trabajadores migrantes hacen a sus países de origen. En enero, las remesas a México se contrajeron casi 11 por ciento respecto del mes anterior, y hasta 40 por ciento en zonas que son grandes exportadoras de personas. Los mexicanos en Estados Unidos envían 18,5 por ciento de su ingreso anual de vuelta a sus pueblos, financiando familias y también al país: el envío de esos dólares ofrece un sostén para las reservas internacionales y para el PBI regional; pesan tanto que, desde hace una década, las remesas superan ampliamente la renta petrolera.

Por otra parte, Trump se quedaría sin cosechar recursos por los impuestos que pagan los migrantes, unos 100 millones de dólares anuales. Es decir, la expulsión masiva de extranjeros aumentará el ya abultadísimo déficit.

Habría que sumarle a ello el impasse económico que ocasionaría eliminar trabajadores en decenas de rubros, desde la construcción hasta el cuidado y los servicios, como si fueran parte de la trama de Un día sin mexicanos, la película de Sergio Arau. Los anuncios ya ocasionaron una baja del 17 por ciento en el turismo esperado por las autoridades de Nueva York.

«Estados Unidos tiene un déficit fiscal de 6,8 por ciento del producto bruto, que es exactamente igual al déficit externo. Culpan a China por eso, sin mirar que el presupuesto de Estados Unidos no lo decide China», explicó a Brecha Óscar Ugarteche, economista fundador del OBELA. Ugarteche señaló que el gobierno estadounidense invierte su presupuesto en seguridad social, pagar deuda y defensa como sus tres principales rubros. «Siempre se ha dicho que la economía de este país vivía de su gasto en defensa y resultó que ese gasto se articula con el exterior, porque dentro de Estados Unidos no se fabrica la alta tecnología que el sector precisa. Si quieren construir un tanque, por ejemplo, entre el 60 y el 70 por ciento de las piezas serán importadas. Cada vez que aumentan el gasto en defensa, se les va para el exterior», afirmó.

LO NUEVO

Las remesas también se resintieron como consecuencia del proceso inflacionario que desataron los aranceles comerciales impuestos por el gobierno trumpista. También porque los migrantes se cuidan de salir de sus casas por temor a ser víctimas de las razias, que se están produciendo dentro mismo de fábricas, plantas industriales y zonas comerciales.

«Ahora esta gente ha decidido desafiar al gobierno más poderoso de la Tierra para ejercer su derecho a la movilidad humana», apuntó Francisco Argüelles, que lleva 25 años en ese camino de ir y venir entre Estados Unidos y México. Argüelles puntualiza dos cosas importantes: que la persecución a la migración en Estados Unidos es histórica y que ha sido practicada tanto por republicanos como por demócratas. «Hay un ánimo racista en contra de las comunidades migrantes que es sistémico. Las leyes estadounidenses se han enfocado en controlar a la masa trabajadora desde una idea de supremacía blanca. Siempre ha habido esa opresión, ese capitalismo racializado, pero también hay una gran resistencia», sostuvo.

Lo nuevo, dijo, es el grado de desprecio por el otro y «el brutal y descarado discurso deshumanizante de la administración actual», una de cuyas figuras principales –«tenebrosa», dice Argüelles– es Stephen Miller. Judío de 40 años, universitario de élite, Miller no corresponde en nada con el perfil socioeconómico de los votantes de Trump, pero es uno de sus leales. «Él tiene la visión que está empujando este sueño de poder deportar millones. Es un personaje muy peligroso.» Argüelles piensa que esta política de criminalización debe ser leída también en el contexto del genocidio en Gaza: «Las acciones y políticas antimigrantes en Estados Unidos están profundamente alineadas con el genocidio practicado por el Estado de Israel con la población palestina», piensa.

La fórmula política que la conducción republicana ha delineado para llevar a cabo esta «misión» pasa por una ampliación del presupuesto para la represión, lo que confirma la descripción de Ugarteche. «En Texas llevamos años viviendo bajo un régimen que fue un ensayo de lo que está pasando a nivel federal», explicó. Durante el período de Rick Perry, que gobernó Texas por 16 años, y Greg Abbott, que lleva una década en esa función, «un grupo de nacionalistas cristianos ha estado empujando este mecanismo ideológico de repetir una mentira mil veces hasta que se convierta en verdad, insistiendo con la noción de la “invasión” extranjera», apuntó Argüelles.

Unos 9.000 millones de dólares fueron invertidos en una operación de militarización de las fronteras que se llamó Lone Star y que supuso la movilización de la Guardia Nacional para contener una invasión migrante que no existió nunca. «El dinero se repartió entre los condados de frontera que declararon la invasión, se compraron unidades móviles y se pagaron horas extra de cientos de efectivos policiales, destinados a la vigilancia de caminos vacíos, donde no había flujos masivos ni crisis que contener.»

Donde sí generaron una crisis fue en México, cuando impusieron que los solicitantes de asilo en Estados Unidos permanecieran de este lado de la frontera, esperando turno para ser atendidos. «Quédate en México» fue un eslogan lanzado en 2019 («Quédate en México», Brecha, 10-V-19), bajo la primera presidencia de Trump, ratificado por la de su sucesor demócrata Joe Biden. Los gobiernos mexicanos tampoco salen bien parados. «Es un discurso de doble moral decir que defiendes a tus paisanos mientras tratas muy mal a los migrantes que están detenidos en México», dijo Gabriela Hernández, gestora de Casa Tochan, en Ciudad de México, al ser consultada sobre la actuación de las autoridades federales mexicanas. Como gestora de un albergue gratuito de larga estancia, Hernández es una voz calificada en temas migratorios: «Estamos satisfechas de ver las protestas en Estados Unidos y ojalá los mexicanos aprendamos que si quieres que respeten a tus migrantes, tú también tienes que respetar a los que están aquí, que no son mexicanos», dijo.

«Volvamos al argumento de por qué el uso de la fuerza que caracteriza al gobierno Trump es una señal de debilidad –propone Ugarteche–: cuando tienes que usar el miedo y la fuerza, es porque tu capacidad de liderazgo ya no es reconocida. El síntoma del declive hegemónico de Estados Unidos está en el actual gobierno.»

La resistencia comunitaria se ha centrado hasta ahora en apelar a las leyes que supuestamente otorgan derechos a los migrantes. Es una estrategia que ha mostrado sus límites, dice Argüelles. «Ahora en Estados Unidos se está diciendo que un migrante no tiene derecho al habeascorpus, por ejemplo. En los últimos diez años, ha habido una erosión brutal de las instituciones y la confianza del pueblo estadounidense en ellas. Quienes votaron por estos señores no se dan cuenta de que, al dejar que los migrantes pasen por lo que están pasando, están abriendo un precedente legal para que se lo hagan a ellos. Están dejando que crezca este régimen autoritario.»

13 junio, 2025

Información adicional

LA CONSTRUCCIÓN COTIDIANA DEL AUTORITARISMO
Autor/a: Eliana Giletdesde
País: Estados Unidos
Región: Norteamérica
Fuente: Brecha

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