Cada año se extraen 50.000 millones de toneladas de arena para diversas industrias, a una tasa mayor que la de renovación.
Desde el vidrio y el cristal de nuestros vasos y platos, al hormigón de nuestras casas, pasando por el asfalto de las carreteras y los paneles solares, todos tienen una cosa en común: necesitan la misma materia prima. Pensamos que apenas está presente en nuestras vidas cotidianas, pero la arena es un recurso fundamental hoy en día. Hasta el punto de que la arena se ha convertido en el material mineral más extraído del mundo y el segundo más explotado en el mundo tras el agua, según Naciones Unidas.
“La arena y la grava son las principales materias primas utilizadas para las actividades humanas. Están por todos lados: carreteras, presas, edificios, aeropuertos, desarrollos urbanísticos”, explica Pascal Peduzzi, director de la base de datos sobre Información de Recursos Globales (GRID-Geneva) de Naciones Unidas y uno de los principales investigadores sobre el comercio de arena del mundo. “Hay muy poca conciencia sobre la importancia de la arena en los objetos, infraestructuras o actividades cotidianas. La arena es el héroe invisible de nuestro desarrollo”, continúa.
Durante los últimos 20 años, el uso de arena se ha triplicado. Naciones Unidas calcula que extraemos unos 50.000 millones de toneladas de arena al año, lo que supone una media de 17 kilos por persona al día. Algo más de la mitad se utiliza en la industria de la construcción, donde es fundamental para el hormigón pero también para producir ladrillos y otros materiales.
La mayor parte de esta arena procede de tierra firme, desde canteras donde la roca se tritura, a lindes y fondos de los ríos o playas. Pero la gran demanda por este material ha llevado a que la arena haya empezado a buscarse también en los fondos oceánicos y entre 4.000 y 8.000 millones de toneladas se extraen del mar cada año.
La arena es el resultado de la erosión de rocas a lo largo de miles de años. Así, puede producirse por la acción del viento, del agua, del cambio de temperaturas o de la actividad de los seres vivos sobre la roca. En la mayor parte de los casos, es en realidad resultado de la acción combinada de todos esos agentes. Por ello, es considerada un recurso no renovable, ya que necesita de mucho tiempo para regenerarse.
Los impactos varían según la procedencia de la arena. Así, el impacto de la que se extrae de las canteras se suele limitar al área de donde se extrae; y aunque los efectos no son menores, porque a menudo suponen deforestación y destrucción de otros ecosistemas, son más controlables.
Sin embargo, a la arena de los ríos se le llama activa, porque no permanece fija en un sitio. Cuando se extrae la arena activa —o dinámica—, no solo se destruye el lecho fluvial, también se producen impactos en lugares alejados donde esa arena, a menudo con nutrientes, debería haber llegado. Es el problema de muchos estuarios en el mundo, otrora fértiles, que poco a poco van perdiendo los sedimentos que permitían a las cosechas florecer.
En el caso del mar, la arena es extraída con aspiradoras gigantes que matan cualquier tipo de vida en el lecho marino, explica Peduzzi. Además, estas técnicas incrementan la turbiedad del agua, bloqueando la luz que entra a capas intermedias y profundas del mar, necesaria para muchos organismos. “Parece tan común y tenemos tanta arena que los seres humanos no estamos preparados para enfrentarnos a los impactos continuos de su extracción”, concluye Peduzzi.
1 abr 2024
Por Carro de Combate, colectivo de periodismo independiente que investiga el impacto social y medioambiental de nuestro consumo
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