Con su intensa campaña a favor de Trump, la actividad política de Musk durante estas elecciones es una muestra del giro ultraderechista de una parte de la élite tecnológica.
Tal como sucede cada cuatro años, la elección presidencial estadounidense motivó declaraciones de apoyo y la participación en la campaña de celebridades, artistas, millonarios y otras personalidades mediáticas que, como viene pasando muy seguido, dijeron que esta era la elección más importante de la historia. Entre estos apoyos explícitos, tal vez el más destacado fue el de Elon Musk a Donald Trump, no solo porque Musk sea (al menos nominalmente) la persona más rica del mundo, sino porque su apoyo ha sido muy importante, consistente e intenso.
La forma más habitual en la que los millonarios han apoyado a los distintos candidatos a lo largo de la historia de Estados Unidos es mediante millonarios aportes económicos a las campañas, y Musk no ha sido la excepción al donar (según la organización orientada al seguimiento y la divulgación de las donaciones políticas Open Secrets) nada menos que 133 millones de dólares a la campaña de Trump mediante su comité de acción política America PAC. El monto de la donación es sin dudas impresionante, aunque no excepcional. De hecho, Musk no es ni siquiera el mayor donante de Trump, sino que está cuarto debajo de Timothy Mellon (heredero de la familia de banqueros Mellon), Richard y Elizabeth Uihlein (herederos de la familia Uihlein, dueños de una empresa de venta de insumos industriales) y Miriam Adelson (viuda y heredera del magnate de los casinos y la prensa Sheldon Adelson, y lobista pro-Israel).
Lo que hace excepcional el apoyo de Musk a Trump es la actividad pública del dueño de Tesla, que participó activamente en la campaña de distintas maneras, por ejemplo, como orador en el acto de Trump del 5 de octubre en Butler, Pensilvania (el mismo lugar donde tres meses antes el ahora presidente electo recibió un disparo en la oreja). Recientemente, Trump señaló a Musk como uno de sus asesores y dijo que le ofrecerá un rol en su gobierno. Musk ha dado varias declaraciones a favor del líder republicano en los medios, así como ha convencido a otras celebridades de expresar su apoyo a Trump, la más reciente de ellas, el exluchador y podcastero Joe Rogan. Además, en las últimas semanas Musk incentivó a los votantes de los estados clave a registrarse para votar, regalando 1 millón de dólares cada día entre los nuevos registrados que adhirieran a su campaña prorrepublicana (The Verge, 20-X-24).
Pero la manera más llamativa en que se observa el apoyo de Musk a Trump es en su actividad en X (anteriormente Twitter), plataforma de la que no solo es el dueño, sino que es un usuario muy activo e influyente, con 202 millones de seguidores y un algoritmo que le da preferencia a sus publicaciones sobre las de los demás (The Verge, 12-II-23). Ya en sus primeros meses a cargo de X, Musk reincorporó gran cantidad de cuentas que habían sido suspendidas por discurso de odio o incitación a la violencia, entre ellas la del propio Donald Trump, quien había sido suspendido luego de la toma del Capitolio por sus seguidores el 6 de enero de 2021. Junto con la cuenta de Trump, fueron reincorporadas cuentas de neonazis y supremacistas blancos.
Desde el año pasado, Musk viene publicando consistentemente críticas al gobierno demócrata, al presidente y excandidato Joe Biden y a la vicepresidenta y candidata Kamala Harris, y más recientemente expresiones explícitas de apoyo a Trump, incluso con una imagen de perfil en referencia a Dark MAGA, una reciente tendencia de ultraderecha en internet con la que también se identifican otros millonarios tecnológicos, como Marc Andreessen (creador de los navegadores Mosaic y Netscape e inversionista de riesgo) y Andrew Torba (CEO de Gab, una de las plataforma sociales preferidas de los supremacistas blancos). Musk también ha republicado y reaccionado a publicaciones con información falsa proveniente de referentes de la ultraderecha (The New York Times, 27-IX-24), y ha declarado que esta elección representaba una «crisis existencial» y que Harris era un peligro para la democracia (The New York Times, 4-XI-24).
Musk ya había hecho declaraciones políticas con anterioridad y aportado a campañas de candidatos de los dos partidos, pero la efusividad de su apoyo a Trump es algo más bien reciente, pues, si bien ya en las elecciones de 2022 había expresado su preferencia por el Partido Republicano, no fue sino hasta hace unos pocos meses que se convirtió en un ferviente trumpista. De hecho, Musk apoyó al precandidato Vivek Ramaswamy hasta que se retiró de la competencia interna republicana en enero. Antes, en 2014, durante la presidencia de Barack Obama, Musk llegó a describirse como «mitad demócrata, mitad republicano» y «socialmente progresista, fiscalmente conservador». Cuatro años después había afirmado ser un «moderado» y decía estar registrado como votante independiente.
Pueden encontrarse varias razones para este viraje hasta la actual cercanía con el supremacismo. Un factor que no debe descartarse es que el ala más progresista del Partido Demócrata se ha mostrado en los últimos años más favorable a la implementación de mayores regulaciones, impuestos corporativos y al capital, lo que fue señalado en su momento como una de las razones por las que Musk mudó las oficinas de Tesla de California a Texas (Bloomberg, 29-XI-21). El económico es sin dudas un factor importante para un empresario cuyas empresas SpaceX y Tesla recibieron en los últimos años 15.400 millones de dólares en contratos con el gobierno federal y 9.000 millones de dólares en subsidios, y que puede ver en su cercanía al próximo presidente una posibilidad de aumentar estos números.
Pero es posible que la principal razón tenga más que ver con las llamadas «guerras culturales» que han tenido lugar en Estados Unidos desde hace algunos años. Ya antes de la compra de la entonces Twitter, Musk empezó a publicar mucho en sus redes acerca de los peligros que representaría lo woke (término despectivo para cualquier posición más o menos progresista en términos de derechos, algo parecido a nuestro progre), alineándose con teorías conspirativas de ultraderecha, como la infiltración comunista en el gobierno o la existencia de un genocidio blanco, y señalando el «virus mental woke» como un verdadero peligro para Occidente. A esta amenaza le atribuyó incluso la transición de género de su hija Vivian, a quien sigue llamando por su nombre de varón.
El caso de Musk es sin dudas el más vistoso y uno de los más importantes, pero no es de ninguna manera el único. Muchos otros empresarios tecnológicos se han acercado a Trump en los últimos años. Un ejemplo es el CEO de Meta, Mark Zuckerberg, que durante su primera presidencia se aproximó bastante al líder republicano (sobre todo a su yerno, Jared Kushner) luego de que las parlamentarias demócratas Elizabeth Warren y Alexandria Ocasio-Cortez insistieran en la necesidad de regular las plataformas sociales. Durante esta campaña electoral, Meta se esforzó por mantener un bajo perfil y evitar ser arrastrada a las discusiones sobre fake news y moderación de contenidos de campañas pasadas, algo celebrado por Trump en los días previos a la elección: «Zuckerberg me cae mucho mejor ahora».
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