Guerra de energía: El Mar Caspio también entra en el juego….o no

“El gaseoducto servirá como piedra angular de un corredor Este-Oeste que puede promover la cooperación económica y crecimiento entre todos los países del Cáucaso y Asia central con el resto del mundo“, dijo Bill Clinton en abril de 1999, que de paso invitaba a Rusia a participar en el proyecto con sus empresas, experiencia y otras capacidades. El presidente de EEUU incluso llegó a designar al embajador de su país en Azerbaiyán Richard Morningstar como el Asesor Especial del Presidente para Diplomacia energética de la cuenca del Caspio.

El Gaseoducto Trans – Caspio (GTC) que iba a tener una longitud de 300 km, una capacidad final de 32 billones metros cúbicos (bmc), para transportar el gas natural de Turkmenistán (la cuarta reserva de gas natural más grande del mundo, después de Rusia, Irán y Qatar), y Kazajistán a Azerbaiyán, mediante un conducto submarino, y desde allí a los países de la UE, esquivando a Rusia e Irán. Pero y, a pesar de estar incluido en la lista de Proyectos de Interés Común de la Comisión Europea en 2018, el GTC se archivó, hasta hoy que por la crisis energética, -en parte, debido a las sanciones impuestas a Rusia-, se ha vuelto a rescatar.

Curiosidades sobre el mar Caspio

Se trata, en realidad, de un lago euroasiático, el más grande del mundo, y la mayor cuenca endorreica (sin salida a los océanos) que existe en el planeta. Sus dueños prefieren que tenga el estatus de ‘lago’, porque si es un ‘mar’, los barcos de los demás países también podrían pasear por sus aguas. El nombre de Caspio procede de un antiguo pueblo iranio, caspi-ha, que habitaba hace miles de años en sus orillas orientales. Qazvín, la ciudad norteña de Irán, comparte la raíz de su denominación con el de aquel pueblo. Durante siglos las aguas del Caspio fueron ‘propiedad’ de Irán y Rusia, y luego entre 1918 y1991, Irán y la Unión Soviética, hasta que aparecieron otros tres nuevos Estados – Azerbaiyán, Turkmenistán y Kazajstán-, como una de las consecuencias de la disolución de la superpotencia socialista.

En Irán, algunos plantearon que Rusia debería repartir su propio 50% con las nuevas repúblicas, y en el peor de los casos, se tendría que dividir este espacio entre los cinco de forma equitativa: el 20% cada uno. Sin embargo, los cuatro estados se unieron para imponerle a una aislada y débil teocracia islámica su voluntad, impulsando un giro radical en la geopolítica energética del Caspio: se repartirá con el criterio del “mar adyacente”: Cada país tendrá soberanía sólo sobre sus propias costas. Así, a Irán le tocó la parte más pequeña, el 13%, perdiendo el 37% de su propiedad, y también gran parte de los cerca de 25,7 mil millones de barriles de petróleo y 106 billones de pies cúbicos de gas, que el caspio esconde bajo su lecho marino. Hasta entonces, la última vez que Irán se encogió fue en 1828: Mientras los reyes de Qayar se encontraban en sus harenes, Rusia zarista se apoderó del Cáucaso Meridional, los actuales territorios de Armenia, Azerbaiyán, Najicheván, y a la provincia de Iğdır en Turquía. Hoy, el Estado Islámico es el único que aún ni ha iniciado la explotación de los pocos recursos petrolíferos de este mar que corresponde a Irán, que para más inri, se encuentran en gran profundidad de las aguas litorales del país (en comparación con las aguas de sus vecinos) y hacen más costosa su extracción: está más preocupado por lo que significa la rebelión de las iraníes contra el velos, y más ocupado con el negocio de la pesca desenfrenada y cruel de esturión, el pez que produce caviar, para tener tiempo en cómo extraer y utilizar dichos recursos para el progreso de la nación iraní.

La importancia del GTC para Occidente

En marzo de 2019, el presidente Donald Trump escribió una carta al presidente de Turkmenistán, Gurbanguly Berdimuhamedow, mostrando su alegría porque el Occidente iba a recibir pronto el gas turkmeno; dos años después, un grupo liderado por la compañía estadounidense Trans-Caspian Resources Incorporated (TCRI), revitalizó la idea de construir el GTC, que representa para EEUU:

  • Otro medio para contrarrestar la influencia china y rusa en la región de Caspio, y sobre todo impedir que estos recursos se dirijan al gigante asiático: pues, en 2009, China firmó un acuerdo de 30 años con Turkmenistán, y construyó el gaseoducto más largo del mundo, de 7000 kilómetros, convirtiendo a este país en su principal fuente de gas natural. De hecho, uno de los principales objetivos de la ocupación de Afganistán por 300.000 soldados de la OTAN, obviamente, no fue para atrapar a un fantasma, sino trazar el gaseoducto Turkmenistán-Afganistán- Pakistán-India, sin conseguirlo.
  • Una fuente de suministro de energía a Europa, que reduciría su dependencia al gas ruso. El GTC cobra más relevancia, ahora que se intensifica el conflicto por los recursos gasíferos del Mediterráneo oriental y el plan del gaseoducto Trans- Sahara puede quedar en nada, por la crisis de Níger.
  • Nueva herramienta para controlar al comprador (la UE), pero también a los vendedores: las élites centroasiáticas que controlan el Oro Negro de sus pueblos, manteniéndolos en la miseria, y destruyendo el medio ambiente.
  • Un gran negocio para sus compañías de construcción de infraestructuras, diferentes sectores de la industria de la energía, asesoramiento, soporte técnico, etc.
Los problemas en la ejecución del GTC

Para que un proyecto de tal envergadura sea realizable se necesitan: una fuente segura de energía, consenso político entre los estados involucrados, y una financiación garantizada.

En este escenario abundan desafíos:

·  La disputa entre Azerbaiyán y Turkmenistán por la propiedad de los campos Cheragh, Azari y Kepz, que en Turkmenistán se llaman Usman, Omar y Sardar respectivamente.

  • La disputa entre Irán y Azerbaiyán por la propiedad del campo Alborz (en persa), Alov (en azerí)
  • El acuerdo firmado entre Turkmenistán y Azerbaiyán con Irán que le permite a Teherán enviar este petróleo y el gas a la India
  • La incertidumbre sobre la cantidad de gas que Turkmenistán podría suministrar a la UE, puesto que debe enviar unos 80 bcm a China, otros 8 bcm a Irán, además de 4 bcm a Rusia, sin capacidad de duplicar su producción.
  • Las estrechas relaciones de Turkmenistán con Rusia: no querrá Si en la década de 2000 no lo hizo, ahora con la guerra de OTAN-Ucrania contra Rusia, tampoco lo hará.
  • Azerbaiyán, tampoco quiere herir a Moscú. Le necesita a) por su papel en el conflicto que tiene con Armenia, y b) siendo aliado de Irán, podrá hacer de mediador con los ayatolás, ahora que la tensión aumenta entre Teherán y Bakú. Incluso, el mismo entusiasmo de Europa por el propio gas azerí carece de fundamento.
  • La oposición de Rusia e Irán a construir un gaseoducto submarino.
  • Ninguna institución financiera internacional, en las circunstancias actuales, lo financiaría, por demasiados riesgos que trae.
  • Y, sobre todo: La capacidad de Rusia para impedirlo. Pues, el GTC sería un rival para el gasoducto TurkStream, que entrega el gas ruso los turcos, a través del Mar Negro. Otra cuestión es que la Convención sobre el Estatus Legal del Mar Caspio, firmada por los cinco estados ribereños en 2018, les permita, en teoría, establecer oleoductos con el consentimiento de los países involucrados en el proyecto.
  • En Eurasia, los conflictos y conectividad de las rutas de tránsito de mercancía están estrechamente unidos. Y ¿si Turkmenistán licua su gas natural y lo envía por barco a Azerbaiyán, en el otro lado del lago? ¡Niet! Resulta demasiado costosa para una distancia tan corta.

El mundo no puede renunciar a los 34,7 billones de metros cúbicos de reservas probadas de gas de Rusia. Una forma de aprovecharlo sería acuerdos de mutuo beneficio, y otra -absolutamente estúpida, además de criminal por los cadáveres que deja en el camino-, es intentar desmantelar un imperio.

El desorden en los mercados mundiales de energía continuará.

Información adicional

Autor/a: Nazanín Armanian
País:
Región: Euroasia
Fuente: Público

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