Se diría que Ucrania es la cuna de la democracia y del buen hacer y que su presidente es un dechado de virtudes civiles. También que el demócrata Trump -aunque sea republicano- se ha vuelto prorruso. Y que Rusia pesca en río revuelto.
Pero el primero sigue en el poder sin celebrar elecciones y ha prohibido los partidos políticos que le hacen sombra, mientras le arropan otro montón de líderes como si fuera el hermano pequeño víctima del matón del colegio; el segundo es un empresario reconvertido que solamente busca el beneficio económico, sin importarle ni la democracia ni los derechos, y la tercera sigue peleando contra su propia historia mientras intenta buscar su lugar y mantener el tipo en el nuevo escenario político mundial.
A su lado, la vieja Europa saca la cabeza para gritar que ella también está ahí, que ha invertido mucho dinero y materiales en la guerra de Ucrania y que es adalid, único e insustituible, de los valores democráticos. No es de recibo apostarle a la paz secundando la guerra, las armas nunca han construido nada bueno.
Hay en el panorama mundial hoy muchos más asuntos a los que apostarle y en los que invertir recursos. ¿Por qué Europa no hace el mismo esfuerzo, político y económico, para defender otras causas? Léase Palestina, el Sahara, la equidad de género, la lucha contra el fascismo, la crisis climática o los derechos de las personas migrantes.
Hasta qué punto puede llegar la hipocresía europea que, además, está consintiendo que la extrema derecha -la misma que representan los presidentes de EE. UU., de Rusia y de Ucrania- avance al interior de sus propios países y se reduzcan los derechos civiles y las libertades públicas.
Ahora, el viejo continente se va a enfrentar al “gran hermano” por defender una situación cuyo punto de partida se dio al permitir que su “aliado” y “jefe” utilizara la OTAN para rodear a la zarista Rusia, que está siendo convenientemente sancionada. Cosa que no podemos decir del estado genocida sionista que sigue siendo incuestionable.
Europa metió la pata, además de un montón exagerado de plata, al intentar evitar la guerra en Ucrania llenándola de armamento. Ahora se presta para constituirse como ejército de liberación, frente al papá gringo y el ogro ruso, dándole todo su amor y su dinero -de la salud no hablamos- al dictadorcillo ucraniano. Pero ahí no hay ninguna verdadera apuesta por la paz. Terminarán creando un nuevo movimiento #todossomosZelenski.
Nada mejor que fomentar los enfrentamientos armados para evitar las guerras. Es un eufemismo, claro. Tan claro como las hipocresías europeas.
Leave a Reply