Japón cede el tercer puesto del PIB mundial a una Alemania que roza la recesión

El FMI augura el ‘sorpasso’ de la economía germana a la nipona, que sale de tres decenios en coma inducido y abandera el dinamismo del G-7 este año. El baile de divisas propicia este movimiento.

Japón disfrutó durante casi medio siglo de su estatus de segunda potencia industrializada del planeta. Desde 1978 —año en el que el G-7 inició su trayectoria institucional y sus reuniones periódicas como el foro económico global más selecto— hasta 2010, cuando el PIB chino sobrepasó con una maniobra fulgurante el tamaño de su rival asiático. De hecho, en la actualidad, el valor de la economía china supera en más de cuatro veces el volumen de la nipona.

El crisis financiera de 2008 dejó a la economía nipona instalada en el tercer peldaño del ranking mundial. Aparentemente, un bronce cómodo. Aunque, en realidad, su estancia en el pódium ha estado lleno de paradojas. Alguna de especial calibre.

El dinamismo japonés se sustentó sobre tasas de crecimiento de dobles dígitos (superiores al 10%) en los 60, del 5% en los 70, y del 4% en los 80. Sin embargo, los 90 paralizaron su meteórica ascensión al paraíso de los ricos: las andanadas hacia las reglas de libre circulación de mercancías, servicios y capitales que propulsó el proceso de globalización, lejos de retroalimentar la prosperidad de una de las naciones con una vocación exportadora e internacionalista más estructural e intensa, sumió a su economía en una larga crisis de identidad.

En ese sentido, Japón se ha considerado desde hace tres decenios el enfermo económico mundial. La doctrina neoliberal se ha afanado en explicar el prolongado estancamiento sobre el que se instaló el espectro de una deflación perpetua. En las familias no faltaba el trabajo, ni unos ingresos suficientes, pero se resistían a gastar y fomentaban una propensión al ahorro que hacía retroceder su IPC hasta territorio negativo. El contagio llegó también a las empresas, que se alejaron del entusiasmo inversor de las décadas anteriores.

La anemia de su demanda interna (el maná de las economías de rentas altas) llevó a Japón a tres largos decenios de coma inducido, con pulso leve y sin que los billonarios programas de estímulo fiscal (unidos a los monetarios del Banco de Japón) lograran reanimar el modelo más industrializado de Asia.

Hasta este año, fruto del Kishidanomics o doctrina aplicada por su primer ministro, el liberal Fumio Kishida, extitular de Exteriores con el malogrado Shinzo Abe. Su capitalismo a la japonesa ha creado un círculo virtuoso que hace crecer el PIB con síntomas moderados de inflación.

El PIB nipón creció un 6% en tasa anualizada entre abril y junio (último trimestre contabilizado), lejos de las tasas de las potencias occidentales, y después de registrar un alza del 3,2% en el primer trimestre. Un ritmo doméstico desconocido desde la explosión de su burbuja inmobiliaria en los noventa, que propició su larga travesía de tres décadas de ostracismo.

El primer ministro ha restaurado el gasto de los consumidores, elevando el salario mínimo a 930 yenes por hora (5,8 euros, frente a los 8,45 euros equivalentes en España), la equiparación legal de ingresos por tareas laborales similares, lo que ha incentivado la movilidad profesional y la relajación de las restricciones a la mano de obra foránea extranjera, con la que trata de acabar con la histórica acusación de país sakoku, o cerrado a la libertad de circulación de trabajadores.

En paralelo, Tokio ha impuesto una agenda sostenible que baraja recortes fiscales por reducción de emisiones de CO2, y ha duplicado los recursos destinados a mejorar el jardín digital japonés, con masivos estímulos al concepto de innovación.   

Sin embargo, esta estrategia que “ha reordenado la economía y fortalecido su vigor”, como dicen en Nomura, no ha impedido que pierda el bronce en el pódium del PIB global. En beneficio de la otrora locomotora europea. Porque Alemania, irónicamente, ha ocupado su lugar (calculado en dólares a precios corrientes, según la reciente revisión de las previsiones del FMI), a pesar de haber entrado en una contracción del 0,1% en el periodo estival.

Los expertos del Fondo Monetario Internacional (FMI) cifran la economía alemana en 4,43 billones de dólares, frente a los 4,23 de Japón, al término de este ejercicio, un periodo que no se recordará especialmente en la mayor economía de la Eurozona.

La caída de 1 décima (frente a las tres décimas que esperaban los mercados) constata que la actividad germana parece haberse adentrado en una etapa negativa, después de su largo ciclo de prosperidad tras su dramática recesión del inicio del milenio a raíz de la crisis de las puntocom. Desde enero de 2021, con la economía post-covid encarrilada, ha marcado cuatro trimestres negativos y dos de crecimiento nulo.

Aun así, el FMI certifica su sorpasso sobre la economía del G-7 que mejor comportamiento ha obtenido en 2023. La explicación es la debilidad mostrada por el yen japonés, que se ha acercado a su nivel más bajo en treinta años frente al dólar y cuyo cambio se ha deslizado hasta las 160 unidades por euro. Una relación desconocida desde agosto de 2008.

La fragilidad de la moneda japonesa ha sido causada por distintos elementos, aunque casi todos achacables a la política de un Banco de Japón que se ha desmarcado de las agresivas y reiteradas subidas de tipos iniciadas del Banco de Inglaterra, la Reserva Federal de EEUU, y el BCE. La autoridad monetaria nipona, en cambio, ha seguido aportando estímulo al tejido productivo para espolear el crecimiento y acabar con decenios de deflación.   

Y no tiene intención de modificar su rumbo. De momento, los analistas no ven el final de los tipos de interés negativos hasta bien entrado el próximo ejercicio. Tampoco sus responsables económicos. “Japón ha perdido su potencial de crecimiento después de 30 años de apalancamiento de su actividad, pero luchamos para restablecer nuestra velocidad de crucero”, admitía Yasutoshi Nishimura, el ministro de Economía, tras saber del sorpasso alemán.

Mientras, apuntaba al inminente plan de estímulo, que incluye la extensión temporal de subsidios a las energías y medidas para facilitar la elevación de los costes de vida, ante las primeras señales de incremento de precios en décadas, como acicate para apuntalar la recuperación.

Entre las medidas del programa, destacan también los nuevos aumentos del salario mínimo y unas rebajas fiscales al consumo. La renta per cápita japonesa, de 33.950 dólares al año, se encuentra alejada de la alemana, con 52.824 dólares, según los datos del FMI.

Eso sí, con un ojo puesto en el yen, como avanzó Masato Kanda, el máximo responsable del área monetaria del Ministerio de Finanzas, quien no descartó una “intervención” doméstica o concertada a nivel internacional para sostener la caída de la divisa nipona.

El retroceso germano arrastra a la zona del euro

Alemania, mientras, está deteriorando el clima económico de la zona del euro. Hasta el punto de que el mercado anticipa el final del protectorado de los halcones en el BCE (los partidarios de la subida de tipos) para reanimar al PIB germano y, por efecto dominó, el del conjunto de la Eurozona. La pausa en las subidas del precio del dinero de octubre podría ser el epitafio de la visión ultraortodoxa de  los partidarios de subir tipos hasta mantener a raya (por debajo del 2%) la inflación.

La moderación de la inflación media de la zona, unida a la caída de una décima en el PIB del tercer trimestre, apuntan a un cambio de planes en la entidad que preside la francesa Christine Lagarde. En este caso, con el euro ganando valor frente al dólar.

Lagarde ha sugerido este cambio. Con el ligero repunte del 0,1% de la economía de Francia, el crecimiento cero de Italia por tercer trimestre consecutivo, y España ralentizando su ritmo al 0,3%, parece el momento de poner techo a la mayor escalada del dinero desde el nacimiento de la divisa europea.

“La economía se mantendrá débil en todo lo que queda de año”, reconoció recientemente Lagarde, “si bien el índice de precios está en claro descenso”. “Necesitamos que hogares y empresas recuperen sus ingresos e inversiones, y que aumente la demanda de ventas europeas al exterior. Y que la capacidad comercial del área vuelva a contribuir decididamente al fortalecimiento de la economía en los próximos años”, añadía.  

Japón y Alemania, pues, encaran con diferentes cuadros de mandos y perspectivas antagónicas los cambios estructurales que se avecinan en el orden económico global. Un orden en el que, en 2027, tal y como anticipan los datos del FMI, España podría salir del top15 de los mayores PIB ante el empuje de naciones más pobladas, como Indonesia o Turquía (tal y como sucedió en 2022 con el sorpasso de India a Reino Unido como quinta economía mundial).

Información adicional

Autor/a: Diego Herranz
País: Japón
Región: Asia
Fuente: Público.es

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