Una de las premisas más aceptadas en el análisis macroeconómico relaciona la inflación con el nivel de las tasas de interés y de ahí con el producto y el empleo que se genera. Un entorno de bajas tasas de interés favorecería el gasto agregado en la economía, compuesto esencialmente por el consumo y la inversión del sector privado y por el gasto del gobierno. El aumento de la demanda tiende, en el corto plazo, a causar alzas en los precios, pues se presiona a la oferta mientras se ha de ajustar el nivel de producción. Cuando se acelera la inflación se usa el instrumento de la tasa de interés que al elevarse encarece la deuda y contiene el gasto.
Durante los dos años recientes la Reserva Federal de Estados Unidos ha subido las tasas de interés de referencia de modo muy rápido, hasta el rango de 5.25 y 5.5 por ciento actual, para contener las presiones inflacionarias que se registraron desde marzo de 2021 hasta mediados de 2022, cuando llegaron a 9.1 por ciento, las más altas registradas en 40 años. Desde entonces han ido cayendo progresivamente hasta enero de este año a 3.1 por ciento, pero aún por encima de la meta anual fijada en 2 por ciento anual. La tasa de interés impacta en el costo de diversos tipos de deuda, como son las hipotecas, el financiamiento a las empresas o las tarjetas de crédito; se estima que las tasas son, hoy, las mayores en 23 años.
A pesar de esta evolución del índice de precios y las tasas de interés, la economía estadunidense ha sostenido su tasa de expansión. Luego del ajuste de 2021 tras la caída del crecimiento del PIB por la pandemia y en un entorno inflacionario y de altas tasas de interés, el PIB ha crecido de modo elevado y sostenido durante los dos años anteriores. Esta situación de convivencia de altos intereses y alto nivel de actividad económica es lo que se ha denominado como un enigma (un conundrum según la palabra inglesa). Y ese es, precisamente, el entorno en el que el Comité de Mercado Abierto de la FED discute y decide qué hacer con el costo de la deuda. No hay aún una decisión explícita al respecto; lo que es interesante desde un punto de vista analítico es la ruptura de aquella relación que se consideraba clara entre la inflación y la tasa de interés y su impacto en materia de la política pública tanto monetaria como fiscal; esta última por el alto costo de la deuda pública.
El crecimiento del producto en un entorno inflacionario y de altas tasas de interés ha contravenido la expectativa que había acerca de una recesión económica en Estados Unidos en 2023. El hecho se ha interpretado de distintas maneras. Entre los elementos que se consideran están: el fuerte crecimiento del empleo y el consiguiente incremento del gasto en consumo; en un entorno de precios a la baja, los ingresos reales derivados del salario han crecido, alentando aún más el gasto y, también, la demanda de trabajadores. Otro asunto tiene que ver con la distorsión de los patrones de consumo asociados con la pandemia y que incidió en la escasez de productos, de trabajadores y hasta de viviendas; el ajuste expansivo en los mercados ha resistido el alza en las tasas de interés. Pero el largo periodo anterior de tasas muy bajas luego de la crisis de 2008, permitió a los distintos agentes económicos endeudarse más y junto con la expansión del gasto del gobierno (con la ley de reducción de la deuda a principios de 2023) contribuyó al aumento, más tarde, de la inversión del sector privado. Ahora la atención se centra cada vez más en las condiciones que han de llevar a una contención de la expansión que se está registrando todavía. Las políticas públicas tienden a desgastarse con el tiempo. En ese contexto es que se hacen actualmente las conjeturas sobre la decisión de la FED respecto a la fijación de las tasas de interés de referencia. Hay, pues, diversos elementos para enfrentar el enigma, lo que no hay es una aproximación más definida acerca de cómo impactaría hoy una reducción de las tasas de interés sobre la inflación, misma que es la variable clave en las medidas que adopta la FED.
El enigma se traslada de modo directo a la calle de 5 de mayo en la CDMX, donde la junta de gobierno del banco central analiza y define la política de tasas de interés. En las minutas de la más reciente sesión (del 8 de febrero) se consideró que la inflación está cediendo, pero que aún ejerce presión sobre la estabilidad macroeconómica. Se decidió mantener el objetivo de la tasa de interés interbancaria a un día, que sirve de referencia para fijar la tasa en distintos tipos de deuda en el mercado, en 11.25 por ciento.
El enigma tiende a convertirse en dilema. La tasa de interés está ligada a la tasa de los fondos federales de Estados Unidos. La diferencia entre ambas es desde hace tiempo muy grande. Uno de los efectos que produce es que se atrae la inversión foránea en deuda pública, lo que conlleva a una apreciación del peso frente al dólar. Esto se manifiesta, por citar un ejemplo, en el gasto de consumo privado en bienes. Las cifras indican que entre noviembre de 2022 y el mismo mes de 2023 dicho gasto aumento 5.8 por ciento, pero el componente nacional creció 1.8 por ciento, mientras el de origen importado aumentó 35.1 por ciento, según la información del Inegi. Hay una serie de distorsiones provocadas por los flujos de capital que inciden en el desempeño económico y ponen de relieve las circunstancias que se crean en torno a las tasas de interés y, sobre todo, a las condiciones en que se daría un eventual ajuste.
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