El inicio del mes de noviembre ha llegado con el clima revuelto en diversas geografías de la Tierra. Entre veranos prolongados, que han forzado al racionamiento de agua en mega urbes como Bogotá, al tiempo que desatan aguaceros bíblicos en la costa valenciana, con dos centenares de víctimas mortales, así como inundaciones en el norte bogotano, fenómenos climáticos que incrementan la zozobra entre millones de personas, llegan, como vientos frescos y saludables experiencias de vida encuentros y festivales realizados sin intereses comerciales ni de acumulación, pero sí de fraternidad y creatividad para ir sembrando otras formas de vida y convivencia. Entre esos eventos, el VIII Festival de la Tigra, realizado en Piedecuesta/Santander, por iniciativa del proceso social conocido como La Bellecera.
Partimos de Bogotá, con la mirada puesta en Santander, y con la expectativa de conocer una experiencia cultural y artística que despierta simpatía y afectos sin par. La espera en el aeropuerto de Bogotá es ocasión propicia para leer la edición de Le Monde diplomatique del mes de octubre y reflexionar un poco sobre esta fase en la que cada día comulgamos con la rueda de molino de la barbarie genocida en Palestina y las guerras que emergen en diferentes rincones del mundo, para la euforia de las redes corporativas de la muerte y la devastación. Hace años Walter Benjamin, “el avisador del fuego”, anunció el fascismo como horizonte inexorable del imperio de la lógica del capital.
Las reflexiones que propicia la lectura son diversas, como las pistas que despierta sobre los caminos por transitar y enfrentar el presente de guerras locales, propiciadas por la disputa global en territorios distantes del epicentro de imperios y potencias, y el futuro de guerras cada vez más abiertas y devastadoras.
Pensamos, meditamos, imaginamos qué hacer y cómo hacerlo. En ello estamos, pero el tiempo corre y con él vuela el avión que cumple su cita y nos deja en Bucaramanga. La VIII edición del Festival La Tigra ha invitado a desdeabajo a presentar la experiencia de 33 años en la comunicación alterna a la media imperante y el consejo editorial me ha encargado la tarea de participar en el conversatorio programado. El avión aterriza en el aeropuerto de Palonegro y al descender por la escalerilla un ramalazo de aire cálido bajo un sol resplandeciente golpea mi humanidad. Respiro, recuerdo estas tierras y sus aromas.
En el taxi que me conduce a la ciudad, el conductor, un hombre ya con la mirada que emerge en los espejos y las ventanas del “sexto piso”, me habla de la presencia del narco paramilitarismo en Santander y de la clase política local articulada a su dominio desde los tiempos de Tiberio Villareal, Eduardo Mestre, Rodolfo Gonzalez y Morales Ballesteros. Los carteles de Cali, en la segunda mitad de los ochenta, y de Medellín desde fines de los setentas e inicios de los ochentas en el Magdalena Medio. Pocos años después: el Clan Aguilar. En los parlantes del auto suena, con un volumen no agresivo, una de las recordadas canción de Rubén Blades: la vida te da sorpresas….
Entre la memoria de la barbarie y La Bellecera
El viernes 1 de noviembre, al medio día, tomo el autobús que me transporta a Piedecuesta, pequeña población ubicada junto a las montañas del páramo de Berlín, que forma parte de Santurbán. En mi mente irrumpen los recuerdos. La presencia de la cultura alemana en Santander es palpable, como lo es la presencia de la cultura católica, y también la de las raíces Guanes y Yariguies. San Turban es una formidable despensa de agua. Un ecosistema invaluable y frágil amenazado por las corporaciones que ambicionan extraer industrialmente el oro que ha sido detectado en las entrañas del páramo. La resistencia civil ha impedido, hasta ahora, que logren asaltar un bien común vital.
En esa disputa entre oro y vida, entablada por diversos procesos sociales que levantan diques contra el capital global, hace cuatro años, Tobías, un joven carpintero alemán me compartió la música de Edson Velandia y Adriana Lizcano; entre las canciones que conmovieron mi alma, desataron el entusiasmo y despertaron mi afecto profundo antes de conocerlos estaba La Paramera. www.youtube/watch?v=juGCD2ZzOAg :Su aporte a la defensa de San Turban.
En diciembre del 2022, la nueva dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica con María Gaitán, y la asesoría en comunicación del amigo Paco Gómez, invitó a Velandia y La Tigra a la semana de la memoria en Bogotá. Esa noche no pude evitar danzar y saltar con el Infiltrao y sentir el torrente de la sangre en las venas con su talento comprometido con nuestra gente, su humor implacable, su franqueza valerosa, su lucidez despiadada y su extraordinaria capacidad para contagiar alegría y humanidad frente a la miseria material y espiritual instaurada por una dirigencia política, más exacto: una banda no precisamente musical, enquistada en el poder del Estado durante más de 200 años. Ahora me entusiasma el privilegio de conocer una dimensión más de su obrar incesante y la posibilidad de entrevistarles.
Mientras el autobús avanza por la autopista, descubro en la memoria de mi niñez la niebla densa y el halo de misterio del páramo de Berlín. También me asalta el recuerdo lacerante de los adolescentes de una columna de las Farc que fueron masacrados por la Fuerza Pública en el páramo de Berlín, entre diciembre del año 2000 y enero del 2001. No es inexacta la expresión del cantautor caleño Julián Rodríguez: nuestro corazón es una fosa común. La gran prensa –ajena a los deberes sagrados del verdadero periodismo y condenada a ejercer a diario el oficio, tan ruin como criminal, de desinformar y sembrar miedos y odios–, se concentró en utilizar la masacre, que fue premeditada, para horrorizar la opinión por el reclutamiento de menores; sin mencionar ni por un momento quiénes dieron la orden de exterminio. Sin indagar las formas en las que la represión criminal del Estado condujo a la insurrección y luego a la confrontación armada entre jóvenes humildes, ni los contextos que han conducido a varias generaciones de jóvenes a tomar las armas en lugar de sucumbir en la delincuencia, el microtráfico, el sicariato, la prostitución y el alistamiento como carne de cañón en la guerra fratricida que, hasta hoy, no termina.
El autobús llega a la terminal y en pocos minutos ya estoy caminando por las callejuelas de un barrio popular de Piedecuesta, cercano al río de Oro, hasta llegar a una pequeña construcción en ladrillo, sede principal de La Bellecera, epicentro de su Festival que inició su nueva edición hace varios días. La construcción estaba abandonada y fue “ocupada” y restaurada por un grupo de jóvenes entusiastas decididos a servir con las artes al barrio y a los habitantes del casco urbano y las veredas cercanas; y allí tienen expresión variedad de expresiones artística: música, teatro, pintura, como también la lectura, despertando amor por los libros, por la palabra que nos parece ajena pero que al descubrirla con ojos de curiosidad nos parece tan cercana, tan similar a nuestras vidas, todo ello realizado sin necesidad de tener un solo peso para acceder a todo lo que las artes y la cultura significan en un buen vivir.
Me acerco a la puerta de la sede, la paso, escucho diversidad de voces, así como pasos apurados que indican el ajetreo que despierta y demanda el Festival. Mi vista se cruza con sus anfitriones, me presento, me reciben como un viejo conocido, el afecto se siente, también la alegría.
Ya estoy en función, los ojos abiertos, los oídos atentos, la conciencia alerta y me incorporó al ajetreo, todo ello narrado en nuestra próxima entrega, que incluirá
Entre tigres, tigresas y panteras: algunas de las claves decisivas de la experiencia de ocho ediciones del Festival, sobre cómo hacer maravillas y cómo forjar mareas de energía colectiva con muy pocos recursos pecunarios.
Las Monta Ñeras: trenzas femeninas sembrando vida digna, con las tres ecologías en diversas geografías de Colombia
Lobo – Los Animistas. Javier Gámez: un teatro de calidad excepcional con acceso gratuito para un público de un pequeño poblado, a la altura de la obra.
Libros, lecturas, fotografías, cine y bibliotecas comunitarias. Laura Acero: Aprender a leer, escuchar, observar y expresar: trincheras de humanidad en tiempos del silicio.
Benditos mamertos mediáticos: claves de otras formas de comunicación posibles, frente al imperio mediático del desamor.
Conciertos, orquestas, batucadas, caravanas y guarichas: los encuentros humanos bajo el signo de la alegría y la fraternidad en los tiempos de las muchedumbres solitarias. La forja de nuevas generaciones y las nuevas formas de habitar la tierra, y los instrumentos musicales, el canto y la poesía.
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