Trump contra Musk: el Estado ‘versus’ corporaciones globalistas
Elon Musk y su hijo, X Æ A-Xii junto al presidente estadounidense, Donald Trump, en el Despacho Oval de la Casa Blanca.ZUMA vía Europa Press

El fondo de la pelea entre los dos machos alfa, Elon Musk —el más rico del mundo— y Donald Trump —que además de multimillonario es el presidente de la primera potencia mundial— es un pulso entre las corporaciones centradas en conseguir beneficios a cualquier precio y sin disimulo. Un Estado nervioso que ve cómo China le está arrebatando la hegemonía económica y tecnológica, buscando desesperadamente medidas para un milagro: volver a los diez únicos años en los que EEUU fue la única superpotencia mundial —entre 1991, que es el fin de la Unión Soviética, y el 2001, el inicio de la alianza estratégica sino-rusa, reflejada en el Tratado de Cooperación de Shanghái—. Desde entonces, EEUU ha tenido suficiente tiempo para asimilar su decadencia irreversible. Ante una situación inaudita y sin precedentes, no ha hecho más que dar tumbos, utilizando el método de “ensayo y error”. La alianza electoral del actual presidente con un sector de las corporaciones tecnológicas ha sido una de estas medidas, hoy terminada no solo en un escándalo, sino en una nueva crisis política para Estados Unidos, ambos de consecuencias imprevisibles. 

“Si no fuera por los 250 millones de dólares que doné a tu campaña electoral, ahora no estarías de presidente”, le reprochó con una frase parecida Elon Musk a su patrocinado desleal, confesando de paso que en EEUU no es el pueblo quien elige al jefe del Ejecutivo, sino las grandes compañías y los lobbies.

Más allá de que los medios apunten a la ley presupuestaria “grande y hermosa” de Trump, considerada “abominable y repugnante” por Musk, como el principal motivo de la discordia, hay otras cuestiones de fondo a considerar:

1. Que el presidente de EEUU intenta rectificar el error que cometió: entregar el destino del capitalismo de EEUU a solo un sector de la élite, cuando el Estado es “un comité para gestionar los asuntos compartidos de toda la burguesía” —como recuerda el Manifiesto Comunista— y simular la representación de los intereses de todos los ciudadanos. La imagen de Musk apoderándose del Despacho Oval, mientras envalentonaba a su hijo, cuestionaba seriamente la autonomía del “presidente de todos”. Es más, se ha tratado de un sector que le estaba pidiendo una desregulación extrema de la economía, que golpearía una de las funciones básicas del Estado. Por lo que:

– Se negó a que la tecnología satelital Starlink de Musk se hiciera con el control del tráfico aéreo y rechazó la participación de SpaceX en el sistema de defensa antimisiles Cúpula Dorada, que Trump pretende instalar en el propio EEUU.

– Canceló la nominación de Jared Isaacman, hombre de Musk, para liderar la NASA.

– Expulsó a Musk del Gobierno después de otorgarle el título del “empleado especial”.

– Amenazó con revocar las exenciones fiscales a las empresas de Musk; anunció que provocó la caída del precio de las acciones de Tesla en un 14%, es decir, la pérdida de 140.000 millones de dólares para sus accionistas.

2. El despido de Musk de la Administración Trump es un intento de volver a encarrilar el rumbo anti-chino del Gobierno. Pues, al contrario de muchos de sus colegas que piden una mayor desconexión tecnológica de China, el jefe de SpaceX es un apasionado del gigante asiático. Musk, que apoya una mayor relación económica entre las dos superpotencias, ha mostrado su admiración por la infraestructura del país de Mao: su sistema ferroviario de alta velocidad, su programa espacial, sus iniciativas globales de energía verde, ha llegado a comparar a Taiwán con Hawái (anexionado a EEUU en 1898), y afirma que es parte de China. Sin embargo, la principal razón de esta devoción se debe a que gran parte de su fortuna de 440 000 millones de dólares proviene de los coches producidos en la fábrica Tesla Shanghái (inaugurada en 2019), con un tamaño y una productividad mayor que la planta de California: un millón de coches al año. En febrero pasado, Tesla inauguró su segunda fábrica de baterías megapaquetes en Shanghái, con una inversión de 200 millones de dólares. Por lo que, unos aranceles de 35% a 140% sobre los productos chinos aplicados por Trump no le ha hecho ninguna gracia a este sector de Silicon Valley. “En general, estoy a favor de que no haya aranceles”, declaró Musk el año pasado. Se cree que la asistencia de un alto funcionario chino, el vicepresidente Han Zheng, en el juramento de Donald Trump como presidente, (que nunca había sucedido) se debió a las relaciones personales del empresario estadounidense con Han. Según Steve Bannon, otro excolaborador de Trump, el presidente, desde la desconfianza, había rechazado la petición de Musk de mostrarle los planes de ataque del Pentágono ante una posible guerra con China.

3. El antiglobalismo de Trump, además le lleva a oponerse a la intervención de EEUU en los asuntos de otros países, sea vía militarismo o el uso del poder blando: suspendió la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la National Endowment for Democracy (NED) —en cuyas partidas aparecía, por ejemplo, una asignación de 20 millones de dólares para producir una versión iraquí del Barrio Sésamo—, o 300.000 dólares para fabricar collares para perros en Ucrania. En cuanto a los conflictos bélicos, frustrado por no poder poner fin a las guerras de Rusia-Ucrania y de Israel contra Gaza, sigue resistiéndose a las presiones de Benjamín Netanyahu para un ataque contra Irán: continúa con las negociaciones nucleares con los ayatolás, a la vez que ha expulsado del Consejo de Seguridad Nacional a los halcones más belicistas proisraelíes como Merav Ceren, Eric Trager y Morgan Ortagus.

El presidente Trump utilizó su primer viaje al extranjero por Oriente Próximo, el mes de mayo, para poner de manifiesto:

– Que Israel ha dejado de tener el privilegiado lugar del que ha gozado en los últimos 45 años en la política exterior de EEUU: visitó las monarquías árabes del Golfo Pérsico, al igual que en 2018, pero al contrario de entonces, no incluyó al Estado Judío en su ruta.

– En su discurso en Riad, se opuso a la política (de sus antecesores) de “provocar caos” y desmontar Estados, apostando por la paz y los negocios.

– A pesar de las presiones de Elon Musk, anunció que la empresa OpenAI construirá uno de los centros de datos de Inteligencia Artificial más grandes del mundo en Abu Dabi, aparcando su promesa de reindustrializar EEUU y el “América Primero”.

Poner en jaque al presidente

Poco tardó Musk en darse cuenta de que Trump, un analfabeto en asuntos políticos y económicos, tendría detrás a todo el establishment de EEUU (como los jueces que están paralizando las órdenes judiciales del presidente). Ahora, va a por la cabeza de su ex aliado:

– Con los millones y la influencia mediática que posee, puede crear una alianza con las masas descontentas de la sociedad: migrantes, liberales, minorías sexuales, mujeres, el Partido Demócrata, el lobby proisraelí, los halcones belicistas antirrusos, los empresarios descontentos, entre otros, y hacer la vida imposible al presidente.

– Sacar los trapos sucios sexuales del presidente (o fabricarlos). Musk insinúa que el nombre de Trump está incluido en las páginas secretas del expediente del traficante de menores Jeffrey Epstein, que murió de forma sospechosa en la cárcel. Revelar los asuntos sexuales ocultos de un adversario es uno de los métodos más recurrentes en EEUU para eliminar a alguien del escenario: Bill Clinton pudo sobrevivir a ello gracias al recurso copiado de la película Cortina de Humo (Barry Levinson, 1997) —como maniobra de distracción, atacó a las supuestas fábricas de armas químicas de bin Laden en Sudán el 20 de agosto de 1998, un día después de prestar declaración ante el Gran Jurado por el tema de Mónica Lewinsky—. Lo utilizó también Barak Obama en 2012 para deshacerse del poderoso general NeoCon David Petraeus, director de la CIA, el último que había heredado del Gobierno de Bush.

– Provocar la derrota de los trumpistas en las próximas elecciones de medio mandato (mid-term election), de noviembre de 2026, al unirse a los legisladores demócratas y parte de los republicanos, y así bloquear el proyecto de ley “hermoso” de Trump en el Senado.

– Forzar la dimisión del presidente o su cese mediante un impeachment (“impugnación”, nombre que los estadounidenses le dan a un intento de golpe de Estado legal) y que su vicepresidente, J.D. Vance, asumiera el cargo. El caos provocado en la economía mundial y la incertidumbre en el propio EEUU debilita el apoyo de los millonarios al presidente, que debería pedir consejos a Vladimir Putin sobre los métodos para domarles.

Durante su primer mandato, Trump fue objetivo de varias operaciones para desacreditarle (desde acusarle de ser agente de Rusia, dos impeachment, o la revelación del pago de soborno a la actriz Stormy Daniel) y los exgenerales convertidos en tertulianos trataban las posibilidades de un golpe de Estado militar contra su comandante. “Los altos mandos del Pentágono probablemente no [me quieran], porque ellos solamente quieren librar guerras para hacer felices a todas esas maravillosas compañías que fabrican bombas y aviones”, dijo en 2019.

Hoy también está coleccionando a grandes sectores sociales en su contra: mujeres, minorías sexuales, inmigrantes, el lobby proisraelí, los rusófobos de siempre, los antichinos, y ahora todos aquellos que el amor de X pueda reclutar.

11/06/2025

Por, Nazanin Armanian

Analista política y traductora persa y dari

Información adicional

Autor/a: Nazanin Armanian
País: Estados Unidos
Región: Norteamérica
Fuente: Público

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