China será la economía más dinámica el próximo lustro, mientras prepara su ‘sorpasso’ a EEUU
Una persona con mascarilla trabaja en una línea de producción que fabrica llantas de acero para bicicletas en una fábrica en Hangzhou, provincia de Zhejiang (China), el 2 de marzo de 2020

El gigante asiático duplicará el ritmo de crecimiento del PIB norteamericano en los próximos cinco años, lo que le dejará a un paso de convertirse en la mayor potencia global. Pekín se juega en casa su órdago geoestratégico a la Casa Blanca.

La economía china será la que más crezca en los próximos cinco años, duplicando la aportación de prosperidad que logrará el PIB estadounidense en ese mismo periodo de tiempo.

El producto bruto de la segunda potencia mundial se situará al término de 2023, según el FMI, en 19,373 billones de dólares frente a los 26,8 billones del valor de la economía de EEUU.

Parece un diferencial aún insalvable, pero, si el despegue de actividad del gigante asiático cobra la intensidad que predice el Fondo Monetario Internacional, la brecha entre las dos superpotencias podría suturar antes de lo previsto.

En la actualidad, EEUU se asoma a un escenario de recesión, con restricción crediticia e impagos, así como caídas de beneficios en sus empresas y un exceso de deuda.

Varios estudios ubican este sorpasso en algún momento de la próxima década, a partir de 2030. En esta postura se sitúan cálculos procedentes del World Economic Forum (WEF), la institución gestora de las cumbres de Davos; informes privados como los clásicos que, con cierta periodicidad, suele publicar de la firma de servicios profesionales PwC o diagnósticos de thinks tanks como el Japan Center for Economic Research (JCER) e incluso consultoras como Capital.

Incluso la retórica oficial del Partido Comunista de China (PCCh) y las prerrogativas lanzadas por su presidente, el plenipotenciario Xi Jinping, estimulan esta tardanza. No por casualidad, claro. Forma parte de esa diplomacia panda, pausada pero proactiva que ha arraigado bajo la jefatura de Jinping, y que se ha forjado durante su extensa cultura milenaria.

“El este está en ascenso y Occidente, en decadencia”, insiste la narrativa propagada desde Pekín, mientras fuera de sus fronteras se ha instalado la idea -casi asumida- de que “China y su ascenso hacia el centro económico mundial es inevitable”. La cúpula del régimen de Pekín aclara sin rubor que es fruto del “socialismo moderno” que ha diseñado Jinping para 2035.

Con vista a que unos años después, en 2049, justo al borde del paso de ecuador del siglo y para celebrar el centenario de la República Popular, el sorpasso no solo sea una realidad, sino un hecho incuestionable que se verá acompañado del liderazgo chino en el orden mundial en el que su diplomacia y sus políticas económicas planificadas trabajan de la mano.

La primera, para labrarse aliados y cubrir sus necesidades de materias primas con préstamos lanzados desde sus bancos de desarrollo y comerciales de capital estatal.

Con ellos, la llamada mano invisible china ha ido adquiriendo activos y financiando obras de infraestructuras en América Latina y África, preferentemente, como si de una entidad multilateral se tratara, a cambio de controlar la trampa de endeudamiento en la que ha sumido a algunos países de esos continentes.

Y la segunda, para transitar hacia un modelo productivo basado en la demanda interna (consumo de hogares e inversión empresarial), más del estilo de las potencias industrializadas, y abandonar su papel de factoría mundial, que le ha reportado una excesiva dependencia de su sector exterior.

Históricamente, explican en el JCER, el milagro económico chino se ha cimentado en casi cuatro décadas de crecimiento próximo o por encima de los dos dígitos. En los próximos 30 años, además, su PIB se duplicará hasta elevarse en algunos ejercicios más del 13%, mientras que el potencial dinámico de EEUU apenas alcanzará el 4,5%, lo que propiciará el previsto sorpasso. Aun así, el JCER retrasa desde 2029 a 2033 el instante de ese adelantamiento fulgurante. 

Un lustro de ralentización a doble ritmo

Otro estudio, en este caso de Bloomberg Economics, basado en los datos del FMI, asegura que la expansión del PIB chino este lustro será del 22,6% y la de India del 12,9%, mientras que la de EEUU se quedará en el 11,3%.

Indonesia, Alemania, Turquía y Japón, además, navegarán a ritmos por debajo del 3,6%. En este escenario, Brasil, Rusia, India y China estarían dentro de las siete mayores potencias por tamaño de sus economías, dentro de un clima anémico (en el entorno de un crecimiento del PIB global del 3% en los próximos cinco años, el más leve de los últimos 30 años).

Los expertos del think tank económico de la agencia de información inciden en que el débil crecimiento mundial se deberá al reciente deterioro de la confianza entre los países de rentas altas por la tormenta bancaria en EEUU, el estancamiento de la espiral inflacionista en niveles aún altos y la estrategia monetaria de tipos de interés altos.

“Los riesgos venideros van a la baja, pero resultan aún persistentes”, alerta el FMI, “con todavía demasiadas incertidumbres a corto y medio plazo” en un ciclo de negocios, el post-covid, que se afana por ajustarse a los distintos e intensos shocks bursátiles, energéticos, inflacionistas y a los altos voltajes geopolíticos, que apuntan a una constante amenaza de recesión o, al menos, a una prolongada etapa de estanflación.

El exministro de Industria, que figura como coordinador académico de este centro investigador, destacó las conclusiones del Índice Gravity Gate Center, en el que se desvela que en los últimos 60 años el centro de gravedad económico mundial se ha desplazado, a través del paralelo 40, desde el Atlántico Norte hasta el Pacífico.

Evidencia, asimismo, la extraordinaria evolución del PIB chino que en 1980 apenas representaba el 1,7% del PIB mundial (por debajo, incluso de España), mientras que, en la actualidad, supera el 18%, a cinco puntos del de EEUU.

Para Sebastián, “si acotamos el periodo de análisis a los últimos tres años (2020-2022), pese a la incertidumbre generada por la pandemia y la puesta en marcha de la política covid cero” que el régimen de Pekín implantó en 2022, “la economía china ha crecido, en tasas acumuladas, casi nueve puntos más que la estadounidense“.

Para el que fuera también máximo responsable del servicio de estudios del BBVA, el Gate Center se ha lanzado a sondear en qué momento se podría producir también el adelantamiento digital y tecnológico. Y lo hará dentro de un contexto en el que se producirá “una confrontación” por el liderazgo mundial con EEUU que, “sin duda, tendrá impactos decisivos en la política comercial y en el orden internacional“.

El mencionado choque, de hecho, “ya ha comenzado”, y el experto asegura que tendrá efectos colaterales en el terreno geopolítico, económico y comercial. Asimismo, afirma que Europa debería “buscar su neutralidad y sellar alianzas estratégicas con ambas potencias en áreas de mutuo interés”; en particular, en África y América Latina, cita.

Miguel Sebastián: En el último trienio, “la economía china ha crecido, en tasas acumuladas, casi nueve puntos más que la estadounidense”

Además, Sebastián insistió en la idea de que “Europa debe proteger a sus empresas de las posibles sanciones cruzadas” que se deriven de la batalla en toda regla que han planteado las dos superpotencias.

A su juicio, como en todo juego de tronos, los cambios de liderazgo “abren oportunidades para el desarrollo de la economía y la industria europeas“, que la UE “debe aprovechar” y que requieren de un distanciamiento obligado que genere una coexistencia pacífica, con pactos preferentes en materias concretas, tanto con EEUU como con China.

Temor a una fragmentación de bloques comerciales

Con independencia de si la globalización acaba fragmentada en dos bloques, liderados por Pekín y Washington, con sus respectivos aliados y un número indeterminado e incierto de adhesiones a uno y otro lado de este decoupling, las tensiones entre ambos rivales han entrado en una etapa de enorme peligrosidad.

Es el consenso que subyace entre observadores políticos, diplomáticos, empresarios y analistas de mercado. Las autoridades chinas hablan de bullying de la Casa Blanca y de hostilidad a flor de piel, a unos niveles desconocidos desde la reanudación de las relaciones bilaterales en época de Nixon. Mientras, la Administración Biden traslada la idea de que Jinping y su equipo exterior viven bajo un estado de intimidación paranoica.

En el Diaoyutai State Guesthouse (DSG, complejo hotelero a las afueras de Pekín donde se suele reunir la jerarquía china con dirigentes políticos y empresariales extranjeros), el sentimiento que se vivió en un reciente foro de desarrollo e inversiones fue de una “enorme inquietud por lo que entre las élites chinas se considera como el inicio del decoupling“, según se señala en un reciente reportaje en The Economist.

En dicho reportaje se admite que el diálogo chino-americano experimenta el periodo de estancamiento más grave en medio de una nueva guerra en Europa. Todo ello envuelto en un contexto en el que EEUU aplica una política de contención y aprecia tintes cada vez más autoritarios en Jinping, quien, a su vez, no tiene reparos en insistir en la creciente hostilidad occidental hacia su país.

Dichas afirmaciones se producen pese al desafío a los valores liberales de sus procesos de represión interna y al reconocimiento de Vladimir Putin, con el que China ha cincelado una alianza geoestratégica mutua, de querer construir una alternativa al orden mundial perfilado desde Washington, “incluso con amigos autócratas”.

A ello se suma el complejo affaire de Taiwán sobre la mesa en cualquier negociación bilateral, al igual que el diálogo sobre armas nucleares. “Nada sugiere que la conflictividad mengüe, mientras la economía china no ofrezca signos de revitalización y con elecciones presidenciales en EEUU a la vista, en 2024″, admiten voces empresariales de ambas nacionalidades.

Dichas voces admiten que les preocupa que el choque tectónico de los dos bloques pueda ocasionar costes que oscilan, a tenor de los cálculos del FMI, desde un manejable 0,2% al 7% del PIB mundial.

La alianza ruso-china y las represalias económicas occidentales al Kremlin no solo han alterado el flujo del comercio tecnológico y de chips, sino que ha estimulado el negocio armamentístico y zarandeado los propios cimientos de la globalización, porque el riesgo de una fragmentación en dos bloques está cada vez más latente.

Por un lado, el G7 está haciendo guiños durante el actual mandato japonés a unas futuras adhesiones de Australia (con estatus de potencia industrializada desde hace décadas), Corea del Sur (que ha asumido este reconocimiento recientemente, pero a la que Tokio relega a un segundo plano por sus disputas geoestratégicas regionales), e India (que coquetea a la vez con su relación preferente con EEUU y con su papel cada vez más protagonista entre los grandes mercados emergentes como quinta economía global, desplazando a Reino Unido).

Y, por otro lado, los BRICS, con una lista de 19 países dispuestos a incorporarse a su esfera de poder, tal y como admite su presidencia anual sudafricana, con varias candidaturas preferentes, como Arabia Saudí e Irán (recién reconciliadas diplomáticamente por obra de Pekín), así como Argelia, Egipto y Argentina.

En este contexto, las economías emergentes han lanzado peticiones para emprender una cruzada contra la hegemonía monetaria del dólar, con algunas de ellas (Brasil, Argentina, Irán, Bangladesh y Rusia) reconociendo que han elevado el peso del yuan chino como divisa prioritaria en sus reservas internacionales.

Información adicional

Autor/a: Diego Herranz
País: China
Región: Asia
Fuente: Público

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