29/Abr/2025. Han transcurrido apenas dos meses desde que se hizo pública la declaración de Abdullah Öcalan anunciando el inicio de una nueva ronda de negociaciones que debería conducir a la apertura de un proceso de paz que tendría que alcanzar a todas las partes implicadas en el conflicto kurdo. La declaración del líder encarcelado fue realizada a través de una delegación parlamentaria del DEM Parti (partido pro-kurdo, tercera fuerza política en el parlamento de Turquía). Aunque no parece que esta pueda ser la fórmula más adecuada para abrir un proceso de paz, hay que señalar que esto ocurre después de un largo periodo de cuatro años de aislamiento absoluto de Öcalan en la cárcel de Imrali, un periodo en el que ni familiares ni equipo de abogados pudieron ponerse en contacto con él. En este sentido, el paso es un avance importante: se rompe el aislamiento y se llama a la apertura de nuevas negociaciones para buscar soluciones al conflicto.
Sin embargo, existen discrepancias en lo que se refiere a las expectativas inmediatas. Para el movimiento kurdo es importante que las primeras palabras de su líder sean para hablar de paz y de un compromiso para buscar soluciones políticas. En este sentido hay que reseñar que Öcalan habló de la necesidad de disolver el PKK como punto álgido para señalar su compromiso con la paz y se pronunció por la aplicación de un nuevo modelo de nación democrática capaz de resolver los diferentes conflictos que ensangrientan la región de Oriente medio desde los días de la ya lejana I Guerra Mundial.
Las reacciones no se han hecho esperar. El movimiento kurdo ha manifestado su apoyo a la propuesta aunque se pueden apreciar diferentes niveles de entusiasmo y preocupación. Algunos sectores, vinculados al mundo europeo de la solidaridad, han señalado su sorpresa por la propuesta de disolución del PKK, entendiendo que éste viene jugando desde su fundación un papel central en la dirección de la lucha desde hace más de cuatro décadas. Sin embargo, esta visión se corresponde con la de quienes no han sido capaces de apreciar los cambios ocurridos en el interior del movimiento kurdo desde el secuestro/detención y juicio de Öcalan, a partir de 1999. Con el nuevo paradigma, la función dirigente, de vanguardia, de la organización se ha transformado, cediendo el protagonismo a un proceso de autoorganización popular desde la base con progresivas coordinaciones sectoriales y territoriales, en las que se ponen a prueba cambios importantes como la plena incorporación de las mujeres al proceso político (paridad absoluta), introducción de discursos específicos para la juventud o a la defensa del territorio de cualquier tipo de agresión ambiental.
Frente a la visión esperanzada del movimiento kurdo, llama la atención la limitada respuesta desde la parte turca. De entrada, supone un mal comienzo que el interlocutor principal, tenga que hacer el llamamiento desde la cárcel, por medio de una delegación parlamentaria que se hace eco de su declaración en lugar de que sea el propio dirigente encarcelado quien realice el llamamiento por medio de una intervención grabada en la que se dirija directamente a sus interlocutores y a sus propios partidarios. La política de aislamiento impuesta por Turquía apenas deja espacio para poder ofrecer una imagen actualizada de Abdullah Öcalan. Pero quizás, lo más llamativo haya sido que la propuesta se ha dirigido a las fuerzas políticas parlamentarias, empezando por el MHP, tradicional partido nacionalista turco, panturanio, vinculado en las años setenta con el extremismo violento de los Lobos Grises.
Desde entonces, la parte kurda se ha dedicado a animar la apertura de un debate que afecte a todas las organizaciones políticas en Turquía, que traspase fronteras y tenga reflejo en Basur (Kurdistán iraquí), a las organizaciones solidarias, así como a la sociedad civil y al mundo de la cultura occidental para que se movilicen y presionen a la parte turca con la idea de no desaprovechar una nueva oportunidad para la paz después de diez años de parálisis total. Sorprende el silencio de Erdogan y el de su partido, el AKP, que apenas se han pronunciado con profundidad al respecto durante estas últimas semanas.
En la reciente conferencia celebrada en Roma para hacer balance de la campaña mundial para pedir la libertad de Öcalan y una solución política para el conflicto, se produjeron varias intervenciones que pueden ofrecer algunas pistas sobre las dificultades del proceso que se intenta abrir. Así, las intervenciones de Pervin Buldan (diputada del DEM y miembro de la delegación de Imrali) e Idris Baluken (miembro del equipo de negociación en el anterior proceso de paz de los años 2013-2015) ofrecieron algunas claves que permiten interpretar la situación actual.
En opinión de Pervin Bulak, en el año 2013, la clase política turca no estaba preparada para la paz. Prueba de ello fue la oposición de Devlet Bahceli, líder del MHP, al proceso. Esta oposición reflejaba la actitud de lo que denomina el Estado profundo que se manifestó en aquellas fechas con el asesinato en París de tres mujeres, dirigentes del movimiento kurdo. Esta situación habría cambiado en la actualidad y prueba de ello es el hecho de que haya sido Bahceli quien primero se haya pronunciado tras la declaración de Öcalan señalando que no tiene mayor problema si se compromete de manera inequívoca contra el uso de la violencia. De ahí su opinión sobre la existencia de una atmósfera positiva que se reflejaría en la mejora de las condiciones penitenciarias de Öcalan. Sin embargo, en comparación con la situación del año 2013, para que el proceso avance será necesaria la existencia de una serie de cambios legales que faciliten el desarrollo del proceso con un marco legal adecuado a las nuevas circunstancias. Esto será una prueba evidente de que el proceso no es unilateral desde la parte kurda como ocurrió en la etapa anterior y, por último, será necesaria la formación de un grupo de expertos encargado de hacer seguimiento de los acuerdos, monitoreando el cumplimiento de los mismos.
Aunque estamos en mejores circunstancias que el año 2013, todavía quedan pasos importantes por dar. Así, está por ver el nivel de implicación de Erdogan y su partido, el AKP. Será crucial para que no se trate de un proceso unilateral y podamos hablar de una bilateralidad que nos indique el compromiso por ambas partes. Por ello es importante que se presione a Turquía para que se tome en serio la propuesta y no desaproveche esta oportunidad tras diez años perdidos. Faltan pasos pero se insiste en que la esperanza está sembrada y que hacer la paz es un arte de la política.
El papel de Erdogan
Sin embargo, no será fácil. Existe una gran desconfianza con respecto a cuál puede ser el papel que juegue Tayip Erdogan durante esta fase. Más allá de las diplomáticas palabras, el movimiento kurdo sabe que Erdogan solo juega a mejorar sus opciones para perpetuarse en el poder. Así lo ha hecho siempre y no tiene escrúpulos a la hora de hacer alianzas para después invertirlas.
El anterior proceso de negociación del año 2013 se inició en un contexto que quedó alterado por el estallido de la primavera árabe en Siria y su rápido deslizamiento hacia una confrontación civil. En la misma intervinieron diversas fuerzas islamistas que contaron, todas ellas, con un apoyo más o menos explícito por parte de Turquía (Hermanos musulmanes, salafistas, wahabitas, Al Qaeda o el ISIS). Erdogan entendió que se daban las condiciones para forzar el cambio de régimen en Siria y, de paso, acabar con el factor kurdo que comenzaba a despuntar en las áreas de población rural por el norte pero también en barrios de Alepo.
Convencido de la posibilidad de un triunfo integrista, Erdogan dejó morir el proceso de paz. Este hecho tuvo graves consecuencias: atentados en Turquía, gran frustración política, denuncia y movilización desde la parte kurda con represión, muertos y cárcel como respuesta del gobierno de Erdogan. Diez años después, el HDP, partido kurdo en el parlamento con una dirección joven que anunciaba una posible renovación de las formas de hacer política en Turquía, se encuentra ilegalizado y sus principales dirigentes, Salahatin Demirtas y Fizgen Yuksekdag cumplen condenas de cárcel con penas de 40 y 30 años respectivamente.
Sin embargo, algo salió mal esta vez. En Kobane las milicias kurdas (YPG e YPJ) resistieron el avance del Estado Islámico y forzaron el inicio de su retirada hasta ocupar Raqa, la ciudad del norte de Siria que habían convertido en la capital del autoproclamado califato islámico. Este es el origen del territorio de Administración autónoma del Nordeste de Siria (AANES), impulsado por la experiencia revolucionaria de Rojava. Trece años de autogobierno que, contra viento y marea, han permitido perfilar un proyecto político no deseado por Turquía.
Para poder intuir hasta dónde pueden llegar las cosas con el nuevo proceso, hay que tener en cuenta dos elementos llamados a desempeñar un papel central: las aspiraciones de Erdogan para mantenerse en el poder y le evolución de la situación en Siria tras el final de la dinastía de los Assad. Qué cosas se pueden negociar y hasta dónde se puede llegar en cada uno de estos dos temas puede servir para empezar a componer escenarios posibles.
Un primer elemento a considerar es que Turquía llega a esta mesa de negociaciones sin haber sufrido una derrota estratégica o haber alcanzado lo que los expertos llaman un empate irresoluble en el conflicto. Dicho de otra manera, no se encuentra en una situación desesperada que la obligue a negociar para salvarse de una derrota estrepitosa. Esto significa que Erdogan podrá utilizar este proceso en función de sus conveniencias, marcará los tiempos y, sin duda, intentará instrumentalizar al movimiento kurdo con la idea de crear posibles contradicciones y divisiones.
En este sentido, aplicar la estrategia del palo y la zanahoria puede servir para proponer al movimiento algunos cambios que ablanden sus posiciones pero que, en el fondo, no son significativos en la medida en que no se sustenten en modificaciones profundas en el ámbito legislativo. En este apartado nada se hará que pueda interpretarse como un cuestionamiento de los principios fundacionales de la República Turca, que se basó en una concepción nacionalista excluyente (Turquía para la población turca y para el resto de comunidades diferentes destinos, aunque igualmente trágicos: genocidio para los armenios, expulsión para los griegos, negación existencial para los kurdos). Así pues, la zanahoria se puede aplicar para algunas cuestiones que afectan al futuro de Siria y al rol a jugar por la Administración Autónoma kurda (AANES): se puede respetar la presencia kurda en algunos barrios de Alepo, facilitar un retorno controlado de la población kurda expulsada de Afrin e incluso presionar al nuevo gobierno sirio (recuérdese, islamista, políticamente manejable por Turquía) para que garantice una integración de la AANES en las estructuras del nuevo estado que está en fase de reconstrucción. Todo esto, que puede interpretarse como avances desde el movimiento kurdo, no es nada más que un señuelo para no entrar a debatir el papel que puede jugar el movimiento kurdo y sus propuestas en la propia Turquía. La clave estará en cuáles son los cambios internos que Turquía está dispuesta a reconocer. Al fin y al cabo, lo que ocurra fuera de sus fronteras no cuestiona sus principios fundacionales.
Por otro lado, la propuesta de integración de la AANES en la nueva Siria tendrá siempre una trascendencia limitada. Solo el reconocimiento de un cierto federalismo podría abrir las puertas a unos cambios significativos. La integración puede ser limitada tanto en influencia en el momento presente como en el tiempo futuro. De esto saben mucho los viejos partidos comunistas (PCS, PCI), integrados por el Baas en las estructuras de gobierno gracias a las políticas de Frente Nacional que entraron en el reparto de parcelas de poder con la misma facilidad con la que fueron expulsados poco después. Solo un reconocimiento de carácter federal puede asegurar que asistamos a cambios llamados a permanecer en el tiempo.
Así pues, el movimiento kurdo tendrá que moverse entre la defensa de los logros alcanzados en Rojava y las aspiraciones a cambiar cosas en Turquía, sabiendo que este segundo elemento será el hueso duro de la negociación y que, con el primero, se intentará jugar siempre al despiste y la división. Una posible grieta a evitar en este caso es la aparición de fricciones entre la propuesta gubernamental de la AANES y las aspiraciones de un movimiento de mujeres que afirma que ellas no tienen nada que integrar con un gobierno fundamentalista como el que se perfila en Damasco.
En lo que se refiere a la parte que afecta a Turquía, aparecen varios elementos a considerar. Uno de ellos, simbólicamente importante, es el estatus de Abdullah Öcalan. No se puede hablar de negociación mientras se mantiene en la cárcel y en condiciones de incomunicación al interlocutor político de la otra parte. El movimiento kurdo reconoce unánimemente a Öcalan como su representante político y, por lo tanto, su situación actual tendrá que modificarse de manera sustancial. Parece evidente que esta suavización de las condiciones carcelarias de Öcalan deberían extenderse al resto de presos y presas de carácter político existentes en estos momentos en Turquía. A este respecto, se calcula que son más de diez mil las personas a las que estos posibles cambios podrían afectar también.
En todo caso, más allá de los casos más políticos, Amnistía Internacional presenta cada año informes elocuentes sobre las escasas condiciones democráticas y respetuosas con los derechos humanos existentes en ese país. Estos posibles cambios tendrían que ir acompañados de una serie de medidas legislativas llamadas a eliminar como delitos los elementos han sido utilizados hasta ahora para llevar a las prisiones y comisarias a estas decenas de miles de personas. Una amnistía general debería ser el primer paso para empezar a creer que el proceso de negociación pude conducir hacia un cambio de las condiciones políticas en Turquía, así como el firme compromiso de poner fin a la política de disolución de los ayuntamientos gobernados por el DEM Parti democráticamente elegidos. La duda estriba en saber cuáles son las verdaderas intenciones de Erdogan, si está dispuesto a negociar o si tras los gestos aparentes solo existe una agenda oculta que irá desvelando según sus propias conveniencias.
A estas alturas, hemos conocido ya innumerables procesos de negociación, desmovilización, entrega de armas, apertura de nuevos horizontes políticos a nivel internacional y en diferentes épocas y escenarios. El movimiento kurdo conoce, sin duda, cómo se han producido buena parte de los mismos, los riesgos y las posibles consecuencias en caso de dar pasos en falso. Parece evidente que sabe que una vez llegados al punto de acuerdo, el paso fundamental y trascendente será la presencia de relatores internacionales encargados de acompañar el desarrollo y cumplimiento del proceso así como la existencia de garantías referidas al propio cumplimiento por las partes de los acuerdos firmados. Todo esto queda todavía muy lejos. Por eso resulta pertinente plantearse si habrá proceso negociador.
Las dudas sobre la voluntad turca para afrontar el proceso de paz se agudizan cada vez que las unidades de autodefensa del PKK, las HPG (Fuerzas de Autodefensa Popular) hacen públicos informes sobre la situación en el campo de batalla. A este respecto, los datos ofrecidos en el Informe de las HPG con fecha 22 de abril es bastante elocuente con respecto a lo lejos que nos encontramos todavía de un verdadero proceso de paz.(ver Anexo. Informe de las HPG).
Así pues, volvemos a encontrarnos con un movimiento kurdo que no duda en tomar la iniciativa aún a sabiendas de hacerlo en contra de la corriente dominante. En efecto, cuando asistimos a nivel mundial a un proceso de rearme, a una legitimación de las políticas militaristas y a la reaparición en el horizonte de riesgos de potenciales conflictos de gran impacto, las propuestas kurdas hablan de procesos de paz, negociaciones y resolución pacífica de conflictos profundamente enraizados en Oriente medio. Sin duda, una propuesta valiente para estos tiempos.
28/04/2025
Tino Brugos es miembro de la redacción de viento sur
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Anexo: INFORME DE LAS HPG
Los ataques continúan en las Zonas de Defensa Legítima
A los medios y a la opinión pública:
El Centro de Información de las Fuerzas de Defensa Popular (HPG) compartió detalles actualizados sobre los ataques del ejército turco y las respuestas de las fuerzas guerrilleras. El informe es el siguiente:
Ataques del ejército de ocupación turco con aviones de guerra:
- 19 de abril: La zona de resistencia en Girê Bahar, en la región de Şehîd Delîl (Oeste del Zap), fue bombardeada dos veces.
- 20 de abril: La zona de Sipîndar, en Garê, fue bombardeada una vez por aviones de combate.
Ataques con artillería pesada y obuses:
Durante los días 20, 21 y 22 de abril, se registraron:
- 3 bombardeos en la zona de Lolan, región de Xakurkê.
- 86 bombardeos en las zonas de Sipîndar y Mijê, en Garê.
- 159 bombardeos en las zonas de resistencia de Serê Metîna, Şêlazê y Bêşîlî, en Metîna.
- 618 bombardeos en las zonas de resistencia de Girê Amediyê y Girê Bahar, en Şehîd Delîl (Oeste del Zap).
En total, se llevaron a cabo 866 ataques con armamento pesado y artillería.
Ataques con helicópteros:
- 19 de abril: La zona de resistencia de Girê Bahar fue atacada por helicópteros de combate.
Acciones de nuestras fuerzas en respuesta:
- 19 de abril (mañana): Una mina terrestre previamente colocada explotó en la zona de Şehîd Kamûran (Xakurkê), causando heridas a al menos tres soldados turcos, quienes fueron evacuados en helicóptero.
- 19 de abril, 12:00: La unidad Şehîd Axîn atacó posiciones enemigas en Sergelê, región de Şehîd Delîl (Oeste del Zap), con drones kamikaze.
- 20 de abril, 10:20: La misma unidad atacó nuevamente en Sergelê con drones kamikaze.
- 20 de abril, 10:40: Se atacaron posiciones enemigas en Girê Amediyê, también en la región de Şehîd Delîl, con drones kamikaze.
- 20 de abril, 12:10: En la zona de resistencia de Şêlazê, región de Metîna, nuestras fuerzas capturaron un dron enemigo cargado con explosivos.
22 de abril de 2025
Centro de Información de las HPG
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