La pandemia del Covid-19 ha sido el mayor experimento que jamás se haya hecho a escala global. A la fecha quedan muchas dudas y preguntas sin responder. La fenomenología de la pandemia no ha terminado de ser elaborada. Sin embargo, los sistemas culturales y la resiliencia han terminado por desplazar a lugares secundarios las vivencias y experiencias vividas. Vale la pena una mirada pausada a lo acontecido. De las muchas aristas posibles para una reflexión sobre la pandemia, destacamos aquí uno: el de la psicología social.
Nos acercamos a octubre y noviembre, cuando se identificaron los primeros pasos del virus Sars-Cov-2 en el año 2019, conocido más genéricamente como Covid-19. Seguidamente, en febrero se impuso el encerramiento de la gente. El virus fue detectado entre octubre y noviembre del 2019 pero la pandemia fue declarada en el segundo mes del año siguiente.
Es preciso resaltar cuatro hechos:
1. La declaración de la pandemia fue un acto médico-político
2. La decisión de encerrar a la población fue una decisión político-militar
3. La decisión de obligar a la gente a tomar las vacunas fue una decisión médico-militar; finalmente,
4. La declaración según la cual la pandemia había terminado fue un acto financiero-comercial
En efecto, la pandemia fue anunciada por los médicos, pero socializada e impuesta por gobernantes y gobiernos; impuesta, es decir, de manera inconsulta. Literalmente, de la noche a la mañana los estudios se congelaron, los trabajos se distanciaron, las calles se desocuparon, cada quien quedó obligado a permanecer en su casa. En numerosas familias, fue la ocasión para convivir; y en numerosas ocasiones, para conocerse unos a otros. El resultado inmediato de este primer fenómeno fue el desarrollo de las plataformas y el uso por parte de cada quien: Meet, Teams, y las demás. De consuno, el computador e internet se volvieron, como si ya no lo fueran, herramientas y servicios fundamentales. Todo el mundo debió hacer una curva de aprendizaje vertiginosa, a la carrera, sobre la marcha.
Asimismo, en segundo lugar, se impuso en realidad un cordón sanitario, y se sancionaba seriamente a quienes rompieran el encierro. Los cordones sanitarios fueron originalmente ideados por Napoleón –el gran déspota del siglo XIX y, sorpresa, el mejor engendro de la Revolución Francesa, pues fue su negación inmediata. Fueron los cordones sanitarios uno de los motivos que llevó a Foucault a concebir la idea de biopoderes y de biopolítica; esto es, literalmente, el poder y el control sobre el cuerpo. O también, el cuerpo humano como dispositivo político.
La pandemia originada por el virus Sars-CoV-2 permitió el más grande experimento que jamás se haya hecho en escala global con la especie humana. Emerge una pregunta inmediata: ¿los experimentos sociales son planeados y planificados con anterioridad, o bien se improvisan de acuerdo a los comportamientos que se van observando de los sujetos sociales y se van tomando decisiones correspondientemente? Las ciencias sociales y humanas ponen en evidencia que ambas cosas tienen lugar1.
Fue sólo después de los primeros días de encierro que se permitió, gradualmente, y con muchas medidas de cuidado y precaución salir a una persona, máximo, por hogar. Todo el mundo vivía en la zozobra más grande, y los temores eran un asunto cotidiano. Nadie quería contagiarse y nadie quería contagiar a nadie; mucho menos a los suyos.
De la misma manera, nadie podía viajar al exterior si no demostraba que estaba vacunado, se obligó a los niños en los colegios, a los trabajadores en las empresas, a vacunarse. Es más, quienes no lo hicieron fueron estigmatizados. Al cabo, finalmente, fueron gobernantes, con el argumento de reanimar la economía, quienes decidieron que la pandemia ya había pasado. Nunca científicos o médicos.
Es absolutamente necesario señalar de manera expresa que ninguna de las vacunas jamás pasó por los cuatro estadios clínicos de prueba. Todo se justificó siempre en términos de “medidas de urgencia”, “planes de contingencia” y otras expresiones próximas y semejantes. En numerosas ocasiones literalmente, el remedio terminó siendo peor que la enfermedad.
Las cuatro fases de un ensayo de cualquier medicamento son: primero, establecer previamente si un medicamento es seguro, para lo cual existen ensayos in vitro, in vivo e in info; esto es, en experimentos de laboratorio sin animales o seres vivos, segundo, ensayo con animales de laboratorio, y finalmente, en pruebas y ensayos empleando métodos de modelamiento y simulación. Sobre esta fase se procede a trabajar con grupos pequeños de pacientes, en términos de grupos de prueba y grupos de control. Seguidamente, se amplía el número de pacientes voluntarios con los que se trabaja en las pruebas y muestras. Si el medicamento da resultados positivos se puede avanzar en las etapas siguientes.
La distinción entre el grupo de control y el grupo de estudio es determinante. Es en este tercer estadio que se aplican placebos, siempre, todo, sobre la base de las fases anteriores. Los resultados clínicos deben ser contundentes. Cuando lo son, se producen masivamente, los medicamentos, se publican resultados de la investigación, se obtiene el aval de la comunidad académica y científica, y se comparten métodos, modos, desarrollos, éxitos y fracasos. Estas cuatro fases son de mucho rigor metodológico. Sin la menor duda, es aquí donde sí impera lo que genéricamente se ha denominado como el método científico.
De colofón, una mirada pausada a la pandemia y la secuela hasta la fecha pone en evidencia que todas las estadísticas de fallecidos son falsas, pues jamás se hicieron públicas las muestras, los experimentos, los estudios clínicos en fin los análisis médicos pertinentes. Todos los que fallecieron en la pandemia murieron en la total soledad, y los sobrevivientes jamás pudieron hacer el duelo de acompañarlos pues se impuso siempre el distanciamiento. Muchas veces se confundieron enfermedades preexistentes con signos y síntomas de la infección por Sars-CoV-2; o sencillamente, se omitió la forma como la infección alteraba o modificaba diagnósticos clínicos.
Posteriormente se ha sabido positivamente, que las vacunas resultaron muchas veces perjudiciales a largo plazo. Sin embargo, sobre este hecho se ha echado un amplio manto de silencio. Al fin y al cabo, el poder económico y, por tanto, político, de la industria farmacéutica es enorme. Vale recordar que, sorpresivamente, el primer renglón económico en las industrias del sistema de libre mercado, muy por encima de la industria automovilística, acaso a la par o algo por encima del complejo industrial militar, se encuentra la industria farmacéutica. Existen numerosos y sólidos trabajos al respecto. Dicho lo anterior, sin embargo, vale poner de manifiesto que la principal industria en el sistema capitalista corresponde a la cultura y el entretenimiento.
El sistema capitalista existe hoy por hoy, y funciona, de manera sistémica. Si no todas, muchas cosas están perfectamente conectadas, unas con otras.
La pandemia y el post-Covid
Los virus no pueden ser eliminados por decisiones políticas. He aquí un enunciado trivial pero que es lapidario a la hora de evaluar el lustro transcurrido.
El post-Covid, hace referencia a las secuelas a mediano y largo plazo de las vacunas. Manifiestamente, las grandes ganadoras fueron las farmacéuticas. Bill Gates dominaba y domina a la OMS: el 84 por ciento del presupuesto de este organismo multilateral es aportado por la Fundación Bill y Melinda Gates.
Después que la pandemia hubo pasado –una vez más: que fue una decisión política y económica; jamás médica– la comunidad médica empezó a observar casos extraños: cardiopatías en pacientes jóvenes y saludables; problema de hígado en niños; desordenes cerebrales y mentales en mujeres, por mencionar tan sólo algunos. Todos, en pacientes que habían sido vacunados.
Por lo demás, numerosos síntomas permanecían años después de haber sufrido Covid-19. El nombre genérico que se le asignó es: post-Covid; para significar que se presentan efectos indeseables en pacientes que: a) no se habían observado anteriormente; y b) que no correspondían para nada con criterios habituales, como edad, presencia o no de co-morbilidades, estilos de vida, y otros.
El experimento
Los experimentos sociales forman parte, dicho de manera general, de la psicología. Específicamente, la psicología social. Éstos se comenzaron a aplicar a finales del siglo XIX y desde entonces se han multiplicado y refinado. Desde el punto de vista filosófico, todo consiste en el primado del conductismo, cuyas bases teóricas son muy elementales, a saber: refuerzos, positivos y negativos, y repetición o imitación. Políticamente, sin la menor duda, el conductismo puede decirse que constituye el pilar científico del fascismo. Pero éste deberá ser el tema de otro trabajo.
El experimento social a gran escala fue al mismo tiempo de un experimento clínico, social y político, experimento militar y de sistemas de seguridad; aunados. Ninguna autoridad responsable dio jamás razón de nada; hasta el día de hoy. Se hizo sencillamente silencio, y hoy todo sucede como si la pandemia no hubiera acontecido. Una vez más, es una muestra de indolencia e insensibilidad total. Pues bien, la insensibilidad ante los demás es un rasgo típico de los sociópatas y sicópatas. Éstos sólo se saben y se quieren a sí mismos.
La psicología en general, y en particular la psicología social, se asumió –con aires de cientificidad– como una disciplina y práctica experimental. A la manera de las ingenierías, notablemente.
Una analogía cabe perfectamente: una razón importante por la que la industria de la cultura y el entretenimiento constituye por sí misma una forma ampliada y muy exitosa de experimentos sociales es porque está perfectamente diseñada, ingenierada, estudiada e implementada para manejar a amplias masas. Todo: música, cine, fechas, regularidades, fenotipos, sonoridades, juegos de luces, imágenes y mensajes subliminales, y muchas otras características implementadas siempre por el concierto de ingenieros, psicólogos, educadores, técnicos, y muchos más.
Pues bien, de la industria farmacéutica forman parte todos los supermercados de la salud: vitaminas, implementos de todo tipo, material de aseo personal, medicinas, literatura de autoayuda, cuidado personal, recuperación, prevención; y, muy notablemente, un nexo estrecho, aunque no inmediatamente visible, con la industria de la alimentación.
El gran negocio, al final del día, es el control de la sociedad. Coinciden, de esta suerte: a) la medicalización de la vida social y la terapeutización del cuerpo humano; y b) el control y diseño de las creencias humanas y, con ellas, de los comportamientos humanos. Otras aristas podrían mencionarse, tales, como la penalización de la acción colectiva, pero estos son aspectos que deben quedar aquí al margen por razones de espacio.
No cabe la menor duda: el experimento social a gran escala fue un éxito para quienes o bien lo programaron y diseñaron, o bien para quienes lo implementaron. Con la ayuda de la gran prensa, las voces autoritativas de gobernantes, y las decisiones de organismos como la OMS, todo funcionó perfectamente. La gente, literalmente, fue aconductada.
Es importante observar el silencio. Después de la declaratoria del fin de la pandemia, ni la gran prensa ni las autoridades nacionales o internacionales volvieron a hablar de esta pandemia. Como si no hubiera sucedido. Sólo unas pocas voces se han pronunciado aquí y allá: pero no en los grandes foros.
Es posible resumir todo lo anterior en una sola palabra: control y manipulación de la información. Lo dicho: un experimento que permite, a Tirios tanto como a Troyanos, aprender varias lecciones.
Finalmente, a título puramente científico, la virología cambió radicalmente desde el Covid-192. Con ello, el tema es el manejo de las enfermedades infecciosas; manejo en microbiología, bacteriología y virología, y manejo del personal de salud; pero detrás suyo, manejo de los medios y de los sistemas de gobierno y de corrupción, por ejemplo.
1 Barnow, B.S., (2019). “Setting up social experiments: the good, the bad, and the ugly”. ZAF 43, 91–105. https://doi.org/10.1007/s12651-010-0042-6
Como un ejemplo, existe una revista, editada por una de las más importantes casas editoriales en el mundo, dedicada a la psicología de los experimentos sociales: cfr. https://www.sciencedirect.com/journal/journal-of-experimental-social-psychology/vol/111/suppl/C.
2 Callaway, E., “Four ways COVID chaged virology: lessons from the most sequenced virus of all time”, en: Nature 639, 12 de marzo, págs. 293-295; doi: https://doi.org/10.1038/d41586-025-00730-y.
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