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Educación, y una deseada era de paz. Saber convocar

El ministro designado de educación, doctor Alejandro Gaviria, convocó en hora buena a escuelas y colegios a conocer nuestro pasado hurgando en nuestra historia incluso en los casos más problemáticos a través del empoderamiento del legado de la Comisión de la Verdad.

Sin duda es un gesto muy amable de parte del nuevo gobierno, pero es más aun, un buen comienzo para reconciliar los dos componentes de la estructura sobre la que se sustenta toda educacion: el sistema educativo y el sistema escolar, que hasta ahora no han tenido la mejor de las relaciones y se mantienen bajo engañosa unidad.

Creo que el primer paso tendiente a la reconciliación de los dos sectores está en desescalar los señalamientos y acusaciones mutuas que existen entre la docencia y la política, es decir, entre los funcionarios del Ministerio y las secretarias de educación y las comunidades educativas.

Es un imperativo, que el sistema educativo se imbrique con el sistema escolar para poder gestionar los cambios que requiere una educación de vida y para la vida .Así lo hicieron en Finlandia, Singapur, Polonia, entre otros países, donde ministros y secretarios de educación y docentes no son lejanos y extraños, sino que se funden en un propósito, en unas metas y finalidades.

Hablando en plata blanca, lo que quiero decir es que para tejer comunidades de vida escolar debemos aprender a convocarnos, como lo hacen los estudiantes los fines de semana para organizar una fiesta o un paseo, y para cuyo éxito para lo que todos ponen lo mejor de su parte e ingenio.

Hasta ahora, la democracia participativa ha sido un fracaso en nuestro país, porque cuando el plan social o político no acoge las subjetividades de la gente y solo se dedica a que adoptemos los pasos técnicos del plan o la metodología, la actividad se hace extraña, como en esos consejos locales de participación ciudadana (donde a excepción del manzanillo de turno interesado por amarrar su proyecto al plan sectorial de desarrollo), nadie más encuentra sintonía con la manera de funcionamiento y dinámica del espacio.

Por lo mismo, si se quiere hurgar en lo más problemático de nuestra historia educativa y escolar con fines de reconciliación, es preciso recoger la voz más elemental de los colegios, por ejemplo, preguntándole a niños, niñas y adolescentes ¿Por qué las riñas escolares a la salida de la escuela se viven como una fiesta, donde todos hacen barra frente a los que se van a golpear y mechonear? Es decir, es fundamental que los estudiantes nos digan y ayuden a conseguir la manera de desactivar ese dispositivo de violencia que goza de prestigio poniéndole otro dispositivo que lo desprestigie. Pero eso requiere pedagógicamente hablando, meterle bien la mano a esos dispositivos para evitar que esas bombas –psicoactivas, sociales, económicas y más– no nos estallen en la cara.

Todo lo cual no será posible, si nos convocan solo para escuchar lo que debemos hacer. Ya está bueno con que nos sigan enviando cartillas, decretos, directivas y lineamientos. En realidad nos gustaría que no nos den tantas órdenes que nos aturden y empapelan y sí que nos sentemos entre la totalidad que somos en condiciones de igualdad a diseñar la nueva política educativa que nos permita asegurar una era de paz.

Si el Estado solo escucha su propia voz, simulando escuchar la voz del pueblo como decía Nietzsche, las relaciones entre funcionarios y comunidad educativa seguirán siendo frías y postizas. Estoy seguro, que el nuevo gobierno no quiere que eso siga sucediendo, pero en aras de elevar alertas tempranas –con perdón de la Defensoría del Pueblo– es que elevo esta petición de procedimiento con fines de reconciliación y entendimiento.

Solo así, no solo se podrá conocer las verdades y mentiras de la escuela sino cambiar las practicas escolares que apunten a potenciar la vida de los alumnos de la educación básica.

En este entendido estamos dispuestos a generar una propuesta a manera de laboratorio pedagógico que ya hemos probado y exponerla a manera de pilotaje en algunas regiones o ciudades del país para fines de validación como política educativa en caso de ser exitosa.

Esta consiste en sacarle brillo y filo a las palabras desde la voz más elemental de los colegios hasta hacerla audiovisual mediante el guion colectivo, donde sus actores sean los mismos autores y relaten muchas historias de vida escolar, muchas situaciones por describir, muchos panópticos físicos y mentales por derrumbar pero… ante todo mucha pasión por describir.

Necesitamos escuchar a los alumnos, también a los padres y por supuesto es fundamental que el sistema educativo nos tenga en cuenta como sujetos de enseñanza y aprendizaje para promover una política educativa que asegure una era de paz.

 

Sabemos que aunque la cosecha se demore, lo importante ahora es saber regar las primeras semillas.

Información adicional

Autor/a: Alonso Ramírez Campo
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente:

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