El atroz fin de los estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, debe invitarnos a mirar las diferentes aristas que se encuentran detrás de un hecho que ha generado indignación generalizada. Es muy fácil hablar de Estado fallido y de poder del “crimen organizado”, pues eso más que revelar oculta el conjunto de prácticas sistemáticas del capital dentro de las que la violencia y la cleptocracia son tan sólo algunas de las estrategias.
La asociación de las fuerzas del Estado con grupos paramilitares financiados por el narcotráfico, que tiene como propósito aterrorizar una población “roja”, con una importante historia de resistencia social, despierta aún más inquietudes si se tiene en cuenta que los gobernantes locales y regionales, imputados como responsables del hecho pertenecen al Partido de la Revolución Democrática (PRD), que en las dos últimas elecciones impulsó la candidatura de Andrés Manuel López Obrador (2006 y 2012), político izquierdista de la oposición, a quien vencieron las fuerzas más oficialistas, en elecciones cuya transparencia dejó fuertes dudas (en 1988 el fraude fue contra Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD).
Seguramente, se buscarán las explicaciones y las justificaciones, a la usanza de la política oficial, hablando de “manzanas podridas”, y de que por un elemento no se puede juzgar todo el movimiento, pero, la verdad es que la aceptación total de las reglas del sistema y la reducción de la práctica política al “electorerismo representativo” está llevando a los movimientos políticos de la izquierda convencional a parecerse cada vez más a los partidos tradicionales.
Las acusaciones mutuas que hoy se lanzan los miembros de las diferentes corrientes en que se encuentra dividido el PRD de ser los impulsores de la candidatura del hoy capturado José Luis Abarca, ex alcalde Iguala, y acusado de ser el autor intelectual de la masacre de los estudiantes, es una muestra de lo que en buena medida significa la deriva de muchos movimientos de “izquierda” hacía su conversión en simples “empresas electorales”
.
De todos es sabido que las estructuras plutocráticas de los Estados modernos han basado su predominio y legitimidad en la venta de la llamada “ilusión democrática”, que tiene como instrumento central la elección periódica de miembros de los órganos del poder ejecutivo y legislativo. A estos procesos se destinan enormes sumas de dinero que garantizan que los cuerpos colegiados y los despachos de los gobernantes regionales y nacionales estén ocupados por sujetos de las élites económicas. En el congreso norteamericano, por ejemplo, 268 de los 534 representantes declararon un patrimonio igual o superior al millón de dólares, y la revista televisiva Meet The Press estima que en la reciente campaña electoral se gastaron cuatro mil millones de dólares.Cifra que no contabiliza el llamado “dinero oscuro”, que es el autorizado a las instituciones sin ánimo de lucro, que pueden invertir secretamente en las campañas con la condición de que tal inversión no sea coordinada con los candidatos y tenga lugar en los medios electrónicos. Se estima que tal inversión representó no menos del 55% del total gastado en las campañas de las recientes elecciones.
Pues bien, la necesidad de los partidos políticos de la izquierda convencional de hacerse competitivos en estos escenarios, es la que los está llevando a verse involucrados en casos como los de Iguala, pues la aceptación de ciertas candidaturas obedece tan sólo a las capacidades de financiación que ofrecen. Esto termina limitando el discurso y las acciones, cuando se accede al gobierno, a un abierto seguidismo de la política tradicional.
En reciente entrevista, el escritor uruguayo Raúl Zibechi afirmaba que el ciclo del progresismo en América Latina estaba llegando a su fin y que si bien los gobiernos que lo representan pueden sostenerse por un tiempo, el arsenal de sus políticas transformadoras parece agotado. Eso no implica desconocer que la ola de “progresismo” que ha atravesado América Latina no sólo cuestionó las políticas neoliberales y melló en cierta medida el discurso de “pensamiento único”, sino que fue pieza fundamental en el esbozo de un mundo multilateral que hoy se disputa como estructura futura entre los hegemones actuales. Pero, tampoco es menos cierto, que las asimetrías sociales y económicas se mantienen y que la columna vertebral del capital no sólo permanece incólume sino que, incluso, parece fortalecida.
La fatiga de los alcances del progresismo y casos como los de Iguala en México y las recientes condenas por corrupción a ex-miembros del Polo Democrático en Colombia, son indicadores de que los movimientos populares en América Latina deben empezar a replantearse seriamente la forma de “hacer política”. Si bien no se trata de regresar a la vieja dicotomía abstención versus participación electoral, es claro que a ésta última no puede ni debe limitarse el accionar de los partidos alternativos. Recentrar las actividades alrededor de las luchas y metas de los movimientos populares de base debe ser un propósito inmediato. La clara definición de las metas alcanzables cuando se participa en gobiernos bajo las reglas actuales, para evitar desgastar el discurso transformativo y no permitir que éste se ponga a nivel de las finalidades de la política convencional, debe ser una exigencia a quienes en nombre de una sociedad diferente se someten a los procesos electorales.
Ya es hora de que la izquierda supere el complejo de impotencia surgido hace veinticinco años con la caída del Muro de Berlín, y plantee abiertamente las transformaciones básicas que nos deban conducir a una nueva sociedad. La redistribución del trabajo y del ingreso, una producción agropecuaria realmente sostenible, la exigencia de pasos decisivos para el cambio de la matriz energética, medidas serias para limitar el consumismo de los grupos dominantes eimpulsar la democratización de las relaciones laborales y familiares, entre otras cosas, deben ser las metas orientadoras de los grupos alternativos.
No puede pedirse menos cuando el mismísimo capital da muestras de entender la gravedad de la coyuntura, e inicia recortes en la jornada de trabajo, como la instaurada por el multimillonario Carlos Slim, al reducir la semana laboral a cuatro días ,o, cuando “La Conferencia sobre Capitalismo Inclusivo”, organizada por los banqueros Rothschild, y que reunió en mayo de éste año a los principales fondos de inversión del mundo, reconoce las profundas aberraciones producidas por el capitalismo en los últimos treinta años tal el caso de la elevada concentración de los ingresos en todo el planeta, el poder de manipulación en los mercados de valores y los daños ambientales que se han convertido en una seria amenaza para la vida humana.
El éxito editorial del libro de Thomas Piketty, centrado en la creciente desigualdad patrimonial y de ingresos no es casual, se trata del mensaje que el sistema se envía a si mismo, sobre los riesgos de levantamientos sociales si el actual modelo continúa ahondando su lógica. Algunos grupos del establecimiento consideran que el nivel de alienación inducido sobre la población es suficiente para poder continuar como hasta ahora, mientras que otros estiman conveniente suavizar las condiciones de explotación. Sin embargo, los movimientos alternativos siguen presos de un gran temor a proponer cambios radicales bajo la premisa de la desigual correlación de fuerzas y un sedicente pragmatismo que impulsa tan sólo la búsqueda de logros de muy limitado alcance como los subsidios que eliminan temporalmente la pobreza.
La guerra amenaza por todas partes y se manifiesta en conflictos velados como la “guerra contra las drogas” en México y Colombia, o de forma abierta como en Irak, Siria y Ucrania. La masacre de los estudiantes de Ayotzinapa es parte de esa guerra y entre muchas cosas ha desnudado la degradación que para la izquierda representa limitarse a actuar en la misma forma que los partidos tradicionales. De ahora en adelante, una buena señal de cuales movimientos son realmente alternativos será observar si su accionar no se limita tan sólo a diseñar campañas electorales y a conseguir fondos exclusivamente con ese propósito
Leave a Reply