
A pedido del primer ministro Boris Johnson, la reina Isabel II anunció a fines de agosto la suspensión temporal del parlamento británico. Sin el contralor de otros poderes, el mandatario intenta acelerar el rumbo a un Brexit sin acuerdo con la Unión Europea, aunque eso lleve al paroxismo las fracturas internas de Reino Unido. El atolladero político que terminó en los últimos meses con el mandato de Theresa May enfrenta ahora a Johnson con una salida incierta: la prevaricación, la renuncia o incluso la cárcel.
Hace tres años, cuando Boris Johnson, por entonces alcalde de Londres, se colocó a la cabeza de la campaña por el Brexit –la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE)–, uno de sus principales argumentos de campaña fue que las instituciones regionales le pasaban por arriba al parlamento británico y no respetaban la soberanía del país para decidir sus políticas. Dos meses después de asumir el gobierno y la jefatura del Partido Conservador, tras la renuncia de su predecesora, Theresa May, el rubio tory nacido en Nueva York se convirtió en el primer gobernante de su país en suspender, con la anuencia de la reina, por más de un mes ese mismo parlamento, para que no le pusiera palos en la rueda a su proyecto de salida no negociada de la UE. No es esta la única paradoja de Johnson, observó un editorialista del diario The Guardian: gran defensor de la unidad territorial de Reino Unido, el actual primer ministro está poniendo en peligro, con su plan de ruptura “salvaje” con la UE (sin acuerdo con Bruselas), esa misma unidad por las reacciones que está levantando en Escocia e Irlanda. “Si hace seis meses –escribió por su lado el politólogo y dirigente político español Juan Carlos Monedero– alguien hubiera afirmado que Inglaterra iba a tener una crisis política y territorial más grave que la de España, nadie le habría creído.” Pero en ese punto están precisamente las cosas en el corazón del antiguo imperio.
DERROTAS.
En el espacio de apenas una semana, el camino de Johnson hacia un Brexit duro ha estado empedrado con una serie de derrotas parlamentarias. Seis, más concretamente. La más dura que sufrió fue el fracaso de su plan de adelantar las elecciones en vistas de unos sondeos que lo presentan como claro favorito. Johnson levanta cada vez más resistencias en el aparato de su partido, pero si la elección se hiciera en octubre –como era la intención del gobernante– y las encuestas se confirmaran, los conservadores les ganarían a los laboristas por una diferencia cercana a los 15 puntos. Johnson levanta cada vez más resistencias en el aparato tory, pero su liderazgo –construido con base en postulados y discursos muy similares a los de Donald Trump en Estados Unidos– le ha permitido llegar a amplios sectores populares que lo ven poco menos que como un redentor. El no al adelanto a la consulta fue votado no sólo por toda la oposición, sino por 21 diputados conservadores. Ipso facto, Johnson los expulsó del partido. Otros legisladores tories anunciaron a su vez que no volverán a ser candidatos por una formación política que se está volcando cada vez más hacia la extrema derecha y dos ministros renunciaron al gabinete, entre ellos, Jo Johnson, hermano de Boris. En Escocia, Ruth Davidson, bajo cuyo liderazgo los conservadores desplazaron a los laboristas al tercer lugar en el parlamento local, renunció a la presidencia del partido en rechazo al Brexit “salvaje” promovido por el primer ministro.
¿A LA CÁRCEL?
Justo antes de entrar en receso, esta semana, la Cámara de los Comunes votó además una ley que obligará a Johnson a pedir a la UE una prórroga de tres meses para llegar a un desacople “amigable” de Reino Unido de las estructuras regionales, que vence el 31 de octubre. Johnson pretendía tener las manos libres para manejarse hasta entonces sin control parlamentario y, llegado el caso, irse de la UE a fin del mes próximo a como diera lugar, con o sin acuerdo. De ahí su decisión de suspender el funcionamiento de la cámara por seis semanas, hasta el 14 de octubre. Antes de su última derrota parlamentaria, el primer ministro advirtió en dirección a los diputados: “No voy a pedir otra postergación a la UE. Si el parlamento quiere hacerlo, tiene que convocar a elecciones para que el pueblo decida”. Pero los comunes le negaron la posibilidad de convocar a una elección anticipada y lo forzaron a pedir una nueva prórroga para concretar el Brexit, hasta el 31 de enero de 2020. “Nadie está por encima de la ley”, le recordó al primer ministro Caroline Goodwin, presidenta de la Asociación Legal Penal, cuando este ratificó que está decidido a ir “hasta el final” con tal de “hacer respetar la voluntad popular de romper con la UE cuanto antes”. Nigel Evans, referente de los partidarios del Brexit duro dentro del Partido Conservador, dijo que “existen al menos 20 maneras de eludir una ley” y que Johnson “sólo debería optar por alguna de ellas” para no acatar la norma recién votada.
Otro Nigel, Farage, líder ultraderechista del Partido del Brexit, que en las elecciones para el Parlamento Europeo de mayo pasado resultó ser la más votada de las formaciones políticas británicas, con casi 32 por ciento, afirmó, a su vez, que si el primer ministro no respeta sus promesas de salir de la UE, ahora y a cualquier precio, perderá “seguramente las próximas elecciones”, se realicen cuando se realicen. Una de las “20 posibles maneras de eludir la ley” que manejan los asesores de Johnson es enviar dos cartas a la UE: una en la que se solicite una prórroga del plazo de concreción del Brexit, como forma de acatar lo dispuesto por la Cámara de los comunes, y una segunda, inmediatamente después, en la que se anule ese mismo pedido y se advierta a Bruselas que pondrá todo tipo de trabas al funcionamiento normal de los órganos de la UE, con el objetivo de que sea esta la que diga “así no” y se avenga a una salida no pactada de Reino Unido. Si se decantara por esta “burla” a la voluntad del parlamento, dijo el dirigente nacionalista de Gales Adam Price, Johnson se estaría exponiendo a la posibilidad de un juicio político que bien podría perder e incluso a ir a la cárcel. Algo similar manifestaron los principales dirigentes laboristas e incluso algunos conservadores.
AL SUPREMO.
El miércoles 11 al primer ministro se le complicaron aun más las cosas: el Alto Tribunal de Escocia consideró nula la suspensión del funcionamiento del parlamento y dio la razón así a los casi 80 legisladores que habían denunciado como ilegal esa decisión. “Se trataría, sin ninguna duda, de un acto ilegal si su propósito fuera bloquear el debido control del parlamento sobre el ejecutivo, la columna central del principio de buen gobierno consagrado por la Constitución”, afirma la sentencia. Y agrega: “Las circunstancias en las que se produjo el consejo del primer ministro a la reina y el contenido de los documentos (que fundamentaron ese consejo) demuestran que esa fue la razón verdadera de la suspensión”.
Apenas conocido el fallo, el laborismo y los nacionalistas escoceses reclamaron que el parlamento volviera de inmediato a ser convocado. Pero por ahora no será el caso. Unos días antes de la sentencia de la justicia de Edimburgo se había conocido otra, del Alto Tribunal de Inglaterra y Gales, que iba en sentido totalmente contrario: reconocía la legitimidad de la disposición del ejecutivo.
Será entonces el Tribunal Supremo el que decidirá las cosas, al parecer, el martes 17.
TERRITORIOS.
“La historia del Brexit no termina si el Reino Unido sale de la UE el 31 de octubre o incluso si lo hace el 31 de enero”, le dijo el también conservador primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, a Boris Johnson el lunes 9 en Dublín. “Si no hay acuerdo, tendremos que volver a la mesa de negociaciones y hablar de los mismos temas: los derechos de los ciudadanos de ambas partes, el pago de las deudas pendientes y la frontera irlandesa, todos temas que habíamos resuelto con su predecesora, Theresa May. Pero, incluso con acuerdo, el tratado posterior para determinar cómo será la relación entre Reino Unido y la UE va a ser complejo, porque habrá que lidiar con aranceles, derechos pesqueros, estandarización de los productos y ayuda estatal”, agregó.
La República de Irlanda está entre los países que más pueden perder en caso de un Brexit duro. Es un país clave, dice el corresponsal de Página 12 en Londres Marcelo Justo, “porque la gran causa que unifica a la alianza de pro‑Brexit moderados y extremistas que conforman el gobierno es el llamado ‘backstop’ que firmaron Theresa May y la UE el pasado noviembre”. Y explica: “El backstop es un mecanismo a aplicar en caso de que Irlanda del Norte (parte de Reino Unido) y la República de Irlanda (miembro de la UE) no logren encontrar los medios para evitar la erección de una frontera terrestre visible con aduanas, chequeos y puestos de vigilancia. En este caso, Reino Unido permanecería en la Unión Aduanera con la UE e Irlanda del Norte, además, formaría parte del mercado único europeo hasta que se encontrara la manera de tener una frontera invisible que controle la circulación de mercancías y personas. Para los pro‑Brexit esto equivale a una renuncia a la soberanía británica, una partición de Reino Unido y una traición al referendo de 2016”.
Al problema irlandés se le puede sumar el escocés. Cuando se votó el Brexit, hace tres años, en Escocia hubo una clara mayoría en favor de la permanencia en la UE. Las tensiones entre los nacionalistas escoceses, hoy hegemónicos en su país, y Londres y los nacionalistas ingleses han ido creciendo desde entonces y podría plantearse, a término, la posibilidad de un nuevo referéndum sobre la pertenencia de Escocia al reino. “No es casual que los primeros recursos jurídicos contra las decisiones de Johnson se hayan producido en Escocia e Irlanda del Norte. El rechazo a las elites políticas y la frustración manifestada en relación con la UE en Gran Bretaña se inscriben en el marco de un auge del nacionalismo inglés y del deseo de revancha de Inglaterra. Segmentos importantes del electorado de esta nación, que es, sin embargo, dominante en el seno de Reino Unido, se sienten ignorados, despreciados y cultivan cierto resentimiento por Escocia”, apunta Emmanuelle Avril, coautora del libro ¿Adónde va Reino Unido?, en una entrevista con el portal francés Mediapart (29‑VIII‑19). Johnson está, de hecho, provocando el estallido de todas las costuras del reino –institucionales, territoriales– y acentuando sus fracturas, piensa Avril.
¿SALIDAS?
Como a su mayor ídolo, Donald Trump, al gobernante británico no se le reconocen grandes dotes de ajedrecista o fino maniobrero político, de esas que se necesitarían para salir del atolladero en que está. Muchas salidas, en verdad, no tiene. Andrew Rawnsley, analista político del diario The Observer, afirmó el domingo 8 que una de las más realistas es la renuncia pura y simple en los próximos días. Obligaría al laborismo liderado por el socialista Jeremy Corbyn y al ala moderada de los conservadores a formar un gobierno provisorio para negociar con la UE, antes de convocar a unas nuevas elecciones, en las que él podría moverse con más soltura. Ese panorama, apunta Marcelo Justo, “le permitiría a Johnson acudir a las elecciones como Míster Brexit y portavoz de los 17 millones de leavers (los partidarios del Leave, el abandono de la UE, en el referéndum de 2016) frente al parlamento y el establishment, una figura trumpiana que recurriría a la guerra cultural y a los mismos métodos del presidente estadounidense”.
Enfrente, los laboristas se preguntan sobre el camino a seguir. El partido está dividido entre quienes promueven que se haga un nuevo referéndum y defender claramente en él la pertenencia a la UE y quienes prefieren ceñirse al resultado de 2016 y acordar con Bruselas un “buen plan de salida”. Corbyn dijo que, en el caso de que el laborismo llegara al gobierno, primero negociaría con la UE y luego convocaría a un referéndum para decidir entre aprobar ese acuerdo de “divorcio amigable” y permanecer en el bloque. Entre el domingo 21 y el miércoles 25 el laborismo hará su congreso anual y este será uno de sus puntos centrales. La ambigüedad que mostró en el referéndum de 2016 (un tercio de sus votantes apoyó el Leave, mientras que la mayor parte de la bancada parlamentaria convocó a respaldar la permanencia en la UE) le costó caro al partido en elecciones posteriores.
El Brexit duro es la única opción que los laboristas descartan por completo, y por allí le pegan a Boris Johnson. Obligado por el parlamento, el gobierno difundió el miércoles partes de un documento secreto que muestra cómo una salida “inamistosa” de la UE perjudicaría sobre todo a los sectores populares, al encarecer el precio de los alimentos y el combustible, y provocar un desabastecimiento en medicinas y productos médicos. Desde esa perspectiva, el gobierno prevé que se produzcan “protestas y contraprotestas” masivas y un aumento del gasto en seguridad. “El Brexit duro es la apuesta de los más ricos. Como Trump, en Estados Unidos, Johnson se viste con ropajes populares para defender a los más privilegiados”, dijo Corbyn ayer, jueves.
Por Pablo Pozzolo
13 septiembre, 2019
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