1. El Comando Nacional Antigolpe
La constitución del “Comando Nacional Antigolpe” y el nombramiento de Tareck El Aissami como su coordinador y nuevo Vicepresidente ejecutivo, colocan a Venezuela en la antesala de la dictadura militar abierta. Es el último dispositivo disponible de un Estado y modelo en agonía, previo a la instalación de un régimen militar abierto. Significa la amenaza con la fuerza brutal, que Federico el Grande llamaba ultima ratio regis: el último argumento de los reyes; consigna que mandó grabar en los cañones de su ejército.
Que el “madurismo” prepara el Estado de Excepción y su propio “Comité de Salud Pública”, a fin de “buscar las medidas preventivas, legales y correctivas contra los sectores golpistas, y así lograr la paz y la estabilidad de la población venezolana”, es lógico, desde su afán de prolongarse en el poder. Sin embargo, ni caminando sobre el filo de la navaja, el régimen es capaz de acertar en sus recursos de sobrevivencia. La preparación de una mayor violencia estatal es una medida impotente que en nada ayudará a cambiar la agonía del régimen y el desenlace de la crisis terminal, en que se encuentra.
2. Tres escenarios de cambio
En un país con una crisis terminal del modelo monoproductor económico, caracterizada por una caída del Producto Interno Bruto de alrededor del 12% y una inflación de 500% en el año pasado; los precios mundiales del petróleo estancados; con un gobierno incapaz de tomar las medidas necesarias para cambiar el rumbo nacional; una oposición parlamentaria igualmente incompetente y corrupta para re-direccionar el país; un pueblo y clases medias antagónicas a la violencia; una fuerza armada controlada por una fracción hegemónica abrazada al “Libro de las Revelaciones” (apocalipsis)
gubernamentales; una creciente pérdida de prestigio y posiciones internacionales y, sin un sujeto nacional visible capaz de impedir de manera racional el colapso del modelo, la preparación represiva estatal del “Comité de Salud Pública” madurista, sólo acelerará la llegada del Termidor, del fin del proceso. Ante el parálisis estructural del Estado, del sistema partidista y de los movimientos sociales independientes, eventuales cambios de rumbo sólo pueden devenir de tres fuentes: a) una mayor intervención de Washington; b) un levantamiento popular y/o de clase media; c) un cambio en la correlación de fuerzas dentro del aparato militar.
3. Onán, el estratega de la MUD
Un cuarto escenario posible, pero que no cambiaría la tragicomedia venezolana actual, sería la capitulación final y abierta de la MUD, aceptando las condiciones del madurismo en un modelo de poder compartido. Julio Borges, el nuevo líder de la AN, con un pasado turbio suyo y de Primero Justicia, parece estar en ese camino, con su estratagema idiota de la declaración de “abandono de cargo” de Maduro. De hecho, la oposición actúa en la realidad virtual (VR) de su play station “Asamblea Nacional”, con episodios como los de una nueva asamblea constituyente, de desconocimiento del gobierno, de referendos revocatorios, de diálogos de paz, etc., tratando de justificar su razón de ser ante su clientela electoral con prácticas, que más bien pertenecen al campo de la satisfacción auto-erótica (Onán), que a la política. Es totalmente claro, que la camarilla en el poder no entregará el Estado bajo ninguna de las modalidades institucionales que la oposición promueve en sus simulaciones y “reality shows” parlamentarios. El diálogo con la Internacional Socialista y el Vaticano, por ejemplo, es un foro mediático y, nada más. La modificación real del status quo sólo vendrá por uno de los tres escenarios mencionados anteriormente. Lo demás son memes propagandísticos y deseos filantrópicos que desconocen la realidad darwinista de las sociedades de clase y el papel de la violencia en ella.
4. El Aissami versus Diosdado Cabello
En la despiadada lucha por el poder dentro del oficialismo, el nombramiento de El Aissami refuerza el eje Maduro-Padrino López, en detrimento del grupo de Diosdado Cabello. La implicación para las elecciones del 2018 es evidente. Si El Aissami logra cierto éxito en el cargo, será el candidato presidencial del PSUV en el 2018. Si Maduro es forzado a renunciar antes, lo que es probable, El Aissami será automáticamente la cabeza del Estado. Ambos factores operan en contra de Cabello, quién además, carece de un sostén fundamental: no tiene proyección ni respaldo geopolítico. Siendo El Aissami parte del grupo de Maduro, cuenta con la simpatía de Cuba, a diferencia del anticomunista Cabello, a quién la Revolución Cubana nunca vio con buenos ojos. De la misma manera, por los grandes éxitos del eje geoestratégico Putin-Irán-Hezbollah-Turquía en Medio Oriente, el factor etno-político de ser libanés-sirio, beneficia excepcionalmente a El Aissami. El flamante Vicepresidente ejecutivo contará con el apoyo de esta nueva y poderosa configuración geopolítica mundial y, por supuesto, el de la comunidad sirio-libanesa venezolana.
5. Dos atractores, cero pueblo
El talón de Aquiles de El Aissami es, que lleva el estigma del fracaso del madurismo y que tiene que compartir entusiastamente todo el discurso absurdo y engañoso del grupo en el poder, por ejemplo, que el raquítico aumento al salario mínimo reciente es el comienzo de la “contraofensiva económica del Gobierno Revolucionario” y que 2017 será el inicio del “despegue económico”. De todas formas, su nombramiento y los cambios en el gabinete no salvarán al gobierno, porque el cambio de algunas figuras de la inflada e inepta burocracia ministerial madurista no parará la crisis sistémica del modelo, ni convencerá a los ciudadanos de que el Titanic pueda salvarse. Sin un programa de saneación económica y sobrevivencia nacional, una narrativa de esperanza creíble y un extraordinario equipo humano capaz de salvar el barco del naufragio, no servirá de nada cambiar alguno de los oficiales a bordo.
El nombramiento de El Aissami y la formación del Comando Antigolpe representan la política madurista de siempre: improvisaciones tácticas, carentes de estrategia y perspectiva. Mientras tanto, el país sufre las consecuencias de este circo político, en el cual entretienen los gladiadores y payasos de dos camarillas de la clase dominante. A diferencia del circo romano, el pueblo está ausente. ¿Hasta cuándo?
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