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Por una educación política

Por una educación política

Uno de los grandes desa¬fíos de los gobiernos de izquierda, progresistas, con vocación transformadora, es que llegan a ser gobierno por la vía de las elecciones. Canalizan la insatisfacción, el deseo de cambio o la protesta de muchos sectores ideológicamente heterogéneos que al votar componen circunstancialmente una nueva mayoría que se constituye como gobierno. Pero estos gobiernos no se amparan en una contrahegemonía que sostenga una nueva perspectiva política, económica y social.

Estas victorias, que no representan por sí mismas cambios revolucionarios en la sociedad, implican que el gobernar sea un ejercicio a rea¬lizar en el marco de una hegemonía conservadora. Hegemonía que está presente en la organización y funcionamiento del Estado y en los modos y costumbres del hacer político y del actuar gubernamental. Hegemonía en la que están contenidos conceptos y procedimientos que se naturalizaran como contenido y forma de ejercer el poder.

Es en la correlación de fuerzas en el seno de la sociedad civil donde se determina y se reproduce esta hegemonía conservadora, pues es esta correlación la que permite legitimar esa hegemonía en la sociedad política y el Estado. Por tanto, el proceso de reificación de la realidad en sus contradicciones y de legitimación del dominio conservador se de¬sarrolla sustantivamente en la sociedad civil y en las formas con las que ahí se moldea la reproducción de valores conservadores. Valores que dividen y fracturan la sociedad mediante el ejercicio continuado de un sentido común que despolitiza y desideologiza acciones y conflictos sirempre enmarcados en lo político-ideológico, pero que son pre-sentados disfra¬zados de ‘verda¬des’ construidas.
Los gobiernos con intención trans¬formadora necesitan por lo tanto afrontar el desafío de disputar el dominio hegemónico con la clara y decidida intención de construir una contrahegemonía desde la ventaja de ser gobierno. Y de establecer espacios y procesos de conflicto desde el ejercicio del mismo gobierno. Sería una vía para salirnos del totalitarismo que nos ha sido impuesto desde el pensamiento único del neoliberalismo. Un pensamiento que elimina los espacios públicos mediante una ideología que reduce el progreso social a una carrera individual e individualista desenfrenada.

Por eliminación del espacio público entendemos el vaciamiento del sentido del debate político sustantivo, la despolitización de los debates o su anulación como valor político. Una de las expresiones de la deconstrucción del espacio público es la eliminación de los debates estratégicos en la dinámica de gobierno, con la entronización de un discurso tecnocrático reproducido por los técnicos de la Administración pública dominada por los conceptos neoliberales de gestión eficiente y desde los principios de una macroeconomía que se impone a los mismos intereses sociales.

En consecuencia se pierde el entendimiento de que las razones de las poblaciones han de ser escu¬cha¬das en sus necesidades/di¬mensiones fundamentales derivadas de los derechos humanos y sociales. Es decir, se pierde fácilmente la comprensión de la necesidad del go-bierno de abrirse al debate público, sobre todo en los temas estratégicos, lo que implica impulsar un debate constante con la sociedad restaurando un espacio público de verdad. Se recuperarían así los espacios públicos esenciales para una democracia capaz de promover justicia social y para la constitución de un gobierno con aspiraciones de transformación social.

Son estos espacios públicos, concebidos como espacios esenciales de educación política, los que van a permitir que estos gobiernos afronten la hegemonía dominante en el espacio mismo de su reproducción político-ideológica: en el cotidiano de la vida social –en todos los espacios de reproducción y de producción social y económica–.
Red de animadores

Los gobiernos aspirantes a transformar la sociedad deben impulsar una vasta red de animadores políticos que, en alianza con fuerzas sociales presentes en comunidades territoriales, escuelas, universidades, sindicatos, centros de cultura, en los espacios de circulación, en los mismos espacios de gobierno…, sean capaces de animar espacios públicos que permitan rescatar la historicidad de los problemas, desafíos y soluciones necesarias en una perspectiva contrahegemónica.

Y sacarlos de los límites impuestos por el dominio conservador. Evidenciar los intereses en juego en cada disputa en las sociedades civil y política y en los espacios del Estado permitirá construir una percepción ciudadana sobre dónde están sus aliados y sus enemigos. Una percepción desde la comprensión de dónde están las posibilidades de un futuro deseable y justo, y dónde está la mera reproducción de los intereses dominantes.

La memoria histórica política, el entendimiento de la dinámica política, económica, social y cultural de la vida en lo local, lo nacional y lo internacional pasa a ser sustrato para poder construir, desde la perspectiva de cada sujeto y de sus colectividades, la incidencia y la acción política que dan sentido a una educación política orientada al protagonismo ciudadano.

Amparados en las ideas de Antonio Gramsci y Paulo Freire podemos construir ejercicios de educación popular y política que permitan entender y hacer políticamente significativas las propuestas, los conflictos y los potenciales/límites que pueden tener los Gobiernos con ambición transformadora.

Se evita así que el debate se limite a la ‘eficiencia’ de éstos para desplazarlo a su capacidad para responder a las aspiraciones universalistas e igualitarias de la tradición libertaria y emancipadora que puedan enmarcar las ambiciones de las poblaciones. Se constituye entonces un imaginario social de futuro que mueva la participación consciente de los sujetos individuales y colectivos.

Ampliar los medios de comunicación fuera del dominio conservador y realizar acciones productoras de educación y conciencia políticas son formas de educación política masivas. Pero el principal medio de educación política pasa a ser la forma de actuar del gobierno, constituyendo una narrativa política capaz de agregar significado a sus acciones y movilizar a la sociedad para su transformación.

Sin este esfuerzo esencial de educación política, las acciones del go¬bierno serán siempre entendidas y evaluadas esencialmente desde el prisma del beneficiario individual. Y sus logros serán medidos por su efecto visible e inmediato sin dialogar con la perspectiva histórica de sus acciones ni con la disputa a futuro que le da trascendencia y perennidad, haciendo más fácil deslegitimar y restar valor a lo hecho y sobredimensionar lo que no se logra hacer.

Gobernar, para aquellos que aspiran a transformaciones sociales, es un momento privilegiado para elaborar imágenes políticas que permitan avanzar en la difícil tarea de construir la contrahegemonía. Para ello disputar la conciencia de las poblaciones pasa a ser esencial. La educación política es el medio fundamental para responder a este desafío.

Información adicional

Autor/a: Armando De Negri Filho
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Fuente: Diagonal

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