El escritor, periodista, ensayista uruguayo, colaborador de La Jornada, falleció este lunes en Montevideo debido a un cáncer de pulmon, confirmó su casa editorial. Pero su biografía no termina con su muerte. Inició, sí, el 3 de septiembre de 1940 en Montevideo, pero entre su nacimiento y su muerte hay miles de palabras, escritas en numerosos libros, dichas en múltiples discursos, retomadas por cientos de miles de jóvenes y adultos, hombres y mujeres inconformes con los gobiernos a todo lo largo y ancho de este planeta, en todas las entrevistas concedidas, en todas esas frases que rondan Internet, en todos los artículos que publicó en La Jornada, su casa, y en todos los sueños que compartió para hacer de este un mundo menos peor.
Entre su nacimiento y su muerte están su primer libro Los días siguientes y Mujeres, una antología que acaba de publicar en España Siglo XXI Editores. Entre esos dos Las venas abiertas de América Latina, ese libro que el entonces presidente venezolano Hugo Chávez regaló al su homólogo estadunidense Barak Obama durante la V Cumbre de las Américas, en abril de 2009.
Están Memoria del fuego (Los nacimientos, Las caras y las máscaras y El siglo del viento), El descubrimiento de América que todavía no fue y otros escritos, Nosotros decimos no, Palabras: antología personal y Espejos.
En 2012 visitó el país por última vez. Acababa de publicar Los hijos de los días (Siglo XXI Editores). En noviembre de ese año se presentó en la Sala Nezahualcóyotl ante miles de jóvenes que ansiaban verlo, escucharlo, conocerlo en persona, y en la clausura de la asamblea del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. En ambos casos fueron decenas de personas las que tuvieron que conformarse con escucharlo fuera de la sala o el auditorio. Eso ocurría siempre.
Entre su nacimiento y su muerte están sus varios oficios: obrero, dibujante, recaudador, pintor, mensajero, cajero de banco, mecanógrafo, editor del semanario Marcha y el diario Época, y en medio de todos ellos su pasión por el futbol.
Además de un gran escuchador, como él se definía, también fue un exiliado político. Salió de Uruguay después de haber sido encarcelado por la dictadura. Cruzó el Río de la Plata para vivir en Argentina, pero de nuevo tuvo que abandonar ese país ahora con destino a España porque su nombre estaba entre los condenados por la dictadura de Videla. Fue en Cataluña, donde además de escribir para periódicos, publicó Trilogía del fuego.
Las venas abiertas de América Latina publicado años antes, en 1971, fue prohibido por el régimen dictatorial tanto en Uruguay, como en Chile y Argentina.
En 1985 regresó a su país, donde fundó el semanario Brecha, publicación que en 2010 creo el Premio Memoria del Fuego, el primero en recibirlo fue el cantante y compositor español Joan Manuel Serrat. Ese mismo año Eduardo Galeano obtuvo el premio Stig Dagerman, y a lo largo de su vida recibió varios doctorados Honoris Causa por parte de universidades en Cuba, El Salvador, México y Argentina, además del premio medalla 1808, entregado en febrero de 2011 en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento.También en 2010 recibió el Premio Manuel Vázquez Montalbán en la categoría de Periodismo Deportivo.
Siempre habló de y para los jóvenes, de y para los indígenas, en contra de los narcoestados y el neoliberalismo, en favor de la ecología y la legalización de las drogas. Habló contra el olvido.
Hace unos días presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, dio a conocer que había recibido la firma de Galeano contra el decreto por el que Obama calificó al país sudamericano como una amenaza. En México, uno de sus últimos textos publicado por La Jornada fue Leo y comparto, dedicado a los 43 estudiantes desaparecidos.
“Los huérfanos de la tragedia de Ayotzinapa no están solos en la porfiada búsqueda de sus queridos perdidos en el caos de los basurales incendiados y las fosas cargadas de restos humanos.
“Los acompañan las voces solidarias y su cálida presencia en todo el mapa de México y más allá, incluyendo las canchas fútbol, donde hay jugadores que festejan sus goles dibujando con los dedos, en el aire, la cidra 43, que rinde homenaje a los desaparecidos”.
Siempre del lado de los pobres, de los indignados, su activismo social y compromiso con los desprotegidos lo llevó a Chiapas a conocer de cerca al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, experiencia que vertió durante varios años en diversos artículos, por ejemplo, en Una marcha universal, publicada por este diario el 10 de marzo de 2001.
“Año 1914, año 2001: Emiliano Zapata era en el DF por segunda vez. Esta segunda vez viene desde La Realidad, para cambiar la realidad: desde la selva Lacandona llega para que se profundice el cambio de la realidad de todo México. Desde que emergieron a la luz pública, los zapatistas de Chiapas, están cambiando la realidad del país entero. Gracias a ellos y a la energía creadora que han desencadenado, ya ni lo que era es como era.
“Los que hablan del problema indígena tendrán que empezar a reconocer la solución indígena. Al fin y al cabo, la respuesta zapatista a cinco siglos de enmascaramiento, el desafío de estas máscaras que desenmascaran, está despegando el espléndido arcoiris que México contiene y está devolviendo la esperanza a los condenados a espera perpetua. Los indígenas, está visto, sólo son un problema para quienes les niegan el derecho de ser lo que son, y así niegan la pluralidad nacional y niegan el derecho de los mexicanos a ser plenamente mexicanos sin las mutilaciones impuestas por la tradición racista, que enaniza el alma y corta las piernas”.
Eduardo Galeano es recuerdo de esas cosas que el poder –político y económico– quiere que se olviden.
Galeano eres memoria.
Anexos:
El primer ciudadano ilustre del Mercosur
En 2008, Galeano recibió la distinción del bloque regional y brindó un inolvidable discurso, en el que dijo ser “patriota de varias patrias”. “Sólo siendo juntos seremos capaces de descubrir lo que podemos ser, contra una tradición que nos ha amaestrado para el miedo y la resignación y la soledad y que cada día nos enseña a desquerernos”, expresó.
Discurso de Eduardo Galeano en Mercosur
Nuestra región es el reino de las paradojas.
Brasil, pongamos por caso: paradójicamente, el Aleijadinho, el hombre más feo del Brasil, creó las más altas hermosuras del arte de la época colonial; paradójicamente, Garrincha, arruinado desde la infancia por la miseria y la poliomelitis, nacido para la desdicha, fue el jugador que más alegría ofreció en toda la historia del fútbol y, paradójicamente, ya ha cumplido cien años de edad Oscar Niemeyer, que es el más nuevo de los arquitectos y el más joven de los brasileños.
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O pongamos por caso, Bolivia: en 1978, cinco mujeres voltearon una dictadura militar. Paradójicamente, toda Bolivia se burló de ellas cuando iniciaron su huelga de hambre. Paradójicamente, toda Bolivia terminó ayunando con ellas, hasta que la dictadura cayó.
Yo había conocido a una de esas cinco porfiadas, Domitila Barrios, en el pueblo minero de Llallagua. En una asamblea de obreros de las minas, todos hombres, ella se había alzado y había hecho callar a todos.
–Quiero decirles estito –había dicho–. Nuestro enemigo principal no es el imperialismo, ni la burguesía ni la burocracia. Nuestro enemigo principal es el miedo, y lo llevamos adentro.
Y años después, reencontré a Domitila en Estocolmo. La habían echado de Bolivia, y ella había marchado al exilio, con sus siete hijos. Domitila estaba muy agradecida de la solidaridad de los suecos, y les admiraba la libertad, pero ellos le daban pena, tan solitos que estaban, bebiendo solos, comiendo solos, hablando solos. Y les daba consejos:
–No sean bobos –les decía–. Júntense. Nosotros, allá en Bolivia, nos juntamos. Aunque sea para pelearnos, nos juntamos.
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Y cuánta razón tenía.
Porque, digo yo: ¿existen los dientes, si no se juntan en la boca? ¿Existen los dedos, si no se juntan en la mano?
Juntarnos: y no sólo para defender el precio de nuestros productos, sino también, y sobre todo, para defender el valor de nuestros derechos. Bien juntos están, aunque de vez en cuando simulen riñas y disputas, los pocos países ricos que ejercen la arrogancia sobre todos los demás. Su riqueza come pobreza y su arrogancia come miedo. Hace bien poquito, pongamos por caso, Europa aprobó la ley que convierte a los inmigrantes en criminales. Paradoja de paradojas: Europa, que durante siglos ha invadido el mundo, cierra la puerta en las narices de los invadidos, cuando le retribuyen la visita. Y esa ley se ha promulgado con una asombrosa impunidad, que resultaría inexplicable si no estuviéramos acostumbrados a ser comidos y a vivir con miedo.
Miedo de vivir, miedo de decir, miedo de ser. Esta región nuestra forma parte de una América latina organizada para el divorcio de sus partes, para el odio mutuo y la mutua ignorancia. Pero sólo siendo juntos seremos capaces de descubrir lo que podemos ser, contra una tradición que nos ha amaestrado para el miedo y la resignación y la soledad y que cada día nos enseña a desquerernos, a escupir al espejo, a copiar en lugar de crear.
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Todo a lo largo de la primera mitad del siglo diecinueve, un venezolano llamado Simón Rodríguez anduvo por los caminos de nuestra América, a lomo de mula, desafiando a los nuevos dueños del poder:
–Ustedes –clamaba don Simón–, ustedes que tanto imitan a los europeos, ¿por qué no les imitan lo más importante, que es la originalidad?
Paradójicamente, era escuchado por nadie este hombre que tanto merecía ser escuchado. Paradójicamente, lo llamaban loco, porque cometía la cordura de creer que debemos pensar con nuestra propia cabeza, porque cometía la cordura de proponer una educación para todos y una América de todos, y decía que al que no sabe, cualquiera lo engaña y al que no tiene, cualquiera lo compra, y porque cometía la cordura de dudar de la independencia de nuestros países recién nacidos:
–No somos dueños de nosotros mismos –decía–. Somos independientes, pero no somos libres.
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Quince años después de la muerte del loco Rodríguez, Paraguay fue exterminado. El único país hispanoamericano de veras libre fue paradójicamente asesinado en nombre de la libertad. Paraguay no estaba preso en la jaula de la deuda externa, porque no debía un centavo a nadie, y no practicaba la mentirosa libertad de comercio, que nos imponía y nos impone una economía de importación y una cultura de impostación.
Paradójicamente, al cabo de cinco años de guerra feroz, entre tanta muerte sobrevivió el origen. Según la más antigua de sus tradiciones, los paraguayos habían nacido de la lengua que los nombró, y entre las ruinas humeantes sobrevivió esa lengua sagrada, la lengua primera, la lengua guaraní. Y en guaraní hablan todavía los paraguayos a la hora de la verdad, que es la hora del amor y del humor.
En guaraní, ñeñé significa palabra y también significa alma. Quien miente la palabra traiciona el alma.
Si te doy mi palabra, me doy.
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Un siglo después de la guerra del Paraguay, un presidente de Chile dio su palabra, y se dio.
Los aviones escupían bombas sobre el palacio de gobierno, también ametrallado por las tropas de tierra. El había dicho:
–Yo de aquí no salgo vivo.
En la historia latinoamericana, es una frase frecuente. La han pronunciado unos cuantos presidentes que después han salido vivos, para seguir pronunciándola. Pero esa bala no mintió. La bala de Salvador Allende no mintió.
Paradójicamente, una de las principales avenidas de Santiago de Chile se llama, todavía, Once de Setiembre. Y no se llama así por las víctimas de las Torres Gemelas de Nueva York. No. Se llama así en homenaje a los verdugos de la democracia en Chile. Con todo respeto por ese país que amo, me atrevo a preguntar, por puro sentido común: ¿No sería hora de cambiarle el nombre? ¿No sería hora de llamarla Avenida Salvador Allende, en homenaje a la dignidad de la democracia y a la dignidad de la palabra?
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Y saltando la cordillera, me pregunto: ¿por qué será que el Che Guevara, el argentino más famoso de todos los tiempos, el más universal de los latinoamericanos, tiene la costumbre de seguir naciendo? Paradójicamente, cuanto más lo manipulan, cuanto más lo traicionan, más nace. El es el más nacedor de todos.
Y me pregunto: ¿No será porque él decía lo que pensaba, y hacía lo que decía? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en este mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen?
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Los mapas del alma no tienen fronteras, y yo soy patriota de varias patrias. Pero quiero culminar este viajecito por las tierras de la región, evocando a un hombre nacido, como yo, por aquí cerquita.
Paradójicamente, él murió hace un siglo y medio, pero sigue siendo mi compatriota más peligroso. Tan peligroso es que la dictadura militar del Uruguay no pudo encontrar ni una sola frase suya que no fuera subversiva y tuvo que decorar con fechas y nombres de batallas el mausoleo que erigió para ofender su memoria.
A él, que se negó a aceptar que nuestra patria grande se rompiera en pedazos; a él, que se negó a aceptar que la independencia de América fuera una emboscada contra sus hijos más pobres, a él, que fue el verdadero primer ciudadano ilustre de la región, dedico esta distinción, que recibo en su nombre.
Y termino con palabras que le escribí hace algún tiempo:
1820, Paso del Boquerón. Sin volver la cabeza, usted se hunde en el exilio. Lo veo, lo estoy viendo: se desliza el Paraná con perezas de lagarto y allá se aleja flameando su poncho rotoso, al trote del caballo, y se pierde en la fronda.
Usted no dice adiós a su tierra. Ella no se lo creería. O quizás usted no sabe, todavía, que se va para siempre.
Se agrisa el paisaje. Usted se va, vencido, y su tierra se queda sin aliento.
¿Le devolverán la respiración los hijos que le nazcan, los amantes que le lleguen? Quienes de esa tierra broten, quienes en ella entren, ¿se harán dignos de tristeza tan honda?
Su tierra. Nuestra tierra del sur. Usted le será muy necesario, don José. Cada vez que los codiciosos la lastimen y la humillen, cada vez que los tontos la crean muda o estéril, usted le hará falta. Porque usted, don José Artigas, general de los sencillos, es la mejor palabra que ella ha dicho.
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Eduardo Galeano y sus mujeres
Aníbal Malvar* – Público.es
Se edita estos días el libro Mujeres de Eduardo Galeano y uno, con la Cumbre de las Américas aun efervescente, no puede dejar de acordarse de aquella obra maestra del periodismo, la literatura y la lesa humanidad titulada Las venas abiertas de América Latina. Si aquel libro desmenuzaba la barbarie norteamericana en el continente, el fervor yanqui por apoyar dictaduras y genocidios para hacer lirondos negocietes, ahora Mujeres nos envenena de belleza y feminismo con la cordialidad beligerante con la que siempre ha escrito Galeano. El libro sale publicado en Siglo XXI.
Mujeres es un experimento editorial. Se le encargó a Galeano que extrajera de sus muchos libros aquellos párrafos en los que centra su visión en lo femenino, y la cosa le ha salido de una coherencia atroz a pesar de lo disperso y fragmentario de la idea originaria. Se me va la noche leyéndolo y acabo enamorándome de un montón de damas fugaces, passantes y breves como las de Antoine Pol, guerreras y salvajes en lo íntimo, inalcanzables como la luna de este abril, que no me alumbra la lectura lo suficiente. Pero no hace falta. Las mujeres de Galeano se alumbran solas.
Resurrección de María
“María renació en Chiapas.
“Fue anunciada por un indio del pueblo de Simojovel, que era primo suyo, y por un ermitaño que no era pariente y vivía dentro de un árbol de Chamula.
“Y en el pueblo de Santa Marta Xolotepec, Dominica López estaba cosechando maíz cuando la vio. La mamá de Jesús le pidió que le alzara una ermita, porque estaba cansada de dormir en el monte. Dominica le hizo caso; pero a los pocos días vino el obispo y se llevó presos a Dominica, a María y a todos sus peregrinos.
“Entonces María se escapó de la cárcel y se vino al pueblo de Cancuc y habló por boca de una niña que también se llamaba María.
“Los mayas tzeltales nunca olvidaron lo que dijo. Habló en lengua de ellos, y con voz ronquita mandó
que no se negasen las mujeres al deseo de sus cuerpos, porque ella se alegraba de esto;
que las mujeres que quisieran se volvieran a casar con otros maridos, porque no eran buenos los casamientos que habían hecho los curas españoles;
y que era cumplida la profecía de sacudir el yugo y restaurar las tierras y la libertad, y que ya no había tributo, ni rey, ni obispo, ni alcalde mayor.
“Y el Consejo de Ancianos la escuchó y la obedeció. Y en el año 1712, treinta y dos pueblos indios se alzaron en armas.
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No sé yo si la voz de Galeano alcanza aun a oírse en Panamá, donde la cumbre. Pero las venas de América Latina siguen abiertas y los culpables colectan premios Nobel de la Paz antes de declarar muchas guerras. Pobres de los treinta y dos pueblos indios que se alcen en armas. Pobre María, la de Chiapas, condenada a ser leyenda por un pelotón de soldados que no leen. Dicen que en Panamá no se va a llegar a ningún acuerdo. Para eso están las cumbres. Cierro el libro, abro los periódicos y mi casa se inunda de una rara tristeza.
*Periodista y escritor. Su última novela es “La balada de los miserables” (Akal, 2012)
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Eduardo Galeano: las 20 mejores frases
Bolsamanía
Estas son las mejores frases de Eduardo Galeano recogidas en sus novelas y en sus entrevistas en diversos medios de Latino América:
1. Si me caí, es porque estaba caminando. Y caminar vale la pena, aunque te caigas.
2. Son los árboles que dan frutos los que sufren las pedradas.
3. Para no ser mudos, hay que empezar por no ser sordos
4. Sólo los tontos creen que el silencio es un vacío. No está vacío nunca. Y a veces la mejor manera de comunicarse es callando.
5. Para mí, las únicas certezas dignas de fe son las que desayunan dudas cada mañana.
6. La llamada comunidad internacional ¿existe? ¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro?
7. Quizá el más certero símbolo de la época sea la bomba de neutrones, que respeta las cosas y achicharra a los seres vivos.
8. El código moral del fin del milenio no condena la injusticia, sino el fracaso.
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9. A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba-abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder.
10. La violencia engendra violencia, como se sabe; pero también engendra ganancias para la industria de la violencia, que la vende como espectáculo y la convierte en objeto de consumo.
11. La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo.
12. Yo creo que fuimos nacidos hijos de los días, porque cada día tiene una historia y nosotros somos las historias que vivimos…
13. La palabra política se ha manoseado tanto que significa todo y no significa nada. Entonces desconfío mucho de la etiqueta política.
14. El hambre desayuna miedo. El miedo al silencio aturde las calles. El miedo amenaza: Si usted ama, tendrá sida. Si fuma, tendrá cáncer. Si respira, tendrá contaminación.
15. Pobres contra pobres, como de costumbre: la pobreza es una manta demasiado corta, y cada cual tira para su lado.
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16. El mundo se divide, sobre todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quien de qué lado quiere o puede estar…
17. El hambre desayuna miedo. El miedo al silencio aturde las calles. El miedo amenaza: Si usted ama, tendrá sida. Si fuma, tendrá cáncer. Si respira, tendrá contaminación. Si bebe, tendrá accidentes. Si come, tendrá colesterol. Si habla, tendrá desempleo. Si camina, tendrá violencia. Si piensa, tendrá angustia. Si duda, tendrá locura. Si siente, tendrá soledad.
18. La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será
19. La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá
20. Los niños pobres son los que más sufren la contradicción entre una cultura que manda a consumir y una realidad que lo prohíbe
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