Con la consigna “Otro mundo es posible” escrita y pronunciada en múltiples idiomas, un poco después de las 6:00 p.m., hora local (7:30 a.m., hora colombiana) el viernes 16 de enero, se dio inicio en Mumbai (India) a la cuarta versión del Foro Social Mundial, con una asistencia en representación de 132 países de los cinco continentes.
La inmensa mayoría de los delegados provenía de Asia, seguida por los de África. Sólo una proporción menor llegó de América, Asia, Europa y Oceanía. Para albergar esa inmensa población, los organizadores del Foro habilitaron una explanada quizá tan grande como el parque Simón Bolívar de Bogotá, en la zona o localidad del Goregaun, uno de los sectores más populosos, ubicado hacia el norte de Mumbai.
Antes del acto inaugural propiamente dicho, por las calles y avenidas de la explanada desfilaron las delegaciones de 2.660 organizaciones allí representadas, que literalmente formaron una gama sinfín de colores: desde el negro intenso hasta el rubio pálido –casi transparente–, pasando por el azul petróleo, el café oscuro, el trigueño y el amarillo. Pero el desfile no sólo era multicolor, sino que estaba acompañado de consignas políticas y religiosas transmitidas en unos quince idiomas y matizadas por todas las expresiones del arte humano: cantos, música, baile, teatro, pintura, artesanías, etc. La variopinta concentración de razas, religiones, lenguas, sexos y movimientos políticos y sociales, fue completada con todas las edades: bebés en brazos de sus padres y ancianos encorvados, como queriendo dar con este acto el último testimonio de su vida. Y entre estos extremos del ciclo vital, adolescentes y jóvenes. Sumadas todas las edades, el promedio podría frisar en los 25 años.
Toda una Torre de Babel, pero sin torre: en el suelo llano. El más grande museo antropológico, pero vivo y testimonial.
Nueve oradores intervinieron en el introito del Foro, entre quienes cabe mencionar, Chico Whitaker, activista social del Brasil, y persona clave en la fundación del FSM; Abdul Amir Rekaby, escritor iraquí; Jeremy Corbyn, legislador británico; Shirin Evadí, la iraní que obtuvo el Premio Nobel de la Paz el año pasado; Ahmed Ben Bella, primer presidente de Argelia (1963-1965). Sin embargo, el discurso más vibrante y emocionado estuvo a cargo de la hermosa e inteligente india Arundathi Roy, quien dijo que para estar contra el imperialismo, la globalización y el neoliberalismo, es preciso oponerse a la invasión de la antigua Mesopotamia por parte de los Estados Unidos.
Temas de debate
Los 150.000 participantes realizaron entre el 17 y el 21 de enero, más de 1.600 eventos, entre conferencias, paneles, debates, seminarios y testimonios. Para racionalizar el trabajo de esa población flotante, las actividades se dividieron en dos grades sistemas: por un lado los eventos cuya responsabilidad estuvo a cargo del Comité Organizador del Foro, y por el otro, las conferencias, seminarios, debates y testimonios liderados por ONG, fundaciones, sindicatos, movimientos de mujeres, jóvenes, indígenas, etc. Los temas patrocinados por el Comité Organizador fueron: militarización, guerra y paz; globalización, economía y seguridad social; desarrollo sustentable; tierra, agua y soberanía alimentaria; exclusión y opresión religiosa, étnica y lingüística; patriarcado y derechos de las mujeres y los hombres; empleo y mundo del trabajo, y medios cultura y conocimiento.
Aunque hubo diversidad de materias, fueron dos los temas que se agitaron con mucha fuerza a través de aquellos cinco días, en que se cruzaron como ríos humanos las culturas, las lenguas, las religiones y las ideologías políticas de todo el mundo. En primer lugar, el rechazo de la invasión de los Estados Unidos a Iraq. Y en segundo lugar, la necesidad de que este movimiento alternativo a la globalización neoliberal que atraviesa todos los meridianos, construya un mundo distinto.
Los retos del Foro
El Foro Social Mundial es la continuación de ese grito de dolor y de rabia que ha lanzado la inmensa mayoría de la humanidad desde hace unos 4.200 años, por intermedio de pueblos y pensadores. Sólo unos ejemplo pueden refrescar la memoria: los esclavos egipcios en el 2200 a. C., los gladiadores romanos liderados por Espartaco y la Comuna de París; Hesíodo, Sócrates, Platón, Marx y Durkheim. En lo inmediato el Foro está precedido por la manifestación de 25.000 personas en Seattle, Estados Unidos, el martes 30 de noviembre de 1999, para protestar ante la asamblea de la Organización Mundial de Comercio, y por el mitin de otras 6.000, realizada contra la asamblea semestral del FMI y el BM, el 16 de abril de 2000 en Washington. Con esos antecedentes tan nobles y tan comprometidos con la causa eterna de la humanidad, el FSM, sin embargo, tiene muchos retos, y en particular dos: organización y resultados concretas.
Tan unidos pero tan distantes y desorganizados, es la paradoja del Foro. Unidos tan sólo en los principios esenciales de la especie humana: la vida, la libertad y la dignidad, y todo lo que estos valores significan. Coincidentes en la necesidad de construir un mundo diferente, pero dispersos en los ideales, en los procedimientos, en las etapas de estos cambios y aun en las estrategias. Y cada colectivo con visión distinta del mundo y de las estrategias para cambiarlo, también desorganizado internamente. Pero no se trata de la anarquía espontánea sino de una prevención consciente de miembros y simpatizantes de ese proceso dialéctico. Hoy existe una gran desconfianza en todo aquello que materializa cualquier aparato, porque los máximos paradigmas de la estructura -el partido y el Estado- han fracasado. El partido se convirtió en un pequeño círculo, en un reducido instrumento burocrático que sólo ha servido para satisfacer vanidades personales, y a su vez, para ayudar a que se encaramen sus miembros en las más altas palancas del Estado. Y éste, con el devenir de los tiempos pasó a ser el más sólido aparato de injusticia, represión y terrorismo.
Con esos antecedentes y con la experiencia de la burocratización de los ejércitos, de las iglesias, de los clubes deportivos, de los órganos judiciales, de las universidades, de los sindicatos y de las ONG, el ciudadano común y corriente tiene mucho temor a la estructura, a la organización, a los aparatos y a los simples comités. Prefiere que no haya líderes, a que los líderes se conviertan en burócratas, dueños de un movimiento, de una corriente de opinión, de una masa, de un pueblo. Así que la desconfianza propicia el caos, y este es demasiado grande, cuando se trata de un Foro en que deben interactuar miles de personas, que a su vez hablan en nombre de miles de millones de seres humanos que se debaten en medio de su miseria y su exclusión. En consecuencia, los inspiradores y activistas del Foro, tienen que hacer un esfuerzo de organización, pues ahora no estamos ante pequeñas comunidades de cazadores y recolectores primitivos, como hace diez mil años, sino ante más de 6.000 millones de habitantes.
El segundo reto del Foro, después de la organización, es alcanzar resultados que beneficien a los millones de hombres y mujeres que sus voceros dicen representar. Aunque el Foro es hoy el más grande referente antiglobalización capitalista y aunque sus activistas han salido a las calles de las principales ciudades del mundo a protestar contra la invasión a Iraq y contra el Plan Colombia, debe estructurar agendas de trabajo e instrumentos de lucha que propicien resultados concretos a favor de los pueblos del mundo.
El Foro debe convertirse en la contraparte legítima de las tres herramientas de la globalización hegemónica: FMI, BM y la OMC. Usualmente se habla de negociación entre los gobiernos nacionales y estos organismos mundiales, pero ahí no hay negociación sino imposición y soborno. Asimismo, el Foro debe hacer presencia en todos los escenarios mundiales, como la ONU, la OEA, el grupo de Río, etc. Y conseguir la eliminación de los subsidios agrarios de los Estados Unidos y de la Unión Europea para impedir el marchitamiento de los campesinos asiáticos, africanos y latinoamericanos y lograr el desarme de las grandes potencias. Estas podrían ser dos tareas inmediatas.
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