Home » La crítica a la medicina imperante

La crítica a la medicina imperante

La crítica a la medicina imperante

Las cifras son alarmantes y requieren atención. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada año mueren en el mundo 36 millones de personas por enfermedades crónicas o no transmisibles –ENT–,1 caracterizadas así por su larga duración: las cardiovasculares, el cáncer, las enfermedades respiratorias y la diabetes, son, en conjunto, la principal causa de mortalidad incluso entre mujeres y hombres menores de 60 años.

 

De esta característica en salud y muerte no está exenta la población colombiana, para la cual alrededor del 71% del total de sus muertes tiene asociada como causa al menos una ENT2. Problemática no menor si consideramos que la mayoría de tales enfermedades están asociadas a factores prevenibles como el tabaquismo, la alimentación ‘malsana’ o la inactividad física, todas ellas propias de la vida moderna y acelerada que impone el mundo urbano, enfermedades que a su vez son la mayor carga para el sistema de salud.

 

La medicina y las ETN

 

A mediados de siglo 20, con la crítica al modelo clínico de la medicina, surgieron corrientes integradoras de saberes tan antiguos como la medicina hipocrática, enfoques sociales y psicoanalíticos de la personalidad humana, factores ambientales y saberes ancestrales sobre la alimentación.

 

La medicina Funcional camina en esta vía enfocándose en los orígenes psicológicos, sociales y ambientales de las enfermedades. Esta medicina contiene en su filosofía una crítica al énfasis en el diagnóstico y al modelo farmacológico del tratamiento de la enfermedad propio de la medicina alopática; pero al estar basada en evidencias y al reconocer el metabolismo celular, el funcionamiento del cuerpo y la habituación de la persona, va más allá de la bioenergética o de la homeopática en particular, y de las medicinas y terapias alternativas en general.

 

En cuanto a la terapéutica, la medicina alopática, imperante en la sociedad moderna, trata toda enfermedad en sí misma y no el enfermo. Es decir, existe una clasificación de las enfermedades y un tratamiento farmacológico específico para cada una. Si un paciente tiene diabetes se recetarán medicamentos que inhiban los síntomas o ataquen la enfermedad, pero no habrá una comprensión terapéutica para la totalidad del paciente en sus patrones de consumo, dieta, exposición a la toxicidad o actividad física. Los hábitos de consumo, la alimentación, las inhibiciones psicológicas o las condiciones de vida como la creciente urbanización, sedentarización, el aumento de la productividad del trabajo o la ruptura del tejido social, son factores no considerados en la terapéutica de la medicina alopática.

 

Por su parte, y como superación de esta realidad, para la medicina Funcional la terapéutica está basada en el funcionamiento celular del cuerpo y en siete desequilibrios de su funcionalidad3. El tratamiento del paciente intervendrá sobre sus hábitos de consumo, alimentación, niveles de actividad física, respiración o hidratación. De esta manera, la atención de la enfermedad es, ante todo, atención del enfermo, y el tratamiento considera sus dimensiones psicológicas, sociales y ambientales. El paciente no es considerado ‘recipiente’ de la enfermedad sino sujeto de la misma. Es decir, y como ejemplo, en el caso de la diabetes, el paciente es diabético en el momento, pero si cambia los factores predisponentes dejará de serlo. No necesitará, pues, una receta de glibenclamida, metformina o pioglitazona cada 8, 12, o 24 horas, sino una dieta que incluya alimentación probiótica e integral, posibles recetas de suplementos (minerales, vitamínicos o ácidos grasos) si hay deficiencias, ejercicio o acondicionamiento físico, cambios en los patrones de consumo o de exposición a elementos tóxicos y medidas de control del estrés (respirar, dormir, meditar), lo que implica, también, autocrítica por parte del paciente para transformar su hábitos.
De estas manera, la medicina Funcional no niega la posibilidad de tratamientos específicos (de quiropraxia o quimioterapia por ejemplo) siempre que el análisis desde un principio sea sobre la vida de la persona y no sobre la clasificación de la enfermedad; y al no tener un campo específico, plantea un modelo abierto para atender las ENT que son hoy, y según la misma OMS, una ‘epidemia galopante’.

 

¿El derecho a qué salud?

 

A finales de junio de 2009, regresaron al país el filósofo Norman Daniels, el experto en descentralización y participación comunitaria Thomas Bossert y el especialista en economía de la salud William Hsiao; todos profesores de la Universidad de Harvard quienes dirigieron el Plan Maestro de la implementación de la ley 100 de 1993. Los especialistas dejaron recomendaciones sobre cómo ajustar el modelo de aseguramiento y la práctica médica con los objetivos de lograr la cobertura en la que había fracasado el modelo, evitar el desperdicio de recursos en el sistema y establecer prácticas médicas basadas en una relación costo-efectividad. Estas son las razones de mercado esbozadas por los Tres Reyes Magos, como se les llamó en Irán4.

 

Al impedir la integración vertical, mantener la Unidad de Pago por Capitación, unificar el Plan Obligatorio de Salud ‘por lo alto’, e implementar techos a los medicamentos según referentes internacionales –ajustes operados en los últimos años al sistema de salud colombiano–, no se actúa para el mejoramiento de la vida de las poblaciones y en cambio, sí, un ajuste a la atención asegurada de la enfermedad sobre los ‘fallos’ del mercado.

 

La conformación del sistema de salud colombiano caracterizada constitucionalmente en 1991 como servicio público y la regulación de la prestación de éste a través de la ley 100, parecieran no cumplir hoy con las expectativas de cobertura, costo-efectividad y legitimación esperadas hace más de 20 años por el gobierno. Pero tampoco el mercado de la enfermedad que ha resultado del aseguramiento de la salud ha roto las grandes inequidades en la cobertura del servicio respecto a la capacidad de pago individual; por el contrario las ha ahondado permitiendo fenómenos como ‘el paseo de la muerte’ o los ‘itinerarios burocráticos’5 en la prestación del servicio.

 

Actúa en este sistema de salud un proceso de individualización restrictiva del sujeto como ‘consumidor’, cuya garantía sobre la prestación está dada por el contrato con el asegurador (sea público o privado), reduciendo así sus derechos a ese contrato. Entonces, todo acceso a la prestación de salud, así fuese en una cobertura total, se hace en un modelo de atención de la enfermedad fundamentalmente medicamentoso6 e individual.

 

La fragmentación del modelo de atención de la enfermedad acorde al derecho de propiedad7 no está en cuestión por parte del gobierno, como tampoco la reducción de la salud pública al mero mantenimiento de un régimen subsidiado o al control y prevención de enfermedades con alto impacto colectivo -cuya prestación resulta evadida por los distintos agentes del mercado arguyendo baja rentabilidad-. Pero tampoco está siendo cuestionado el modelo mismo de medicina imperante.

 

Las movilizaciones por el derecho a la salud de los últimos años constituyeron una crítica a la negación efectiva de este derecho, débilmente a la filosofía que orienta la práctica de la medicina. Estamos, ante todo, frente a una crítica y una disputa política que debe tocar el modelo mismo de la medicina.

 

Una experiencia de medicina Funcional en Colombia

 

A esta corriente integradora de la medicina que contiene una crítica no solo al complejo militar-industrial (como en el caso de la crítica política al sistema de salud), sino también al complejo agrícola-farmacológico-médico de producción de la enfermedad para la producción del tratamiento, corresponde ofrecer herramientas de fácil entendimiento a la persona.

 

Así lo entendieron Iván Yunis y Hugo Zapata hace más de cinco años. Su experiencia los llevó a tratar múltiples casos (no solo de enfermedades crónicas) y a plantearse métodos de consulta y examen no especializados, centrados en la persona, para conjuntamente entre médico y paciente identificar tanto la enfermedad como los factores que la predisponen, y así tratarla. Luego de cientos de consultas han desarrollado un método que hoy pretenden expandir a través de la web para promover el autoentendimiento sobre el estar enfermo y sobre los hábitos de consumo.

 

Yunis y Zapata insisten además en las posibilidades educativas para que las personas sepan identificar sus dolencias y entiendan lo que les pasa a partir de comprender esos siete equilibrios básicos, además de entre cien y doscientos síntomas, patrones de consumo y listas de toxinas de fácil reconocimiento, abriendo múltiples posibilidades en la prevención y el tratamiento de la enfermedad, incluso a través de prácticas en colectivo.

 

En su quehacer cotidiano no sólo promueven un modelo de salud centrado en la persona y no en la enfermedad, sino que logran criticar también la alimentación, la medicalización y el estilo de vida contemporáneo. Interesante pero también difícil enfoque, pues al cuestionar por ejemplo, la pasteurización de la leche, la dieta basada en carbohidratos y ausente de probióticos, pero así mismo prácticas agrícolas como la fertilización de los alimentos solo a base de nitrógeno, fósforo y potasio (tres de los 52 minerales que requiere un alimento para crecer) o al cuestionar la insistencia sobre la lactancia materna que jalona la industria de la leche, de fondo cuestionan el actual modo social de vida humana, la industria de alimentos, las políticas de salud y nutrición, los mercados, la cultura de consumo y los estilos de vida modernos.

 

En Colombia estas corrientes críticas de la medicina no tienen un alcance social masivo. Cargan además el desafío de abrirse camino para interpelar a la sociedad en su conjunto, al individuo y al régimen político mismo. Camino en el cual deberán cuestionar hábitos de consumo, la caracterización patológica de la enfermedad, las tendencias dominantes de hacer mercado con ella, y la manera de enfocar las luchas sociales y políticas por la democratización y mejoramiento de la vida humana.

 

Por ahora, toda divulgación y circulación de estas reflexiones y prácticas médicas aportarán al cuestionamiento profundo sobre el modo mismo de la vida social, y plantear salidas integradas y posibles a un modelo de salud que enferma y trata pero no vitaliza ni cura.

 

1 http://www.who.int/topics/chronic_diseases/es/
2 Ver: http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs355/es/
3 La medicina funcional está basada en la atención de siete desequilibrios básicos de la funcionalidad del cuerpo humano: 1) los desequilibrios hormonales y de neurotransmisores; 2) los de oxidación-reducción y los desequilibrios mitocodriales; 3) desintoxicación y los desequilibrios biotransformacionales; 4) desequilibrios inmunológicos; 5) desequilibrios inflamatorios; 6) los desequilibrios digestivos, de absorción y microbiológicos; 7) los desequilibrios estructurales de la función de la membrana celular con el sistema musculoesquelético.
4 María Teresa Ronderos; “Lo mejor y lo más débil del sistema de salud colombiano”; Revista Semana 6 de julio de 2009.
5 Así llaman el fenómeno procedimental que niega la atención con razones jurídicas y técnicas de procedimiento, logrando con esto la contención de costos que permite mantener niveles efectivos de ganancia a las aseguradoras de la salud. Ver: César Ernesto Abadía Barrero, Diana Goretty Oviedo Manrique; “Itinerarios burocráticos de la salud en Colombia: la burocracia neoliberal, su estado y la ciudadanía en salud”; Publicación Web disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=54520413009
6 Es paradigmático de la crítica a la medicación de la vida, el conocido caso del Prozac o Fluoxetina, cuyos resultados en el tratamiento del estrés, la falta de concentración y la ansiedad, están cuestionados, como también los efectos secundarios de dependencia y alteraciones emocionales.
7 De acuerdo con el derecho de propiedad manifiesto en la ‘capacidad de pago’, el sistema articula un régimen prepagado –para quienes tienen mayor ‘capacidad de pago’–, contributivo –fundamentalmente para los trabajadores formales– y subsidiado –para quienes demuestren no tenerla.

Información adicional

MEDICINA FUNCIONAL:
Autor/a: CRISTIAN CARTAGENA
País:
Región:
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.