A dos años de mandato: ¿qué lugar ocupará en la historia el “cambio histórico”?

El siete de agosto, el gobierno de Gustavo Petro llegó a la mitad de su mandato. Las vicisitudes de estos dos años, cargados de tensiones, escándalos, anhelos sociales, victorias simbólicas y derrotas tanto políticas como electorales, pasarán a convertirse en un lánguido ocaso de cara a la elección presidencial de 2026. De cara al último año de posibilidades políticas, es necesario hacer un corte y preguntar, ¿cuál es el legado que en las acciones y los discursos durante estos dos años deja el mandatario?

Cada mandatario construye su carrera en emulación de sus figuras históricas más admiradas, Juan Manuel Santos (2010-2018) lo hacía a viva voz a la sombra de Frankin Delano Roosvelt (1933-1944) y en su interior a la de su Tío abuelo Eduardo Santos (1938-1942); Javier Milei (2023-) conjuga a Margaret Thatcher (1979-1990) con Carlos Pellegrini (1890-1892) y Carlos Menen (1989-1999); Hugo Chávez (2005-2013) a Simón Bolívar (1819-1830); Rafael Correa (2007-2017) a Eloy Alfaro (1895-1901), y así podría seguir la lista. Reformadores, constructores de nación, símbolos de la historia nacional u occidental.

Salvador Allende (1970-1973), tenía por símbolo del cómo ser presidente a su antiguo jefe, Pedro Aguirre (1938-1941), el “presidente educador”, de quien, en palabras de Jesús Manuel Martínez, biógrafo de Allende, este tomó como ejemplo el defender su mandato hasta el final, con la simbología caballeresca de empuñar las armas desde el escritorio presidencial, para mantener la dirección del barco que comanda ante un intento de golpe de Estado en 1939.

En Gustavo Petro es difícil reconocer un símbolo único. Sus lecturas políticas entrecruzan el reformismo político y la apertura democrática característica del M-19, con el reformismo doctrinario de las escuelas progresistas post materialistas europeas surgidas a partir de la década de 1980, que combinan una crítica profunda al “centralismo democrático” de comunismo soviético, con una vuelta a las nociones de pueblo y populismo y el ascenso de las identidades y el ambiente como variables políticas.

Pero entre todas las aspiraciones, las emulaciones y los lugares que espera ocupar el mandatario en la historia nacional, a juicio de quien escribe, es la figura de José María Melo (1854) la que más destaca. Cada que puede, el Presidente en sus discursos intenta remarcar a dicha figura. Parte de las relaciones con el Estado Mexicano pasan por la búsqueda de los restos mortuorios del infortunado general presidente. Así como también, por la búsqueda de otros excombatientes de olvidadas guerras cuyos destinos hasta ahora habían sido el olvido en campos santos de México o Panamá. Héroes trágicos que bien podrían ser personajes de alguna obra de su escritor favorito, Gabriel García Márquez.

Para Petro la silla presidencial es un paso más, quizás el más importante, en el anhelo de transformar las realidades nacionales, así sea por un instante, como la efímera y olvidada presidencia de Melo, pero que continuará como una incesante batalla, batalla perdida, más allá de los cuatro años de su mandato. Entendiendo esto considero que es posible tratar con ese filtro de juzgar la, en apariencia hasta ahora, caótica presidencia de Petro.

En estos dos años de mandato, el Presidente ha dejado asentadas unas líneas claras de lo que su mandato quiere heredar de legado, ha fracasado con algunas otras de sus iniciativas por la poca disposición de negociar lo que considera banderas rojas de su mandato, y ha gestionado con menor o mayor capacidad una serie de crisis producto de un escrutinio inusualmente agudo de la prensa, la oposición e incluso de parte de sus socios de coalición de gobierno a su mandato, pero también, de cuño propio, resultados de un álgido uso de redes sociales y de una capacidad única para hacer notorias sus ausencias de eventos públicos. En estas breves palabras revisaré que ha hecho, en qué ha fracasado, cuáles son los problemas qué se ha causado a sí mismo el mandatario y qué esperar de estos últimos años de mandato.

¿Qué quiere hacer, y algo ha hecho?

Sin duda, aunque con limites, críticas y frustraciones, la mayor y más importante de las acciones del gobierno Petro ha estado en la reforma a la política rural: la búsqueda de una reforma agraria, bien sea en una ardua negociación con la asociación de ganaderos para la compra de tierras, la constante crítica a la falta de ejecución de los compromisos de los acuerdos de paz, la movilización del campesinado y el relanzamiento del sistema institucional de política rural, el uso de los predios incautados al narcotráfico, la consecución de la jurisdicción agrícola y el mejoramiento en términos de ingresos, de la calidad de vida rural, son sin duda alguna los esfuerzos más claros del mandatario para transformar al país.

Esfuerzos que, lamentablemente, hacen oídos sordos a la sociedad urbana, la cual tras décadas de violencia, pero también por las transformaciones tanto en las dinámicas sociales, en las actividades económicas y en el cambio generacional, ve al campo como un asunto lejano, relegado a los adultos mayores y cuyos cambios no se traducen rápidamente en resultados positivos en la vida urbana.

A su vez, la reforma pensional es en términos de agenda legislativa el mayor logro de este gobierno, incluso mayor que la reforma tributaria, pues si bien esta abrió una ruta hacia una política impositiva progresiva, la necesidad de asumir compromisos relacionados con la estabilidad macroeconómica como lo es el desmonte de los subsidios a los combustibles genera impactos sociales y políticos difíciles de asumir para un gobierno de izquierdas. Los avances esperados de la reforma pensional, sin duda, buscan mejorar las condiciones de vida de las mayorías de adultos mayores del país, sometidos históricamente a la desprotección con un régimen pensional enfocado exclusivamente en los cada vez menos trabajadores formales del país y que a la fuerza obliga a la solidaridad por parte de quienes con sus ingresos están en capacidad de subsidiar y asegurar mayores beneficios colectivos.

Pero, al igual que con la reforma a la política rural, los resultados no serán a corto plazo y peor aún, puede a futuro servir para que de forma regresiva el sistema público que intenta garantizarse sea absorbido por completo por el sistema privado, a lo cual sin duda contribuirán los escándalos que estas o futuras administraciones de Colpensiones realicen.

De otra parte, desde la década de 1990, especialmente con la presidencia de Ernesto Samper (1994-1998), la política internacional de Colombia no había pretendido un rumbo de participación internacional como el asumido con Petro, sus posturas frente a las crisis políticas de Perú y Venezuela, la activa crítica a la situación en Palestina, la oposición a participar de la guerra en Ucrania y la búsqueda de un relacionamiento institucional con África constituyen un timonazo en una agenda tradicionalmente enfocada en los EE.UU y en las buenas relaciones con la Unión Europea, especialmente con Inglaterra, España y Francia.

De nuevo, con excepción de la agenda África, las otras agendas han estado supeditadas al control presidencial, lo que no ha permitido acompañar las declaraciones o intenciones de un sólido equipo internacional, como sí lo hacen Brasil o México, los lideres regionales.

Otro éxito, al menos en términos de agenda, es la protección efectiva del ambiente, agenda relacionada con la adaptación al cambio climático, sin duda han sido una agenda prioritaria del gobierno con resultados comprobables, por ejemplo en la disminución de la deforestación en la Amazonía.

Por último, una de las transformaciones alcanzadas es que poblaciones tradicionalmente excluidas –como son las comunidades afrocolombianas e indígenas–, pasen a ocupar cargos de poder, no como cuotas simbólicas, relegadas a las embajadas en el Caribe o al ministerio de Cultura, sino como actores de primer orden. Cambio en la representación y distribución del poder en la sociedad que resultará indetenible. Así también, la movilización ciudadana en reclamo de derechos, garantizada con un control a las formas de respuesta de las autoridades policiales, sin duda cambia la forma de entender la participación, ya no como objeto de contestación violenta o represiva sino como derecho.

¿En qué ha fracasado?

El hundimiento de las reformas laborales y de salud, de un gobierno que inició su mandato con una de las coaliciones legislativas más amplias de los últimos tiempos, son sin duda muestras de un mal manejo de la bancada de coalición. En el especial caso de la reforma a la Salud, la falta de ponderación sobre el ritmo de presentación de las reformas y la relevancia en términos de factibilidad y beneficios colectivos, y como proyecto para defender una reforma polémica o de liderar una serie de transformaciones en la calidad de vida de la clase trabajadora, coletazo que por tiempos y desgaste de la coalición terminó por afectar a una reforma, como la laboral, que sin duda hubiese generado efectos inmediatos y perceptibles en la vida de la ciudadanía.

La pésima gestión de la coalición terminó por obligar al gobierno a asumir los costes de relacionarse con partidos tradicionales, los cuales copan parte de la administración pública y que, en parte, son los funcionarios responsables de oponerse, limitar, filtrar o frustrar las agendas oficiales. No quiere decir esto que sea negativo construir tales alianzas, y que estas pasen por la repartición burocrática, sino que la falta de claridad en las agendas prioritarias supedita la gestión a la voluntad de esta masa de funcionarios. Por no hablar de la posible compra de gobernabilidad que se investiga en el caso de la pésima gestión de la Ungrd.

También, la política de Paz Total, que, aunque ha permitido avanzar en una notable reducción de los homicidios gracias a los ceses al fuego y al des escalamiento de la violencia en ciertas regiones del país, no avanza en pasos significativos. No hay un compromiso serio de los actores ilegales en detener el reclutamiento forzado, las disputas de territorios siguen estando presentes y la victimización de liderazgos, firmantes y comunidades no se detiene. Para el gobierno, era necesario asumir que la paz sin una estrategia de seguridad era un problema y es tiempo de replantearlo.

Pero el mayor fracaso hasta ahora radica en la falta de construcción de una estructura política efectiva que institucionalice los cambios. La postura de Petro, reacia a la disciplina partidista, argumentada desde la riqueza teórica, pero imposibilidad práctica de la noción de multitud de Negri, lo lleva a hablar de ciudadanías libres, figura que funciona para candidaturas por firmas o personalistas, pero que no deja espacio para la consolidación de un proyecto a largo plazo.

Sin un partido único, y con las reglas electorales actuales que prohíben las coaliciones de partidos mayoritarios, muy probablemente en 2026 habrá una alta dispersión de las fuerzas de gobierno en micro partidos, lo que puede terminar por emular el fracaso electoral de ADM-19 en las elecciones legislativas de 1994.

¿Qué problemas han sido propios?

Todos los gobiernos de Colombia construyen su gobernabilidad con la distribución de recursos entre las facciones políticas, el problema es que la ciudadanía votó por un cambio y es aquí donde las prácticas tradicionales no pueden tener cabida. Escándalos como el del ministerio del Deporte o la Ungrd generan sin duda problemas para esta administración, pues más allá de la valoración del nivel de responsabilidad o de la probidad de la acción estatal, es claro que no hay en Petro una atención a las acciones de ciertos funcionarios, lo que hace en últimas que la responsabilidad política se de todo el proyecto.

En su momento también fue problemática la familia presidencial, foco de escándalos y polémicas evitables, así como de procesos judiciales que aún siguen su curso; los temas personales terminan por afectar la legitimidad del proyecto. Problemas del personalismo, que no solo condenan a valorar un proyecto por la persona, sino que hacen que la persona sea, hasta en lo familiar, asunto de escrutinio público.

Así también, resulta problemático el tardío uso de los fusibles públicos, como en el caso de la ex MinMinas, o de los ministros de Salud, cuyas gestiones resultaron problemáticas, bien sea por su pésima relación con la prensa o por su incapacidad de generar los consensos necesarios en sus sectores para avanzar en las agendas. Seguramente, en la lectura del Presidente, ceder en estos nombramientos significaba entregar victorias políticas a la oposición, pero fracasos como el de la reforma a la salud o tener que asumir desde presidencia la defensa de sus nombramientos, son muestras de los problemas que le conlleva al gobierno aferrarse a personajes de confianza.

¿Qué esperar de los restantes dos años?

Hasta ahora, la épica de Petro, aunque desgastada entre los escándalos y el agotamiento de una sociedad poco acostumbrada a los gobiernos confrontativos, no ha terminado. Los esfuerzos del Presidente por construir una narrativa del cambio siguen vigentes, pero el tiempo corre. El período 2024-2025 será el último año de actividad legislativa y de ejecución de recursos. El 2026 será año de elecciones y pasará como en el 2023, en el que la agenda presidencial se ocupará de participar de la discusión electoral, con la diferencia que el Legislativo también estará en el mismo ánimo.

Queda para el Ejecutivo el espacio para definir su legado, precisar el tema por el qué pasará a la historia, pero ojalá que no sea la tragedia, el irremediable destino de ver frustradas las ambiciones de cambio por los bloqueos de las múltiples oposiciones, sino que, efectivamente, se delineé la agenda de cambios realizables en este último año y las rutas inamovibles para los siguientes gobiernos.

Es tiempo de cambio en el gobierno, de apuntalar y controlar el final del mandato, de controlar el relato y de construir el legado para que las izquierdas sigan siendo actoras con vocación de poder. El problema está en que no sabemos si es ese paso histórico el que el Presidente desea para su mandato o si, por el contrario, prefiere la épica del fracaso, para desde fuera de la silla presidencial seguir luchando en otros escenarios.

Periódico desdeabajo N°315, 19 de julio – 19 de agosto de 2024

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Autor/a: Camilo Cruz Merchán
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo N°316, 20 de agosto - 20 de septiembre de 2024

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