Estos dos años de gobierno han sacado a la luz conversaciones públicas que como sociedad habíamos evitado por la constante distracción de una guerra aún no resuelta. Petro, como líder del cambio y jefe de Estado, ha centrado estas discusiones en tres áreas clave: justicia social, justicia ambiental y paz total.
Estos 24 meses de gestión alternativa han puesto sobre la mesa una serie de conversaciones públicas que como sociedad teníamos pendientes, pero que habíamos evitado debido a la distracción provocada por el sonido de los tambores de una guerra que desafortunadamente aún no cesa.
Estas conversaciones, que se manifestaron en la opinión pública como una rabia popular durante el estallido social, han sido destacadas por Gustavo Petro, no solo como líder del proceso de cambio, sino también como jefe de Estado. Petro ha enfatizado la importancia de temas que brotan como necesidades urgentes del pueblo colombiano, centrándolos en tres variables interrelacionadas: la justicia social, la justicia ambiental y la paz total.
Uno de los puntos más destacados del discurso de Petro del 20 de julio, al inicio de la nueva legislatura, fue cuando mencionó que el logro que más lo enorgullece en estos dos años y que considera un indicador de la eficiencia de su gobierno, es haber sacado a más de 1,6 millones de personas de la pobreza monetaria gracias a las políticas implementadas.
A estas cifras, añadiría otras importantes: el gobierno ha entregado 326.000 hectáreas de tierra, de las cuales al menos 52.000 pertenecían a mafias multicrimen, en el marco de una reforma agraria que ha impulsado un crecimiento del PIB agrario del 9.3 por ciento y reducido drásticamente la inflación de alimentos. La constitución del Sistema Nacional de Reforma Agraria ha permitido gestionar más de un millón de hectáreas para comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes, además de otorgar más de 3 billones en créditos para pequeños y medianos productores del campo.
Esta reforma agraria, y la reducción de los precios de alimentos, también se lograron gracias al restablecimiento de las relaciones con el gobierno venezolano, lo que facilitó la recuperación de la empresa Monómeros, productora de urea –fertilizante fundamental para la producción de alimentos–, cuyo precio cayó en un 55.3 por ciento en 2022 y un 32.3 por ciento en 2023. Para el avance en el crucial factor de la justicia social, también se han confiscado bienes a la mafia para destinarlos a las economías populares y a instituciones de educación superior.
En otro ámbito de su gestión, 244.000 pensionados de la fuerza pública ahora disfrutan de la mesada 14. Asimismo, los adultos mayores que nunca lograron obtener una pensión ahora reciben un bono mensual de $225,000 pesos, lo que representa un aumento del 300 por ciento respecto al subsidio que recibían en los gobiernos anteriores.
De las reformas estructurales de carácter social que planteó el gobierno Petro para materializar, en la variable de la justicia social ya se ha aprobado la reforma pensional en el Congreso, a pesar de la oposición mediática corporativa y el filibusterismo parlamentario. Esta reforma, paralela a la mesada 14 para los pensionados de la fuerza pública, y el aumento de la pensión para madres comunitarias de 260.000 a 1.200.000 pesos (un aumento del 361%), permitirá que el dinero destinado a las pensiones sea usado efectivamente para este fin y no para incrementar el capital de grupos económicos como el de Sarmiento Angulo o el Grupo Empresarial Antioqueño.
Es importante resaltar la eficiencia del gobierno, a pesar del miedo y la incertidumbre generados durante la campaña sobre las propuestas de Petro, como la reforma pensional. El gobierno ha sido “responsable” en términos económicos, bajo los parámetros de los tecnócratas del neoliberalismo, manteniendo la regla fiscal a pesar de las críticas a este instrumento de política pública por parte del Presidente y el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla.
De la misma manera, durante dos años consecutivos el salario mínimo ha crecido por encima de la inflación, incrementos que no se dieron en estos mismos porcentajes en gobiernos anteriores, y que fueron señalados por esa tecnocracia neoliberal como las razones por las que la inflación aumentaría en estos años, pero su teoría se chocó con la realidad de un gobierno eficiente, ágil y comprometido con el cambio prometido.
Otro éxito radica en la reducción del déficit del fondo de estabilización de los precios de los combustibles, y el aumento en los precios de la gasolina sin incrementar la inflación, que ha bajado en casi dos puntos en comparación con el año anterior. Este logro ha sido reconocido, incluso, por los tecnócratas neoliberales y sus cajas de resonancia en los micrófonos corporativos.
Debe resaltarse, además, la estabilización del dólar, la disminución del desempleo del 13 al 9 por ciento (más de un millón de empleos creados en dos años), el incremento del turismo en un 34 por ciento y la reducción de la deforestación en el Amazonas colombiano en un 70 por ciento. Además, en los primeros cuatro meses de 2024, las exportaciones de bienes no minero-energéticos sumaron US$6,851.6 millones, un crecimiento del 6.9 por ciento respecto al mismo periodo de 2023, con un aumento del volumen exportado del 16 por ciento.
Me centro en estos logros porque, además de las tres variables de justicia social, ambiental y paz total, la gestión del Estado, y a quién debe servir, es el fondo de estas conversaciones que tanta oposición, filibusterismo, ruido y rabia generan en los representantes de las élites en esta lucha de clases.
Finalmente, esta es una pelea por desmantelar el sentido común neoliberal que convenció al país de que las instituciones públicas deben ser medidas bajo los mismos parámetros que las empresas privadas, y que la generación de valor solo tiene sentido si es mercantil y para acumular capital, eso de generar el mayor bienestar posible a la mayor cantidad de personas es solo una consigna de la Constitución que los que siempre han tenido la jefatura del Estado no tienen la voluntad politica de cumplir. En esta disputa, aún por ganar plenamente, la oposición critica como “gasto” innecesario cualquier esfuerzo cultural o social, como por ejemplo un concierto gratuito en la Plaza de Bolívar de Bogotá en rechazo al genocidio en Palestina que tuvo como principal beneficiario a las juventudes populares de la ciudad.
Esta batalla por el sentido común es uno de los frentes más efectivos de la oposición de las élites, las mismas que siempre han aprovechado lo público para su beneficio particular, criticando los gastos del gobierno, desde el precio de las almojábanas en la Casa de Huéspedes de la Casa de Nariño, hasta el número de viajes en helicóptero de la vicepresidenta Francia Márquez por motivos de seguridad.
Esa eficiencia de la que se siente orgulloso nuestro Presidente, al saberse responsable no solo del error de Edmundo González sino de poner a alguien probado en su honestidad y transparencia para resolver el problema de la Unidad de Gestión de Riesgo de manera definitiva, así como ya se hizo con la Unidad Nacional de Protección y la Sociedad de Activos Especiales, sino también de sacar a millones de personas de la pobreza y el hambre, es la que debemos potenciar como nuevo horizonte de sentido cuando hablamos de la cosa pública en Colombia.
Esa eficiencia no es responsabilidad exclusiva de quienes asumen la tarea de estos cargos de representación y gestión en la primera línea, sometiéndose también a la presión de unas élites rabiosas que usan todas las herramientas para recuperar la jefatura del Estado, sino también del poder constituyente que somos usted y yo como pueblo, que debe asumir su mayoría de edad.
Petro está haciendo su tarea como líder político y pedagogo de los cambios que lidera, pero siempre ha repetido en estos dos años que irá hasta donde el pueblo lo acompañe. Esa compañía no debe darse solo en la movilización en las calles en cada marcha que se convoque, sino también en todos los espacios posibles, pequeños, grandes o medianos, donde sea necesario disputar ese sentido común. Debemos poner sobre la mesa argumentos, ideas y nuevas maneras de entender lo público, sin caer en moralismos pacatos que impiden entender realmente el poder y su tradicional uso en nuestro país, con la esperanza de que este gobierno y el poder constituyente que lo respalda logren hacer de esta visión una cultura política hegemónica en las próximas generaciones, para que el cambio sea irreversible y se democratice Colombia en clave progresista de manera definitiva.
Periódico desdeabajo N°315, 19 de julio – 19 de agosto de 2024
Lecciones para todos los gustos
Del 2022 al 24: ¿La “correlación de fuerzas” mejoró: es más grande y a favor?
Omar Rodríguez
“Tenemos el deber de evitar pasar de la Paz Total a la guerra total”
Héctor Arenas
“Hay que recuperar lo que significa ser de izquierda”
Suscríbase
https://libreria.desdeabajo.info/index.php?route=product/product&product_id=179&search=susc
Leave a Reply