Entre el riesgo y la oportunidad

Seguro que todo el mundo se ha topado con la novedad de la IA ChatGPT, ya sea en el trabajo, en la universidad o en su tiempo libre. Pero como toda innovación, el chatbot también trae dudas tras la euforia inicial: ¿está cambiando todo ahora? ¿Cómo trabajamos, cómo nos comunicamos?

No es nuevo, aunque sí hay novedad. Desde que aparecieron Siri, Alexa y compañía, nos acostumbramos a murmurar órdenes al micrófono de estas máquinas virtuales, o autoproclamados “asistentes”, que nos hacen la vida más fácil: Nos bajan la música, nos ponen el despertador y a veces, simplemente, nos hacen compañía con una conversación más o menos personal.

Lo que todos los chatbots tienen en común es que pueden responder prácticamente a cualquier pregunta para la que se encuentre respuestas en el Internet. Al menos hasta cierto punto, porque cuando se trata de temas complejos o se necesita creatividad, hasta el último chatbot se viene abajo. Pero no ChatGPT, una nueva inteligencia artificial dada a conocer a finales de 2022.

Obstáculos en el trabajo académico

El “Generative Pre-trained Transformer”, como su nombre indica, se basa en una enorme base de datos de información y es de libre acceso en la Internet. Así que no sólo puede mantener conversaciones enteras y responder preguntas sino, además, crear sus propias cosas: escribir letras de canciones que suenan como si fueran de Juanes; inventar recetas de cocina que saben realmente bien; escribir mi trabajo para la universidad. Y mucho más. Con la realización de los trabajos de estudio inicia el problema.

Por mucho que me guste tener un asistente que haga mi trabajo diario, me parece reprobable dejar que una IA produzca mis papeles académicos y presentarme a clase con el mismo bajo el brazo como si fuera mío. Precisamente por igual consideración, algunas universidades y escuelas ya han sacado consecuencias y han prohibido el uso de ChatGPT. Advierten que los trabajos en los que se haya utilizado el bot u otras IA se consideran plagio. Por lo tanto, los programas de detección al plagio, como “Turnitin”, ya inventaron una manera de detectar si un texto está escrito con ayuda de una IA. Incluso ChatGPT ha reconocido este problema e intenta combatirlo. Por eso ahora los textos quedan reconocibles mediante una “marca de agua”, que funciona así: ChatGPT utiliza determinadas secuencias de palabras y frases en su lenguaje que revelan claramente que el texto ha sido escrito por la IA.

Sin embargo, la cuestión del plagio no se resuelve tan fácilmente, como parece. Algunas voces del sector de la educación piden, incluso, que se replantee la definición de plagio: porque si plagiar significa robar la propiedad intelectual de una persona, no hay víctima en este debate. El verdadero problema del asunto es que el trabajo realizado no es propio, pero se declara como tal.  Y tomar medidas contra esto parece bastante legítimo.

Así que ya no es tan sencillo dejar que las IA trabajen y firmen por nosotros. Pero quizá esto sea bueno, toda vez que no se puede confiar ciegamente en su compañero de chat. Incluso el chatbot mejor entrenado comete errores. Por ejemplo, si le pedimos a ChatGPT bibliografía académica sobre un tema, recomienda una extensa lista con un resumen de todos los trabajos. El problema es que las obras no existen, a menudo ni siquiera los autores. El resto de la información en ocasiones también es incorrecta o imprecisa. Los propios operadores de ChatGPT señalan estas limitaciones que pueden tener las respuestas del bot. En su página web advierten que podría responder a peticiones inapropiadas y producir así contenidos dañinos. A la pregunta ¿dónde radican tus vulnerabilidades?, el propio ChatGPT señala, entre otras cosas que reproduce estereotipos y narrativas presentes en su base de datos. Y, de hecho, ChatGPT ha realizado comentarios racistas o sexistas en varias ocasiones. Aunque estos errores de contenido irán subsanándose a medida que continúe su desarrollo, siempre habrá que tener precaución a la hora de utilizar y reproducir esa información, sobre todo en el contexto escolar y universitario.

Oportunidades perdidas

La reproducción incuestionada del conocimiento conlleva otro problema, que también señala el psicólogo y docente Gonzalo Arcila Ramírez, autor del libro “Explorando las transformaciones del yo de jóvenes estudiantes en el colegio y la universidad”: “La juventud actual usa los dispositivos y algunos pocos van más allá del uso”. Muchas de las oportunidades que brindan las nuevas tecnologías quedan desaprovechadas debido al consumo acrítico de la aplicación. “En lo fundamental el uso está subordinado al imperativo de la monetización”, explica Arcila Arcila. La sociedad debe romper estas estructuras capitalistas para que la producción y el intercambio de conocimiento fueran más libres y comunitarios. Sin embargo, el psicólogo y profesor es optimista y cree que este cambio es posible.

Entonces, ¿cómo lidiar con el chatbot? Prohibirlo por completo en los centros de enseñanza no puede ser una solución. Al fin y al cabo, la proliferación de IA en todos los sectores es casi inevitable: Microsoft está invirtiendo 10.000 millones de dólares en OpenAI, la empresa que está detrás de ChatGPT. Numerosas aplicaciones, como Slack y Snapchat también prevén integrar el bot en su función de chat. En lugar de una prohibición en escuelas y universidades se debe enseñar una forma responsable de trabajar con chatbots. Porque vivir y trabajar con IA puede aportar beneficios, simplemente tenemos que acostumbrarnos a nuevas formas de estudiar, producir conocimiento y comunicarnos. Imagínese: Hace menos de veinte años los expertos aún advertían contra la enciclopedia en línea Wikipedia. Tras su lanzamiento en 2001, la plataforma tardó varios años en alcanzar su estatus actual de enciclopedia más visitada. Mientras que en 2006 los propios fundadores advertían sobre el uso descuidado de la información en un contexto académico. Hoy, hace tiempo que la gente ha entendido cómo manejar los artículos en Wikipedia.

Qué podemos esperar de ChatGPT

Así que no hay que condenar el futuro de los chatbots y las inteligencias artificiales. El temor a que desaparezcan puestos de trabajo en los ámbitos creativo y científico porque vayan a ser sustituidos por una máquina es también infundado. Para lo único que tenemos que estar preparados es para el cambio. Las actividades en los campos profesionales se transformarán, y sin duda muchas cosas serán más fáciles con la ayuda de los chatbots. El hecho de que ChatGPT ofrezca sugerencias en Slack sobre cómo responder a sus colegas en el chat no significa dejar de pensar por sí mismo. Más bien significa que se tiene tiempo para pensar en otras cosas.

Arcila Ramírez también está convencido de ello. “Estas transformaciones efectivamente permitirán abandonar las rutinas. Se podrá, entonces, desarrollar un Trabajo Creador”. Así que hay más espacio para la creatividad en lugar de menos, como se temía. Gonzalo continúa explicando lo que esto significa para los estudiantes: “La formación de las nuevas generaciones en colegios y universidades tendrán, en consecuencia, que sufrir una radical revolución. Ya no se tratará de entrenamiento y aprendizaje. Los robots pueden ejecutar esas tareas”. En su reemplazo, estos lugares podrían utilizarse para el intercambio y el debate. Porque lo que el chatbot sustituye, en todos los casos, son potenciales contactos sociales. Por lo tanto, estos deben tener lugar en otro contexto, afuera de la internet.

Así que demos tiempo a ChatGPT para que se establezca en nuestra vida cotidiana, y aprovechemos las ventajas que aporta el bot en lugar de condenarlo. 

Información adicional

Autor/a: CHIARA BACHELS
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo N°300, 23 de marzo-20 de abril de 2023

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